Índice de El arte de aprenderTercera parte
Capítulo 1

El espíritu humano cercado por la multitud de cosas a aprender.
Tercera parte
Capítulo 3

Nobleza de las ciencias abstractas.
Biblioteca Virtual Antorcha

TERCERA PARTE
¿Qué se debe aprender?

Capítulo 2

El aprendizaje de los hechos. Espanto del espíritu ante su multitud. Limitar, coordinar. Las leyes y las hipótesis. El exceso de orden es otro desorden. El espíritu de invención en el estudio de los hechos.

Conocí en mi infancia un librito que tenía el aspecto de un diccionario portátil y que se titulaba: Un millón de hechos. Ese título me imponía, entonces, por su ambiciosa amplitud. ¡Un millón de hechos! Por lo demás, con su millón de hechos, el pequeño libro pretendía contener brevemente todo lo que se podía aprender.

Yo no sé si se edita todavía hoy aquel libro de mi niñez, pero si es así, me pregunto cómo se ha modificado su título y su contenido para adaptarlo a las realidades del presente: ¿Mil millones de hechos? Sería poco todavía; ningún dominio ha crecido tanto, en los últimos cincuenta años, como el de los hechos. Las ciencias de observación desarrolladas o creadas, el globo explorado en todas direcciones, la historia renovada de arriba abajo. Ya nos hemos admirado, anteriormente, del crecimiento de la res scibilis.

Ante tantos hechos por conocer, ¿cuál será la aptitud de un espíritu estudioso, pero que debe practicar en su trabajo una sabia economía? ¿Dirá: ¡es demasiado!, y confesándose vencido, se batirá en retirada, renunciando a la lucha? ¿O dirá, sacrificando tal o cual orden de hechos: Estudiaré historia o ignoraré historia natural?

O bien: ¿Aprenderé en la historia sólo lo que concierne a mi país?

Sería un camino más digno de seguir que la ignorancia total o el caos formado en la cabeza por hechos echados allí a la buena de Dios. Pero no es el partido que debe tomar el hombre culto, un hombre culto moderno. Uno no es un hombre culto moderno si ignora el principio del motor a nafta, si no sabe nada de la conquista de los polos, si el nombre de Lister no evoca en la memoria ningún recuerdo, etc.

¡Bien! Pero ¿existe un medio de aprender y retener al mismo tiempo, hechos científicos tan diversos?..

Sí.
Las grandes reglas del arte de estudiar triunfan aquí, infaliblemente, como en las otras cosas. Solamente que aquí, más que en cualquier otra parte, la voluntad debe disciplinarse al orden y al tiempo.

Antes de emprender el estudio de un grupo de hechos cualquiera, es necesario hacerse esta pregunta:
¿Qué me propongo? ¿Ser un sabio, un especialista en la materia, o, simplemente, no ignorar en esa materia lo que debe conocer un hombre culto?

Si lo que te propones es lo primero, el estudio en cuestión debe convertirse en el objeto principal de tu esfuerzo intelectual, la vida entera no bastará para agotarlo. Supondremos que nos ocupa el segundo caso. Supondremos un estudio entre otros, un campo entre otros campos en el dominio de la cultura general... Es necesario, entonces, decirse de antemano que se podrán consagrar muy pocas horas a este estudio entre otros (cuestión de tiempo), y que, en consecuencia, los hechos deberán ser elegidos con cuidado, de tal manera que contengan en su pequeño número una figura reducida pero exacta, proporcionada y continua del conjunto (cuestión de orden).

Limitar estrictamente el número de hechos a aprender, en cada ciencia de hechos (historia, geografía, ciencias físicas y naturales); no aprender esos hechos más que cuidadosamente elegidos y coordinados: tal es la condición sine qua non para evitar el descorazonamiento y el desfallecimiento.

¡Limitar! Si quieres palpar la demencia criminal de ciertos pedagogos contemporáneos, escucha la enumeración de las obras -únicamente las que se relacionan con las ciencias de los hechos-, sin contar, en consecuencia, las que conciernen a las otras, y podrás conocer las dimensiones de las obras confiadas a un alumno moderno, en el momento en que se escribe este libro. Para no disgustar a nadie, designo a autores y editores por sus iniciales; ellos se reconocerán:

P..., Historia natural. In-8°; 640 páginas. D..., editor.
V... y J..., Curso de Historia. 812 páginas. G..., editor.
F. D..., Física. 804 páginas. M..., editOr.
En primero de preparatoria.
L..., Geografía general. 706 páginas. D..., editor.
M..., Historia. 725 páginas. H..., editor.
En segundo de preparatoria.
F..., Geografía de Francia y sus colonias. 814 páginas.
P..., Historia de la Literatura Latina. 935 págs. H..., ed.

