Índice de Revistas literarias de México (1821-1867), de Ignacio Manuel AltamiranoCAPÍTULO IV CAPÍTULO V - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

REVISTAS LITERARIAS DE MEXICO
(1821-1867)

Ignacio Manuel Altamirano

CAPÍTULO V

Primera parte

Veladas Literarias.
En casa de Ríva Palacio. En casa de Martínez de la Torre.



Las Veladas Literarias se han suspendido a causa del teatro y de otras circunstancias puramente de actualidad; pero no han muerto; ni podían morir, teniendo todos los elementos de vida propia que se necesitan para que una institución se establezca y prospere. El lujo, que nos hizo temer por ellas al principio, en nada les perjudicó, habiéndose convenido todos los hermanos en verlo con indiferencia. El lujo llegó a ser inofensivo.

Pero aunque suspensas tales reuniones literarias, el movimiento que en ellas se dió a los estudios, ha producido los resultados que se están viendo y que crecerán cada día.

En las seis últimas Veladas se clasificaron ya los géneros de poesía, y cada grupo se consagró al ramo que le era más agradable con preferencia a los demás. Nuevos jóvenes ingresaron en la reunión, y apenas hubo Velada en que no tuviese que mencionarse una alta, lp cual indica que nuestro objeto, que era el de estimular a la juventud, estaba logrado completamente. No pasaremos revista una por una a todas las reuniones que tuvieron lugar. Esto sería inútil, y tendríamos que repetir a cada paso la descripción de los salones, de las luces, de los pasteles y de los vinos, cosa que ninguna utilidad trae a los lectores, y en que nuestra pluma no encuentra grata ocupación.

Sólo dejaremos consignado, que los señores Riva Palacio y Martínez de la Torre estuvieron espléndidos y fastuosos a] recibir a los literatos en sus casas magníficas de la calle de Donceles y de la Palma, y que en esas dos noches se hicieron conocer los jóvenes don Martín Fernández de Jáuregui con un romance de costumbres intitulado El coleadero, don Gonzalo Esteva con una poesía ligera y graciosa, cuyo título es Tú y yo, y don Esteban González con su hermosa introducción a su leyenda de Granada, que tan aplaudida fue.

La primera de estas composiciones está publicada ya en El Semanario, y ponemos en seguida las otras dos. Además, el joven doctor Peón leyó también por primera vez una bella poesía, que no tenemos en nuestro poder, el doctor Frías y Soto su canto La caridad, y el joven estudiante don Roberto Esteva sus octavas Ensueños y realidades.

De los antiguos, Alfredo Chavero recitó La limosna de los ricos, composición cuyo carácter agradó mucho.

Manuel Sánchez Facio su bellísimo soneto María, José Rivera y Río su invectiva Corazones blindados y su delirio Dolor supremo.

Joaquín Tellez su precioso y original soneto A Clara, que ha merecido los honores de ser repetido tres veces.

José María Ramírez su delirio filosófico Pensamientos y doblones.

Y Justo Sierra su linda canción Playera.

Riva Palacio recitó varios pequeños romances populares que él cultiva con el objeto de imitar el estilo de los romances moriscos, que por su soltura y sencillez, son fáciles de aprender al pueblo a quien los consagra.

Peredo leyó su Consorcio imposible, que ya se publicó en un cuaderno de las Veladas y que mereció, como el soneto de Téllez, los honores de ser recitado varias veces en diferentes noches.

Mateos su precioso juguete Su imagen, mi sombra, y yo, que también fue repetido.

Julián Montiel sus quintillas A Josefina, inspiradas por la amistad y la ternura.

Y Guillermo Prieto, haciendo sonar su lira pindárica, nos recitó Eter y ensueños, y Flores marchitas.

Ponemos en seguida todas estas composiciones por su orden:

TU Y YO

La luz eres que colora
Sobre el firmamento el alba;
Yo el ave soy pasajera
Que canta por la mañana.

Eres la hechicera rosa
Que en los pensiles se alza;
Yo el aura soy peregrina
Que la acaricia y que pasa.

Arroyo eres tú que corre
En lecho de verde grama;
Yo el vientecillo que riza
En mil espumas el agua.

Eres melodiosa nota
Que se desprende del arpa;
Yo el eco que la recoge
Para armonizar las auras.

La ilusión eres que finge
De los poetas el alma;
Yo soy el alma que encierra
Esa ilusión adorada.

Eres ángel que del cielo
Para consolarnos baja;
Yo el poeta que te adora
Y tus perfecciones canta.

GONZALO A. ESTEVA.


GRANADA
(Introducción a la leyenda árabe El torrente del suspiro, o la tumba de la Nazarena.)

Dedicada a mi excelente amigo
el joven poeta español don
Enrique de Olavarria y Ferrari.

