Federico Nietzsche
Poesías
Primera edición cibernética, diciembre del 2002
Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés
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Indice
Presentación.
Mi hogar.
Las olas.
Consejo.
A la melancolia.
¿Ya nunca hacia atrás?.
Después de una noche de tempestad.
Habla el solitario.
El caminante.
En el ventisquero.
Verdades.
Sé lámina de oro.
El otoño.
El arroyo.
¿Será ...?.
Crepúsculo.
La aplicación envidio ....
Silencio férreo.
A la amistad.
Al ideal.
El pino.
El árbol en otoño.
¡Oh, dicha...!.
El nuevo Colón.
Soledad.
Quien tiene ....
La señal de fuego.
El sol va al ocaso.
¿Cuánto tiempo...?
Ante la noche.
Canto de Zaratustra.
Al mistral ..
Ecce Homo.
Sin envidia.
A una estrella.
¡Oh, dicha!
Hacia nuevos mares.
¡La verdad ...!
Aforismo.
PresentaciónFederico Nietzsche es conocido por sus obras filosóficas pero pocos saben que también escribió poesía.En efecto, el afamado filósofo, autor del Nacimiento de la Tragedia, plasmo sus sentimientos en varias poesías, cosa que no es de extrañar puesto que muchos trozos de sus obras filosóficas, bien podrían así leerse.Nacido en el poblado de Röcken el 15 de octubre de 1844, el célebre autor de El anticristo cursaría sus primeros estudios en Pforta, para, posteriormente, estudiar filología en las Universidades de Leipzig y Bonn.Para 1869 impartiría cátedra en la Universidad de Basilea. Como maestro adquirió prestigio y fama, pero abandonaría la cátedra en 1879 por problemas de salud.Para librarse de su enorme padecimiento de insomnio, Federico Nietzsche optó por el consumo de determinado tipo de narcóticos, lo que le ocasionaría una serie de malestares aún peores que el insomnio, y que finalmente le conducirían a la locura. Fue entonces internado en un sanatorio psiquiátrico en Jena en donde parcialmente se recuperaría para ir a vivir al lado de su madre; una vez muerta su madre, le tocaría a su hermana el cuidarlo. Pero el fallecimiento de su madre propició un acelerado desarrollo de su enfermedad mental. Finalmente moriría en Weimar a la edad de 55 años, el 25 de agosto de 1900.El autor de Así hablaba Zaratustra definió su poesía como una llama, esto es, la simbolización del fuego eterno. Y es mediante ese simbolismo que deben leerse cada una de las poesías que comprenden la presente edición virtual.El fuego consumiéndolo todo, el fuego alzándose majestuoso, mostrando su poder y su grandeza: he ahí la representación de Federico Nietzsche, ese filósofo aclamado por unos, rechazado por otros e incomprendido por la inmensa mayoría.Esperamos que la presente edición sea apreciada por todo aquel que la lea.Chantal López y Omar CortésVolver al IndiceMi hogarTengo mi hogar y patria en las alturas;Por esto de subir no siento anheloNi mis ojos levanto nunca al cielo.Desde arriba yo miro las honduras.Yo soy uno que debe bendecir,y todo el que bendice mira al suelo.Volver al indiceLas olas¡Bien! ¡Olas caprichosas! ¿IrritadasContra mí os levantáis? ¿Y con rugidosDe sorda cólera asediáis mi barca?¡Ah, necias! Con mi remoVuestra cerviz aplasto; y esa barca,Con tan ciego furor vosotras mismasA la inmortalidad la vais llevando.Volver al IndiceConsejoNo quieras ser jamás e! timbaleroDe tu propio destino.Abandona el caminoDe todo ese bum-bum de falsa gloria.Alégrate no sea difundidoCon rapidez tu nombre;y sepas ser un hombreQue ahorrar su propia fama ha conseguido.Volver al IndiceA la melancolíaNo lo tomes a mal, Melancolia,Que yo aguce la pluma en tu alabanzaE inclinando la frente pensativa,Ardiendo en tus loores, yo me sienteSolitario en un tronco. ¡Tantas veces!Tu me viste -era ayer, bien lo recuerdo-Bañado en los fulgores matutinosDel sol ardiente! Allá en el hondo valleGraznaba el buitre de botín sediento ...Es que soñaba en un cadáver yertoAllá en el yerto tronco abandonado.¡Ah, cómo te engañabas, ave tétrica,Aun cuando yo, cual una momia, inmóvil,Seguía allí en mi tronco! No veíasMis ojos, no; los ojos que extasiadosAquí y allá rodaban, fulgurantesDe altivez. Y por más que a tus sublimesAlturas remontarse no podían,Donde acceso las más lejanas nubesNo tienen, tanto más profundamenteEn el abismo de la vida hundíansePara dejarlo todo iluminadoCon la divina luz de sus relámpagos.Así sentado en medio las profundasSoledades, pasaba yo las horasRudamente encorvado, a semejanzaDel bárbaro presente al sacrificio,Pensando siempre en ti, Melancolía.¡Tan joven todavía y penitente!Así yo me gozaba en el magníficoVuelo del buitre, en el rodar tronanteDe los aludes que la selva aplastan;Y allí me hablabas tú, deidad que ignorasLa ruindad tan humana del engaño;Allí me hablabas íntima y sinceraAunque con faz severa, aterradora.Y tú, ruda deidad, que del granitoPosees la firmeza, oh tú, mi amiga,Gustas a mí cercana aparecerte;Con gesto de amenaza tú me muestrasEl siniestro volar del buitre hambrientoY el desplomarse del alud gigante,Deseoso de aplastarme. En torno míoRespira jadeante y rechinandoUn anhelo feroz de sanguinariaCrueldad, con un deseo obsesionanteDe arrancar por doquier vida a zarpazos.La solitaria flor por mariposasSuspira tentadora allá en la peña.Yo soy todo esto -siéntolo temblando-Enamorada mariposa, dulceFlor solitaria, el buitre carniceroY el arroyuelo helado y el terribleRugir de la borrasca -todo, todoPara tu gloria y en tu prez perpetua;Oh tú, diosa feroz, a quien postradoY humillada la frente, entre gemidosMi temerosa voz levanta un himnoGimiente, suplicando me concedasDe vida, vida, vida, estar sedientoSúfreme ahora, oh tú, deidad maligna,Que con gentiles rimas te corone.Si tiembla todo aquel a quien te acercas,Si se estremece aquel a quien alargasLa despiadada diestra, en tu presenciaTemblando balbuceo este mi cantoY me estremezco en mis convulsos ritmos;La tinta fluye, viva centelleaLa aguda pluma; ahora oh, diosa, diosa,Déjame libre y libre me gobierne.Volver al indice¿Ya nunca hacia atrás?¿Ya nunca hacia atrás?¿Ni avanzar jamás?Así yo aquí esperoY obstinado cojoLo que asir me dejan la mano y el ojo.Cinco pies de lierra y la aurora en suerte,Y bajo mis plantas ... Hombre, Mundo, Muerte.Volver al IndiceDespués de una noche de tempestadHoy asomas tu rostro a mi ventanaComo una niebla informe, triste diosa;El pálido sudario se devanaMedrosamente al viento;Prorrumpe en melancólico lamentoDel arroyo la vena hoy caudalosa.Entre el relampagueo y el salvajeBramar del trueno.Envuelto en los gironesDe negros nubarrones,Has preparado con mortal venenoOh, terrible hechicera, tu brebaje.A media noche oí tu voz siniestraAullando de placer y de dolor,Vi fulgurar tus ojos, vi tu diestraEsgrimiendo, convulsa de venganza,Cual titánica lanza,El rayo asolador.Y toda armada así, a mi pobre encierroDe noche te has querido acercar hoy;Llamando a mis cristales con el hierroDe tus armas radiantesMe has dicho: ¡No te espantes!