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Tercera parte
He aquí, pues, el principio de cuando se dispuso hacer al hombre, y cuando se buscó lo que debía entrar en la carne del hombre.
Y dijeron los Progenitores, los Creadores y Formadores, que se llaman Tepeu y Gucumatz:
- Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los que nos han de sustentar, y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra -así dijeron.
Se juntaron, llegaron y celebraron consejo en la oscuridad y en la noche; luego buscaron y discutieron, y aquí reflexionaron y pensaron. De esta manera salieron a luz claramente sus decisiones y encontraron y descubrieron lo que debía entrar en la carne del hombre.
Poco faltaba para que el sol, la luna y las estrellas aparecieran sobre los Creadores y Formadores.
De Paxil, de Cayalá, así llamados, vinieron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas.
Estos son los nombres de los animales que trajeron la comida: Yac (el gato de monte), Utiú (el coyote), Quel (una cotorra vulgarmente llamada chocoyo) y Hoh (el cuervo). Estos cuatro animales les dieron la noticia de las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, les dijeron que fueran a Paxil y les enseñaron el camino de Paxil.
Y así encontraron la comida y ésta fue la que entró en la carne del hombre creado, del hombre formado; ésta fue su sangre, de ésta se hizo la sangre del hombre. Así entró el maíz (en la formación del hombre) por obra de los Progenitores.
Y de esta manera se llenaron de alegría, porque habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas y abundante también en pataxte y cacao, y en innumerables zapotes, anonas, jocotes, nances, matasanos y miel. Abundancia de sabrosos alimentos había en aquel pueblo llamado de Paxil y Cayalá.
Había alimentos de todas clases, alimentos pequeños y grandes, plantas pequeñas y plantas grandes. Los animales enseñaron el camino. Y moliendo entonces las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, hizo Ixmucané nueve bebidas, y de este alimento provinieron la fuerza y la gordura y con él crearon los músculos y el vigor del hombre. Esto hicieron los Progenitores, Tepeu y Gucumatz, así llamados.
A continuación entraron en pláticas acerca de la creación y la formación de nuestra primera madre y padre. De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados.
II
Éstos son los nombres de los primeros hombres que fueron creados y formados: el primer hombre fue Balam-Quitzé, el segundo Balam-Acab, el tercero Mahucutah y el cuarto Iqui-Balam.
Éstos son los nombres de nuestras primeras madres y padres.
Se dice que ellos sólo fueron hechos y formados, no tuvieron madre, no tuvieron padre. Solamente se les llamaba varones. No nacieron de mujer, ni fueron engendrados por el Creador y el Formador, por los progenitores.
Sólo por un prodigio, por obra de encantamiento fueron creados y formados por el Creador, el Formador, los Progenitores, Tepeu y Gucumatz. Y como tenían la apariencia de hombres, hombres fueron; hablaron, conversaron, vieron y oyeron, anduvieron, agarraban las cosas; eran hombres buenos y hermosos y su figura era figura de varón.
Fueron dotados de inteligencia; vieron y al punto se extendió su vista, alcanzaron a ver, alcanzaron a conocer todo lo que hay en el mundo. Cuando miraban, al instante veían a su alrededor y contemplaban en torno a ellos la bóveda del cielo y la faz redonda de la tierra. Las cosas ocultas (por la distancia) las veían todas, sin tener primero que moverse; enseguida veían el mundo y asimismo desde el lugar donde estaban lo veían.
Grande era su sabiduría; su vista llegaba hasta los bosques, las rocas, los lagos, los mares, las montañas y los valles. En verdad eran hombres admirables Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam.
Entonces les preguntaron el Creador y el Formador:
- ¿Qué piensan de su estado? ¿No miran. ¿No oyen? ¿No son buenos su lenguaje y su manera de andar? ¡Miren, pues! ¡Contemplen el mundo, vean si aparecen las montañas y los valles! ¡Prueben, pues, a ver! -les dijeron.
Y enseguida acabaron de ver cuanto había en el mundo. Luego dieron las gracias al Creador y al Formador:
- ¡En verdad les damos gracias dos y tres veces! Hemos sido creados, se nos ha dado una boca y una cara, hablamos, oímos, pensamos y andamos; sentimos perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está cerca. Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra. Les damos gracias, pues, por habernos creado, ¡oh Creador y Formador!, por habernos dado el ser, ¡oh abuela nuestra! ¡Oh nuestro abuelo!, dijeron dando las gracias por su creación y formación.
Acabaron de conocerlo todo y examinaron los cuatro rincones y los cuatro puntos de la bóveda del cielo y de la faz de la tierra.
Pero el Creador y el Formador no oyeron esto con gusto.
- No está bien lo que dicen nuestras criaturas, nuestras obras; todo lo saben, lo grande y lo pequeño -dijeron.