Pero -objetarán los autores de estas obras- no hemos pretendido que los alumnos aprendan nuestras trescientas, nuestras quinientas, nuestras novecientas páginas como el Padrenuestro... Deben extraer la médula y asimilarla, y todo esto con la ayuda del maestro.

¡Tonterías! ¿De dónde sacará el alumno tiempo para resumir vuestras obras y extraer los hechos principales? Sabéis bien que ése es un trabajo para los momentos de ocio, y el estudioso no los tiene; si es el maestro el que debe hacer para el alumno ese trabajo de elección y de resumen, ¡al diablo con vuestros libracos! mejor sería reemplazarlos por el maestro.

Aun limitando a lo esencial el estudio de las ciencias de los hechos, el espíritu desfallecería ante el desgaste de atención y de memoria si fuera necesario aprenderlos aisladamente.

Por suerte, la atención y la memoria están aliviadas por la coordinación de los hechos en cada grupo y en cada ciencia.

Para las naturales, físicas y químicas, varias de esas leyes sacan sus cuadros y fórmulas de las ciencias matemáticas; veremos en seguida que no se ha inventado nada mejor que la matemática para facilitar la comprensión y aliviar la memoria. A falta de leyes matemáticas, ciertas ciencias coordinan los hechos por medio de grandes hipótesis que, sin pretender poseer la misma certidumbre de las ciencias exactas, ofrecen al espíritu una ayuda comparable. Se pueden ver ejemplos de estas grandes hipótesis en geología, en cosmografía, en medicina, en filología, etc.

Sin embargo, es necesario convenir en que algunas ciencias de hechos no ofrecen ni leyes matemáticas conocidas, ni grandes hipótesis comparables a la cosmogonía de Laplace.

La historia de los pueblos y la geografía política están en ese caso; las hipótesis son aquí más diversas y más arbitrarias. Las leyes, las pretendidas leyes son más bien sistemas, imágenes contingentes al espíritu del geógrafo y del historiador. Pero no importa, su utilidad es, igualmente, incontestable; es horroroso aprender hechos enlistados sin tratar, por lo menos, de relacionarlos por la inteligencia. Deja al maestro y al libro que te propongan ese trabajo estúpido. Elígelos, en cambio, entre aquellos que se esfuerzan por concatenar los hechos en sistema; pero que no sean quiméricos, ni lo tomen como manía: los reconocerás por la modestia con que proponen el sistema. Cuando un fabricante de sistemas te agarre por el cuello, te sacuda, y ponga los ojos echando llamas para convencerte, aprovecha la primera tregua para esquivarte:
La verdad no tiene nunca ese aire impetuoso.

Yo diría que los hechos históricos son un ejemplo de los que no pueden concatenarse por ninguna ley matemática conocida, y que no pueden relacionarse artificialmente más que por una hipótesis muy discutible. Bossuet, en su Discurso sobre la Historia Universal, parte de la hipótesis cristiana de que Dios tuvo un pueblo entre los pueblos, y que gobernó los acontecimientos a la vista del progreso del mismo. Un Littré rehusaría admitir esa hipótesis; pero no es menos cierto que ésta comunica al relato de Bossuet una vida y un interés intenso que enciende el espíritu y aligera el trabajo de la memoria.

Resumamos:
Sería imposible para una inteligencia media informarse sobre las ciencias de hechos si primeramente no se limitara el aprendizaje, en cada grupo, a un pequeño número de fenómenos, y si después se aprendieran aisladamente y no gobernados por leyes y relacionados por hipótesis.

En consecuencia, abandona todo libro o maestro que presente una ciencia de hechos bajo forma de nomenclatura. Abandona también (volvemos a este precepto por otro camino) todo libro demasiado grande, demasiado copioso. Es bueno que existan sobre las ciencias de hechos libros grandes y copiosos, pues, finalmente, es necesario que todos los hechos de una ciencia estén registrados en alguna parte; pero el buen sentido ordena no abordar esos libros más que cuando se han asimilado previamente los grandes rasgos de la ciencia y su coordinación. ¡Cuántas veces he visto a neófitos desfallecer sobre tales obras en diez tomos que se habían puesto a leer ávidamente unos minutos antes! Abordar un estudio, con tales obras, no indica un espíritu de gran envergadura; más bien es el signo de una inteligencia escasa y quimérica.