¡Quiero decirte ahora quién yo soy!Yo soy la grande, la eterna amazona,Jamás débil, ni muelle, ni mujer;Cuando en la lucha mi furor se encona,Impávida me batoCon viril arrebato;¡Soy la Tigresa de infernal poder!Siempre sobre cadáveres camino;Cruel es mi destino;Teas arrojan mis airados ojos;Mi cerebro ponzoñas elabora.Mortal, cae de hinojos;A mi presencia adoraO púdrete al momento, vil gusano,¡Extínguete por siempre, fuego vano!Volver al IndiceHabla el solitario¿Tener yo pensamientos?¡Buenol Ya sé que por señor me quieren.¿Pero hacerse uno mismo pensamientos?¡Cuán gustoso olvidara yo tal arte!A aquel que se fabrica psnsamientosSus mismos pensamicntos le dominan;Y no quiero servir ahora ni nunca.Volver al IndiceEl caminanteA través de la noche el caminanteA buen paso camino va adelante,Y va dejando atrás sin pesadumbreEl hondo valle, la escarpada cumbre.La noche es bella, pero ¿qué le importa?Por nada su ligero paso acorta,Aunque no sepa, pobre peregrino,A donde ha de llevarle su camino.De pronto un ave canta. Oh, ave, dime:¿Qué es lo que haces? Dí, ¿por qué me oprimeTu voz mi corazón y me detienes?Dime por qué derramas en mis sienesEse sopor tan dulce que asi ligaMis sentidos y, oyéndote, me obligaA suspender mi marcha. ¿A qué me llamas Con tu trinar, oculto entre las ramas?El buen pájaro calla, y dice así:No, caminante; no te llamo a ti;Desde esta cumbre, en trémulos gorjeosLa hembra llamando estoy de mis deseos.¿Qué te importa? Soñando siempre en ella,Para mi solo no es la noche bella.¿Qué te importa? En el mundo siempre errante,No te has de detener un solo instante.¿Aún inmóvil estás? ¡Ah, peregrino!¿Qué se te da de mi cantar divino?Calló el buen pájaro y pensó entre si;¿Qué le importa mi dulce melodía?¿Qué hace aquiSin moverse todavia?No te detengas, pobre caminante;Siempre adelante ve, siempre adelante.Volver al indiceEn el ventisqueroA medio día, cuando ya comienzaA escalar las montañas el estío,El muchacho de ardientes y cansadosOjos se pone a hablar; pero tan sóloVemos su hablar. Exhálase su alientoCuaI de un enfermo el respirar se exhalaUna noche de fiebre. Y los abetos,Y la fuente, y también el ventisqueroSu respuesta le dan; pero tan sóloEsa respuesta vemos. Pues más raudoDesde la abrupta peña se derrumbaLa pujante cascada, dibujandoUn saludo profundo y se despliegaComo una blanca y trémula columna,Rígida y tensa en un vibrante anhelo;Y como nunca íntimamente obscuroY erguido, al rededor mira el abeto,Y entre el hielo y la muerta peña pardaEstalla un resplandor súbitamente ...Tal resplandor yo vi que el alma aclara.Ah, los ojos también del hombre muertoUna vez todavía se iluminanCuando su hijito cíñele en sus brazos,Cuando le besa el labio de su niño.Aun brota entonces una vez la llama,Mas para ir a ocultarse en los adentros;Y aun ardiendo los ojos del difuntoHablan así: ¡Ay niño, pobre niño!Tú bien lo sabes como yo te amo!Todo habla con ardor ... El ventisquero,El abeto, la fuente ... Todo exhalaUna misma palabra: Pobre niño,Te amamos, sí, te amamos, bien lo sabes!Y él, el muchacho que contempla el mundoCon ojos encendidos y cansados,Le envía fervoroso y melancólicoUn beso de pasión, y no quisieraNunca jamás partir de su presenciaY es su palabra en su ardoroso labioCual un velo invisible y balbucea:Mi saludo ha de ser de despedida;Mi venir es partir; yo muero joven.Todo parece que en redor escuche,Todo parece reprimir su aliento.Ningún pájaro pía. Mas de prontoUn resplandor encima de los montesRasga el cielo dejando escalofríos.Todo parece meditar en torno,Todo calla ...A medio día, cuando ya comienzaA escalar las montañas el estío,Aquel muchacho contemplaba el mundoCon sus ojos ardientes y cansados.Volver al indiceVerdades ...Verdades que jamás sonrisa algunaEn su oro haya bañado ... ¡cuán indómitas,Cuán verdes y cuán ásperas verdades!En torno mío aguardan impacientes.Verdades quiero para nuestros pies,Verdades que a la danza nos inviten.Volver al IndiceSé lámina de oroSé lámina de oro ...De este modo verás como se grabanEn letras de oro en ti todas las cosas.Volver al IndiceEl otoñoOtra vez el otoño, otra vez la estaciónQue te destroza aún el corazón ...Huye lejos de aquí, ¡huye volando!Ya va avanzando el sol hacia los montesY sube, y sube, y sube,Y descansa, descansa en cada nube.¡Oh, qué marchito está ya el mundo!El viento va tañendo su canciónEn cuerdas fatigadas de tan tensas.La esperanza voló ...Vuela tras ella el vientoCon un nostálgico lamento.Otra vez el otoño, otra vez la estaciónQue despedaza aún tu corazónHuye lejos de aquí, ¡huye volando!Fruto del árbol,Tú tiemblas. Di, ¿tal vez vas a caer?Di, ¿qué secreto te contó la Noche?¿Por qué una palidez mortal mancillaTu encendida mejilla?Tú callas; ¿no respondes?¿Quién habla todavía?Otra vez el otoño, otra vez la estaciónQue te destroza aún el corazónHuye lejos de aquí, ¡huye volando! ...No soy hermosa,-Tal la flor estrellada ha susurrado-,Pero yo amo a los hombres,Yo a los hombres consuelo.Los hombres han de ver aún más flores,Se inclinarán para cogermeY acabarán sus manos por rompermeY brillará en sus ojos un recuerdo,Recuerdo de algo, de algo más hermosoAún que yo misma ...Lo veo, ya lo veo ...Y muero de deseo ...Otra vez el otoño, otra vez la estaciónQue despedaza aún tu corazón¡Huye lejos de aquí, huye volando!Volver al IndiceEl arroyoUn arroyo danzante, centelleante,Que en tortuoso lecho de peñascosRebulle aprisionado ...¿Qué es lo que puede hacerle otra vez libre?Entre las negras rocasFulgura su impaciencia y se extremece.Tortuoso es el caminoDe todo grande hombre, de toda gran corriente,Pero incesantementeMarchan y avanzan hacia su destino.¡Oh, supremo valor! No son miedososDe caminos tortuosos.Volver al Indice¿Será ...?¿Será nuestra caza de la verdadUna caza de la felicidad?Volver al IndiceCrepúsculoYa que el día cansado está del día,Ya que el ansia anhelante del arroyoEsperanzas susurra de consuelo,Ya que la esfera pálida del cieloEn finas blondas de oro suspendida,¡Descansa! al oído dice al fatigado ...¿Por qué, mi corazón, tú no descansas?