Índice de Romeo y Julieta de William ShakespeareAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

ACTO PRIMERO

ESCENA QUINTA

Sala en casa de Capuleto

(Músicos y criados)

Criado primero: ¿Dónde está Cacerola, que no ha limpiado un solo plato, ni nos ha ayudado en nada?

Criado segundo: ¡Me da mucha pena ver la amabilidad en tan pocas manos, y éstas sucias!

Criado primero: Fuera los bancos, fuera el aparador. No pierdan de vista la plata. Guárdenme una porción del pastel. Díganle al portero que deje entrar a Elena y a Susana la molinera. ¡Cacerola!

Criado segundo: Aquí estoy, compañero.

Criado primero: Todos quieren que te presentes en la sala.

Criado segundo: Para mí es difícil estar en dos partes al mismo tiempo. Compañeros, acabemos rápido, y quien quede sano, que cargue con todo.

(Entran Capuleto, su mujer, Julieta, Teobaldo, y convidados con máscaras).

Capuleto: Festejo su asistencia. Los invitan al baile los ligeros pies de esta dama. A la danza, jóvenes. ¿Quién puede resistir esta imperiosa tentación? Ni la que por melindre dice que tiene callos. Sean bienvenidos. En otro tiempo también yo me enmascaraba, y decía al oído de las bellas muchachas varios secretos que a veces no les disgustaban. Sin embargo el tiempo se llevó consigo tales flores. Festejo su asistencia; que empiece la música. ¡Que pasen delante las muchachas! (Comienza el baile). ¡Luz, más luz! ¡Hagan a un lado las mesas! No prendan el fuego, pues hace mucho calor. ¡Cómo te agrada el baile, picarillo! Una silla a mi primo, que nosotros no estamos para danzas. ¿Cuándo hemos dejado la máscara?

El primo de Capuleto: ¡Dios mío! Hace más de 30 años.

Capuleto: No tanto, primo. Eso ocurrió cuando la boda de Lucencio. Por Pentecostés, hace más o menos 25 años.

El primo de Capuleto: Estoy seguro de que eso ocurrió hace tres décadas, porque su hijo ha cumplido los treinta.

Capuleto: ¡No lo creo, pues hace dos años todavía no había llegado a la mayoría de edad!

Romeo (A su criado): Dime el nombre de esa dama que enriquece la mano de ese galán con tal tesoro.

Criado: No sé quién es.

Romeo: El resplandor de su cara ofende al sol. La tierra no merece tan suprema maravilla. Entre las otras parece como una paloma entre grajos. Al término del baile, me acercaré a ella, y apretaré su mano. No fue verdadero mi antiguo amor, que nunca belleza como ésta vieron mis ojos.

Teobaldo: Por el tono de la voz se parece a Montesco. (Al criado). Dame mi espada. ¿Cómo se atreverá ese malvado a venir con máscara a alborotar nuestra celebración? Juro por los huesos de mi estirpe que sin cargo de conciencia lo voy a matar.

Capuleto: ¿A qué se debe tanta cólera, sobrino mío?

Teobaldo: No cabe duda de que es un Montesco, rival jurado de mi casa, que ha venido a burlarse de nuestra celebración.

Capuleto: ¿Es Romeo?

Teobaldo: El perverso Romeo.

Capuleto: Guarda silencio, sobrino. Es un excelso caballero, y todo Verona habla de su virtud, y pese a que me dieras toda la fortuna que hay en la ciudad, jamás lo injuriaría en mi propia casa. De esta manera lo pienso. Si en algo me aprecias, salúdalo con alegría, pues esa indignación y esa mirada aviesa no son correctas en una fiesta.

Teobaldo: Esta actitud es correcta cuando visita nuestra casa tan despreciable invitado. ¡No lo permitiré!

