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EL SON DEL CORAZÓN Suave patria PROEMIO Yo que sólo canté de la exquisita Navegaré por las olas civiles Diré con una épica sordina: Suave Patria: permite que te envuelva PRIMER ACTO Patria: tu superficie es el maíz, El Niño Dios te escrituró un establo Sobre tu Capital, cada hora vuela Patria: tu mutilado territorio Suave Patria: tu casa todavía Y en el barullo de las estaciones, ¿Quién, en la noche que asusta a la rana, Suave Patria: en tu tórrido festín Tu barro suena a plata, y en tu puño Cuando nacemos, nos regalas notas, Al triste y al feliz dices que sí, ¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena Trueno de nuestras nubes, que nos baña Trueno del temporal: oigo en tus quejas INTERMEDIO Joven abuelo: escúchame loarte, Anacrónicamente, absurdamente, No como a César el rubor patricio Moneda espiritual en que se fragua SEGUNDO ACTO Suave Patria: tú vales por el río Suave Patria: te amo no cual mito, Inaccesible al deshonor, floreces; Como la sota moza, Patria mía, Tu imagen, el Palacio Nacional, Te dará, frente al hambre y el obús, Suave Patria, vendedora de chía: Tus entrañas no niegan un asilo Si me ahogo en tus julios, a mí baja Por tu balcón de palmas bendecidas Quieren morir tu ánima y tu estilo, Patria, te doy de tu dicha la clave: Sé igual y fiel; pupilas de abandono; 24 abril 1921
(Poemas de Ramón López Velarde)
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo,
para cortar a la epopeya un gajo.
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuán
que remaba la Mancha con fusiles.
la patria es impecable y diamantina.
en la más honda música de selva
con que me modelaste todo entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
y los veneros del petróleo el diablo.
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.
se viste de percal y de abalorio.
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los juegos de artificio?
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco, sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se vacía
el santo olor de la panadería.
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera,
suave Patria, alacena y pajarera.
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.
de deleites frenéticos nos llena!
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererias
de Dios, sobre las tierras labrantías.
crujir los esqueletos en parejas;
oigo lo que se fue, lo que aún no toco,
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
¡oh trueno! la ruleta de mi vida.
CUAUTHÉMOC
único héroe a la altura del arte.
a tu nopal inclinase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.
te cubre el rostro en medio del suplicio:
tu cabeza desnuda se nos queda
hemisféricamente, de moneda.
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera, el azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.
sino por tu verdad de pan bendito,
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
creeré en ti, mientras una mexicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo quede lleno
el país, del aroma del estreno.
en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería.
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.
un higo San Felipe de Jesús.
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja:
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el Ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
¡la carretera alegórica de paja!Índice de El son del corazón (Poesías de Ramón López Velarde) Aguafuerte
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