¿Qué te espolea en tu incesante huidaQue los pies te ensangrienta?...Dí, ¿qué esperas?Volver al IndiceLa aplicación envidio ...La aplicación envidio al aplicado;Dorado siempre igual le pasa el día;Un día y otro día, siempre iguales,Van a hundirse en el negro mar del Tiempo ...Y de su tienda en derredor floreces,Tú que a las almas, ágiles conservas,Sacra flor del Olvido.Volver al IndiceSilencio férreoYo escuchaba con todos mis sentidos ...Ni el más leve rumor Ilegaba a mi.El mundo estaba mudo ...Yo escuchaba con el vivaz oídoDe mi curiosidad. Por cinco vecesPor encima de mi tiré el anzuelo;Sin ningún pez lo retiré otras cinco ...Pregunté ... No cayó respuesta algunaEn mis redes vacias ...Yo escuchabaCon el vivaz oído de mi Amor.Volver al IndiceA la amistadYo te saludo, Amistad,Oh, primera claridadDe mi suprema esperanzaAh, muchas y muchas vecesEsa noche, ese caminoDe mi trágico destinoPareciéronme sin fin;y toda, toda la vidaSin objeto y maldecida,Digna de mi odio y ruín¡Ah, vivir quiero dos veces.Ahora que tú me apareces,¡Oh, mi más cara deidad!Pues la victoria y la auroraTus ojos he visto ahoraInundar de claridad.Volver al IndiceAl ideal¿A quíén he amado más que a ti, querida sombra?A mí y en mí yo te he acercado, y desde entoncesMe he convertido casi en sombra y tú en un cuerpo.Pero mís ojos aprender nunca pudieronPor su costumbre de mirar todas las cosasfuera de sí: tú seguirás siendo el eternofuera de mí ... ¡Ay, esos ojosQue siempre a mi fuera de mi me están llevando!Volver al IndiceEl pinoAquí crecí por encimaDel hombre y del animal;Yo hablo, pero, ¡ay! conmigoNo había ningún ser mortal.Demasiado solitarioY alto en exceso crecí.Yo espero, pero me digo:¿Qué estoy esperando aquí?Demásiado cerca el solioDe las nubes de mí está;Sólo espero el primer rayoQue aquí me derribará.Volver al IndiceEl arbol en otoñoVenís a sacudirme,Imbéciles, preciso en el momentoEn que en un inefable arrobamientoIba ya a sumergirme.Jamás un sobresalto tan fatalEn mi vida he sentido;Mi sueño de oro, mi ideal¡Se me ha desvanecido!Con vuestras torpes trompas de elefanteMe queréis husmear, sin previo aviso.¿Más cortés no sería y más galanteSolicitar primero mi permiso?Del susto os he arrojado la cortezaDe mis frutos de oro en la cabeza.Volver al Indice¡Oh dicha ...!¡Oh, dicha! Ansiada dicha,Oh tú, suprema presaQue siempre estás cercanaMas no bastante cerca;Que siempre eres mañana,Mas nunca en el hoy llegas.¿Quizá en exceso joven,Joven sin experiencia,A este cazador tuyoQue te persigue, encuentras?¿Eres tú del pecadoEn realidad la senda,De entre todas las culpasOh, culpa, la más bella?Volver al IndiceEl nuevo ColónEn genovés, amiga, Colón dijo,No vuelvas a poner tus esperanzas;Siempre el azur está mirando fijoY le atraen las vagas lontananzas.Hoy caro para mi es lo más lejano.¡Génova ... A mis espaldas ya te hundiste!¡Arriba, corazón! ... Empuña, oh, mano,Con fuerza el gobernable; sólo existePara mi el mar que el infinito encierra ...¿Y tierra? ... ¿Y tierra? ... ¿Y tierra? ...Que en un retroceder jamás confíenLos que alargan la mano a la victoria;Alla lejos nos llaman y sonríen¡Una Muerte, una Dicha y una Gloria!Volver al IndiceSoledadLas cornejas, con lúgubres graznidosEn denso vuelo a la ciudad ya tornan.¡Bien pronto nevará! ¡Feliz mil vecesQuien tiene patria!Y ahora tu estás aquí rígido y solo;Siempre detrás de ti con dolor miras.¿Por qué, oh, necio, a las puertas del inviernoAl mundo huiste?Oh, el mundo, esta glacial y muda entrada¡A miles de desiertos desolados!Jamás sosiego tiene el que perdieraLo que perdiste.Ahora aquí estás con pálido semblante,Peregrino lanzado al cruel invierno,Tal como el humo que sin tregua buscaMás fríos cielos.Pájaro, vuela y con voz ronca entonaTu canción de los fúnebres desiertos.Oculta, oh, necio, el corazón sangrandoEn hielo y mofa.Los cornejos, con lúgubres graznidosEn denso vuelo a la ciudad ya tornan.¡Bien pronto nevará! ¡feliz mil vecesQuien tiene patria!Volver al IndiceQuien tiene ...Quien tiene mucho para enseñarLargo silencio debe guardar;Y quien el rayo debe encenderPor largo tiempo nube ha de ser.Volver al IndiceLa señal de fuegoAquí donde del seno de los maresLa isla surgió, cual ara gigantescaDe peñascos enormes fabricada,Aquí ha encendido bajo el hosco cieloZaratustra la hoguera de las cumbres ...Signo de fuego para los navíosPerdidos en el mar, interrogantePara aquellos que tienen la respuesta.Esta gran llama de grisáceo vientreGolosa lame frías lontananzasY su cuello cimbrea hacia regionesMás, puras cada vez y más sublimes.¡Misteriosa serpiente enderezadaAnte mis ansias, signo interroganteQue yo me puse un día ante mí mismo!Mi alma, mi alma misma es esta llama.Insaciable hacia nuevas lontananzas,Hacia más alto, siempre hacia más altoLanza los dardos de su ardor sereno.¿Por qué huyó de los hombres y animalesZaratustra? ¿Por qué pasó de largoPor toda tierra firme y habitada?Seis soledades son las que él conoce ...Pero el mar mismo para él no eraBastante solitario, y esta islaLe convidó a echar pie; subió a la cumbre;Llegó a la culnbre y convirtióse en llama;Y buscando en la altura una quiméricaSéptima soledad, su arpón arrojaAl éter por encima su cabeza.¡Naves perdidas en las olas! ¡RuinasDe ya antiguas estrellas! ¡Oh, vosotros, Mares del porvenir! ¡InexploradasEsferas celestiales! Hacia todoLo solitario lanzo el arpón mío.¡Ah! Da respuesta al impaciente anheloDe la llama, aprisiona entre tus redesAl pescador que mora en altas cumbres,Séptima soledad de mis ensueños,¡Ah, soledad postrera de mi vida!Volver al IndiceEl sol va al ocaso1Tu sed dentro de poco va a apagarse,Corazón abrasado. Por los airesUna promesa flota; ya la sientoResbalar por mi rostro como un hálitoExpirado por labios invisibles.El gran frescor ya viene ...Abrasaba mi sol al medio día.Ah, bienvenidos fuisteis,Inesperados vientos, oh, vosotros,Refrigerantes genios de la tarde.Extraño y puro el aire se desliza.¿No me miran los ojos de la nocheCon guiño tentador entre el crepúsculo?Corazón animoso, no desmayes,Y el por qué no preguntes.2¡Oh, día de mi vida!El sol se hunde.Oro a raudales en la lisa, inmóvilLlanura de la mar, del cielo fluye.Hálito abrasador la tierra exhala.¿Quizás, quizás, la dicha, al medio día,Durmió su siesta en su serena cumbre?En reflejos verdosos aun la dichaEstá jugando encima el negro abismo.¡Oh, día de mi vida!Desciendes ya al ocaso.Arde ya tu pupila medio hundida.Ya brota sin cesar el parleanteRocío de tus lágrimas; ya cubreLa palidez del mar la roja púrpuraDe tu amor abrasado, tu postreraBeatitud desmayada y vacilante.3¡Serenidad dorada, ven, te imploro!Tú que eres el más intimo, el más dulce,Anticipado goce de la muerte!¿He recorrido acaso mi caminoCon demasiada rapidez? Tan sóloAhora que me rinde la fatiga,Todavía me busca tu mirada,Todavia me busca tu ventura.Alrededor de mi el eterno juegoDe las olas prosigue. Lo más grávidoPor siempre hundióse en el azul olvido.Desde hoy ociosa y quieta está mi barca.Travesías, borrascas ... ¡Cuán remotasLas cubre el horizonte del pasado!Naufragaron deseos y esperanzas,Lisas la mar y el alma están tendidas.¡Séptima soledad! Jamás sintieraSeguridad tan dulce en torno mio,La mirada del sol jamás tan cálida¿Aun no está ardiendo el hielo de mi cumbre?Ascua de plata, leve, centelleante.Mi barca va flotando mar adentro.Volver al Indice¿Cuánto tiempo ...?¿Cuánto tiempo hará ya que estás postradoLlorando tu desgracia?Ah. ten cuidado,Que incubando tú estás, sin que lo sepas,Un huevo, un huevo atroz de basilisco,Al calor de tus lágrimas.¿Por qué allá Zaratustra se deslizaA lo largo del monte?Huraño, desconfiado, melancólico,Acechador eterno ...