Capuleto: Sí lo permitirás. Te lo ordeno. Yo solo mando en este lugar. ¡Pues no faltaba más! ¡Favor divino! ¡Agraviar a mis invitados en mi propia casa! ¡Armar riñas con ellos, solamente por sentirse muy valiente!

Teobaldo: Tío, esto representa una injuria para nuestra estirpe.

Capuleto: Márchate lejos, lejos de aquí. Eres un desobediente. Pagarás muy caro si persistes en desobedecer. ¡Ea, basta ya! Manos quedas ... Trae luces ... Yo conseguiré que te calmes. ¡Pues esto sólo faltaba! ¡A bailar, niñas!

Teobaldo: Mi cuerpo se sacude en la severa batalla de mi súbita furia y mi cólera reprimida. Me marcho, porque este denuesto que hoy debo tolerar, ha de traer amargas hieles.

Romeo: (Tomando la mano de Julieta). Si con mi mano he profanado tan celestial altar, perdóneme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso.

Julieta: El peregrino ha equivocado el sendero pese a que parece devoto. El palmero únicamente ha de besar manos de santo.

Romeo: ¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?

Julieta: Los labios del peregrino son para orar.

Romeo: ¡Oh, es una santa! Cambien pues de oficio mis manos y mis labios. Ore el labio y otórgueme lo que le pido.

Julieta: El santo escucha con tranquilidad los ruegos.

Romeo: Entonces, escúcheme tranquila mientras mis labios oran, y los suyos se purifican. (La besa).

Julieta: En mis labios queda la huella de su pecado.

Romeo: ¿Del pecado de mis labios? Ellos se retractarán con otro beso. (La besa nuevamente).

Julieta: Besas muy virtuosamente.

Ama: Tu madre te está llamando.

Romeo: ¿Quién es su madre?

Ama: La señora de esta casa, dama tan ilustrada como casta. Yo crié a su hija, con quien hace unos instantes estaba usted conversando. Quien quiera casarse con ella debe tener mucho dinero.

Romeo: ¿Con que es Capuleto? ¡Hado enemigo!

Benvolio: Marchémonos, que se termina la fiesta.

Romeo: Harta verdad es, y mucho lo siento.

Capuleto: No se retiren tan rápido, amigos. Todavía deben disfrutar de una sobria cena. ¿Se marchan? Debo darles a todos las gracias. Que pasen buenas noches, caballeros. ¡Luces, luces, aquí! Retirémonos a acostar. Ya es muy tarde, primo mío. Retirémonos a dormir. (Quedan solas Julieta y el Ama).

Julieta: Ama, ¿sabes cómo se llama este muchacho?

Ama: Es el primogénito de Fiter.

Julieta: ¿Y aquel que sale?

Ama: El joven Petrucio, si no me equivoco.

Julieta: ¿Y el que va atrás ... aquel que no quiere bailar?

Ama: No lo sé.

Julieta: Pues averígualo. Y si es casado, la sepultura será mi lecho de bodas.

Ama: Se llama Romeo y es de los Montescos, único heredero de esta perversa alcurnia.

Julieta: ¡Amor nacido del odio, muy pronto te he visto, sin conocerte! ¡Demasiado tarde te he conocido! Quiere mi mala ventura que dedique mi amor al único hombre a quien debo odiar.

Ama: ¿Qué dices?

Julieta: Unos versos que me recitó uno de esos mozalbetes cuando bailaba.

Ama: Te llaman. Enseguida va. No te demores, que ya se han marchado todos los invitados.

El coro: Vean de qué manera expira en el pecho de Romeo la pasión antigua, y cómo la reemplaza una nueva. Julieta viene a eclipsar con su resplandor a la belleza que mataba de amores a Romeo. Él, tan amado como amante, busca en una raza enemiga su ventura. Ella ve que cuelga del enemigo-anzuelo el cebo sabroso del amor. Ni él ni ella pueden declarar su anhelo. Sin embargo la pasión tratará de hallar los medios y la ocasión de mostrarse.

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