Venid, seguidme a la gigante cumbre
Del suspiro del Moro, Tras la que el sol, muriendo en occidente,
Con medias tintas de carmín y de oro
Reflejos lanza de su roja lumbre,
Atomos de la luz omnipotente!
Venid ... ¿Miráis al frente
Una oriental ciudad? ... ¡Vedla, es Granada!
La mansión de la paz y la alegría,
Del andaluz la joya más valiosa,
Entre rudos peñascos engarzada,
Festiva y bulliciosa
Cuando alumbra la luz del claro día;
En lánguido sopor y más hermosa
En el misterio de la noche umbría!
¡Vedla, cuán voluptuosa!
Sus encantos revela,
Cuando la luna, del espacio diosa,
Cubierta con blanquísimos cendales
Que las nubes le forman, triste vela
Por los pobres mortales,
E inunda de misterio y poesía,
Mandando melancólicos raudales
De blanca y transparente argentería
A esa preciosa perla
Tirada en el Edén de Andalucía! ...
Venid, venid a verla:
Aquí mejor ambiente se respira ...
Ved su vega feraz y dilatada
Y su sierra gigántica de Elvira! ...
¡Ved descollar allá Sierra Nevada
Escalando la atmósfera serena
Con su diadema de eternales nieves! ...
Mirad Sierra Morena
De tradiciones y de encantos llena,
Con sus sitios selváticos bravíos
Por do pasan formando mil cascadas
Las abundosas aguas de los ríos,
Yendo a regar la alfombra de colores
Que le forman las flores
A las tendidas fértiles praderas,
Donde se miran bosques de avellanos,
Nopales y manzanos Y sonoras gigantes datileras! ...
Mirad surgir los leves,
Majestuosos, erguidos alminares,
Acueductos, mezquitas y palacios
Que de los sobrios hijos de la Arabia
A reemplazar vinieron los aduares!
Mirad la Alhambra en la colina roja,
Esa obra de los genios sin segundo,
Y el Albaicín en la que está frontera! ...
Ved el Generalife,
Ese jardín florífero y fecundo,
Sin rival en el mundo,
Do del deleite la mansión impera,
Con escondidas solitarias grutas,
Y artificiales fuentes
Que entre las juncias y la hiedra filtran
Sus aguas transparentes,
Regando los risueños bosquecillos
De cedros, de granados y jazmines,
Y blancos olmos de ovaladas frondas
Donde anidan los tiernos colorines!
Regadas por do quiera
Por las azules ondas,
Veréis en él innúmeras las flores
Exhalando al ambiente sus olores:
Las lilas, los silvestres jaramagos,
El tulipán de mágicos colores,
La rosa reina, el lirio de los lagos
De matiz tan vistoso y tan distinto,
La diminuta y pálida mosqueta,
La tímida violeta,
La blanca adelfa y el azul jacinto! ...
Miraréis el Ciprés de la Sultana
Bajo el cual gozó tanto,
Y, a impulso de su amor casto y profundo,
Adivinó en el mundo
Un nunca conocido dulce encanto,
Y, donde presa de la cruda suerte,
Zaraida la infeliz derramó llanto
De Aben Hamet por la temprana muerte! ...
Por allí discurriendo a la memoria
Os traerán esa doliente historia,
Con elocuencia, las sencillas aves
Que en trinos candenciosos y süaves
Querellan en el bosque sus amores,
Al despuntar la luz de la mañana
Y al ocultar el sol sus resplandores!
Y miraréis pequeñas
Cascadas bullidoras,
Y fuera, en la llanura,
Las aguas de los ríos serpenteando,
Las solitarias palmas cimbradoras
Sus luengas cabelleras agitando,
Extensas sementeras, tamarindos,
Naranjos, limoneros, y a millares
Entre cármenes lindos,
Inmensos y floridos olivares;
¡Y tras las cumbres de encrespados montes
Dilatados y azules horizontes! ...
¡Y cuanto Dios en su bondad la diera
A esa joya magnífica y preciada
Para que asombro de las gentes fuera
Aun más allá de los rugientes mares! ...
¡Salve, bella Granada!
Sultana del pensil de los amores,
Indolente y lasciva, reclinada
Sobre tu lecho de pintadas flores!
¡Salve! Yo te saludo, sacro templo
Del saber y la gloria!
Yo adoro tu belleza peregrina,
Y absorto te contemplo,
Porque eres fiel trasunto
De la mansión de Hiram que se destina
Al que obró el bien en el mezquino suelo;
Porque eres un jirón del alto cielo
Desprendido por Dios, para mostrarnos
Su majestad Divina! ...
¡Salve! Salve mil veces ¡oh Granada!
Yo, pobre vate errante,
Vagabundo cantor de la belleza,
Nacido en otro edén de ti distante,
Edén que rivaliza
Contigo en la hermosura y la riqueza,
Si a la indiana deidad le canto amores
Porque ella con amor meció mi cuna,
Admiro como debo
De la bella extranjera los primores,
Y aquí en mi corazón su imagen llevo!
Edén perdido del errante moro,
Recibe mis loores;
Porque fuiste infeliz también te adoro ...
¡Cuánto, cuánto deploro
Tus pasados terribles sinsabores! ...
¿Qué fue de tu grandeza?
¿Qué de tu poderío?
Sólo te queda tu florido manto
Que ha regado el rocío de tu llanto,
Como hoy le riega el abundante mío.

...

Quiera el cielo y feliz siempre te veas;
Quiera el cielo no seas
La presa del horrible despotismo,
Como mi pobre patria,
Ni vierta su mortífero veneno
El inmundo reptil del fanatismo
Cebándose en la sangre de tu seno! ...
Yo a ti dirijo de entusiasmo lleno
Mi atónita mirada,
Sin acertar a describir tu encanto! ...
¡Salve, bella Granada!
Tu magia sin igual, tu hechizo es tanto,
Tan sincera tu fe, tal tu grandeza,
Que queriendo elevar gigante canto
Me ciega el resplandor de tu belleza ...
A mi pesar se dobla mi rodilla ...
Reverente descubro mi cabeza ...
Por el asombro te contemplo mudo ...
Por ti olvido mi cántiga sencilla,
Y guardando silencio te saludo!

Granada, 22 de mayo de 1864.
ESTEBAN GONZÁLEZ VERÁSTEGUI.


LA LIMOSNA DE LOS RICOS
(Fragmento)

En la puerta del templo moribunda,
Como un recuerdo ya de una existencia,
Como una rosa sin color ni esencia,
Como un gemido entre la ropa inmunda
De un mendigo hecho carne, así vivía,
Angel ayer, hoy lodazal María.

Bella era aún su frente acariciada
Por el beso de miel de la pureza;
Y su traje haraposo
Dejaba ver un cuerpo con el hambre
Pálido y demacrado:
Por el vicio jamás, nunca manchado.

Era un rayo de sol que no se ensucia
Por irse a reclinar en medio al fango.
Entre aquella caterva de mendigos,
Era una gota dulce, desprendida
De pasajera nube en el océano,
Con mil gotas salobres confundida.