Sobre el segundo punto (coordinación de los hechos), queda todavía una observación por hacer. Existe orden y orden. Conocí en provincias una anciana señorita que ponía etiquetas a todo lo que la rodeaba y sobre lo cual pudiera pegarse un pedazo de papel: pares de zapatos desechados, juegos de barajas incompletas, trozos de lápiz del largo de un dedo a lo ancho, etc.; después de lo cual hacía repertorios. Nada más difícil, en su casa, que encontrar un objeto de uso corriente: estaba sumergido bajo los carteles, ahogado entre los catálogos de objetos inutilizables.

Ciertas obras didácticas me recuerdan a aquella anciana meticulosa.
El orden es amable y útil; el abuso de los signos del orden es todo lo contrario: engendra la confusión y la nerviosidad. Un gran número de obras escolares de nuestros días y de todos los tiempos, pecan por ese exceso de divisiones, de párrafos numerados, de indicaciones marginales, etc. Puede decirse que eso es orden, pero a la manera de las contabilidades ministeriales, de las cuales sabemos por los resultados lo que valen. Hay que reconocer que en este mal camino nos ganan los alemanes, los cuales tienen obras literarias en que, a fuerza de dividir y de subdividir la materia, el autor acaba por agotar, sucesivamente, el alfabeto mayúsculo, después el minúsculo, y, habiendo consumido además el alfabeto griego, se ve forzado a recurrir finalmente al... hebreo.

El cuadro sipnótico, orgullo de las casas de las Ursulinas en donde se educaron nuestras madres, me inspira una extrema desconfianza en cuanto abarca más de media página. Para que un cuadro semejante sirva para algo es necesario que, después de una o dos lecturas atentas, pueda observarse de un solo vistazo, como un cuadro verdadero.

Debemos hacer notar todavía, en lo que respecta a la actividad intelectual, cuando el espíritu tiene que hacer un gran esfuerzo para contener los hechos científicos que es necesario conocer, que después de haber elegido el maestro o el libro, no deberá cambiarlo antes de haber terminado la primera cultura. Es, sobre todo para las ciencias de hechos, que rige este axioma: Timeo hominem unius libri (Temo al hombre de un solo libro).

¿Cuál es el papel del descubrimiento del espíritu de investigación y de invención en el estudio de las ciencias de hechos?

Dejemos de lado las aplicaciones escolares, los deberes y las evaluaciones sobre la materia aprendida; son inútiles en la escuela y en otras partes por las mismas razones. Pero en ciertas ciencias de hechos -cosmografía, historia natural, la física y la química experimental- el libro y el maestro son realmente insuficientes si no se une a ellos la observación personal del aprendiz. Observación primeramente guiada, a la que se deja después más y más libertad, pero siempre velada. Para quien no ha viajado con sus propios ojos por el mundo centelleante de las constelaciones, para quien no ha esperado, como en una cita, al azul Sirio sobre el horizonte de octubre, planetas y estrellas no serán nunca más que nombres fastidiosos que es necesario saber. El profesor que no sabe hacer vivir ante el alumno el principio de Arquímedes, la ley de la caída de los cuerpos, el análisis del aire, es indigno de enseñar. La primera lección de historia natural humana se da delante del esqueleto. Y el que comienza en pleno invierno a enseñar la botánica es un pobre tonto.

En suma, siempre que un hecho pueda enseñarse asistiendo a él directamente, deberá elegirse ese método... Cuando abordemos en el próximo capítulo las ciencias de razonamiento, veremos que este principio puede también, de alguna manera, aplicarse a ellas.

Decíamos que está bien estudiar, pero que es casi inútil si no se retiene lo que se ha aprendido. Recordemos las advertencias que hicimos sobre la memoria, que pueden aplicarse, magníficamente, al estudio de los hechos.

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Capítulo 1

El espíritu humano cercado por la multitud de cosas a aprender.
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Capítulo 3

Nobleza de las ciencias abstractas.
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