¡Pero un rayo, de pronto,Clarísimo, terrible, un latigazoDel abismo crujiendo contra el cielo! ...Hasta los montes sienten sacudidasSus profundas entrañas ...Alli do el odio en rayos estallaraDesatando tonantes maldiciones,En las sublimes cumbres ora habitaLa cólera feroz de Zaratustra,Sigilosa avanzando, arrebujadaEn nubes de bvrrasca.¡Escóndase quien tengaUn último escondrijo!¡Id a embozaros, hombres pusilánimes,En vuestras muelles sábanas!Ahora los truenos ruedan retumbandoPor los abismos, ahora bamboleaTodo lo que es pared y lo que es viga,Y palpitan relámpagos y estallanEspantosas y lividas verdades ...Zaratustra maldice ...Volver al IndiceAnte la noche1Silencio ...Veo lo grande; de las cosas grandesEs preciso callar o hablar sublime.¡Habla sublime, oh, mi sabiduría,Oh, mi sabiduría alborozada!Miro hacia el alto ...Océanos de luz allá dilátanse ...¡Oh, la noche ... oh, silencio, voces hondasDel silencio mortal que el mundo llena!Vislumbro un signo ...Allá en las más remotas lontananzasHúndese lentamente en los espaciosUna estrella fugaz ante mis ojos ...2¡Oh, frente sublime del ser!¡Cuadro en que obras eternas resplandecen!¿Vienes a mi?Lo que nadie ha mirado ni entrevisto,-De tu muda belleza el sacro arcano-Oh, prodigio, no huye ante mis ojos?¡Oh, escudo de la Necesidad!¡Cuadro en que obras eternas resplandecen!Pero tú ya lo sabes:Lo que todos odianEs lo que yo amo.¡Ah, porque eres eterno yo te amo!¡Porque eres necesario yo te amo!Mi amor se inflama solamenteEn la Necesidad eternamente!¡Escudo de la Necesidad!¡frente eterna del ser,Inaccesible a todos los deseos,Que negación ninguna contamina,Afirmación eterna de la vida!Yo soy tu afirmación eternamente,¡Porque yo te amo a ti, Necesidad!Volver al IndiceCanto de ZaratustraHombre, ¿no escuchas con atento oídoLo que te dice la profunda noche?Yo dormía, dormía, mas de prontoMe desperté de mí profundo sueño ...El mundo es muy profundo, más profundoDe lo que te parece al ser de día.Profundo es su dolor. Oh, la alegríaEs más profunda aún que todo duelo.¡Pasa!, dice el dolor; mas la alegríaSiente el ansia inmortal de una profundaEternidad y aspira a ser eterna.Volver al IndiceEl caminante¡No más caminos! En deredor tan sóloHondos abismos y quietud de muerte!Tú lo quisiste asi; de toda sendaDe grado te alejaste. ¡Ve a tu suerte!¡Vista clara y serena! ¡Atento oído!Si temes el peligro, estás perdido.Volver al IndiceAl mistralViento mistral, oh, cazador de nubes,Matador de aflicciones, despejador del cielo,Viento fogoso, ¡con qué ardor te amo!¿Nosotros no somos las primiciasDe un único regazo? ¿Ambos no somosHijos predestinadosDe una suerte común, eternamente?Aquí por los caminos que se pierdenEntre las calvas peñas, a ti corro,Danzando al ritmo de tu necio cantoV tu silbido poderoso. ¡Oh, vientoQue de la libertad siendo el más libreHermano, por encima de las olasDe salvajes océanos galopas!Oí, despierto apenas, tus bramidos;Y a la carrera lánzome a los murosDe enormes peñas sabre el mar enhiestos.Y al momento, cual fiero torbellino,Arrollando diamantes, tú vinisteCon clamor de victoria de las cumbres.Y por la inmensidad del firmamentoVi cruzar al galope tus corcelesY vi el carro triunfal que te conduce;Y vi tu propia mano estremecidaCuando en el lomo de tus nobles brutosCual un rayo tu látigo restalla.Saltar te vi de tu fulgente carro,Y rápido volar hacia la tierra,Y veloz cual un dardo sumergerteEn la profundidad de los abismos;Tal un rayo de oro entre las rosasDe la aurora palpita un breve instante.¡Oh, danza ahora encima las espaldasDe las olas rebeldes y malignas,Oh, creador de siempre nuevas danzas!De mil maneras a danzar enséñanos;Haz libre eternamente a nuestro Arte,Haz a la humana ciencia siempre alegre.De toda planta arrebatar sepamosUna fragante flor para la gloriaY algunas hojas para nuestra frente.Dancemos cual alegres trcvadoresEntre los santos y los pecadores;Ruede entre Dios y el mundo nuestra danza.Quien no pueda danzar al par del viento,Quien haya de ceñirse ligaduras,Espíritus decrépitos, ancianos prematuros,El gazmoño, el hipócrita, el farsante,Huyan de nuestro alegre paraiso.Arrojemos el polvo del caminoA las narices del enfermo; a golpesLa nidada espantosa de los tristes.Y disipe en la costa nuestro alientoEl aire infecto que su pecho expiraY el opaco claror de sus míradas.Guerra al que enturbe el cielo, al que ennegrezcaEl mundo, a todo aquel que arrastre nubes;Despejemos los ámbitos celestes.Ruja nuestro furor. Sublime espírituDe los libres espíritus, contigoRuge cual tempestad mi noble dicha.Y para eternizar esta memoriaDe mi alta dicha, arranquen tus bufidosLa corona de poeta de mis sienes;Y hacia lo aIto, cada vez más alto,Arrójala a los cielos más remotos ...Y préndela en los rayos de una estrella.Volver al IndiceConsejoDe altas cumbres no seas ambicioso,No te quedes tampoco en la llanura;Desde mediana alturaEs como se ve el mundo más hermoso.Volver al IndiceEcce homoAh, ya sé cual es mi origen ...Insaciable cual la llamaMe consumo, ardiendo estoy.Luz es todo cuanto toco,Es ceniza cuanto dejo ...Ciertamente llama soy.Volver al IndiceSin envidia¡Sí! Sin envidia él mira. ¿Le veneráis por esto?De vuestro ruín orgullo no hay en sus ojos huellas.El tiene ojos de águila para las lontananzas.No os ve a vosotros. Sólo ve estrellas, sólo estrellas.Volver al indiceA una estrellaA tu órbita fatal predestinada,¿Qué se te da la inmensidad obscura?¡Rueda feliz por los espacios, lejosMuy lejos de la humana desventura!Al mundo más remoto tus destellosDiriges, la piedad allá en tu alturaPecado debe ser. Sólo un preceptoRige constante para ti: ¡Sé pura!Volver al Indice¡Oh, dicha!Las palomas de San MarcosVuelvo a verlas; en la plaza,
Presentación
Federico Nietzsche es conocido por sus obras filosóficas pero pocos saben que también escribió poesía.
En efecto, el afamado filósofo, autor del Nacimiento de la Tragedia, plasmo sus sentimientos en varias poesías, cosa que no es de extrañar puesto que muchos trozos de sus obras filosóficas, bien podrían así leerse.
Nacido en el poblado de Röcken el 15 de octubre de 1844, el célebre autor de El anticristo cursaría sus primeros estudios en Pforta, para, posteriormente, estudiar filología en las Universidades de Leipzig y Bonn.
Para 1869 impartiría cátedra en la Universidad de Basilea. Como maestro adquirió prestigio y fama, pero abandonaría la cátedra en 1879 por problemas de salud.
Para librarse de su enorme padecimiento de insomnio, Federico Nietzsche optó por el consumo de determinado tipo de narcóticos, lo que le ocasionaría una serie de malestares aún peores que el insomnio, y que finalmente le conducirían a la locura. Fue entonces internado en un sanatorio psiquiátrico en Jena en donde parcialmente se recuperaría para ir a vivir al lado de su madre; una vez muerta su madre, le tocaría a su hermana el cuidarlo. Pero el fallecimiento de su madre propició un acelerado desarrollo de su enfermedad mental. Finalmente moriría en Weimar a la edad de 55 años, el 25 de agosto de 1900.