Y así decidieron celebrar consejo nuevamente los Progenitores:
- ¿Qué haremos ahora con ellos? ¡Que su vista sólo alcance a lo que está cerca, que sólo vean un poco de la faz de la tierra! No está bien lo que dicen. ¿Acaso no son por su naturaleza simples criaturas y hechuras (nuestras)? ¿Han de ser ellos también dioses? ¿Y si no procrean y se multiplican cuando amanezca, cuando salga el sol? ¿Y si no se propagan? -así dijeron.
- Refrenemos un poco sus deseos, pues no está bien lo que vemos. ¿Por ventura se han de igualar ellos a nosotros, sus autores, que podemos abarcar grandes distancias, que lo sabemos y vemos todo?
Esto dijeron el Corazón del Cielo, Huracán, Chipi-Caculhá, Raxá-Caculhá, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, Ixpiyacoc, Ixmucané, el Creador y el Formador. Así hablaron y enseguida cambiaron la naturaleza de sus obras, de sus criaturas.
Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo. Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba cerca, sólo esto era claro para ellos.
Asi fue destruida su sabiduría y todos los conocimientos de los cuatro hombres, origen y principio (de la raza quiché).
Así fueron creados y formados nuestros abuelos, nuestros padres, por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra.
III
Entonces existieron también sus esposas y fueron hechas sus mujeres. Dios mismo las hizo cuidadosamente. Y así, durante el sueño, llegaron, verdaderamente hermosas, sus mujeres, al lado de Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam.
Allí estaban sus mujeres, cuando despertaron, y al instante se llenaron de alegría sus corazones a causa de sus esposas.
He aquí los nombres de sus mujeres: Cahd- Paluna, era el nombre de la mujer de Balam-Quitzé; Chomihá se llamaba la mujer de Balam-Acab; Tzununihá, la mujer de Mahucutah; y Caquixahá era el nombre de la mujer de Iqui-Balam. Éstos son los nombres de sus mujeres, las cuales eran Señoras principales.
Ellos engendraron a los hombres, a las tribus pequeñas y a las tribus grandes, y fueron el origen de nosotros, la gente del Quiché. Muchos eran los sacerdotes y sacrificadores; no eran solamente cuatro, pero estos cuatro fueron los progenitores de nosotros la gente del Quiché.
Diferentes eran los nombres de cada uno cuando se multiplicaron allá en el Oriente, y muchos eran los nombres de la gente: Tepeu, Olomán, Cohah, Quenech, Ahau, que así se llamaban estos hombres allá en el Oriente, donde se multiplicaron.
Se conoce también el principio de los de Tamub y los de Ilocab, que vinieron juntos de allá del Oriente. Balam-Quitzé era el abuelo y el padre de las nueve casas grandes de los Cavec; Balam-Acab era el abuelo y padre de las nueve casas grandes de los Nihaib; Cahucutah, el abuelo y padre de las cuatro casas grandes de Ahau-Quiché.
Tres grupos de familias existieron; pero no olvidaron el nombre de su abuelo y padre, los que se propagaron y multiplicaron allá en el Oriente.
Vinieron también los Tamub y los Ilocab, y trece ramas de pueblos, los trece de Tecpán, y los Rabinales, los Cakchiqueles, los de Tziquinahá, y los Zacahá y los Lamaq, Cumatz, Tuhalhá, Uchabaliá, los de Chumilahá, los de Quibahá, los de Batenabá, AculVinac, Balamihá, los Canchaheles y Balam-Colob.
Éstas son solamente las tribus principales, las ramas del pueblo, que nosotros mencionamos; sólo de las principales hablaremos. Muchas otras salieron de cada grupo del pueblo, pero no escribiremos sus nombres. Ellas también se multiplicaron allá en el Oriente.
Muchos hombres fueron hechos y en la oscuridad se multiplicaron. No había nacido el sol ni la luz cuando se multiplicaron. Juntos vivían todos, en gran número existían y andaban allá en el Oriente.
Sin embargo, no sustentaban ni mantenían (a su Dios); solamente alzaban las caras al cielo y no sabían qué habían venido a hacer tan lejos.
Allí estuvieron entonces en gran número los hombres negros y los hombres blancos, hombres de muchas clases, hombres de muchas lenguas, que causaba admiración oírlas.
Hay generaciones en el mundo, hay gentes montaraces, a las que no se les ve la cara; no tienen casas, sólo andan por los montes pequeños y grandes, como locos. Así decían despreciando a la gente del monte.
Así decían allá donde veían la salida del sol. Una misma era la lengua de todos. No invocaban la madera ni la piedra, y se acordaban de la palabra del Creador y Formador, del Corazón del Cielo, del Corazón de la Tierra.