Y miraba a su lado la miseria,
Como a la luna cándida paloma,
Que gime de la playa en los bejucos,
Un caimán ve a sus pies, que pardo asoma
Del estero en el agua reposada,
Sin que pueda manchar su ala nevada.

Los ricos se acercaban a la puerta
De blanco mármol del lujoso templo,
Sin ver a la mendiga medio muerta,
Que una limosna sin cesar pedía;
La multitud pasaba y no la oía.

Era una catarata desbordada
De gasas, de perfumes, de diamantes;
Ricas sedas, lujosa pedrería;
Risa en los labios, ojos deslumbrantes.
Nubes de blanco raso conduciendo
Tempestades de dicha, las mujeres
Derramaban torrentes de placeres;
Y al mirarlas, el alma se exhalaba
Para ir en sus pupilas a quemarse,
Como la mirra que en el templo ardía.
Lloraba de hambre la infeliz María.

Y era lujoso el templo: columnatas
De jaspes y de mármoles pulidos,
Chapiteles dorados sostenidos
Por ángeles de bronce, escalinatas
Con balaustradas sustentando cirios
Que en anchurosas naves derramaban
Una luz calurosa y embriagante,
Tapices que los suelos ocultaban,
Blandos como las nubes,
Y en ellos las mujeres que cruzaban
Como en el firmamento los querubes.

Y a dos pasos de allí, triste haraposo
De hambre, el ángel doliente de María,
Como una espiga rota se mecía.
La limosna reunida entre los ricos
Sostenía los gastos de ese templo:
Fieles de caridad sublime ejemplo!

Y era la caridad la que pasaba
Cuando a la puerta pan le demandaba
La mísera María y era la caridad la que no oía!

En medio de las nubes del incienso,
En medio de las olas de armonía
Que la orquesta y los órganos lanzaban,
Traspasando el ambiente de ambrosía
Que de sus labios rojos exhalaban
Como lúbricas flores las mujeres,
Cual una queja, sin cesar se oía:
Una limosna, que con voz doliente
En vano en su hambre demandó María.

Después nada se oyó: como marea
El llanto de su seno se elevaba
A su garganta, y su pedir ahogaba.
Entre tanto, en el templo arrodillados
Su caridad los ricos contemplaban;
Mas no aceptó el Señor sus oraciones,
Ni la rica limosna que le daban,
Negándole al que de hambre se moría;
Y al mirar a María,
En el cielo los ángeles lloraban.

ALFREDO CHAVERO.


A MARIA

Al pisar el umbral de las edades
Con tu frente de cándidos jazmines,
Cantaron de placer los querubines
Y acallaron su voz las tempestades.

Por reina te aclamaron las beldades
Que brillaban con gloria en los jardines,
Pues no vieron alzarse en sus confines
Quien lanzara mayores claridades.

De amores nido y de virtudes fuente.
Tu pecho guarda sin igual fortuna;
Por eso al ver tu imagen en mi mente.

Impresa para siempre cual ninguna,
Envidio al sol que acarició tu frente,
Bendigo al sol que iluminó tu cuna.

MANUEL SÁNCHEZ FACIO


DOLOR SUPREMO
(Delirio de una noche)

Dicen que Dios entregó el mundo
al demonio para que éste
no se muriese de fastidio.
SERMÓN ANTIGUO.

I'll speak to it, thought hell
itself should gape
And bid me hold my peace.
SHAKESPEARE.

I

Llenad las copas y apurad la esencia
Del hirviente licor que se derrama
Llenando de contento la existencia
De aquel que vive, que disfruta y ama
Velado por sublime Providencia.

Llenad las copas y vivid gozando:
Si falta os hace mi olvidada lira,
Heme aquí los placeres deificando;
Y al celebrar del mundo la mentira,
A la par de vosotros delirando.

Todo acabó: mujeres virtuosas
Que me hicieron soñar con su cariño,
Ninfas aéreas, pero muertas rosas,
Burlaron mis escrúpulos de niño
Y huyeron cual doradas mariposas!

Lúbricas, halagüeñas, palpitantes
O místicas llorando ante las aras,
Siempre amorosas y jamás constantes,
La tenue luz de las estrellas claras
Los besos contempló de sus amantes! ...

De la amistad las dichas se perdieron,
El goce de la gloria es un delirio;
Como antorchas nupciales se extinguieron
Para ocultar la noche del martirio
Todas las luces que en mi fe vivieron!

Del piano la dulcísima armonía
Sin piedad lacerando mis entrañas,
Me sumerge en letal melancolía,
Como el rayo al rugir en las montañas
En mi infantil pavor me estremecía.

¡Oh tiempos que pasaron! ... ¡oh memoria
Que preñando de lágrimas mis ojos
Alumbras los detalles de mi historia! ...
Te ruego por piedad, puesto de hinojos
Borres la huella de mi inútil gloria.

Descansa ya, memoria peregrina,
Aquí, en el arrecife de tu anhelo,
Sin contemplar la estrella vespertina.
Ni una mirada ya para ese cielo
Que abandona ... que hiere ... que asesina.

Barca que contrariaron las tormentas
Abriéndola los roncos aquilones,
Si hasta el océano vas, dime, ¿ qué intentas? ...
Perecerás tal vez en sus regiones
Juguete de las olas turbulentas!

...

II

Mentira todo fue: vivo gozando,
Ciego cruzo los mares del destino
Y nuevas copas sin cesar chocando
A mi cerebro llevarán el vino
Las funerarias sombras disipando! ...

Siga el contento: proseguid la orgía,
Amores ... amistad ... palabras vanas!
Si la existencia dura sólo un día,
Venid, sombras, venid: llegad ufanas
A gozar de esta mágica alegría!

Ya no hay debilidad en este pecho,
Bebed si os hacen gracia los desdenes ...
Porque el dolor a mí me hace provecho.
Coronadas de pámpano mis sienes
Más que el amor, me inspirará el despecho.

