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ACTO SEGUNDO
ESCENA QUINTA
Jardín de Capuleto
(Julieta y Ama)
Julieta: A las nueve envié al Ama, quien me dijo que antes de media hora regresaría. ¿Y si no lo encontró? ¡Sin embargo, sí! ¡Qué torpe y perezosa! Solamente el pensamiento debiera ser emisario del amor. Él corre más que los rayos del sol cuando ahuyentan a las sombras de los montes. Por esa razón pintan al amor con alas. El sol ya llegó a la mitad de su trayectoria. Tres horas han transcurrido de las nueve a las doce, y no regresa aún. Si ella poseyera sangre juvenil y alma, volvería con las palabras de su boca; sin embargo la ancianidad es pesada como un plomo. (Salen el Ama y Pedro). ¡Gracias a Dios que han regresado! Ama mía, querida Ama ... ¿qué informes me traes? ¿Conversaste con él? Que se retire Pedro.
Ama: Retírate, Pedro.
Julieta: ¡Estás muy triste, Ama! ¿Traes malas noticias? Dímelas, al menos, con rostro alegre. Si son gratas, no las eches a perder con esa mirada aviesa.
Ama: Estoy muy cansada. ¡Qué averiados están mis huesos!
Julieta: ¡Tuvieras tus huesos tú y yo mis noticias! Habla por Dios, Ama mía.
Ama: ¡Pero qué prisa tienes! Espera al menos unos segundos. ¿No ves que me falta aliento?
Julieta: ¿Dices que no tienes aliento, pero sí te sobra para explicarme que te falta éste? Menos que en volverlo a decir, tardarías en darme las noticias. ¿Las traes buenas o malas?
Ama: ¡Que mala selección de marido has hecho! ¡Vaya, que el tal Romeo! Aunque posea una mejor cara que los otros, aún es mejor su pie y su mano y su gallardía. No puedo afirmar que es la flor de los cortesanos, sin embargo en lo personal pienso que es humilde como una oveja. ¡Bien has hecho, hija! Y que Dios te ayude. ¿Comiste en casa?
Julieta: Calla; eso lo sabía. ¿Pero dime qué hay de la boda?
Ama: ¡Por Dios, qué cabeza la mía! Pues, y la espalda ... ¡Cómo me duelen los riñones! ¡Tú tienes la culpa, pues me haces caminar por esos vericuetos, abriéndome el sepulcro antes de tiempo!
Julieta: Siento mucho tus dolencias, sin embargo termina de comentarme, querida Ama, lo que te respondió mi amor.
Ama: Habló como un caballero lleno de sensatez y gallardía; puedes creerme. ¿A dónde se fue tu madre?
Julieta: ¿Mi madre? Allá dentro. ¡Pero qué pregunta!
Ama: ¡Por Dios! ¿Te enfadas conmigo? ¡Con qué cataplasma me pagas para curar mis fracturas! En otra ocasión vas tú a hacer ese encargo.
Julieta: Pero ¡qué enredo! ¿En suma, qué te dijo Romeo?
Ama: ¿Permitirán que tú vayas sola a confesarte?
Julieta: Sí.
Ama: Pues cuando vayas a hacerlo en ese mismo instante te casarán. Debes ir a la celda de Fray Lorenzo. Tus mejillas han comenzado a ruborizarse con tan simple nueva. Vete al convento. Yo iré a buscar la escalera con que tu adorado Romeo subirá al nido del amor. A la celda, pues, y yo a comer.
Julieta: ¡Y yo a buscar mi felicidad, Ama mía!
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