Así hablaban y esperaban con inquietud la llegada de la aurora. Y elevaban sus ruegos, aquellos adoradores de la palabra (de Dios), amantes, obedientes y temerosos, levantando las caras al cielo cuando pedían hijas e hijos:
- Oh tú, Tzacol, Bitol! ¡Míranos, escúchanos! ¡No nos dejes, no nos desampares, oh Dios, que estás en el cielo y en la tierra, Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra! ¡Danos nuestra descendencia, nuestra sucesión, mientras camine el sol y haya claridad! ¡Que amanezca, que llegue la aurora! ¡Danos muchos buenos caminos, caminos planos! ¡Que los pueblos tengan paz, mucha paz, y sean felices; y danos buena vida y útil existencia! ¡Oh tú, Huracán, Chipi-Caculhá, RaxaCaculhá Chipi-Nanauac, Raxa-Nanauac, Voc, Hunahpú, Tepeu, Gucumatz, Alom, Qaholorn, Ixpiyacoc, Ixmucané, abuela del sol, abuela de la luz! ¡Que amanezca y que llegue la aurora!
Así decían mientras veían e invocaban la salida del sol, la llegada de la aurora; y al mismo tiempo que veían la salida del sol, contemplaban el lucero del alba, la gran estrella precursora del sol, que alumbra la bóveda del cielo y la superficie de la tierra, e ilumina los pasos de los hombres creados y formados.
IV
Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam dijeron:
- Aguardemos que amanezca -así dijeron aquellos grandes sabios, los varones entendidos, los sacerdotes y sacrificadores. Esto dijeron. Nuestras primeras madres y padres no tenían todavía maderos ni piedras que custodiar, pero sus corazones estaban cansados de esperar el sol. Y ya eran muy numerosos todos los pueblos y la gente yaqui, los sacerdotes y sacrificadores. - ¡Vámonos, vamos a buscar y a ver si están guardados nuestros símbolos!, si encontramos lo que pondremos a arder ante ellos. Pues estando de esta manera no tenemos quien vele por nosotros -dijeron Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. Y habiendo llegado a sus oídos la noticia de una ciudad, se dirigieron hacia allá. Ahora bien, el nombre del lugar a donde se dirigieron Balam-Quitzé, BalamAcab, Mahucutah e Iqui-Balam y los de Tamub e Ilocab era Tulán-Zuiva, Vucub-Pec, Vucub-Ziván. Éste era el nombre de la ciudad a donde fueron a recibir a sus dioses. Así, pues, llegaron todos a Tulán. No era posible contar los hombres que llegaron; eran muchísimos y caminaban ordenadamente. Fue entonces la salida de sus dioses; primero los de Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, quienes se llenaron de alegría: - ¡Por fin hemos hallado lo que buscábamos! -dijeron. Y el primero que salió fue Tohil, que así se llamaba este dios, y lo sacó a cuestas en su arca Balam-Quitzé. Enseguida sacaron al dios que se llamaba Avilix, a quien llevó Balam-Acab. Al dios que se llamaba Hacavitz lo llevaba Mahucutah; y al dios llamado Nicahtacah lo condujo Iqui-Balam. Y junto con la gente del Quiché, lo recibieron también los de Tamub. Y asimismo Tohil fue el nombre del dios de los de Tamub, que recibieron el abuelo y padre de los Señores de Tamub que conocemos hoy día. En tercer lugar estaban los de Ilocab. Tohil era también el nombre del dios que recibieron los abuelos y los padres de los Señores a quienes igualmente conocemos ahora. Así fueron llamadas las tres (familias) quichés y no se separaron porque era uno el nombre de su dios, Tohil de los Quichés, Tohil de los Tamub y de los Ilocab; uno solo era el nombre del dios, y por eso no se dividieron las tres (familias) quichés. Grande era en verdad la naturaleza de los tres, Tohil, Avilix y Hacavitz. Y entonces llegaron todos los pueblos, los de Rabinal, los Cakchiqueles, los de Tziquinahá y las gentes que ahora se llaman Yaquis. Y allí fue donde se alteró el lenguaje de las tribus, diferentes se volvieron sus lenguas. Ya no podían entenderse claramente entre sí después de haber llegado a Tulán. Allí también se separaron, algunas hubo que se fueron para el Oriente, pero muchas se vinieron para acá. Y sus vestidos eran solamente pieles de animales; no tenían buenas ropas que ponerse, las pieles de animales eran su único atavío. Eran pobres, nada poseían, pero su naturaleza era de hombres prodigiosos. Cuando llegaron a Tulán-Zuiva, Vucub-Pec, Vucub-Ziván, dicen las antiguas tradiciones que habían andado mucho para llegar a Tulán. V - ¡Ay, nuestro fuego ya no existe! Moriremos de frío -dijeron. Entonces Tohil les contestó: - ¡No se aflijan! Suyo será el fuego perdido de que hablan -les dijo entonces Tohil. - ¿De veras? ¡Oh Dios, nuestro