El autor de Así hablaba Zaratustra definió su poesía como una llama, esto es, la simbolización del fuego eterno. Y es mediante ese simbolismo que deben leerse cada una de las poesías que comprenden la presente edición virtual.
El fuego consumiéndolo todo, el fuego alzándose majestuoso, mostrando su poder y su grandeza: he ahí la representación de Federico Nietzsche, ese filósofo aclamado por unos, rechazado por otros e incomprendido por la inmensa mayoría.
Esperamos que la presente edición sea apreciada por todo aquel que la lea.
Chantal López y Omar Cortés
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Mi hogar
Tengo mi hogar y patria en las alturas;
Por esto de subir no siento anhelo
Ni mis ojos levanto nunca al cielo.
Desde arriba yo miro las honduras.
Yo soy uno que debe bendecir,
y todo el que bendice mira al suelo.
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Las olas
¡Bien! ¡Olas caprichosas! ¿Irritadas
Contra mí os levantáis? ¿Y con rugidos
De sorda cólera asediáis mi barca?
¡Ah, necias! Con mi remo
Vuestra cerviz aplasto; y esa barca,
Con tan ciego furor vosotras mismas
A la inmortalidad la vais llevando.
Consejo
No quieras ser jamás e! timbalero
De tu propio destino.
Abandona el camino
De todo ese bum-bum de falsa gloria.
Alégrate no sea difundido
Con rapidez tu nombre;
y sepas ser un hombre
Que ahorrar su propia fama ha conseguido.
A la melancolía
No lo tomes a mal, Melancolia,
Que yo aguce la pluma en tu alabanza
E inclinando la frente pensativa,
Ardiendo en tus loores, yo me siente
Solitario en un tronco. ¡Tantas veces!
Tu me viste -era ayer, bien lo recuerdo-
Bañado en los fulgores matutinos
Del sol ardiente! Allá en el hondo valle
Graznaba el buitre de botín sediento ...
Es que soñaba en un cadáver yerto
Allá en el yerto tronco abandonado.
¡Ah, cómo te engañabas, ave tétrica,
Aun cuando yo, cual una momia, inmóvil,
Seguía allí en mi tronco! No veías
Mis ojos, no; los ojos que extasiados
Aquí y allá rodaban, fulgurantes
De altivez. Y por más que a tus sublimes
Alturas remontarse no podían,
Donde acceso las más lejanas nubes
No tienen, tanto más profundamente
En el abismo de la vida hundíanse
Para dejarlo todo iluminado
Con la divina luz de sus relámpagos.
Así sentado en medio las profundas
Soledades, pasaba yo las horas
Rudamente encorvado, a semejanza
Del bárbaro presente al sacrificio,
Pensando siempre en ti, Melancolía.
¡Tan joven todavía y penitente!
Así yo me gozaba en el magnífico
Vuelo del buitre, en el rodar tronante
De los aludes que la selva aplastan;
Y allí me hablabas tú, deidad que ignoras
La ruindad tan humana del engaño;
Allí me hablabas íntima y sincera
Aunque con faz severa, aterradora.
Y tú, ruda deidad, que del granito
Posees la firmeza, oh tú, mi amiga,
Gustas a mí cercana aparecerte;
Con gesto de amenaza tú me muestras
El siniestro volar del buitre hambriento
Y el desplomarse del alud gigante,
Deseoso de aplastarme. En torno mío
Respira jadeante y rechinando
Un anhelo feroz de sanguinaria
Crueldad, con un deseo obsesionante
De arrancar por doquier vida a zarpazos.
La solitaria flor por mariposas
Suspira tentadora allá en la peña.
Yo soy todo esto -siéntolo temblando-
Enamorada mariposa, dulce
Flor solitaria, el buitre carnicero
Y el arroyuelo helado y el terrible
Rugir de la borrasca -todo, todo
Para tu gloria y en tu prez perpetua;
Oh tú, diosa feroz, a quien postrado
Y humillada la frente, entre gemidos
Mi temerosa voz levanta un himno
Gimiente, suplicando me concedas
De vida, vida, vida, estar sediento
Súfreme ahora, oh tú, deidad maligna,
Que con gentiles rimas te corone.
Si tiembla todo aquel a quien te acercas,
Si se estremece aquel a quien alargas
La despiadada diestra, en tu presencia
Temblando balbuceo este mi canto
Y me estremezco en mis convulsos ritmos;
La tinta fluye, viva centellea
La aguda pluma; ahora oh, diosa, diosa,
Déjame libre y libre me gobierne.
¿Ya nunca hacia atrás?
¿Ni avanzar jamás?
Así yo aquí espero
Y obstinado cojo
Lo que asir me dejan la mano y el ojo.
Cinco pies de lierra y la aurora en suerte,
Y bajo mis plantas ... Hombre, Mundo, Muerte.
Después de una noche de tempestad
Hoy asomas tu rostro a mi ventana
Como una niebla informe, triste diosa;
El pálido sudario se devana
Medrosamente al viento;
Prorrumpe en melancólico lamento
Del arroyo la vena hoy caudalosa.
Entre el relampagueo y el salvaje
Bramar del trueno.
Envuelto en los girones
De negros nubarrones,
Has preparado con mortal veneno
Oh, terrible hechicera, tu brebaje.
A media noche oí tu voz siniestra
Aullando de placer y de dolor,
Vi fulgurar tus ojos, vi tu diestra
Esgrimiendo, convulsa de venganza,
Cual titánica lanza,
El rayo asolador.
Y toda armada así, a mi pobre encierro
De noche te has querido acercar hoy;
Llamando a mis cristales con el hierro
De tus armas radiantes
Me has dicho: ¡No te espantes!
¡Quiero decirte ahora quién yo soy!
Yo soy la grande, la eterna amazona,
Jamás débil, ni muelle, ni mujer;
Cuando en la lucha mi furor se encona,
Impávida me bato
Con viril arrebato;
¡Soy la Tigresa de infernal poder!
Siempre sobre cadáveres camino;
Cruel es mi destino;
Teas arrojan mis airados ojos;
Mi cerebro ponzoñas elabora.
Mortal, cae de hinojos;
A mi presencia adora
O púdrete al momento, vil gusano,
¡Extínguete por siempre, fuego vano!
Habla el solitario
¿Tener yo pensamientos?
¡Buenol Ya sé que por señor me quieren.
¿Pero hacerse uno mismo pensamientos?
¡Cuán gustoso olvidara yo tal arte!
A aquel que se fabrica psnsamientos
Sus mismos pensamicntos le dominan;
Y no quiero servir ahora ni nunca.
El caminante
A través de la noche el caminante
A buen paso camino va adelante,
Y va dejando atrás sin pesadumbre
El hondo valle, la escarpada cumbre.
La noche es bella, pero ¿qué le importa?
Por nada su ligero paso acorta,
Aunque no sepa, pobre peregrino,
A donde ha de llevarle su camino.
De pronto un ave canta. Oh, ave, dime:
¿Qué es lo que haces? Dí, ¿por qué me oprime
Tu voz mi corazón y me detienes?
Dime por qué derramas en mis sienes
Ese sopor tan dulce que asi liga
Mis sentidos y, oyéndote, me obliga
A suspender mi marcha. ¿A qué me llamas
Con tu trinar, oculto entre las ramas?
El buen pájaro calla, y dice así:
No, caminante; no te llamo a ti;
Desde esta cumbre, en trémulos gorjeos
La hembra llamando estoy de mis deseos.
¿Qué te importa? Soñando siempre en ella,
Para mi solo no es la noche bella.
¿Qué te importa? En el mundo siempre errante,
No te has de detener un solo instante.
¿Aún inmóvil estás? ¡Ah, peregrino!
¿Qué se te da de mi cantar divino?
Calló el buen pájaro y pensó entre si;
¿Qué le importa mi dulce melodía?
¿Qué hace aqui
Sin moverse todavia?
