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POEMAS RÚSTICOS A TRAVÉS DE LA LLUVIA Llueve. Del sol glorioso El oro de la tarde, La aldea allá a lo lejos, Se escapan del ardiente Agita gravemente Para pintar las cumbres La lluvia, que gotea el sepia en los troncones, Son carne las canteras La tarde va cayendo, El iris, sobre el cielo Tendido tras la sierra, Aún llueve. -El sol oculta A los arroyos mansos Y en torno del pantano ¡Oh, lluvia alegre y buena! Y puede, tras tus gasas ¡Oh, lluvia, no decrezcas!
(Poemas de Manuel José Othón)
los rayos fulgurantes
refléjanse en el agua,
cual sobre níveo tul.
Topacios encendidos
y diáfanos brillantes
desfilan temblorosos,
rayando el cielo azul.
bañado por la lluvia,
inunda todo el éter
espléndido y triunfal;
sacude sobre el campo
su cabellera rubia
para empaparlo en gotas
de fúlgido cristal.
detrás del sembradío,
del impalpable velo
que cúbrela, a través,
su blanca torre muestra
su alegre caserío,
enamorada siempre
del aire montañés.
fogón de los jacales
penachos crinifonnes
de cándido algodón,
que luego desmenuzan
los vientos boreales,
prendiéndolos al pico
más alto del peñón.
sobre la verde falda
sus cien robustos brazos
el indico nopal,
que siente coronarse
sus pencas de esmeralda
por tunas cremecinas
de grana y de coral.
el sol, divino artista,
aglomeró colores
de audaz entonación:
azul de lapislázuli,
violáceo de amatista
y rojo flameante
de ardiente bermellón.
en perlas virginales,
enciende más los vivos
matices de la luz;
el flavo en los jacales
y el glauco en la colgante
melena del saúz.
las lajas obsidiana,
es mármol y alabastro
la aguja del crestón,
y son gigantes bloques
de tersa porcelana
los riscos de la sierra
que descuajó el turbión.
y aun llueve. Ya reclina
el sol en la montaña
su coruscante sien;
con ópalos y perlas
esmalta la colina,
irisa los picachos
con ópalos también.
que el sol poniente dora,
estalla en luminosa
polícroma explosión;
de rosa y amarillo
las cúspides colora
y canta en el espacio
la universal canción.
cruzado por las gotas
de la sonante lluvia
que cae sin cesar,
es una lira etérea
de cristalinas notas
que se oye con los vientos
unísona vibrar.
su agonizante disco,
dejando un horizonte
perlino y flor de lis.
Se van desvaneciendo
la cúpula, y el risco,
y el sauce, sobre un vago
y enorme fondo gris.
el agua pura y fresca
desciende borbollante
del limpio manantial;
se quiebra con las gotas
que en danza hechiceresca
palpitan, bullen, saltan
sobre el azul cristal.
que a poco se ennegrece,
bajo la red hojosa
que el saucedal tejió,
el fuego fatuo corre,
fulgura, palidece,
travieso duendecillo
que el fósforo engendró.
tras tu fulgente velo,
ebria de luz y vida,
ve el alma aparecer
el aire alborozado,
y esplendoroso el cielo,
y el campo rebosante
de amor y de placer.
flotantes y ligeras,
mirar, allá a lo lejos,
el labrador feliz,
cubiertas las campiñas
de blandas sementeras,
repletos los graneros
de trigo y de maíz.
fecunda las simientes
que bajo el hondo surco
ya germinando están;
que son tus diminutos
aljófares lucientes
para los campos, gloria;
para los pobres, pan.
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