sostén, nuestro mantenedor, tú, nuestro Dios! - dijeron, dándole sus agradecimientos. Y Tohil les respondió: - Está bien, ciertamente yo soy su Dios; ¡que así sea! Yo soy su Señor; ¡que así sea! -así les fue dicho a los sacerdotes y sacrificadores por Tohil. Y así recibieron su fuego las tribus y se alegraron a causa del fuego. Enseguida comenzó a caer un gran aguacero, cuando ya estaba ardiendo el fuego de las tribus. Gran cantidad de granizo cayó sobre las cabezas de todas las tribus, y el fuego se apagó a causa del granizo, y nuevamente se extinguió su fuego. Entonces Balam-Quitzé y Balam-Acab le pidieron otra vez su fuego a Tohil: - ¡Ah, Tohil, verdaderamente nos morimos de frío! -le dijeron a Tohil. - Está bien, no se aflijan -contestó Tohil, y al instante sacó fuego, dando vueltas dentro de su zapato. Se alegraron al punto Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, y enseguida se calentaron. Ahora bien, el fuego de los pueblos (de Vucamag) se había apagado igualmente, y aquéllos se morían de frío. Enseguida llegaron a pedir su fuego a Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. Ya no podían soportar el frío ni la helada; estaban temblando y dando diente con diente; ya no tenían vida; las piernas y las manos les temblaban y nada podían coger con éstas cuando llegaron. - No nos causa vergüenza venir ante ustedes a pedirles que nos den un poco de su fuego -dijeron al llegar. Pero no fueron bien recibidos. Y entonces se llenó de tristeza el corazón de las tribus. - El lenguaje de Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam es diferente. ¡Ay! ¡Hemos abandonado nuestra lengua! ¿Qué es lo que hemos hecho? Estamos perdidos. ¿En dónde fuimos engañados? Una sola era nuestra lengua cuando llegamos allá a Tulán; de una sola manera habíamos sido creados y educados. No está bien lo que hemos hecho -dijeron todas las tribus bajo los árboles y los bejucos. Entonces se presentó un hombre ante Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, y habló de esta manera el mensajero de Xibalbá: - Éste es, en verdad, su Dios; éste es su sostén; ésta es, además, la representación, el recuerdo de su Creador y Formador. No les den, pues, su fuego a los pueblos, hasta que ellos ofrenden a Tohil. No es menester que les den algo a ustedes. Pregunten a Tohil qué es lo que deben dar cuando vengan a recibir el fuego -les dijo el de Xibalbá-. Éste tenía alas como las alas del murciélago. Yo soy enviado por su Creador, por su Formador -dijo el de Xibalbá. Se llenaron entonces de alegría, y se ensancharon también los corazones de Tohil, Avilix y Hacavitz cuando habló el de Xibalbá, el cual desapareció al instante de su presencia. Pero no perecieron las tribus cuando llegaron, aunque se morían de frío. Había mucho granizo, lluvia negra y neblina, y hacía un frío indescriptible. Se hallaban todas las tribus temblando y tiritando de frío cuando llegaron a donde estaban Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. Grande era la aflicción de sus corazones y tristes estaban sus bocas y sus ojos. Enseguida llegaron los suplicantes a presencia de Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. - ¿No tendrán compasión de nosotros, que solamente les pedimos un poco de su fuego? ¿Acaso no estábamos juntos y reunidos? ¿No fue una misma nuestra morada y una sola nuestra patria cuando fueron creados, cuando fueron formados? ¡Tengan, pues, misericordia de nosotros! -dijeron. - ¿Qué nos darán para que tengamos misericordia de ustedes? -les preguntaron. - Pues bien, les daremos dinero -contestaron las tribus. - No queremos dinero -dijeron Balam-Quitzé y Balam-Acab. - ¿Y qué es lo que quieren? - Ahora lo preguntaremos. - Está bien -dijeron las tribus. - Le preguntaremos a Tohil y luego les diremos -les contestaron. - ¿Qué deben dar las tribus, ¡oh Tohil!, que han venido a pedir tu fuego? -dijeron entonces Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. - ¡Bueno! ¿Querrán dar su pecho y su sobaco? ¿Quieren sus corazones que yo, Tohil, los estreche entre mis brazos? Pero si así no lo desean, tampoco les daré su fuego -respondió Tohil. - Díganles que eso será más tarde, que no tendrán que venir ahora a unir su pecho y sus sobacos. Esto les manda decir, les dirán -ésta fue la respuesta a Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. Entonces transmitieron la palabra de Tohil. - Está bien, nos uniremos y lo abrazaremos -dijeron (los pueblos), cuando oyeron y recibieron