¡Otra vez esa música! ... Dios mío,
¿En mundo tan monótono es posible
Que pueda divertir su negro hastío
El genio del averno aborrecible? ...
Ya es tiempo que perdones su extravío.

Al mártir del averno sus cadenas
Destroza de una vez ... mejor la nada
Que ese enjambre fatal de tantas penas
Cual sufre nuestra prole desdichada,
Pasto sin fin de encarnizadas hienas!

La luz del Paraíso fue luz pura,
La vida en el Edén llena de encanto;
Pero Dios al formar la humana hechura,
En un decreto que firmó con llanto
La puso en posesión de la locura.

Y raquítica, débil, impotente,
Por hórridas pasiones destrozada,
Se dejó corromper de la serpiente,
Y el mundo entonces recorrió manchada
En busca del arcángel impudente.

Dios entre tanto se olvidó del mundo
Que el ludibrio formó de los precitos,
Y fijóse en otro ángel rubicundo,
El mejor de sus bellos favoritos
Que después de Luzbel, era el segundo.

Y en su región de pena y desconsuelo
La tierra a Satanás quedó entregada;
Y si ángeles de luz hay en el cielo,
Hay en la pobre tierra abandonada
Monstruos que esparcen el terror y el duelo.

Algo quedó de amor tras negra ira
En quien es todo paz, misericordia,
Y si el Señor a Satanás retira
Del cielo do sembrara la discordia,
Le dió otro imperio desde el cual conspira.

Porque ese arcángel que rebelde, irjusto,
Meditó silencioso el parricidio,
Lejos de tanto bien, con ceño adusto
Dicta el incesto, el robo, el homicidio,
En ofensa no más del Dios augusto.

Y esta tierra infeliz su patrimonio,
Por aluvión se agregará al infierno,
Y toda la mujer en matrimonio
Ha de pasar a su dominio eterno,
Y los hombres a eunucos del demonio.

Toda la eternidad de excelsa gloria
De que el ángel maldito gozó un día,
Recuerda Dios, y su imborrable historia
Lo libró del no ser; si Adán sufría,
Es porque tiene Dios buena memoria.

III

Mas en nombre también de tu justicia
Dinos esta verdad, Dios providente:
¿Por causar del precito la delicia,
Nos hizo tu bondad feudo inocente
E histriones de esa corte impenitente? ...

En la duda cruel que nos devora,
En el caos tenebroso del tormento,
Esta prole infeliz que tanto llora,
¿Irá a dar a las furias alimento
Al extinguirse su vital aliento?

¿Tan poco vale la familia humana,
Que la muerte o el llanto es su destino? ...
Qué especie de poder así se afana
En mostrarme ese cielo cristalino,
Si acaba cuanto soy un torbellino?

IV

Más que del porvenir la inmensa idea
Vaga ceniza la memoria alumbra ...
¡Qué siniestro fulgor! ¡qué horrible tea! ...
¡Del último arrebol vaga penumbra!
- ¡Es el pasado que vivir desea!

¡Oh! ¡dime para qué recuerdo triste!
Como el graznar del tétrico vampiro,
¿Por qué al anochecer siempre estuviste
Pidiéndome un recóndito suspiro
Para un nublado sol, que ya no existe?

V

Por ti dudé de la clemencia santa
Que debe haber en Dios ... por ti mi pecho
Un acento fatídico levanta
Al revolcarme en el doliente lecho
Rebelde a otros cantares mi garganta.

VI

Odio y rencor el corazón respira,
Estoy solo en el mundo; fuí vendido,
Y en mis manos pusieron una lira
Con que a mi torpe dueño he divertido
Arrojando la hiel de noble ira.

Mas cuando vi a esa turba indiferente,
Desnuda y palpitante y festejosa
Solazando al monarca displicente,
Su servidumbre al olvidar tediosa
Quise también gozar como demente.

Llegó mi saturnal ... ya vino el día
En que puedo reír ... ¡tengo derecho
De entregarme locuaz a torpe orgía!
-Si nunca la verdad habló el despecho,
Nunca hizo ningún bien la hipocresía.

Llenad! las copas ... que la alegre fiesta
Me inspirará contentos y placeres;
¡Arriba, locos! la ruidosa orquesta
Los sentidos anima a las mujeres,
Y ya el honor la juventud detesta.

Nada se pierde ya: bastante llanto
Hemos vertido en la existencia triste;
¡Fantasmas de dolor! ¡Sombras de espanto!
Si os aleja la hiel de alegre chiste,
¿No veis la intensidad de mi quebranto?

Llenad las copas, espumoso el vino
Semeja un lago bullidor, inquieto
Que no refleja un éter cristalino;
Estamos de la vida en el secreto,
Y reír y gozar manda el destino.

Llenad las copas y vivid gozando;
Si falta os hace mi olvidada lira,
Heme aquí los placeres deificando
Y al celebrar del mundo la mentira
¡A la par de vosotros delirando!

VII

¡No existe la razón; vana quimera!
Mientras rodamos al no ser ... cantemos
Con una voz amarga y plañidera;
¡Y al proscribir sus códigos supremos,
En un vaso de ron la guardaremos.

Si enemiga del bien turbó la orgía
Evocando recuerdos y dolores,
Bien merece esa tumba: ¡en su agonía
Encontrará por místicos clamores
El delirio febril de los amores!

¡Osculos y caricias, zambra y fiesta,
Algazara y ruido y movimiento,
Compás discorde de profusa orquesta,
Y en acceso de amor, calenturiento
Ahogado en alcohol todo tormento!

1867
J. RIVERA y RÍO.


CORAZONES BLINDADOS

Ya está contenta la orgullosa raza
Que proscribe el amor y el sentimiento;
Su corazón envuelve una coraza,
Y dice: tregua al mal, plaza al contento.

