Presentación de Omar CortésCuento del segundo jequeHistoria del pescador y del efritBiblioteca Virtual Antorcha

LAS MIL Y UNA NOCHES

VI


Cuento del tercer jeque






¡Oh sultán, jefe de los efrits! Esta mula que ves aquí era mi esposa. Una vez salí de viaje y estuve ausente todo un año. Terminados mis negocios volví de noche, y al entrar en el cuarto de mi mujer, la encontré con un esclavo negro, estaban conversando, y se besaban, haciéndose zalamerías. Al verme, ella se levantó súbitamente y se abalanzó a mí con una vasija de agua en la mano; murmuró algunas palabras luego, y me dijo arrojándome el agua: ¡Sal de tu propia forma y reviste la de un perro! Inmediatamente me convertí en perro, y mi esposa me echó de casa. Anduve vagando hasta llegar a una carnicería, donde me puse a roer huesos. Al verme el carnicero, me cogió y me llevó con él.

Apenas penetramos en el cuarto de su hija, ésta se cubrió con el velo y recriminó a su padre: ¿Te parece bien lo que has hecho? Traes a un hombre y lo introduces en mi habitación. Y repuso el padre: ¿Pero dónde está ese hombre? Ella contestó: Ese perro es un hombre. Lo ha encantado una mujer; pero yo soy capaz de desencantarlo. Y su padre le dijo: ¡Por Alá sobre ti! Devuélvele su forma, hija mía. Ella cogió una vasija con agua, y después de murmurar un conjuro, me echó unas gotas y dijo: ¡Sal de esa forma y recobra la primitiva! Entonces volví a mi forma humana, besé la mano de la joven, y le dije: Quisiera que encantases a mi mujer como ella me encantó. Me dio entonces un frasco con agua, y me dijo: Si encuentras dormida a tu mujer, rocíala con esta agua y se convertirá en lo que quieras.

Efectivamente, la encontré dormida, le eché el agua, y dije: ¡Sal de esa forma y toma la de una mula! Y al instante se transformó en una mula, es la misma que aquí ves, sultán de reyes de los efrits.

El efrit se volvió entonces hacia la mula, y le dijo: ¿Es verdad todo eso? Y la mula movió la cabeza como afirmando: Sí, sí; todo es verdad.

Esta historia consiguió satisfacer al efrit, que, lleno de emoción y de placer, hizo gracia al anciano del último tercio de la sangre.

En aquel momento Schehrazada vio aparecer la mañana y discretamente dejó de hablar, sin aprovecharse más del permiso. Entonces su hermana Doniazada dijo: ¡Ah, hermana mía! ¡Cuán dulces, cuán amables y cuán deliciosas son en su frescura tus palabras! Y Schehrazada contestó: Nada es eso comparado con lo que te contaré la próxima noche, si vivo aún y el rey quiere conservarme. Y el rey se dijo: ¡Por Alá!, no la mataré hasta que le haya oído la continuación de su relato, que es asombroso.

Entonces el rey marchó a la sala de justicia. Entraron el visir y los oficiales y se llenó el diván de gente. Y el rey juzgó, nombró, destituyó, despachó sus asuntos y dio órdenes hasta el fin del día. Luego se levantó el diván y el rey volvió a palacio.

Cuando llegó la noche siguiente ...

Doniazada dijo: Hermana mía, te suplico que termines tu relato. Y Schehrazada contestó: Con toda la generosidad y simpatía de mi corazón.

Y prosiguió después:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado!, que, cuando el tercer jeque contó al efrit el más asombroso de los tres cuentos, el efrit se maravilló mucho, y emocionado y placentero, dijo: Concedo el resto de la sangre porque el crimen había de redimirse, y dejo en libertad al mercader.

Entonces el mercader, contentísimo, salió al encuentro de los jeques y les dio miles de gracias. Ellos, a su vez, le felicitaron por el indulto. Y cada cual regresó a su país.

Pero —añadió Schehrazadaes más asombrosa la historia del pescador.

Y el rey dijo a Schehrazada: ¿Qué historia del pescador es ésa?

Y Schehrazada dijo:
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