la palabra de Tohil. Y no obraron con tardanza: - ¡Bueno, dijeron, pero que sea pronto! Y en seguida recibieron el fuego. Luego se calentaron. VI Hubo, sin embargo, una tribu que hurtó el fuego entre el humo, y fueron los de la casa de Zotzil. El dios de los cakchiqueles se llamaba Chamalcán y tenia la figura de un murciélago. Cuando pasaron entre el humo, pasaron suavemente, y luego se apoderaron del fuego. No pidieron el fuego los cakchiqueles porque no quisieron entregarse como vencidos, de la manera como fueron vencidas las demás tribus cuando ofrecieron su pecho y su sobaco para que se los abrieran. Y ésta era la abertura que había dicho Tohil: que sacrificaran a todas las tribus ante él, que se les arrancara el corazón del pecho y del sobaco. Y esto no se había comenzado a hacer cuando fue profetizada por Tohil la toma del poder y el señorío por Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. Allá en Tulán-Zuiva, de donde habían venido, acostumbraban no comer, observaban un ayuno perpetuo, mientras aguardaban la llegada de la aurora y atisbaban la salida del sol. Se turnaban para ver la grande estrella que se llama Icoquih, y que sale primero delante del sol, cuando nace el sol, la brillante Icoquih, que siempre estaba allí frente a ellos en el Oriente, cuando estuvieron allá en la llamada Tulán-Zuiva, de donde vino su dios. No fue aquí, pues, donde recibieron su poder y señorío, sino que allá sometieron y subyugaron a las tribus grandes y pequeñas, cuando las sacrificaron ante Tohil y le ofrendaron la sangre, la sustancia, el pecho y el costado de todos los hombres. A Tulán les llegó al instante su poder; grande fue su sabiduría en la oscuridad y en la noche. Luego se vinieron, se arrancaron de allá y abandonaron el Oriente. - Ésta no es nuestra casa, vámonos y veamos dónde nos hemos de establecer -dijo entonces Tohil. En verdad les hablaba a Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. - Dejen hecha su acción de gracias, dispongan lo necesario para sangrarse las orejas, picarse los codos, hacer sus sacrificios, éste será su agradecimiento ante Dios. - Está bien -dijeron, y se sacaron sangre de las orejas. y lloraron en sus cantos por su salida de Tulán; lloraron sus corazones cuando abandonaron a Tulán. - ¡Ay de nosotros! Ya no veremos aquí el amanecer cuando nazca el sol y alumbre la faz de la tierra -dijeron al partir. Pero dejaron algunas gentes en el camino por donde iban para que velaran. Cada una de las tribus se levantaba continuamente para ver la estrella precursora del sol. Esta señal de la aurora la traían en su corazón cuando vinieron de allá del Oriente, y con la misma esperanza partieron de allá, de aquella gran distancia, según dicen en sus cantos hoy día. VII Llegaron por entonces a la cumbre de una montaña y allí se reunieron todo el pueblo quiché y las tribus. Allí celebraron todos consejo para tomar sus disposiciones. Llaman hoy día a esta montaña Chi-Pixab, éste es el nombre de la montaña. Se reunieron allí y se ensalzaron a sí mismos: - ¡Yo soy, yo, el pueblo del Quiché! Y tú, Tamub, éste será tu nombre. Y a los de Ilocab les dijeron: - Tú, Ilocab, éste será tu nombre. Y estos tres (pueblos) quichés no desaparecerán, una misma es nuestra suerte -dijeron cuando designaron sus nombres. Enseguida dieron su nombre a los Cakchiqueles: Gagchequeleb fue su nombre. Asimismo a los de Rabinal, que éste fue su nombre que hasta ahora no han perdido. Y también a los de Tziquinahá, que así se llaman hoy día. Éstos son los nombres que se dieron entre sí. Allá se reunieron a esperar que amaneciera y a observar la salida de la estrella que llega primero delante del sol, cuando éste está a punto de nacer. - De allá venimos, pero nos hemos separado -decían entre sí. Y sus corazones estaban afligidos, y estaban pasando grandes sufrimientos: no tenían comida, no tenían sustento; solamente olían la punta de sus bastones y así se imaginaban que comían, pero no se alimentaban cuando venían. No está bien claro, sin embargo, cómo fue su paso sobre el mar; como si no hubiera mar pasaron hacia este lado; sobre piedras pasaron, sobre piedras en hilera sobre la arena. Por esta razón fueron llamadas Piedras en hilera, Arenas arrancadas, nombres que ellos les dieron cuando pasaron entre el mar, habiéndose dividido las aguas cuando pasaron. Y sus corazones estaban afligidos cuando conferenciaban entre sí, porque no tenían qué comer, sólo un trago de agua que bebían y un puñado de maíz. Allí estaban, pues, congregados en la montaña llamada Chi-Pixab. Y habían llevado también a Tohil, Avilix y Hacavitz. Un ayuno completo observaba Balam-Quitzé con su mujer Cahá-Paluma, que éste era el nombre de su mujer. Así lo hacían también Balam-Acab y su mujer, la llamada Chomiliá; y también