No te detengas, pobre caminante;
Siempre adelante ve, siempre adelante.
En el ventisquero
A medio día, cuando ya comienza
A escalar las montañas el estío,
El muchacho de ardientes y cansados
Ojos se pone a hablar; pero tan sólo
Vemos su hablar. Exhálase su aliento
CuaI de un enfermo el respirar se exhala
Una noche de fiebre. Y los abetos,
Y la fuente, y también el ventisquero
Su respuesta le dan; pero tan sólo
Esa respuesta vemos. Pues más raudo
Desde la abrupta peña se derrumba
La pujante cascada, dibujando
Un saludo profundo y se despliega
Como una blanca y trémula columna,
Rígida y tensa en un vibrante anhelo;
Y como nunca íntimamente obscuro
Y erguido, al rededor mira el abeto,
Y entre el hielo y la muerta peña parda
Estalla un resplandor súbitamente ...
Tal resplandor yo vi que el alma aclara.
Ah, los ojos también del hombre muerto
Una vez todavía se iluminan
Cuando su hijito cíñele en sus brazos,
Cuando le besa el labio de su niño.
Aun brota entonces una vez la llama,
Mas para ir a ocultarse en los adentros;
Y aun ardiendo los ojos del difunto
Hablan así: ¡Ay niño, pobre niño!
Tú bien lo sabes como yo te amo!
Todo habla con ardor ... El ventisquero,
El abeto, la fuente ... Todo exhala
Una misma palabra: Pobre niño,
Te amamos, sí, te amamos, bien lo sabes!
Y él, el muchacho que contempla el mundo
Con ojos encendidos y cansados,
Le envía fervoroso y melancólico
Un beso de pasión, y no quisiera
Nunca jamás partir de su presencia
Y es su palabra en su ardoroso labio
Cual un velo invisible y balbucea:
Mi saludo ha de ser de despedida;
Mi venir es partir; yo muero joven.
Todo parece que en redor escuche,
Todo parece reprimir su aliento.
Ningún pájaro pía. Mas de pronto
Un resplandor encima de los montes
Rasga el cielo dejando escalofríos.
Todo parece meditar en torno,
Todo calla ...
Aquel muchacho contemplaba el mundo
Con sus ojos ardientes y cansados.
Verdades ...
Verdades que jamás sonrisa alguna
En su oro haya bañado ... ¡cuán indómitas,
Cuán verdes y cuán ásperas verdades!
En torno mío aguardan impacientes.
Verdades quiero para nuestros pies,
Verdades que a la danza nos inviten.
Sé lámina de oro
Sé lámina de oro ...
De este modo verás como se graban
En letras de oro en ti todas las cosas.
El otoño
Otra vez el otoño, otra vez la estación
Que te destroza aún el corazón ...
Huye lejos de aquí, ¡huye volando!
Ya va avanzando el sol hacia los montes
Y sube, y sube, y sube,
Y descansa, descansa en cada nube.
¡Oh, qué marchito está ya el mundo!
El viento va tañendo su canción
En cuerdas fatigadas de tan tensas.
La esperanza voló ...
Vuela tras ella el viento
Con un nostálgico lamento.
Que despedaza aún tu corazón
Fruto del árbol,
Tú tiemblas. Di, ¿tal vez vas a caer?
Di, ¿qué secreto te contó la Noche?
¿Por qué una palidez mortal mancilla
Tu encendida mejilla?
Tú callas; ¿no respondes?
¿Quién habla todavía?
Que te destroza aún el corazón
Huye lejos de aquí, ¡huye volando! ...
No soy hermosa,
-Tal la flor estrellada ha susurrado-,
Pero yo amo a los hombres,
Yo a los hombres consuelo.
Los hombres han de ver aún más flores,
Se inclinarán para cogerme
Y acabarán sus manos por romperme
Y brillará en sus ojos un recuerdo,
Recuerdo de algo, de algo más hermoso
Aún que yo misma ...
Lo veo, ya lo veo ...
Y muero de deseo ...
¡Huye lejos de aquí, huye volando!
El arroyo
Un arroyo danzante, centelleante,
Que en tortuoso lecho de peñascos
Rebulle aprisionado ...
¿Qué es lo que puede hacerle otra vez libre?
Entre las negras rocas
Fulgura su impaciencia y se extremece.
Tortuoso es el camino
De todo grande hombre, de toda gran corriente,
Pero incesantemente
Marchan y avanzan hacia su destino.
¡Oh, supremo valor! No son miedosos
De caminos tortuosos.
¿Será ...?
¿Será nuestra caza de la verdad
Una caza de la felicidad?
Crepúsculo
Ya que el día cansado está del día,
Ya que el ansia anhelante del arroyo
Esperanzas susurra de consuelo,
Ya que la esfera pálida del cielo
En finas blondas de oro suspendida,
¡Descansa! al oído dice al fatigado ...
¿Por qué, mi corazón, tú no descansas?
¿Qué te espolea en tu incesante huida
Que los pies te ensangrienta?...
Dí, ¿qué esperas?
La aplicación envidio ...
La aplicación envidio al aplicado;
Dorado siempre igual le pasa el día;
Un día y otro día, siempre iguales,
Van a hundirse en el negro mar del Tiempo ...
Y de su tienda en derredor floreces,
Tú que a las almas, ágiles conservas,
Sacra flor del Olvido.
Silencio férreo
Yo escuchaba con todos mis sentidos ...
Ni el más leve rumor Ilegaba a mi.
El mundo estaba mudo ...
Yo escuchaba con el vivaz oído
De mi curiosidad. Por cinco veces
Por encima de mi tiré el anzuelo;
Sin ningún pez lo retiré otras cinco ...
Pregunté ... No cayó respuesta alguna
En mis redes vacias ...
Yo escuchaba
Con el vivaz oído de mi Amor.
A la amistad
Yo te saludo, Amistad,
Oh, primera claridad
De mi suprema esperanza
Ah, muchas y muchas veces
Esa noche, ese camino
De mi trágico destino
Pareciéronme sin fin;
y toda, toda la vida
Sin objeto y maldecida,
Digna de mi odio y ruín
¡Ah, vivir quiero dos veces.
Ahora que tú me apareces,
¡Oh, mi más cara deidad!
Pues la victoria y la aurora
Tus ojos he visto ahora
Inundar de claridad.
Al ideal
¿A quíén he amado más que a ti, querida sombra?
A mí y en mí yo te he acercado, y desde entonces
Me he convertido casi en sombra y tú en un cuerpo.
Pero mís ojos aprender nunca pudieron
Por su costumbre de mirar todas las cosas
fuera de sí: tú seguirás siendo el eterno
fuera de mí ... ¡Ay, esos ojos
Que siempre a mi fuera de mi me están llevando!
El pino
Aquí crecí por encima
Del hombre y del animal;
Yo hablo, pero, ¡ay! conmigo
No había ningún ser mortal.
Demasiado solitario
Y alto en exceso crecí.
Yo espero, pero me digo:
¿Qué estoy esperando aquí?
Demásiado cerca el solio
De las nubes de mí está;
Sólo espero el primer rayo
Que aquí me derribará.
El arbol en otoño
Venís a sacudirme,
Imbéciles, preciso en el momento
En que en un inefable arrobamiento
Iba ya a sumergirme.
Jamás un sobresalto tan fatal
En mi vida he sentido;
Mi sueño de oro, mi ideal
¡Se me ha desvanecido!
Con vuestras torpes trompas de elefante
Me queréis husmear, sin previo aviso.
¿Más cortés no sería y más galante
Solicitar primero mi permiso?
Del susto os he arrojado la corteza
De mis frutos de oro en la cabeza.
¡Oh dicha ...!
¡Oh, dicha! Ansiada dicha,
Oh tú, suprema presa
Que siempre estás cercana
Mas no bastante cerca;
Que siempre eres mañana,
Mas nunca en el hoy llegas.
¿Quizá en exceso joven,
Joven sin experiencia,
A este cazador tuyo
Que te persigue, encuentras?
¿Eres tú del pecado
En realidad la senda,
De entre todas las culpas
Oh, culpa, la más bella?