¡Era de las pasiones y las glorias!
Siglo caballeresco de proezas!
No nos dejes saber de tus historias
Lances de honor, ni fastos de ternezas.

Sepulta tu pasado en hondo abismo
Y déjanos vivir sin ilusiones;
Sobra con deificar el egoísmo
Blindando nuestros yertos corazones!

¿Qué es el amor? El goce de un instante;
Preguntadlo al mormón y al sibarita,
Y no busquéis al trovador errante
Que endechas canta y de pasión se agita.

Ese tipo es grotesco aunque divierta:
La voz de su sentida serenata
No le abrirá de la beldad la puerta,
Aunque se queje de la lluvia ingrata!

Es triste la verdad; pero es un hecho
Que ya al segundo amor la joven linda
Coraza tiene sobre el tierno pecho;
Cual un soldado sus fortines blinda.

Flores, cantos de amor, suspiros, llanto,
Proyectiles del alma enamorada!
Nada podéis con vuestro puro encanto,
Porque la ciencia está ... muy avanzada.

Bajo la blonda del aéreo traje,
Bajo la seda del turgente seno,
La precaución estableció el blindaje
Que desafía de la nube el trueno.

También la cota del guerrero ciñen
El adonis gentil y el calavera,
Y muchas veces las vestales riñen
Con armas que embotó la suerte fiera.

Niñas he visto de pasión dementes
Luchando con denuedo y bizarría
Rompiendo sus escudos refulgentes,
Agotando su pólvora en un día.

¡Cuánta imprudencia! El corazón blindado
Opuso a la ternura su indolencia,
Y la niña infeliz tras el pecado
Con lágrimas sufrió la penitencia.

Por eso veis que la amorosa tropa
Otra táctica sigue y otra ruta
En México lo mismo que en Europa,
Que el mundo no ha de ser siempre recluta.

Se trata de un pendón, de un vellocino
Como allá en Troya, en las amantes lides,
Pues ya que se exploró bien el camino,
Quien menos quiere ser, será un Alcides.

Fuerza ostentando y sin igual pujanza
Niños y niñas sostendrán la justa;
¡Siglo de ilustración y bienandanza!
Deja atrás la ilusión como vetusta.

¡Guerra al amor! La fe cosmopolita
Vague do quiera como errante hebreo,
Y ni en templo cristiano ni en mezquita
Se presente su mágico trofeo.

¡Guerra al amor! El cálculo presente
Un corazón.hotel de Mesalina,
Y estúpido juglar siempre riente
Muestre también un corazón-cantina.

¡Guerra al amor! ¡Debilidad del alma!
Sucédanle las cifras, los problemas,
Sediciones de estrados; pero en calma,
Siempre con numismáticos emblemas.

Cuestiones de almacenes y de bancos,
Listas de propiedades y de precios:
Al comprar y vender seremos francos,
Que Artemisa y Mausoleo fueron necios:

Al salto de Leucade alguna escena
Sucederá más digna de esta gente;
Robemos sólo una robusta Helena
Si se ha de enriquecer el pretendiente.

Haya grillos de amor si son de oro
Que los sepa avaluar sabio el judío;
No es tiempo de decir perlas de lloro
Ni linfas de diamante las del río.

¿Quién entiende ese idioma? -los orates.
¿Quién habla de pasiones? -las ilusas.
En el mercado los dolientes vates
Sólo pintadas hallarán las musas.

No más ensueños de ilusión y gloria,
No más fiebre de amor; que el mundo entero
En vez de lauros de inmortal memoria,
Busca afanoso y sin cesar dinero.

¿Armas queréis que el corazón blindado
Os pueda cónquistar en un segundo?
Pues llevad a las plazas y al mercado
El talismán con que se vence al mundo.

Enero de 1868.
J. RIVERA Y RÍO.


A CLARA
Soneto

Dedicado a mi amigo
Ignacio M. Altamirano

Hermosa es una palma en el desierto
Meciéndose en vaivén dulce, süave;
Y en medio de los mares una nave
Es más hermosa que en seguro puerto.

Cuando las flores del pensil han muerto,
Y ya no canta en la enramada el ave,
¡Cuánto mitiga nuestra pena grave
La única rosa que se ve en el huerto!

Si en el cielo otro Febo rubicundo
A la tierra benéfico alumbrara,
No fuera el sol la admiración del mundo.

Por eso el ojo de la bella Clara
Húmedo, solitario, sin segundo,
Es la gracia esplendente de su cara.

JOAQUÍN TÉLLEZ.


PENSAMIENTOS Y DOBLONES
Delirio filosófico

¡Cosa extraña! La primera condición que hoy exige para su progreso la humanidad, es ser inhumana.

Lo demás es teoría.

Hombres y cifras son hoy una sola, única y misma cosa: valores. Partiendo de este principio, el más allá no pasa de utopía.

Dice la Biblia que Dios crió el mundo, y el cielo, y los árboles, y las plantas, y las flores. Nada se dice en las santas páginas de alguna emisión de billetes de banco. En aquel tiempo Jehová se llamaba Criador; hoy la creación es una aritmética, y el Padre nuestro debe presentarse a Su Divina Majestad en papel sellado de a cincuenta centavos.

Gran margen a la izquierda, tramitación complicada. Nada de absurdo al suponer que la divina mano de la Providencia acuerde al Padre nuestro un Pase a Matías Romero para sus efectos, conforme lo permitan las circunstancias del erario.

No os engañáis: la contemplación y el asceticismo son algo distinto de lo que parece. Las almas contemplativas y los astrónomos ven hacia las entrañas del cielo, como los mineros hacia las entrañas de la tierra.

Las primeras buscan acaso el cuño y el cordón de los astros. Los segundos buscan en las minas los astros del cielo de la felicidad: el dinero.

El sol será de dieciocho quilates, está bueno; pero es el más negro sarcasmo para aquellos de quienes el buen Ripalda dice: Bienaventurados los que han hambre, porque ellos serán hartos ...