Mahucutah observaba un ayuno absoluto con su mujer, la llamada Tzununihá, e Iqui-Balam con su mujer, la llamada Caquixaliá. Y ellos eran los que ayunaban en la oscuridad y en la noche. Grande era su tristeza cuando estaban en el monte que ahora se llama Chi-Pixab. VIII Y nuevamente les habló su dios. Así les hablaron entonces Tohil, Aviliz y Hacavitz a Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam: - ¡Vámonos ya, levantémonos ya, no permanezcamos aquí, llévenos a un lugar escondido! Ya se acerca el amanecer. ¿No sería una desgracia para ustedes que fuéramos aprisionados por los enemigos en estos muros donde nos tienen ustedes los sacerdotes y sacrificadores? Pónganos, pues, a cada uno en lugar seguro -dijeron cuando hablaron. - Muy bien. Nos marcharemos, iremos en busca de los bosques -contestaron todos. A continuación cada uno tomó y se echó a cuestas a su dios. Así llevaron a Avilix al barranco llamado Euabal-Ziván, así nombrado por ellos, al gran barranco del bosque que ahora llamamos Pavilix, y allí lo dejaron. En este barranco fue dejado por Balam-Acab. En orden fueron dejándolos. El primero que dejaron así fue Hacavitz, sobre una gran pirámide colorada, en el monte que se llama ahora Hacavitz. Allí fue fundado su pueblo, en el lugar donde estuvo el dios llamado Hacavitz. Asimismo se quedó Mahucutah con su dios, que fue el segundo dios escondido por ellos. No estuvo Hacavitz en el bosque, sino que en un cerro desmontado fue escondido Hacavitz. Luego vino Balam-Quitzé, llegó allá al gran bosque; para esconder a Tohilllegó Balam-Quitzé al cerro que hoy se llama Patohil. Entonces celebraron la ocultación de Tohil en la barranca, en su refugio. Gran cantidad de culebras, de tigres, víboras y cantiles había en el bosque en donde estuvo escondido por los sacerdotes y sacrificadores. Juntos estaban Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutali e Iqui-Balam; juntos esperaban el amanecer allá sobre el cerro llamado Hacavitz. Y a poca distancia estaba el dios de los de Tamub y de los de Ilocab. Amac-Tan se llamaba el lugar donde estaba el dios de los de Tamub, y allí les amaneció.
Amac-Uquincat se llamaba el lugar donde les amaneció a los de Ilocab; allí estaba el dios de los de Ilocab, a corta distancia de la montaña. Allí estaban también todos los de Rabinal, los Cakchiqueles, los de Tziquinahá, todas las tribus pequeñas y las tribus grandes. Juntos se detuvieron aguardando la llegada de la aurora y la salida de la gran estrella llamada Icoquih, que sale primero delante del sol, cuando amanece, según cuentan. Juntos estaban, pues, Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. No dormían, permanecían de pie y grande era la ansiedad de sus corazones y su vientre por la aurora y el amanecer. Allí también sintieron vergüenza, les sobrevino una gran aflicción, una gran angustia y estaban abrumados por el dolor. Hasta allí habían llegado. - ¡Ay, que hemos venido sin alegría! ¡Si al menos pudiéramos ver el nacimiento del sol! ¿Qué haremos ahora? Si éramos de un mismo sentir en nuestra patria, ¿cómo nos hemos ausentado? -decían hablando entre ellos, en medio de la tristeza y la aflicción y con lastimera voz. Hablaban, pero no se calmaba la ansiedad de sus corazones por ver la llegada de la aurora: - Los dioses están sentados en las barrancas, en los bosques, están entre las parásitas, entre el musgo; ni siquiera un asiento de tablas se les dio -decían. Primeramente estaban Tohil, Avilix y Hacavitz. Grande era su gloria, su fuerza y su poder sobre los dioses de todas las tribus. Muchos eran sus prodigios e innumerables sus viajes y peregrinaciones en medio del frío y el corazón de las tribus estaba lleno de temor. Tranquilos estaban respecto a ellos los corazones de Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e IquiBalam. No sentían ansiedad en su pecho por los dioses que habían recibido y traído a cuestas cuando vinieron de allá de Tulán-Zuiva, de allá en el Oriente. Estaban, pues, allí en el bosque que ahora se llama Zaquiribal Pa-Tohil, P'Avilix, Pa-Hacavitz. Y entonces les amaneció y les brilló su aurora a nuestros abuelos y nuestros padres. Ahora