El nuevo Colón
En genovés, amiga, Colón dijo,
No vuelvas a poner tus esperanzas;
Siempre el azur está mirando fijo
Y le atraen las vagas lontananzas.
Hoy caro para mi es lo más lejano.
¡Génova ... A mis espaldas ya te hundiste!
¡Arriba, corazón! ... Empuña, oh, mano,
Con fuerza el gobernable; sólo existe
Para mi el mar que el infinito encierra ...
¿Y tierra? ... ¿Y tierra? ... ¿Y tierra? ...
Que en un retroceder jamás confíen
Los que alargan la mano a la victoria;
Alla lejos nos llaman y sonríen
¡Una Muerte, una Dicha y una Gloria!
Soledad
Las cornejas, con lúgubres graznidos
En denso vuelo a la ciudad ya tornan.
¡Bien pronto nevará! ¡Feliz mil veces
Quien tiene patria!
Y ahora tu estás aquí rígido y solo;
Siempre detrás de ti con dolor miras.
¿Por qué, oh, necio, a las puertas del invierno
Al mundo huiste?
Oh, el mundo, esta glacial y muda entrada
¡A miles de desiertos desolados!
Jamás sosiego tiene el que perdiera
Lo que perdiste.
Ahora aquí estás con pálido semblante,
Peregrino lanzado al cruel invierno,
Tal como el humo que sin tregua busca
Más fríos cielos.
Pájaro, vuela y con voz ronca entona
Tu canción de los fúnebres desiertos.
Oculta, oh, necio, el corazón sangrando
En hielo y mofa.
Los cornejos, con lúgubres graznidos
¡Bien pronto nevará! ¡feliz mil veces
Quien tiene ...
Quien tiene mucho para enseñar
Largo silencio debe guardar;
Y quien el rayo debe encender
Por largo tiempo nube ha de ser.
La señal de fuego
Aquí donde del seno de los mares
La isla surgió, cual ara gigantesca
De peñascos enormes fabricada,
Aquí ha encendido bajo el hosco cielo
Zaratustra la hoguera de las cumbres ...
Signo de fuego para los navíos
Perdidos en el mar, interrogante
Para aquellos que tienen la respuesta.
Esta gran llama de grisáceo vientre
Golosa lame frías lontananzas
Y su cuello cimbrea hacia regiones
Más, puras cada vez y más sublimes.
¡Misteriosa serpiente enderezada
Ante mis ansias, signo interrogante
Que yo me puse un día ante mí mismo!
Mi alma, mi alma misma es esta llama.
Insaciable hacia nuevas lontananzas,
Hacia más alto, siempre hacia más alto
Lanza los dardos de su ardor sereno.
¿Por qué huyó de los hombres y animales
Zaratustra? ¿Por qué pasó de largo
Por toda tierra firme y habitada?
Seis soledades son las que él conoce ...
Pero el mar mismo para él no era
Bastante solitario, y esta isla
Le convidó a echar pie; subió a la cumbre;
Llegó a la culnbre y convirtióse en llama;
Y buscando en la altura una quimérica
Séptima soledad, su arpón arroja
Al éter por encima su cabeza.
¡Naves perdidas en las olas! ¡Ruinas
De ya antiguas estrellas! ¡Oh, vosotros, Mares del porvenir! ¡Inexploradas
Esferas celestiales! Hacia todo
Lo solitario lanzo el arpón mío.
¡Ah! Da respuesta al impaciente anhelo
De la llama, aprisiona entre tus redes
Al pescador que mora en altas cumbres,
Séptima soledad de mis ensueños,
¡Ah, soledad postrera de mi vida!
El sol va al ocaso
1
Tu sed dentro de poco va a apagarse,
Corazón abrasado. Por los aires
Una promesa flota; ya la siento
Resbalar por mi rostro como un hálito
Expirado por labios invisibles.
El gran frescor ya viene ...
Abrasaba mi sol al medio día.
Ah, bienvenidos fuisteis,
Inesperados vientos, oh, vosotros,
Refrigerantes genios de la tarde.
Extraño y puro el aire se desliza.
¿No me miran los ojos de la noche
Con guiño tentador entre el crepúsculo?
Corazón animoso, no desmayes,
Y el por qué no preguntes.
2
¡Oh, día de mi vida!
El sol se hunde.
Oro a raudales en la lisa, inmóvil
Llanura de la mar, del cielo fluye.
Hálito abrasador la tierra exhala.
¿Quizás, quizás, la dicha, al medio día,
Durmió su siesta en su serena cumbre?
En reflejos verdosos aun la dicha
Está jugando encima el negro abismo.
Desciendes ya al ocaso.
Arde ya tu pupila medio hundida.
Ya brota sin cesar el parleante
Rocío de tus lágrimas; ya cubre
La palidez del mar la roja púrpura
De tu amor abrasado, tu postrera
Beatitud desmayada y vacilante.
3
¡Serenidad dorada, ven, te imploro!
Tú que eres el más intimo, el más dulce,
Anticipado goce de la muerte!
¿He recorrido acaso mi camino
Con demasiada rapidez? Tan sólo
Ahora que me rinde la fatiga,
Todavía me busca tu mirada,
Todavia me busca tu ventura.
Alrededor de mi el eterno juego
De las olas prosigue. Lo más grávido
Por siempre hundióse en el azul olvido.
Desde hoy ociosa y quieta está mi barca.
Travesías, borrascas ... ¡Cuán remotas
Las cubre el horizonte del pasado!
Naufragaron deseos y esperanzas,
Lisas la mar y el alma están tendidas.
¡Séptima soledad! Jamás sintiera
Seguridad tan dulce en torno mio,
La mirada del sol jamás tan cálida
¿Aun no está ardiendo el hielo de mi cumbre?
Ascua de plata, leve, centelleante.
Mi barca va flotando mar adentro.
¿Cuánto tiempo ...?
¿Cuánto tiempo hará ya que estás postrado
Llorando tu desgracia?
Ah. ten cuidado,
Que incubando tú estás, sin que lo sepas,
Un huevo, un huevo atroz de basilisco,
Al calor de tus lágrimas.
¿Por qué allá Zaratustra se desliza
A lo largo del monte?
Huraño, desconfiado, melancólico,
Acechador eterno ...
¡Pero un rayo, de pronto,
Clarísimo, terrible, un latigazo
Del abismo crujiendo contra el cielo! ...
Hasta los montes sienten sacudidas
Sus profundas entrañas ...
Alli do el odio en rayos estallara
Desatando tonantes maldiciones,
En las sublimes cumbres ora habita
La cólera feroz de Zaratustra,
Sigilosa avanzando, arrebujada
En nubes de bvrrasca.
¡Escóndase quien tenga
Un último escondrijo!
¡Id a embozaros, hombres pusilánimes,
En vuestras muelles sábanas!
Ahora los truenos ruedan retumbando
Por los abismos, ahora bambolea
Todo lo que es pared y lo que es viga,
Y palpitan relámpagos y estallan
Espantosas y lividas verdades ...
Zaratustra maldice ...
Ante la noche
Silencio ...
Veo lo grande; de las cosas grandes
Es preciso callar o hablar sublime.
¡Habla sublime, oh, mi sabiduría,
Oh, mi sabiduría alborozada!
Miro hacia el alto ...
Océanos de luz allá dilátanse ...
¡Oh, la noche ... oh, silencio, voces hondas
Del silencio mortal que el mundo llena!
Vislumbro un signo ...
Allá en las más remotas lontananzas
Húndese lentamente en los espacios
Una estrella fugaz ante mis ojos ...
¡Oh, frente sublime del ser!
¡Cuadro en que obras eternas resplandecen!
¿Vienes a mi?
Lo que nadie ha mirado ni entrevisto,
-De tu muda belleza el sacro arcano-
Oh, prodigio, no huye ante mis ojos?
¡Oh, escudo de la Necesidad!
Pero tú ya lo sabes:
Lo que todos odian
Es lo que yo amo.
¡Ah, porque eres eterno yo te amo!
¡Porque eres necesario yo te amo!