¡Oh! ¡Son tantos!

Por eso hay hombres que se aturden: pretendiendo liquidado todo, porque todo lo analiza y lo liquida el desgraciado, como un tesorero general de la nación, dicen: Pensemos; y no pudiendo llevar joyas en los dedos, las llevan en la cabeza. El cognac y el absyntho, el kirsch y el rhum de Jamaica, son riquezas disueltas que suben a la cabeza, son joyas líquidas, son topacios, brillantes y rubíes y esmeraldas que disuelve el pensador, el ilusionista, el teórico, por decirlo así, al calor de sus deseos, y así enriquece su imaginación.

¡Liquidar!

Inventad otra palabra o no castiguéis la embriaguez.

Es la riqueza, es la felicidad del hombre de imaginación.

El frío especulador social aglomera tesoros en sus cofres. Muy bien. El que vive de fuego, hace de su cabeza un cofre de riquezas y tesoros convencionales.

¿A qué impedirlo?

La imaginación es un armario como cualquiera otro, en donde suelen colocarse joyas raras. Pero esto se hace por regla general, después de la susodicha liquidación.

A cada fin de mes se nos figura que salen a brillar todas las estrellas del cielo, como en la tesorería se vierten todas las talegas. La Providencia está bien, no lo dudéis. Sus millones de astros no pueden ser un sarcasmo. ¡Sean, pues, una esperanza!

Los ángeles guardianes son un mito, una sombra, o cuando más un recuerdo. Hoy deben estar sustituídos por ángeles tesoreros, por espíritus puros buenamente pagadores! ...

Y ¡no queréis creerlo! Hay algo en el sol de adjudicatario antiguo. El sol es rico, está en buena posición, inabordable; no puede ni aun vérsele ... Hay algo en el sol de jefe del divino gabinete; no le llaméis el rey del día; llamadle simplemente secretario de Estado y del despacho de la divina hacienda.

Olvida ¡oh Petrarca! tus soneti. La poesía es el amor, y el amor es un contrato jurídico-innominado. La ternura es el contrato de do ut des.

Ascetas, seres contemplativos, pensadores profundos de todos los tiempos, entidades atónitas de todas las épocas, mineros del vacío, buscadores de oro del espacio, comprendedlo al fin: el Padre nuestro es una instancia oficial de todas las edades; el cielo es un placer de oro, un criadero de diamantes.

Hay metal allá arriba. El destino suele lanzarnos indirectas desde las profundidades del hemisferio ... hay algo de no sé qué limosna o pobreza en la caída de un aerolito.

- ¿Me amas, amor mío?

- ¡Te adoro! ¿Me amas tú?

- ¡Más que a mi vida! Te lo probaré aun a precio de mi existencia.

Y la beldad piensa: Deberías probarme tu amor en los Precios de Francia.

Guarda la belleza, ¡ oh Psiquis! ¿Qué haces? ¡Vas a envenenar al mundo con todo ese inmenso depósito de encantos! Cubre la caja fatal; conserva la virtud ...

- Aquí está la belleza, aquí está el honor, aquí está la virtud ... ¡Todo tuyo! ¡Pero la tapa será de oro! ...

¡Amigos! Yo creo cuanto he dicho ... os lo juro llevando la mano a la región precordial ... ¡Palabra de honor ... sobre ella descansa el bolsillo de mi chaleco!

México, febrero 9 de 1868.
JOSÉ MARÍA RAMÍREZ.


PLAYERA

Baje a la playa la dulce niña,
Perlas hermosas le buscaré,
Deje que el agua durmiendo ciña
Con sus cristales su blanco pie ...

Venga la niña risueña y pura,
El mar su encanto reflejará,
Y mientras llega la noche oscura,
Cosas de amores le contará.

Cuando en Levante despunte el día,
Verá las nubes de blanco tul,
Como los cisnes de la bahía,
Rizar serenos el cielo azul.

Enlazaremos a las palmeras
La suave hamaca, y en su vaivén
Las horas tristes irán ligeras
Y sueños de oro vendrán también.

Y si la luna sobre las olas
Tiende de plata bello cendal,
Oirá la niña mis barcarolas
Al son del remo que hiende el mar.

Mientras la noche prende en sus velos
Broches de perlas y de rubí,
Y exhalaciones cruzan los cielos
¡Lágrimas de oro sobre el zafir!

El mar velado con tenue bruma,
Te dará su hálito arrullador,
Que bien merece besos de espuma
La concha nácar, nido de amor.

Ya la marea, niña, comienza;
Ven, que ya sopla tibio el terral;
Ven y careyes tendrá tu trenza,
Y tu alto cuello rojo coral.

La dulce niña bajó temblando,
Bañó en el agua su blanco pie;
Después, cuando ella se fue llorando,
Dentro las olas perlas hallé.

Enero 1868.
JUSTO SIERRA.


A MI SIMPÁTICA AMIGA JOSEFINA BROS DE RIVA PALACIO

Josefina, yo no sé
Si a pesar de mi quebranto
Y mi desdicha sabré
Inspirarte con mi canto
Amor, esperanza y fe.

Amor, y no para mi
Que sin ventura nací:
Sino amor eterno, fijo,
Para tu esposo y tu hijo
Que deben mirarse en ti.

Amor puro, verdadero
Y como tuyo hechicero:
Con el que sólo se alcanza
Una vida de esperanza
Que yo ni tengo, ni espero.

Amor inmenso, profundo,
En la tierra sin segundo:
Sin más tendencia o anhelo,
Que levantarse hasta el cielo
Con lo que se ama en el mundo.

¡Tiemblas de dulce emoción
Concentrando tu pasión!
¡Ve a tu hijo! ¡Ve a tu esposo!
Con uno y otro orgulloso
Debe estar tu corazón.

Si es el primero inocente,
El segundo es un valiente
A quien honra y prez le dan:
En una y en otra frenteBien tus caricias están.