contaremos la llegada de la aurora y la aparición del sol, la luna y las estrellas. IX He aquí, pues, la aurora, y la aparición del sol, la luna y las estrellas. Grandemente se alegraron Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam cuando vieron a la Estrella de la mañana. Salió primero con la faz resplandeciente, cuando salió primero delante del sol. Enseguida desenvolvieron el incienso que habían traído desde el Oriente y que pensaban quemar, y entonces desataron los tres presentes que pensaban ofrecer. El incienso que traía Balam-Quitzé se llamaba Mixtán-Pom; el incienso que traía Balam-Acab se llamaba Caviztán-Pom; y el que traía Mahucutah se llamaba Cabauil-Pom. Los tres tenían su incienso. Lo quemaron y en seguida se pusieron a bailar en dirección al Oriente. Lloraban de alegría cuando estaban bailando y quemaban su incienso, su precioso incienso. Luego lloraron porque no veían ni contemplaban todavía el nacimiento del sol. Enseguida, salió el sol. Se alegraron los animales chicos y grandes y se levantaron en las vegas de los ríos, en las barrancas, y en la cima de las montañas; todos dirigieron la vista allá donde sale el sol. Luego rugieron el león y el tigre. Pero primero cantó el pájaro que se llama Queletzú. Verdaderamente se alegraron todos los animales y extendieron sus alas el águila, el rey zape, las aves pequeñas y las aves grandes. Los sacerdotes y sacrificadores estaban arrodillados; grande era la alegría de los sacerdotes y sacrificadores y de los de Tamub e Ilocab y de los rabinaleros, los cakchiqueles, los de Tziquinahá y los de Tuhalhá, Uchabahá, Quibahá, los de Batená y los Yaqui Tepeu, tribus todas que existen hoy día. Y no era posible contar la gente. A un mismo tiempo alumbró la aurora a todas las tribus. Enseguida se secó la superficie de la tierra a causa del sol. Semejante a un hombre era el sol cuando se manifestó, y su faz ardía cuando secó la superficie de la tierra. Antes que saliera el sol estaba húmeda y fangosa la superficie de la tierra, antes que saliera el sol; pero el sol se levantó y subió como un hombre. Pero no se soportaba su calor. Sólo se manifestó cuando nació y se quedó fijo como un espejo. No era ciertamente el mismo sol que nosotros vemos, se dice en sus historias. Inmediatamente después se convirtieron en piedra Tohil, Avilix y Hacavitz, junto con los seres deificados, el león, el tigre, la culebra, el cantil y el duende. Sus brazos se prendieron de los árboles cuando aparecieron el sol, la luna y las estrellas. Todos se convirtieron igualmente en piedras. Tal vez no estaríamos vivos nosotros hoy día a causa de los animales voraces, el león, el tigre, la culebra, el cantil y el duende; quizá no existiría ahora nuestra gloria si los primeros animales no se hubieran vuelto piedra por obra del sol. Cuando éste salió se llenaron de alegría los corazones de Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. Grandemente se alegraron cuando amaneció. Y no eran muchos los hombres que allí estaban; sólo eran unos pocos los que estaban sobre el monte Hacavitz. Allí les amaneció, allí quemaron el incienso y bailaron, dirigiendo la mirada hacia el Oriente, de donde habían venido. Allá estaban sus montañas y sus valles, allá de donde vinieron Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, así llamados. Pero fue aquí donde se multiplicaron, en la montaña, y ésta fue su ciudad; aquí estaban, además cuando aparecieron el sol, la luna y las estrellas, cuando amaneció y se alumbró la faz de la tierra y el mundo entero. Aquí también comenzaron su canto, que se llama Camucú; lo cantaron, pero sólo el dolor de sus corazones y sus entrañas expresaron en su canto. - ¡Ay de nosotros! En Tulán nos perdimos, nos separamos, y allá quedaron nuestros hermanos mayores y menores. ¡Ay, nosotros hemos visto el so!!, pero ¿dónde están ellos ahora que ya ha amanecido? -les decían a los sacerdotes y sacrificadores de los yaquis. Porque en verdad, el llamado Tohil es el mismo dios de los yaquis, cuyo nombre es Yolcuat-Quitzalcuat. Nos separamos allá en Tulán, en Zuiva, de allá salimos juntos y allí fue creada nuestra raza cuando vinimos, decían entre sí. Entonces se acordaron de sus hermanos mayores y de sus hermanos menores, los yaquis, a quienes les amaneció allá en el país que hoy se llama México. Había también una parte de la gente que se quedó allá en el Oriente, los llamados Tepeu Olimán, que se quedaron allí, dijeron. Gran aflicción sentían en