Mi amor se inflama solamente
En la Necesidad eternamente!
¡Escudo de la Necesidad!
¡frente eterna del ser,
Inaccesible a todos los deseos,
Que negación ninguna contamina,
Afirmación eterna de la vida!
Yo soy tu afirmación eternamente,
¡Porque yo te amo a ti, Necesidad!
Canto de Zaratustra
Hombre, ¿no escuchas con atento oído
Lo que te dice la profunda noche?
Yo dormía, dormía, mas de pronto
Me desperté de mí profundo sueño ...
El mundo es muy profundo, más profundo
De lo que te parece al ser de día.
Profundo es su dolor. Oh, la alegría
Es más profunda aún que todo duelo.
¡Pasa!, dice el dolor; mas la alegría
Siente el ansia inmortal de una profunda
Eternidad y aspira a ser eterna.
¡No más caminos! En deredor tan sólo
Hondos abismos y quietud de muerte!
Tú lo quisiste asi; de toda senda
De grado te alejaste. ¡Ve a tu suerte!
¡Vista clara y serena! ¡Atento oído!
Si temes el peligro, estás perdido.
Al mistral
Viento mistral, oh, cazador de nubes,
Matador de aflicciones, despejador del cielo,
Viento fogoso, ¡con qué ardor te amo!
¿Nosotros no somos las primicias
De un único regazo? ¿Ambos no somos
Hijos predestinados
De una suerte común, eternamente?
Aquí por los caminos que se pierden
Entre las calvas peñas, a ti corro,
Danzando al ritmo de tu necio canto
V tu silbido poderoso. ¡Oh, viento
Que de la libertad siendo el más libre
Hermano, por encima de las olas
De salvajes océanos galopas!
Oí, despierto apenas, tus bramidos;
Y a la carrera lánzome a los muros
De enormes peñas sabre el mar enhiestos.
Y al momento, cual fiero torbellino,
Arrollando diamantes, tú viniste
Con clamor de victoria de las cumbres.
Y por la inmensidad del firmamento
Vi cruzar al galope tus corceles
Y vi el carro triunfal que te conduce;
Y vi tu propia mano estremecida
Cuando en el lomo de tus nobles brutos
Cual un rayo tu látigo restalla.
Saltar te vi de tu fulgente carro,
Y rápido volar hacia la tierra,
Y veloz cual un dardo sumergerte
En la profundidad de los abismos;
Tal un rayo de oro entre las rosas
De la aurora palpita un breve instante.
¡Oh, danza ahora encima las espaldas
De las olas rebeldes y malignas,
Oh, creador de siempre nuevas danzas!
De mil maneras a danzar enséñanos;
Haz libre eternamente a nuestro Arte,
Haz a la humana ciencia siempre alegre.
De toda planta arrebatar sepamos
Una fragante flor para la gloria
Y algunas hojas para nuestra frente.
Dancemos cual alegres trcvadores
Entre los santos y los pecadores;
Ruede entre Dios y el mundo nuestra danza.
Quien no pueda danzar al par del viento,
Quien haya de ceñirse ligaduras,
Espíritus decrépitos, ancianos prematuros,
El gazmoño, el hipócrita, el farsante,
Huyan de nuestro alegre paraiso.
Arrojemos el polvo del camino
A las narices del enfermo; a golpes
La nidada espantosa de los tristes.
Y disipe en la costa nuestro aliento
El aire infecto que su pecho expira
Y el opaco claror de sus míradas.
Guerra al que enturbe el cielo, al que ennegrezca
El mundo, a todo aquel que arrastre nubes;
Despejemos los ámbitos celestes.
Ruja nuestro furor. Sublime espíritu
De los libres espíritus, contigo
Ruge cual tempestad mi noble dicha.
Y para eternizar esta memoria
De mi alta dicha, arranquen tus bufidos
La corona de poeta de mis sienes;
Y hacia lo aIto, cada vez más alto,
Arrójala a los cielos más remotos ...
Y préndela en los rayos de una estrella.
De altas cumbres no seas ambicioso,
No te quedes tampoco en la llanura;
Desde mediana altura
Es como se ve el mundo más hermoso.
Ecce homo
Ah, ya sé cual es mi origen ...
Insaciable cual la llama
Me consumo, ardiendo estoy.
Luz es todo cuanto toco,
Es ceniza cuanto dejo ...
Ciertamente llama soy.
Sin envidia
¡Sí! Sin envidia él mira. ¿Le veneráis por esto?
De vuestro ruín orgullo no hay en sus ojos huellas.
El tiene ojos de águila para las lontananzas.
No os ve a vosotros. Sólo ve estrellas, sólo estrellas.
A una estrella
A tu órbita fatal predestinada,
¿Qué se te da la inmensidad obscura?
¡Rueda feliz por los espacios, lejos
Muy lejos de la humana desventura!
Al mundo más remoto tus destellos
Diriges, la piedad allá en tu altura
Pecado debe ser. Sólo un precepto
Rige constante para ti: ¡Sé pura!
Las palomas de San Marcos
Reposa en dulce sosiego
La luminosa mañana.
Ocioso envío mis cantos
A la bóveda azulada;
Como vuelos de palomas
Siento el latir de sus alas.
Luego deseo que tornen
Y mi ansiosa voz las llama
Para engarzar otra rima
En sus finas plumas blancas.
¡Oh, mi dicha!
¡Oh, tú, bóveda celeste
Tan azul, sedosa y clara,
Cómo fulguras en torno
De estas piedras matizadas!
¡Cómo te amo y te temo!
¡Cómo le envidio! Tu alma
De buen grado sorberia
Para jamás exhalarla!
Con qué empuje y fuerza bravaTe erguiste aqui victoriosaHacia la luz soberana!Tú la plaza, amante, abrigasBajo el son de tus campanas.Eres el acento agudoDe luminosa palabra ...Siéntome enzarzado en unaCaricia aterciopelada ...¡Oh, mi dicha!Pero aun no suenes, música;Del cielo espera que caiganVelos de sombra y la nocheTienda su negra mortaja.Es aún harto tempranoPara el canto; a la rosadaVespertina luz no brillaEl oro de las arcadas;Aun quedan horas de sobrasPara rimar mis estancias,Para entretejer mis versosEn mi alma solitaria ...¡Oh, mi dicha!Volver al IndiceHacia nuevos mares¡AI mar! ¡AI mar! ... Ya parto; y me confíoA mi suerte y agárrome al timón.Abierlo el mar reposa, y mi navío
Con qué empuje y fuerza brava
Te erguiste aqui victoriosa
Hacia la luz soberana!
Tú la plaza, amante, abrigas
Bajo el son de tus campanas.
Eres el acento agudo
De luminosa palabra ...
Siéntome enzarzado en una
Caricia aterciopelada ...
Pero aun no suenes, música;
Del cielo espera que caigan
Velos de sombra y la noche
Tienda su negra mortaja.
Es aún harto temprano
Para el canto; a la rosada
Vespertina luz no brilla
El oro de las arcadas;
Aun quedan horas de sobras
Para rimar mis estancias,
Para entretejer mis versos
En mi alma solitaria ...
Hacia nuevos mares
¡AI mar! ¡AI mar! ... Ya parto; y me confío
A mi suerte y agárrome al timón.
Del azul insondable
Siente la irresistible tentación
Todo fulgura alrededor; reposa
En el tiempo y espacio Mediodia.
Oh, Infinito, yo siento que me espía.
¡La verdad!
¡La Verdad, la Verdadl ... Sólo una hembra,
Nada más que una hembra artera, astuta,
En su mismo rubor; lo que más quiere
Odiarlo disimula, y con las manos
Lejos de si lo aparta. ¿A quién se rinde?
Solamente a la fuerza. La violencia
Es lo que necesita. ¿Lo oís, oh, sabíos?
¿Lo oís? Sed duros. Debe ser forzada
La verdad ruborosa. Necesita
¡Nada más que una hembra, la Verdad!
Aforismo
El poeta que, a sabiendas,
Puede en sus versos mentir.
Es el único que en todo
La verdad puede decir.