¡Qué mejor que la inocencia,
Que a la santa independencia
Consagrarse con valor! ...
Guarde, pues, la Omnipotencia
Para uno y otro tu amor.

Linda corona de flores
Para el que es de tus amores
Dulce fruto. Para aquel
Que luchando está entre horrores,
La corona de laurel.

Tal es mi canto.
No sé, Josefina, si sabré
Con él causarte impresión,
Y llenar tu corazón
De amor, esperanza y fe.

¡La esperanza! Es luz divina
Que nuestra mente ilumina,
Que nos lleva siempre en pos;
Es la estrella matutina
Que en la vida nos da Dios.

Estrella de la mañana
Que se presenta galana,
Que nos hace sonreir;
Luz hermosa, luz hermana
De la fe en el porvenir.

Espera, pues, y confía,
Y ten, Josefina, fe,
Que ésta es el bien, la alegria
Que Dios desde el cielo envía
Cuando nuestras dudas ve.

Es la ventura, la calma,
La dulce resignación;
Es del martirio la palma;
Es, en fin, la paz del alma
Y la paz del corazón.

México, marzo 20 de 1866.
JULIÁN MONTIEL.


ETER Y ENSUEÑOS

¿Por qué raudos pasáis por el ambiente,
Frescos perfumes de jazmín y rosas,
A verter en las sombras de mi mente
La esencia de memorias deliciosas?
¿A qué el cristal de la risueña fuente
Despeñarse en cañadas pedregosas,
Dejando sus campiñas y sus flores
Por la triste aridez de mis dolores?

Dejad que duerma el corazón herido
Que en otro tiempo hercúleo palpitaba
Si el rayo con terrífico estampido
Al bramar del torrente acompañaba;
O de embriaguez feliz, tierno, vencido,
A impresión voluptuosa se entregaba,
Como la dócil rama a la corriente
Que dulce emana de la clara fuente.

Yo te contemplo ensueño luminoso
De mi existencia sobre el negro muro,
Como lucero blanco y amoroso
Que tiembla al borde de horizonte oscuro:
Yo te siento como ángel misterioso
Alegre atravesando el éter puro,
Dejando en la indecisa lontananza
Una vía láctea de esperanza.

Y así elevado a la región vacía,
Sin miseria, sin dolo, sin tristeza,
En ondas de oro duplicando el día,
Al mover orgulloso la cabeza,
Empapada en el éter la alma mía,
De Dios y de su cielo en la grandeza,
Por tapiz los volcanes y los montes,
Por templo los tendidos horizontes;

Sobre abismos de luz entre esos mundos,
Que sembró atravesando el firmamento
El Ser Eterno, cánticos yocundos
Mi voz tronando lanzará en el viento:
Lejos, lejos de mí, sueños inmundos,
Carne y escoria y hiel del pensamiento:
Dios su luz extendió sobre mi lira,
Y Dios su labio sonoroso inspira.

Alzate, álzate libre, acento mío,
Cual aurora en los negros nubarrones
Que apena aletargado el polo frío,
Como ostenta grandeza y perfecciones
Dentro del cauce de revuelto río
Ahuehuete gigante, pabellones
Formando exuberante a la corriente,
Que su tronco al bañar cruza rugiente.

¿Quién pensar en las míseras querellas,
Allí do el infinito se levanta,
Allí donde el fulgor de las estrellas
Es un himno visible que a Dios canta,
Y que sus obras a la par con ellas,
Sublimes y felices a su planta,
Hossana claman en divino coro,
Y el éter vuelve el cántico sonoro?

Cuando me alzas así, Dios Soberano,
Hay algo dentro mí que flota y brilla,
Como barca que asida de la orilla
El vaivén siente del inmenso océano
Y el fósforo produce: la barquilla
Es, Eterno Hacedor, mi sér humano
Que tiembla a tu presencia, y mis cantares
El fósforo brillante de tus mares.

Monstruo de vida y luz, espacio inmenso
Que llevas en tu mano al sol ardiente
Como una maga en subterráneo intenso
La llama de una antorcha reluciente;
Que levantas las nubes como incienso
Cuando pretendes ocultar tu frente,
En tu seno recibe el canto mío
Que con la esencia de mi ser te envío.

¡Oh divina región! ¡Oh excelsa altura!
¡Cuál se sublima lejos de la tierra
La religión, la patria, la hermosura,
Cuanto de grande el corazón encierra,
Cuanto nuestra alma' sin su esencia pura
De su Paráiso mísera destierra;
Y torna ciega en venenoso fruto
Y en un filtro letal de vicio y luto!

Allí la religión, hija del cielo,
Ave que alegra el paso del mendigo,
Madre que torna en mimo y en consuelo
Las penas y el humano desabrigo;
Palma en la arena de abrasado suelo,
En los mares del mundo faro amigo,
Destello del Señor grande fulgura,
Del fanatismo sin la liga impura.

Allí excelso el Señor de las naciones
Hace crujir el alma a los tiranos,
Y hiel torna en sus viles corazones
La sangre que destila de sus manos;
Allí las mentirosas ovaciones
Vuelve ceniza y pasto de gusanos;
Allí espantado vi, con sangre escrito:
No hay redención para el traidor maldito.

Te vi allí vindicada, patria mía,
Saliendo del martirio vencedora,
Como del antro de la noche umbría
Revestida de luz brota la aurora:
El llanto de contento me corría,
Y Dios dijo con voz atronadora:
¿Por qué temiste ejércitos ni reyes?
¿Qué, está la iniquidad entre mis leyes?

Cuando cual pajarillo tuve al viento
Encerrado en mi mano, preocupaba
La augusta libertad mi pensamiento;
Lo solté, y en la rama en que cantaba,
Y en la ola que se aliaba al firmamento,
Y en el astro que el cielo tachonaba,
Cayeron mis amantes bendiciones
Con el más rico de mis ricos dones
.