sus corazones allá en el Hacavitz; lo mismo sentían los de Tamub y de Ilocab, que estaban igualmente allí en el bosque llamado Amac-Tan, donde les amaneció a los sacerdotes y sacrificadores de Tamub y a su dios, que era también Tohil, pues era uno mismo el nombre del dios de las tres ramas del pueblo quiché. Y también es el nombre del dios de los rabinaleros, pues hay poca diferencia con el nombre de Huntoh, que así se llama el dios de los rabinaleros; por eso dicen que quisieron igualar su lengua a la del Quiché. Ahora bien, la lengua de los cakchiqueles es diferente, porque era diferente el nombre de su dios cuando vinieron de allá de Tulán-Zuiva. Tzotzihá Chimalcán era el nombre de su dios, y hablan hoy una lengua diferente; y también de su dios tomaron su nombre las familias Ahpozotzil y Ahpoxá, así llamadas. También se cambió la lengua del dios, cuando les dieron su dios allá en Tulán, junto a la piedra; su lengua fue cambiada cuando vinieron de Tulán en la oscuridad. Y estando juntas les amaneció y les brilló su aurora a todas las tribus, estando reunidos los nombres de los dioses de cada una de las tribus. X Y ahora referiremos su estancia y su permanencia allá en la montaña, donde se hallaban juntos los cuatro llamados Ba1am-Quitzé, Ba1am-Acab, Mahucutah e Iqui-Ba1am. Lloraban sus corazones por Tohil, Avi1ix y Hacavitz a quienes habían dejado entre las parásitas y el musgo. He aquí cómo hicieron los sacrificios al pie del sitio donde pusieron a Tohil cuando llegaron a presencia de Tohil y de Aviliz. Iban a verlos y a sa1udarlos y darles gracias también por la llegada de la aurora. Ellos estaban en la espesura, entre las piedras, allá en el bosque. Y sólo por arte de magia hablaron cuando llegaron los sacerdotes y sacrificadores ante Tohil. No traían grandes presentes, sólo resina, restos de goma noh y pericón quemaron ante su dios. Y entonces habló Tohil; sólo por un prodigio les dio sus consejos a los sacerdotes y sacrificadores. Y ellos (los dioses) hablaron entonces y dijeron: - Verdaderamente aquí serán nuestras montañas y nuestros valles. Nosotros somos suyos; grandes serán nuestra gloria y nuestra descendencia por obra de todos los hombres. De ustedes son todas las tribus y nosotros, sus compañeros. Cuidad de su ciudad y nosotros les daremos su instrucción. No nos muestren ante las tribus cuando estemos enojados por las palabras de sus bocas y por su comportamiento. Tampoco dejen que caigamos en el lazo. Denos a nosotros en cambio los hijos de la hierba y los hijos del campo y también las hembras de los venados y las hembras de las aves. Vengan a darnos un poco de su sangre, tengan compasión de nosotros. Quédense con el pelo de los venados y guárdense de aquellos cuyas miradas nos han engañado. Así, pues, el venado (la piel) será nuestro símbolo que ustedes manifestarán ante las tribus. Cuando se les pregunte ¿dónde está Tohil?, presentarán el venado ante sus ojos. Tampoco se presenten ustedes mismos, pues tendrán otras cosas qué hacer. Grande será su condición; dominarán a todas las tribus; traerán su sangre y su sustancia ante nosotros, y los que vengan a abrazarnos, nuestros serán también -dijeron entonces Tohil, Avilix y Hacavitz. Apariencia de muchachos tenían, cuando los vieron al llegar a ofrendarles los presentes. Entonces comenzó la persecución de los hijos de las aves y los hijos de los venados, y el producto de la caza era recibido por los sacerdotes y sacrificadores. Y en cuanto encontraban a las aves y a los hijos de los venados, al punto iban a depositar la sangre de los venados y las aves en la boca de las piedras de Tohil y de Avilix. Y cuando la sangre había sido bebida por los dioses, al punto hablaba la piedra, cuando llegaban los sacerdotes y sacrificadores, cuando iban a llevarles sus ofrendas. Y de igual manera lo hacían delante de sus símbolos, quemando pericón y holom-ocox. Los símbolos de cada uno estaban allá donde habían sido colocados por ellos, en la cumbre de la montaña. Pero ellos (los sacerdotes) no vivían en sus casas durante el día, sino que andaban por los montes, y sólo se alimentaban de los hijos de los tábanos y de las avispas y de las abejas que buscaban; no tenían buena comida ni buena bebida. Y tampoco eran conocidos los caminos de sus casas, ni se sabía dónde habían quedado sus mujeres.Índice de Popol Vuh (Libro sagrado de los maya-quiché) de autor anónimo Segunda parte (Segundo archivo) Cuarta parte Biblioteca Virtual Antorcha