Porque yo soy amor ... La melodía
Se formó al eco del amor divino,
Y desplegó el zenzontli su armonía,
Y su aria el arroyuelo cristalino:
Amor y libertad, luz y alegría
Miró la humanidad en su destino;
La fuerza bruta y la opresión gimieron,
Y en el fango la frente sumergieron.

Amor divino, vínculo sagrado,
Invisible magnífica cadena,
Sin ti cayera el mundo. fraccionado,
Cual despojos de un barco sobre arena:
Grande foco inmortal, sin ti truncado
El sér, y hundido en sempiterna pena,
Encontrara el presente de la vida
Como un veneno en copa maldecida.

Dióle el Señor un rostro al sentimiento,
Y nació la mujer: ardientes rosas,
Gratos aromas beben en su aliento;
Remedando sus formas voluptuosas
Las palmas se cimbraron en el viento;
Y al tender sus miradas amorosas
Del primer niño en la apacible cuna,
Bañó el lago dulcísima la luna.

¡Ay, y esa es la mujer! ... el alma impía
Que rompe audaz el celestial encanto,
Que amor blasfema en turbulenta orgía,
Que miente amor en irritante canto,
Al querubín ardiente torna harpía,
Y la fuente de amor, fuente de llanto;
Hollada rama, saciedad, miseria
Y el instinto del bruto y la materia.

¡Oh, deja que en tu cielo se espacíe
El alma libre, idolatrado sueño!
¿Por qué cuando tu rostro me sonríe
De mi sér infeliz no hacerlo dueño?
Dejad al desengaño que desvíe
A mi ilusión de cáuce tan risueño ...
Cansado de gemir quedé dormido;
El sueño al menos venturoso ha sido.

Chihuahua, abril 23 de 1864.
GUILLERMO PRIETO.


FLORES MARCHITAS

Eter puro de ilusión,
Que con tus celajes de oro
Formas el bien y el tesoro
Del juvenil corazón:
Si no eres más que ficción,
Si es tu prestigio el engaño,
Un solo instante deslumbras,
¿Por qué no constante alumbras,
¡Oh destino!, al desengaño?

¡Oh, qué hermosa es la existencia
Cuando al mundo ofrece erguida
La azucena de una vida
Con su cáliz de inocencia!
¡Oh cuán virgen la creencia
Espera el primer albor De la amistad, del amor,
Bajo de un cielo risueño!
¡Oh y cómo en tan bello sueño Vive del alma la flor!

Pero si todo conspira
A dar al hombre en herencia
El bien, ¿or qué en la existencia
Ha de ser bien la mentira?
¿Por qué el alma, ave que gira Del tiempo a la eternidad,
En aciaga veleidad
Hallar ilusiones quiere?
¿Y por qué su ala se hiere
Cuando encuentra la verdad?

Bello es ver árbol sombrío
Y ver entre sus verdores
Bajar cascadas de flores
Hasta las ondas del río;
Pero saber es impío
Al sentirse el sol ardiente
Y al pedir para la frente
Sombra, que el árbol querido
Cauteloso guarda el nido
De la implacable serpiente.

Si al sentir una pasión,
Si por presentir agravios
Viene la hiel a los labios,
Viene el dolo al corazón;
Si el hombre, cual panteón,
Entre recuerdos de enojos
Guarda ceniza y despojos
Creyendo burlar la suerte,
¿Entonces, por qué la muerte
Es un mal a nuestros ojos?

Vi un momento en perspectiva
Dentro el templo de la fama,
Verde laurel y áurea llama
Que a adornar mis sienes iba;
Y la verdad su luz viva
Derramó implacable en él,
Y vi risible oropel,
Fruto del capricho ciego,
Sirviendo de pueril juego
A la vanidad infiel.

Vi celestial hermosura,
De santo entusiasmo lleno,
Hacer sepulcro su seno
De la flor de mi ternura.
¿Adónde está la ventura
Que me prometió su amor?
¿Do la inquietud y el dolor
Que lloré y tornó en risible?
No hay más que un seno insensible
Y el cadáver de una flor.

¡Tormento! ¡Fatalidad!
¡Cuánto humilla, cuál degrada
Sentir que la vida es nada
Y es la nada la verdad!
¡Oh, que triunfe la maldad!
¡Oh, que impere la locura!
Que si brinda la ventura,
Si embellece la existencia,
Hará hermosa la demencia
Nuestra misma sepultura!

¿Y la razón? ... ¿Es no amar
Y sentir el mundo yerto,
Y en espantoso desierto
Triste los días regar? ...
¿En un constante anhelar
Querer el bien con ardor,
Y por siempre hallar dolor,
Y encontrar entre congojas
Mustias ramas, secas hojas,
Y entre arenas muerta flor?

Al desengaño sujeto
Vivir, es terrible suerte;
No es vivir, es que a la muerte
Llevamos nuestro esqueleto.
Más vale del mar inquieto
Pasar a la eternidad
Y dejar que la verdad
Vuele al tocar un bajío,
Como vela de un navío
Que arrolla la tempestad.

Ilusión, la que a la gloria
Das sus vivos resplandores,
La que coronas de flores
El amor y la victoria;
Que dotas a la memoria
De cauda de perlas y oro,
La que formas el tesoro
Del alma y el corazón;
No me dejes, ¡oh ilusión!
¡Que como a verdad te adoro!

El rostro vuelvo al pasado
En medio al acerbo duelo,
Y hay sólo desierto y yelo
Bajo lúgubre nublado:
El corazón lastimado
Al fin conoce vencido
Que es para el dolor nacido,
Que son sus goces mayores
Hojas de marchitas flores
Que lleva el viento al olvido.

Chihuahua, mayo 25 de 1865.
GUILLERMO PRIETO.

Índice de Revistas literarias de México (1821-1867), de Ignacio Manuel AltamiranoCAPÍTULO IV CAPÍTULO V - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha