Índice de El laicismo en la historia de la educación en México Documentos históricosCapítulo noveno - El maestro Don Justo SierraPelícula - La lengua de las mariposasBiblioteca Virtual Antorcha

EL LAICISMO EN LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO

Documentos históricos

CAPÍTULO DÉCIMO
El Congreso Constituyente de 1917



Después del triunfo del movimiento constitucionalista, a cuyo frente se encontraba el primer jefe D. Venustiano Carranza, fue convocado por éste el Congreso Constituyente que expidió la Carta Magna que hoy nos rige, y el cual se reunió en la ciudad de Querétaro el día 1° de diciembre de 1916.

En esta asamblea lucharon dos tendencias: la de los liberales moderados, dirigidos por Natividad Macías, Luis Manuel Rojas, Félix F. Palavicini, Alfonso Cravioto y otros más, y la de los radicales, representada por Francisco J. Mújica, Heriberto Jara, Juan de Dios Bojórquez, Cándido Aguilar, Esteban B. Calderón, Enrique Colunga, Jesús Romero Flores, Cayetano Andrade, Luis G. Monzón, Enrique Recio y otros más. Don Venustiano sostuvo, en su proyecto de Constitución, la plena libertad de enseñanza, exigiendo el laicismo tan sólo en los establecimientos oficiales de educación, a quienes imponía la obligación de dar gratuitamente la enseñanza primaria, elemental y superior. La educación privada, de cualquier grado, quedaba, en consecuencia, al margen del laicismo. Los diputados izquierdistas, al conocer el proyecto moderadísimo del primer jefe, organizaron la oposición al mismo preparándose para el debate.

En la sesión del 9 de diciembre se dió a conocer tanto el texto del dictamen de la primera comisión de Constitución, presidida por el general Francisco J. Mújica, como el voto particular de un miemblO de dicha comisión, el Prof. Luis G. Monzón. Ambos documentos los transcribimos a continuación.

DICTAMEN DE LA PRIMERA COMISION DE CONSTITUCION SOBRE EL ARTICULO TERCERO

Ciudadanos diputados:

El artículo tercero del proyecto de Constitución proclama la libertad de enseñanza, sin taxativa, con la explicación de que continuará siendo laica la enseñanza que se dé en los establecimientos oficiales y gratuita la educación de las escuelas oficiales primarias.

La comisión profesa la teoría de que la misión del poder público es procurar a cada uno de los asociados la mayor libertad compatible con el derecho igual de los demás; y de este principio, aplicando el método deductivo, se llega a la conclusión de que es justo restringir el derecho natural cuando su libre ejercicio alcance a afectar la conservación de la sociedad o a estorbar su desarrollo. La enseñanza religiosa, que entraña la explicación de las ideas más absurdas, ideas que no puede asimilar la inteligencia de la niñez, esa enseñanza contribuye a contrariar el desarrollo psicológico natural del niño y tiende a producir cierta deformación de su espíritu, semejante a la deformación física que podría producir un método gimnástico vicioso. En consecuencia, el Estado debe proscribir toda enseñanza religiosa en todas las escuelas primarias, sean oficiales o particulares.

La enseñanza religiosa afecta, además, bajo otra fase, el desarrollo de la sociedad mexicana. No siendo asimilables, por la inteligencia del niño, las ideas abstractas contenidas en cualquier dogma religioso, quedan en su espíritu en la categoría de sentimientos, se depositan allí como gérmenes prontos a desarrollarse en un violento fanatismo. Esto explica el afán del clero de apoderarse de la enseñanza, principalmente de la elemental.

En la historia patria, estudiada imparcialmente, el clero aparece como el enemigo más cruel y tenaz de nuestras libertades; su doctrina ha sido y es: los intereses de la Iglesia antes que los intereses de la patria. Desarmado el clero a consecuencia de las Leyes de Reforma, tuvo oportunidad después, bajo la tolerancia de la dictadura, de emprender pacientemente una labor dirigida a restablecer su poderío por encima de la autoridad civil. Bien sabido es cómo ha logrado rehacerse de los bienes de que fue privado; bien conocidos son también los medios de que se ha servido para volver a apoderarse de las conciencias: absorber la enseñanza, declararse propagandista de la ciencia para impedir mejor su difusión, poner luces en el exterior para conservar dentro el oscurantismo. En algunas regiones ha llevado el clero su audacia hasta condenar la enseñanza de toda escuela que no se sometiera al programa educativo episcopal. A medida que una sociedad adelanta en el camino de la civilización se especializan las funciones de la Iglesia y el Estado y no tarda en acentuarse la competencia que nace entre ambas potestades; si la fe no es ya absoluta en el pueblo, si han comenzado a desvanecerse las creencias en lo sobrenatural, el poder civil acaba por sobreponerse. Este fenómeno se produjo ha mucho en la República. La tendencia manifiesta del clero a subyugar la enseñanza no es sino un medio preparatorio para usurpar las funciones del Estado; no puede considerarse esa tendencia como simplemente conservadora, sino como verdaderamente regresiva, y, por tanto, pone en peligro la conservación y estorba el desarrollo natural de la sociedad mexicana, y, por lo mismo, debe reprimirse esa tendencia quitando a los que la abrigan el medio de realizarla; es preciso prohibir a los ministros de los cultos toda ingerencia en la enseñanza primaria.

Excusado es insistir, después de lo expuesto, en que la enseñanza en las escuelas oficiales debe ser laica. Dando a este vocablo la significación de neutral, se ha entendido que el laicismo cierra los labios del maestro ante todo error revestido de alguna apariencia religiosa. La comisión entiende por enseñanza laica la enseñanza ajena a toda creencia religiosa, la enseñanza que transmite la verdad y desengaña del error inspirándose en un criterio rigurosamente científico; no encuentra la comisión otro vocablo que exprese su idea más que el de laico, y de éste se ha servido, haciendo constar que no es su propósito darle la acepción de neutral indicada al principio.

Un diputado ha propuesto a la comisión que incluya en el artículo tercero la obligación que debe imponerse a los gobiernos de establecer determinado número de escuelas. La comisión juzga que esta iniciativa no cabe en la sección de las garantías individuales; en ella los preceptos deben limitarse a expresar el derecho natural que reconoce la ley y las restricciones que considere necesario ponerle; nada más.

Lo expuesto funda las siguientes conclusiones, que sometemos a la aprobación de la asamblea:

Primera. No se aprueba el artículo tercero del proyecto de Constitución.

Segunda. Se sustituye dicho artículo por el siguiente:

Artículo 3°. Habrá libertad de enseñanza, pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaria elemental y superior que se impartan en los establecimientos particulares. Ninguna corporación religiosa, ministro de algún culto o personal perteneciente a alguna asociación semejante podrá establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria ni impartir enseñanza personal en ningún colegio. Las escuelas primarias particulares sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia del Gobierno. La enseñanza primaria será obligatoria para todos los mexicanos, y en los establecimientos oficiales será impartida gratuitamente.

Querétaro de Arteaga, 9 de diciembre de 1916.
General Francisco J. Mújica.
Alberto Román.
Enrique Recio.
Enrique Colunga.

VOTO PARTICULAR DEL DIPUTADO Y PROFESOR LUIS G. MONZÓN

Los miembros de la comisión de Puntos Constitucionales hemos formulado, de común acuerdo, el artículo tercero de la Constitución reformada como aparece en el dictamen relativo y no hemos discutido sino el empleo de una palabra que, precisamente, es la capital en el asunto de referencia, porque es la que debe caracterizar la educación popular en el siglo xx. Esa palabra es el vocablo laico, empleado mañosamente en el siglo XIX, que yo propongo se sustituya por el término racional, para expresar el espíritu de enseñanza en el presente siglo.

Durante todas las épocas y en todos los países se ha declarado que la educación primaria es el medio más eficaz para civilizar a los pueblos.

Se civiliza un pueblo promoviendo la evolución integral y armónica de cada uno de sus elementos en pro del mejoramiento progresivo de la comunidad. Y para que la evolución de cada individuo sea un hecho se impone el desenvolvimiento, también armónico e integral, de sus facultades, y esto viene a originar los dos gérmenes de educación: física y psíquica.

Refiriéndonos al segundo, recordaremos que persigue como ideales supremos el conocimiento y la práctica del bien y la verdad.

El maestro de escuela, ese obrero mal comprendido y mal recompensado -como afirma D'Amicis-, es el encargado de consumar misión tan delicada y trascendental. La materia prima es el niño, ese ser tierno que en virtud de su propia idiosincrasia está en aptitud de recibir todo linaje de impresiones.

El niño, siempre o casi siempre llega al poder del dómine pletórico de lamentables morbosidades: ignorancias, errores y absurdos embargan la embrionaria psicología de su ser, y ese niño de organización elemental y ya enferma es el que llega a las manos del maestro para recibir la luz que debe dIsipar las tenebrosidades de su alma -acéptese provisionalmente el término- y para recibir también las doctrinas destinadas a extirpar los errores y absurdos de que lo ha provisto la ingenuidad atávica del hogar. He aquí, pues, al maestro frente al gran problema de dirigir a las generaciones que se levantan por los derroteros de la verdad -como es dable concebirla- a la porción más honrada y consciente de la humanidad; helo aquí, pues, presto a acometer el trascendental problema en medio de las preocupaciones de los seudosabios y de la obstinación de los ignorantes.

¿Quién lo auxiliará en tan ardua empresa? ¡La ley! Señores diputados: las leyes, que deben ser lo suficientemente sabias para que, lejos de ser instrumentos de obstrucción, sean eficaces medios de avance en la realización de la magna obra civilizadora.

Demos una rápida ojeada a la labor del educador en los últimos tiempos. En el siglo XVIII la enseñanza popular era eminentemente religiosa, y no podía haber sido de otra manera, dado el atraso moral en que yacía la humanidad, especialmente nuestra patria. El niño concurría a las escuelas a recoger de los labios del dómine todo un código de errores, absurdos, fanatismos y supersticiones.

En el siglo XIX la enseñanza oficial dejó de ser religiosa y, por ende, directamente fanatizante, y entró francamente por un sendero de tolerancias y condescendencias inmorales.

El maestro dejó de enseñar la mentira que envilece, pero la toleraba con seráfica benevolencia. La patria le confiaba sus tiernos retoños para que los transformara en hombres completos, y el bienaventurado dómine no desempeñaba a conciencia su misión, pues permitía que en el alma de los educandos siguiera anidando el error, el absurdo, la superstición y el fanatismo, todo lo cual autorizaba aquél con su evangélico silencio.

Sin embargo, debemos excusarlo, porque una ley inexorable le ordenaba que procediera de este modo; esa ley debería designarse por un vocablo indecoroso que la decencia prohibe estampar en estas líneas, pero que la suspicacia científica bautizó con el nombre de laicismo.

¿Qué recomienda el laicismo? No tratar en lo absoluto dentro de las aulas asunto alguno que trascienda a Iglesia y respetar estrictamente las creencias religiosas del hogar, por erróneas, absurdas e irracionales que sean.

¡Cuántas veces decía el pequeño al malaventurado dómine que había encendido una vela a San Expedito para obtener un buen resultado en los exámenes, y el maestro no iluminaba la inteligencia del alumno porque el laicismo lo prohibía y por temor a un proceso criminal!

El maestro laico no debe imbuir creencia alguna en el ánimo del educando, pero tampoco debe destruir las que traiga del hogar, por abominablemente absurdas que sean; así lo prescriben claramente los decálogos pedagógicos del siglo XIX. Pero llegó el siglo XX, que es el siglo de las vindicaciones, y en el décimo año de su vida dió comienzo a la gran contienda que ha de emancipar a México y a todos los pueblos de la América de los prejuicios embrutecedores del pasado.

La soberanía de un pueblo que ha luchado por su dignificación y engrandecimiento nos ha confiado la tarea de que quebrantemos los yerros del siglo XIX en beneficio de la posteridad, y nuestro principal deber es destruir las hipócritas doctrinas de la escuela laica, de la escuela de las condescendencias y las tolerancias inmorales, y declarar vigente en México la escuela racional, que destruye la mentira, el error y el absurdo doquiera se presenten.

La escuela del siglo XVIII enseñaba el error; la escuela del siglo XIX no lo enseñaba, pero lo toleraba, porque natura non facit saltus; pues que la escuela del siglo XX lo combata en todos sus reductos, por tradicionalmente respetables que sean, para lo cual necesita trocarla de laica en racional. Así lo piden las leyes de la evolución.

Y no se diga que el laicismo puede atacar el abuso ... No. Antes bien, exige al maestro que se abstenga de tratar en la escuela, a pesar de ser el templo de la verdad, todo género de asuntos religiosos, ni para recomendarlos ni para combatirlos ..., y en los asuntos religiosos es donde se hallan los errores más monstruosamente abominables.

Por lo expuesto, y estando de acuerdo en los demás puntos que entraña el dictamen de la comisión de Reformas Constitucionales, a la cual tengo el alto honor de pertenecer, pido se haga al artículo tercero, de que me ocupo, la única modificación de que la palabra laica, en todas las veces que se presente, se sustituya por el vocablo racional.

DISCUSIÓN DEL DICTAMEN SOBRE EL ARTÍCULO TERCERO

Luminosos fueron los debates del artículo tercero en el Constituyente de 1917. Por su extensión sólo nos concretamos a dar a conocer algunos de los párrafos más importantes que, en nuestro concepto, contienen las tesis esgrimidas por los oradores de los dos sectores que lucharon en esta trascendental contienda.

El general Mújica, presidente de la comisión, usó primeramente de la palabra, estudiando cuáles eran las ideas fundamentales, con respecto a política, que el clero podía imbuir en la mente de los niños, de los obreros, de la gleba mexicana; y eran las ideas más absurdas, el odio más tremendo para las instituciones democráticas, para los principios de equidad, igualdad y fraternidad predicadas por Jesucristo.

Si se me considera enemigo del clericalismo, si así se me juzga, si con ese calificativo pasa a la historia mi palabra, no importa, señores; porque, efectivamente, soy enemigo del clero porque lo considero el más funesto y el más perverso enemigo de la patria.

Y siendo así, ¿vamos a encomendar al clero la formación de nuestro porvenir y le vamos a entregar a nuestros hijos, a nuestros hermanos para que los eduque en sus principios? Yo creo francamente que no, porque haríamos una labor antipatriótica. Y ¿cuál es, señores diputados, la moral que el clero podría transmitir como enseñanza a los niños? Ya lo hemos visto, la más corruptora, la más terrible.

Prometió traer a la asamblea el proceso más terrible que se haya escrito contra el clero por el clero mismo. Acusó al clero de que en estos momentos hacía la guerra a la Revolución, buscando el medio de dividir a los caudillos, de provocar las dificultades internacionales.

El clero es eterno rebelde, no se conforma con ser vencido una vez, quiere ser vencido siempre, y está al acecho de ocasiones, está sembrando, está preparando el terreno para más tarde dar el golpe. Por lo cual se haría la obra de inconscientes si no se pusiera remedio para evitar en lo futuro que nuestros asuntos no se resolviesen en el terreno de las armas, sino en la tribuna, en los parlamentos, por medio de la libertad, por medio de la palabra, por medio del trabajo, porque, aunque gloriosas, las revoluciones que se hacen por principios no dejan de ser dolorosísimas, porque cuestan mucha sangre y muchos intereses patrios ...

Si se deja la libertad de enseñanza absoluta para que tome participación en ella el clero con sus ideas rancias y retrospectivas no se formarían generaciones nuevas de hombres intelectuales y sensatos, sino que nuestros posteros recibirían de nosotros la herencia del fanatismo, de principios insanos, y surgirían más tarde otras contiendas que ensangrentarían de nuevo la patria, que la arruinarían y que quizá la llevarían a la pérdida total de su nacionalidad.

El diputado Luis Manuel Rojas usó luego de la palabra. Hizo un estudio sobre la evolución del concepto de la libertad de enseñanza en el mundo.

En el caso de México es extemporánea la fórmula intolerante y agresiva que nos propone la comisión para el artículo tercero, después de haberse dado las Leyes de Reforma y de realizarse la independencia de la Iglesia y el Estado.

Consideró a Juárez y a los hombres de la Reforma enemigos de los jacobinos, y por lo tanto consecuentes con el criterio liberal inglés, pero nadie les debía tachar eso, aunque debía confesarse que la Reforma tuvo sus exageraciones. Se refirió luego a la política de los grupos del Constituyente, provocándose una discusión con otros diputados sobre el señor licenciado Aguirre Berlanga y sobre la actitud política de los renovadores.

El jacobinismo nos puede llevar a una nueva contienda armada, porque la masa de la población es católica, y también como consecuencia inmediata de la guerra que acaba de pasar ...

El proyecto del primer jefe establece la libertad de enseñanza, y cuando ella se refiere sólo a los individuos, debe entenderse sin restricciones; por eso ha sido empleada con propiedad la frase plena libertad de enseñanza. A mi juicio, esa libertad no podía ser formulada de una manera más completa y verdadera porque es una de aquellas cosas que sería imposible restringir en la vida del hombre, aunque lo quisiera esta asamblea y todas las asambleas del mundo; siempre habría modo para que el católico, el protestante o el filósofo pudiesen enseñar privadamente y quizá con mayor ventaja. Si en la primera parte del artículo tercero el primer jefe establece que la enseñanza individual es libre, el segundo inciso del mismo párrafo habla de que será laica la instrucción pública, es decir, la que se dé en establecimientos públicos de educación. Esto ya es otra cosa y se debe considerar como una función especial e interesante de las sociedades; es en la que el Gobierno ha de tener no sólo el control, sino también ciertas obligacíones. Desde el punto de vista más correcto, se formula la perfecta neutralidad del Gobierno en la enseñanza pública, respecto a todas las instituciones o creencias religiosas o filosóficas, al establecer que ella será laica; pero esta condición no se extiende a los establecimientos educativos de los particulares, como pretenden los jacobinos de esta asamblea.

El diputado Alberto Román, en pro:

El artículo que se somete a dictamen, la parte capital de él es lo relativo al laicismo. No es exacto que el artículo consagre la plena libertad de enseñanza, puesto que dice que será laica en los establecimientos oficiales. Señores, ésta es una ley general. Cualquier Estado no podría impedir la enseñanza con absoluta libertad, sino dentro del criterio laico. El laicismo es una restricción completa a la libertad de enseñanza; pero no se diga que únicamente por deseo de novedad, por traer una palabra jacobina, hemos propuesto el laicismo para toda la enseñanza, tanto la que se imparte en las escuelas oficiales como en las particulares ...

Señores, ya es una buena parte de la República, puesto que ya son Yucatán, Veracruz, Sonora, Jalisco y no sé qué otros muchos Estados, donde se ha aceptado el laicismo como restricción a la libertad de enseñanza. ¿Por qué es eso? Porque ha sido la necesidad que palpita en el alma nacional, sobre todo en el alma del credo liberal. El laicismo descansa sobre dos bases fundamentales: la una es de naturaleza científica, de naturaleza pedagógica, por decirlo así. Ahora, como la comisión lo ha manifestado, el hecho de asociar la religión a la enseñanza es asociar el error a la verdad, es poner aparejadas las dos ideas antitéticas; se le dice al niño, por ejemplo: la luz nos viene del sol, y en seguida se le enseña que primero se hizo la luz y después se hicieron los mundos. Se le da una noción general al niño de lo que son los seres en la creación, la fatalidad de la reproducción de ellos mismos, y en seguida se le dice que hay un ser que ha podido nacer sustraído a estas leyes biológicas. Por eso los pedagogos han estado convencidos de que estas ideas, o pasan como nociones que no llegan a estratificarse en la mentalidad de los niños, o bien se quedan en ellos únicamente como repetición de palabras y palabras, como en un fonógrafo o como lo repite un papagayo. Si el Estado, pues, tiene el deber de proteger a la niñez, es indudable que tiene el deber de evitar que se llegue a seguir, o que se siga, un sistema que es perfectamente antitético. El problema político para México es todavía de mayor trascendencia; a este propósito nadie disiente de que las escuelas católicas han sido simplemente un medio para preparar a las generaciones venideras contra el credo liberal. ¿Quién no conoce toda la inquina, todo el odio, toda la aversión, toda la desconfianza que se hace nacer en las escuelas religiosas para nuestras instituciones? ¿Acaso se ha olvidado que en los mismos obispados y arzobispados se ha abierto el gran libro para todos los empleados que por alguna circunstancia, siendo católicos, se ven obligados a desempeñar empleos públicos y que tienen que hacer allí mismo su retractación? Pero, por otra parte, ¿no en la tribuna, no en la prensa, no en corrillos, no en todas partes afirmamos que es el elemento reaccionario a quien combatimos? ¿Por qué no tenemos el valor en nuestras leyes, igualmente, de afirmar un acto de aniquilamiento para el enemigo, como se hizo, por ejemplo, cuando se proclamaron las Leyes de Reforma? ...

El diputado Alfonso Cravioto, en contra del dictamen:

... Vengo a combatir enérgicamente el dictamen formulado por la comisión de Constitución acerca del artículo tercero, dictamen paradójico que halaga por de pronto nuestro radical sentimiento unánime en contra del clericalismo, pero que, estudiado más a fondo, resulta arbitrario, impolítico, imprudente, insostenible, secularmente regresivo y tan preñado de consecuencias funestísimas para nuestras labores constitucionales, que de aceptar el criterio excesivo de ese dictamen tendremos, si somos lógicos, y siguiendo naturales consecuencias, que dar al traste con muchas de las preciosas conquistas consagradas ya en la Constitución del 57, que debemos mejorar, pero nunca empeorar ...

Pero lo curioso del caso es que el proyecto jacobino de la comisión no aplasta la frailería -¡qué va!, si nos la deja casi intacta, vivita y coleando-, lo que aplasta verdaderamente ese dictamen son algunos derechos fundamentales del pueblo mexicano, y eso es lo que vengo a demostrar. La libertad de enseñanza, señores diputados, es un derivado directo de la libertad de opinión, de esa libertad que, para la autonomía de la persona humana, es la más intocable, es la más intangible, la más amplia, la más fecunda, la más trascendental de todas las libertades del hombre. Las ideas en actividad son un jirón de lo absoluto. Dentro del cerebro, el pensamiento es ilimitado; parece tener como freno la lógica y como barrera lo absurdo, pero contra la lógica y contra lo absurdo todavía tiene el Pensamiento las alas omnipotentes de la imaginación, que, sacudiéndolo por todas las regiones, levantándolo por todos los espacios, pueden lanzarlo al infinito, fecundándolo y ennobleciéndolo con nuevas creencias y creaciones nuevas, dándole savia de nuevos ideales y gérmenes de la verdad insospechada. El pensamiento sacude nuestra bestialidad y nos enaltece. Pensar, más que un derecho, es una ley natural, un resultado irrebatible de nuestra constitución orgánica; y oponerse a esta potencia no es tiránico, es ridículo; es querer plantar en una maceta el árbol de Santa María del Tule; es pretender encerrar en una botella las turbulencias del mar y las bravuras del océano ...

Vamos a analizar ahora la consecuencia de estos principios evidentes en sus aplicaciones a la práctica social. Claro está que tratándose de adultos las discusiones son inútiles; el debate se concreta a analizar la situación de la niñez. El adulto está en perfecta capacidad para escoger materias de enseñanza y maestros para sí mismo: no así los niños, y aquí entra la discusión. Algunos proponen la intervención directa del Estado; otros pretenden erigir frente a los derechos del hombre los derechos de los niños. Dantón gritaba en la Convención: Es necesario que revivamos el precepto antiguo de que los niños pertenecen a la República antes que a sus padres. Y le contestaba su impugnador con elocuencia: Bien está, señor, implantad en Francia las leyes de Esparta, pero antes resucitad las costumbres espartanas entre nosotros. Es verdad, señores diputados; a toda obligación corresponde un derecho correlativo. Y si en las sociedades modernas el padre tiene obligación de alimentar, de vestir y de educar a su familia; si nadie niega al padre su derecho legítimo para que él personalmente instruya o eduque a su familia, entonces el padre, en consecuencia, tiene indiscutible derecho para escoger todo lo que pueda y todo lo que quiera en materia de alimentos, vestidos, maestros y enseñanza para sus hijos. Los niños huérfanos cuentan con los establecimientos de beneficencia privados o con los establecimientos oficiales, y entonces el Estado escoge por los que padre no tienen y por los muchos que no tienen ni madre ...

Ahora veamos las relaciones del Estado en cuestiones de enseñanza. El Estado es la persona moral de la sociedad, el representante político de la nación; debe, pues, fomentar el desarrollo de la cultura pública; debe, pues, exigir un mínimo de instrucción a todos para que todos realicen mejor la obra colectiva. Debe suplir la deficiencia de la iniciativa privada abriendo el número de establecimientos de enseñanza suficientes para satisfacer la difusión de la cultura; el Estado, que es neutral en asuntos de Iglesia, debe permanecer también neutral en cuestiones de enseñanza, y por lo tanto se desprende que el Estado puede y debe impartir enseñanza elemental y que ésta debe ser, en los establecimientos oficiales, laica y gratuita, prescribiéndose la obligación de la enseñanza elemental, aunque sea recibida en escuelas particulares. Tal es, sintéticamente, la teoría técnica de la libertad de la enseñanza...

El foco real de la enseñanza religiosa está en el hogar y no en la escuela. Si la educación que se da en la escuela no está en armonía con la del hogar y no forma como una continuación de ella, la influencia de la escuela no basta para contrarrestar la de la familia. Los niños no tienen las ideas que tienen porque se las enseñen los curas. El verdadero profesor de ideas generales de los niños es el padre, esto todos lo sabemos. El niño las toma del padre, del padre y del padre, por sugestión, por imitación, por atavismo y por cariño. El padre es quien da al niño el contingente de ideas generales con que atraviesa la vida si no tiene personalidad después para crearse propias ideas; por lo tanto, si quiere la comisión que dejemos a la niñez dentro de las ideas que ella expone, entonces tendremos que dar un decreto diciendo que los mexicanos que no comulguen con las ideas de la comisión deberán no tener hijos; y si no nos atrevemos a este atenuado castramiento, entonces debemos decretar que el Estado confisque los niños desde la edad de cinco años ...

Porque, por ejemplo, D. Benito Juárez fue educado por frailes y fue Juárez. Y ¿por qué los científicos y una gran parte del elemento directivo del cuartelazo de febrero han salido de la escuela positivista de Barreda? ¿Sería posible que nada más por esto viniera a proponer la comisión aquí que cerrásemos la Escuela Nacional Preparatoria? Dice el señor Mújica que debemos degollar la libertad de enseñanza pensando que algunos clericales están del otro lado del río provocando una intervención ...

Señores diputados: nuestro problema fundamental es esencialmente pedagógico. Necesitamos una nación nueva, generosa, animada por los grandes ideales del amor patrio, inspirada en el sentimiento de la abnegación y del sacrificio y en la que cada individuo prefiera siempre el bienestar colectivo a su bien particular. Decía Dantón que el progreso consiste en la audacia, en audacia y más audacia. Digamos nosotros que para México el progreso consiste en escuelas, en escuelas y en escuelas. Difundamos la cultura. Esparzamos la instrucción, pero sin hollar libertades respetables. La de enseñanza no os asuste. La verdad siempre se abre su camino y triunfa. Llegamos de gran cruzada contra la reacción y hemos vencido; vayamos áhora en una gran cruzada contra la ignorancia y venceremos. Todos, señores, estamos obligados a ir a explicar, a ir a predicar a nuestros electores, a nuestro pueblo, a nuestro México, que el deber esencial de todo mexicano es servir a su país mejor que con las armas con los libros en la mano, porque el porvenir y la seguridad de la nación no están hoy solamente en el mando de los soldados, están en las manos de los que cultivan la tierra, de los que pastorean el rebaño, de los que tejen el algodón, de los que arrancan el mineral, de los que forjan el hierro, de los que equipan la nave, de los que conducen el tren, de los que represan la lluvia, de los que construyen los puentes, de los que estampan el libro, de los que acaudalan la ciencia, de los que forman las ciudades y los hombres educando a la niñez, porque de esas escuelas saldrán los soldados, de esos canales brotará la sangre, de esas forjas surgirán los cañones, de ese hierro se erguirá la fortaleza, de esos montes bajarán los navíos y de ese algodón, de ese cáñamo y de esos árboles saldrán las tiendas de campaña y las velas y el asta sagrada que ha de desplegar al viento la bandera de la patria rejuvenecida.

El C. López Lira:

Todos gritamos: Yo tengo derecho a enseñar; todos pedimos y estamos conformes en que esto es un atributo del hombre, es algo innato en el hombre mismo. La comisión lo declara en el primer párrafo, en la primera frase del artículo que propone. Pero permítaseme también otra palabra, quizá inadecuada: ¿La libertad de aprendizaje no tiene límites? Es decir, ¿el cerebro del niño no tiene derecho a ningún respeto? ¿Nosotros tomamos a un niño y le inculcamos todo lo que se nos pegue la gana, sin respeto precisamente a la debilidad de ese niño? No, señores diputados, tenemos derecho de enseñar, pero de enseñar las verdades conquistadas, los hechos positivos, los conocimientos comprobados; no tenemos el derecho, señores diputados, de enseñarle errores o de enseñarle mentiras; ésa es mi opinión, yo hablo con toda sinceridad ...

... Ni la comisión ni ninguno ha pensado en México que se suprima la libertad de cultos y que se exija a los predicadores hablen sobre tal o cual cosa dentro de su iglesia. Se les prohibe que lo hagan fuera y nada más, y las Leyes de Reforma han recibido la consagración nacional. Pues bien, señores diputados, mientras los padres evolucionan, mientras los padres aprenden a respetar ese cerebro virgen, esa voluntad débil, mientras como prenden que esa debilidad es su escudo no deben penetrar a los misterios de su alma; mientras tanto, señores diputados, suprimamos de las escuelas toda enseñanza religiosa. Pidamos que la escuela sea, como ha dicho un gran pensador, la luz del mundo, la antorcha de la civilización, la antorcha de las ideas y del progreso resplandeciente, rasgando las tinieblas ... Esa virginidad en la conciencia de los niños nadie debe violarla ni para imbuir en ella patrañas o cuando menos puntos muy dudosos y muy discutibles. La comisión, señores diputados, lo ha interpretado así; el dictamen quiere quitar a las escuelas la libertad para la enseñanza religiosa y no creo que esto nos traiga propiamente ninguna guerra religiosa ...

Pero hay más, señores diputados: Las escuelas religiosas, y no hago distinciones de cultos o sectas, se implantan con el objeto que no es precisamente el de impartir la instrucción: es con el objeto de allegarse adeptos, y yo no considero justo, señores diputados, que la escuela, algo consagrado, algo en que está basado el porvenir de la patria, sirva como medio de propaganda para asuntos religiosos. Indudablemente, señores diputados, que si se decretara que la enseñanza en todos los colegios fuera laica, muchos de los colegios religiosos se clausurarían, porque ya no tendrán sus fundadores el objeto que persiguen ...

El Lic. José Natividad Macías:

El dictamen de la comisión es exactamente, señores, el dictamen de los antiguos gobiernos para poder monopolizar la enseñanza, el que alegaban en la época del rey Sol para impedir que se conociera la Enciclopedia, la pureza del alma, del alma de la Francia. Se invocaba entonces, para impedir la libertad de la enseñanza, que el alma nacional no se deformase, y hoy alega la comisión que es preciso que, así como la gimnasia degenera el cuerpo, la libertad de enseñanza degenera el alma. Son exactamente, señores, allá, las palabras de la dictadura; aquí, las palabras de una comisión jacobina; allí se indicaba la necesidad de salvar el espíritu de Francia, y aquí se invoca la necesidad de salvar el espíritu mexicano ...

Cuando yo leí el dictamen de la comisión, yo dudé que lo hubiera hecho el señor licenciado Colunga; si el señor licenciado Colunga no me lo hubiera dicho, francamente yo me hubiera resistido a creerlo ...

Es uno de los derechos más grandes de los que tiene el hombre, el de la enseñanza. Mediante ese derecho se pone en contacto con todos sus semejantes; mediante ese derecho aprende a dominar al mundo, porque el hombre que enseña es el hombre que manda, y ése es el derecho más grandioso, más sublime que tiene la humanidad. De manera que, señores, yo no vengo a haceros aquí una ley sobre ese derecho: me basta que esté reconocido ...

Las reformas presentadas por el señor Carranza a la Constitución encarnan, por primera vez en la política mexicana, un programa entero de principios; ya no hay personalidades: es la Soberanía del pueblo, son los derechos del hombre, es la libertad absoluta del sufragio para que el pueblo elija sus mandatarios; y estoy seguro, porque lo he oído de sus labios, que sus palabras son sinceras ...

¿Qué va a decir el Gobierno de Estados Unidos? Carranza, en el manifiesto de tal fecha, ofreció que no se perseguiría a las creencias católicas; Carranza, en la comunicación que dirigió a esta cancillería en tal fecha, volvió a repetir este concepto y se mostró muy enérgico, porque el Gobierno de los Estados Unidos estaba creyendo lo contrario. Carranza, en el decreto reformando el Plan de Guadalupe, adicionado en Veracruz, dijo que el Congreso Constituyente no tendría más que estas reformas y que se respetaría la Constitución del 57, y ahora resulta que Carranza no puede cumplir, porque el Congreso se le ha insubordinado ...

Los constitucionalistas están acostumbrados a ver al clero como enemigo, y por un falso razonamiento concluyen: éstos han andado con las armas en la mano, luego los clérigos también deben desaparecer. Señores, que desaparezcan los clérigos, pero que no desaparezca la libertad de la conciencia humana, esto es cosa enteramente distinta ...

Hay un sentimiento religioso hondo en este pueblo, y es natural: ha sido la educación de muchos años. El ciudadano primer jefe, con esa observación penetrante, con ese conocimiento de la naturaleza humana, nos ha dicho esta gran verdad: las costumbres de los pueblos no se cambian de la noche a la mañana; para que un pueblo deje de ser católico, para que el sentimiento que hoy tiene desaparezca es necesaria una educación, y no una educación de dos días ni de tres. No basta que triunfe la Revolución; el pueblo mexicano seguirá tan ignorante, supersticioso y enteramente apegado a sus antiguas creencias y sus antiguas costumbres si no se le educa. Y la manera de educarlo no es quitarle la libertad de enseñanza, sino defender la instrucción, como lo ha hecho el ciudadano primer jefe, y a medida que el pueblo tenga instrucción, que la luz penetre a todas las conciencias, ese día, señores, las costumbres se modificarán y entonces vendrá, efectivamente, la renovación que todos esperamos ...

El C. Rosas y Reyes:

Los que sois padres de familia, los que conmigo y la revolución, mil veces bendita, habéis soñado para nuestros hijos verlos libres de los prejuicios de nuestros ancestros; los que habéis anhelado la creación de una raza nueva, fuerte, vigorosa, sin bajezas ni servilismos, sin temores y sin dudas, sino con el concepto firmísimo de la libertad de criterio, de la autonomía de carácter, de la verdad de la ciencia, a vosotros me dirijo: ¿Gustáis que el sacerdote continúe siendo el amo y señor de vuestros hogares? ¿Gustáis que continúe ejerciendo su labor de retrogradación y que continúe traficando con los secretos del hogar y poniendo en juego su falaz labor, que sólo tiende a hacer que nuestros hijos se embrutezcan moralmente, que sean indignos, que sean traidores? ...

El Partido Católico recoge la bandera del Partido Liberal, dice el ciudadano López Lira. Es cierto, señores, porque el Partido Católico se viste todas las túnicas, porque el Partido Católico utiliza todas las caretas; porque si se afilió a los nobles y más tarde al sable bonapartista de Francia, así en México se ha afiliado a todas las causas bastardas para seguir adueñándose de todas las actividades; porque el Partido Conservador ha agotado su vestuario de arlequines con disfraces y ha esgrimido todos los tendones; porque hoy, en fin, por razón de inercia, ese partido nefasto está colocándose insensiblemente entre nosotros, está absorbiendo ya la convicción vacilante de muchos de los nuestros, porque hoy se está declarando, por esa misma razón de inercia de que hablaba, constitucionalista, cuando más bien podríamos llamarle como yo le titulo: artista, malabarista, contorsionista y equilibrista, y hoy, por desgracia, carrancista ...

El C. diputado Chapa:

La libertad de enseñanza más amplia debe existir en nuestra República; pero, por otro lado, el Gobierno debe sembrar por todos los rincones del territorio nacional escuelas laicas que, en leal competencia, venzan a las del clero por sus aseados y ventilados edificios modernos que los abriguen, por el valor de sus maestros y el tratamiento democrático de los alumnos ...

Yo vengo a sostener enérgicamente el espíritu de liberalismo puro que contiene el artículo tercero propuesto por D. Venustiano Carranza, y a impugnar, con no menos energía, la fórmula jacobina, decididamente sectaria, que presenta la comisión dictaminadora ...

Si cada artículo de la Constitución se aprueba con el espíritu, las tendencias y el significado del artículo tercero propuesto por la comisión habremos hecho una Constitución de un jacobinismo rabioso. Contra esa Constitución sectaria, y para unos cuantos, se levantaría una nueva revolución que llevaría por bandera la grandiosa Carta Magna del 57 ...

Hemos venido aquí, no para cambiar los principios liberales del 57, sino para añadir en el mismo espíritu las adiciones necesarias que ha propuesto el ciudadano primer jefe, por ser inminentes necesidades del pueblo mexicano ...

Señores, yo vengo a proponeros una redacción al artículo tercero: La enseñanza es libre; el Gobierno debe impartir la instrucción primaria, gratuita y obligatoria, de la edad de seis a doce años ...

El diputado Celestino Pérez:

Como decía, el clero quiere obtener el poder espiritual, y ¿de qué medios se vale para ello? ¿Qué armas son las que esgrime? ¡La escuela, y únicamente la escuela, señores diputados! Así se nos muestra el enemigo y así trabajará si nosotros aprobamos el artículo como lo presenta el ciudadano primer jefe. En efecto, la instrucción religiosa impartida en las escuelas primarias y elementales superiores implantadas por el clero no era para otra cosa sino para oponerse al desarrollo moral de la sociedad e imponer una moral religiosa, una moral religiosa que va del niño al adulto, del adulto al hombre, del hombre a la sociedad; y este niño, y este adulto, y este hombre, y, por último, esta sociedad no aceptan más moral que la moral religiosa, la moral que se les ha enseñado por el clero desde los pupitres de la escuela. Hacen de un niño un instrumento ciego, cumplen su objeto; hacen del adulto el mismo instrumento, han cumplido su objeto; hacen del hombre el mismo instrumento o quizá más fuerte todavía que los anteriores, han hecho de todos ellos unas armas. ¿Qué les importan? ¡Han cumplido su objeto! ...

Se le habla al niño en la escuela católica de libertades, pero se le dice que la libertad es un poder absoluto -como en efecto lo es-, que es un don de Dios, y no nos extrañe, señores, que' cuando a este niño, a este adulto, a este hombre les hablemos de libertades, digan que en efecto existen, pero nos anatematizan y anatematizan a la sociedad, al Gobierno y a las libertades ...

¿Estos serán los verdaderos ciudadanos? No, señores; éstos serán los eternos enemigos de las libertades públicas, éstos serán los eternos retrógrados, y nosotros no habremos hecho otra cosa que, decirle al enemigo: entra, entra y entra más, y aquí estamos nosotros para armar revoluciones cada vez que tú trates de levantarte, que aquí habrá patriotas en cada ocasión y en cada vez que tengamos revoluciones más o menos gloriosas como la Revolución constitucionaHsta encabezada por el primer jefe. No debemos procurar que la historia se repita, señores; quitemos de una vez el mal y arranquemos el virus ponzoñoso que nos aniquila, que nos debilita ...

El diputado Palavicini:

... Algunos oradores han calificado a la comisión de jacobina por este aspecto sectario; pero yo quiero confesar que todos tenemos en el fondo esos mismos defectos, que todos queremos combatir de un modo práctico, preciso y enérgico al clero en todas sus fortificaciones; nada más que hay que hacerlo hábilmente, porque si lo hacemos con torpeza no combatimos a nadie ni dejamos nada perdurable. Este es el tema de mi impugnación al artículo tercero. Los oradores del pro y el señor Román no han aducido ningún argumento nuevo; el señor Román ha venido a contestar o a hacer alusiones al señor licenciado Rojas. El señor López Lira nos ha dicho que él es ateo y que desea que el brazo de Dios salve a las escuelas; ha estudiado con toda dedicación y con toda profundidad la evolución de los pueblos en una revista ilustrada musical que se encontró en México en uno de sus viajes; y el señor Rosas y Reyes nos ha leído un brillante discurso de galano estilo que soy el primero en admirar, y después de decirnos que aquí no hay grupos ni hay divisiones, concluye por decir que sí hay grupos y divisiones y que todos esos grupos y divisiones son obra de un individuo, como si un individuo pudiera hacer grupos ...

Todos combatimos al clero y todos deseamos combatirlo; no es ése el asunto, señores diputados; el asunto es saber si vamos a conservar en el título I de la Constitución las garantías individuales o si vamos a derogarla. ¿Vamos a modificar por completo el credo liberal que ha sido nuestra bandera? ¿Vamos a incluir en esa garantía una modificación absurda y monstruosa que sostiene la tesis de que un individuo, por sólo pertenecer a la Congregación de María Santísima o de la Virgen de Guadalupe, no puede enseñar francés o inglés? Este es el punto analizado ayer brillantemente por el señor licenciado Cravioto ...

¿Quién es capaz de negar honradamente, lealmente, que el noventa por ciento de los mexicanos es católico? Qué, ¿se cambian las conciencias con un decreto? Qué, ¿se forman las conciencias con una ley? ¿ Qué mente, a través de los siglos, se puede cambiar en un momento dado por un solo decreto? No, los caminos son otros; si los liberales -los verdaderos liberales, no los sectarios quieren hacer obra provechosa y buena, que busquen el único elemento, ese que con tanto miedo nombró en esta tribuna el señor López Lira, pero que está perfectamente arraigado en su conciencia; debemos buscar eso que él, como ateo, ha llamado el brazo de Dios, la escuela laica. Y bien, yo vengo a defender aquí la escuela laica, que es la que la comisión ha querido sostener en ese dictamen, pero que si ése es el espíritu de la comisión, yo también, señor presidente de la comisión, vengo a hablar en pro de ese dictamen; pero de ese dictamen en su primera línea, no de ese dictamen completo con ese embrollo de cosas incomprensibles y contradictorias ...

Señores constituyentes liberales de 1916, cimentad definitivamente la libertad en nuestro suelo, que allí donde la libertad es firme y positiva toda revolución es imposible, y en las sociedades dominadas por el despotismo de no importa qué interés o secta brillan continuamente los relámpagos fulgurantes de la tempestad. No pretendáis, como los opresores católicos del siglo XIV, extinguir la libertad por las persecuciones y la muerte; esforzaos por mantener en alto la encendida antorcha, dejando que el pueblo escoja entre las sombras y la luz; y yo os lo grito desde aquí: el pueblo escogerá la luz.

Al llegar a este punto del debate, la comisión, con permiso de la asamblea, retiró el dictamen para modificarlo, quedando en el fondo lo mismo, como puede verse en el proyecto que posteriormente presentó en la sesión del 16 de diciembre de 1916, y el cual dice lo siguiente:

Artículo 3°. La enseñanza es libre, pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaria, elemental y superior que se imparta en los establecimientos particulares.

Ninguna corporación religiosa ni ministro de ningún culto podrán establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria.

Las escuelas primarias particulares sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia oficial.

En los establecimientos oficiales se impartirá gratuitamente la enseñanza primaria.

Continuado el debate, después de un fuerte acaloramiento entre los diputados, y en el cual, como aparece en el Diario, el diputado Martínez de Escobar gritó al ingeniero Palavicini: ¡Fuera los reaccionarios de esta Cámara!, hizo uso de la palabra el general Mújica, presidente de la cómisión.

El diputado Mújica:

En la sesión de anteayer, el sentido de la discusión fue éste: que el proyecto de toda la Cámara estaba conforme en aceptar el que contuviera los principios fundamentales del dictamen, es decir, en aceptar la enseñanza laica, tanto en las escuelas particulares como en las oficiales de instrucción primaria elemental y secundaria, con las restricciones que la comisión estableció; que no es más que el precepto que define la verdadera libertad de enseñanza y la cual debería acomodarse en el artículo veintisiete o en otro lugar de la Constitución donde cupiera. Que la comisión retiraría el concepto de que ninguna persona perteneciente a ninguna asociación religiosa pudiese impartir la enseñanza en alguna escuela. Bajo estos puntos, bajo estas reglas, la comisión empezó a trabajar con todo empeño y con toda honradez; ha escuchado las razones aducidas por el señor ingeniero Palavicini, ha escuchado todas sus argumentaciones, y antes de manifestar al señor Palavicini en qué sentido se ha formulado el dictamen consulté a otro grupo de la Cámara en cuya asamblea privada estuvieron personas aun de las que no estaban conformes en aprobar el dictamen. Del debate que se iniciara anoche en el salón de la Escuela de Bellas Artes se dijo que esas llamadas restricciones no cabían absolutamente en ningún artículo de la Constitución, porque si la razón que se ha aducido era precisamente seguir la ideología que debe tener la Constitución, es en el artículo tercero donde con todo fundamento lógico debería tener cabida esa restricción. Ese es todo el motivo y todas las razones que la comisión ha tenido para volver a presentar el dictamen en la forma que lo ha hecho.

El C. Alonso Romero:

Señores diputados:

Vengo a sostener el dictamen de la comisión con la misma entereza y la misma fe con que los girondinos subían cantando a la guillotina, puesto que no me han convencido ni las argumentaciones humorísticas y falsas del divino orador Cravioto, quien ha pastado apaciblemente en las selvas frondosas de Ignacio Ramírez, ni me convencen el valor civil ni los conceptos ultramontanos del licenciado Luis Manuel Rojas, ni mucho menos los terribles fantasmas que la alborotada imaginación del señor licenciado Macías ha forjado con el objeto de embaucar a esta asamblea. Para nosotros, los yucatecos, no es nada nuevo el artículo tercero; hace más de dos años que está en vigor; hace más de dos años que la niñez de Yucatán recibe esta clase de instrucción, y éste es el porqué de que nosotros no nos dejamos mangonear por tres o cuatro negreros de esta Cámara. Extraño parece, ciudadanos diputados, que un hombre de la talla del señor Cravioto, un señor ministro de Instrucción Pública, se atreva a conculcar la enseñanza, asentando falsedades de este género: Que no tiene ninguna influencia en la educación de la niñez el que los individuos que profesan ideas religiosas desempeñen una cátedra en una escuela laica. Ese argumento yo no lo acepto porque es nada menos que infantil. Vengo a apoyar el dictamen de la comisión, como he dicho antes, porque para mí entraña un criterio revolucionario, porque ese artículo cierra las puertas que los ilustres constituyentes del 57 dejaron de par en par a la reacción y a las hordas del clero ...

Vosotros, los que habéis pretendido demostrar con maquiavelismo de intriga que somos retrógrados y enemigos del primer jefe, por el hecho sólo de defendernos de vuestras artimañas y de exponer libremente nuestro pensamiento, estáis en un error, no tenéis razón. No tenéis derecho de echar lodo a los que tenemos aspiraciones nobles y honradas, a los que pensamos libremente y tenemos el derecho de exponer nuestras ideas. Vosotros, los que habéis chocado la copa en los festines de Porfirio Díaz, no podéis pasar por el crisol revolucionario sin dejar huellas infernales. Vosotros, favoritas del sultán, que habéis arrojado vuestras panderetas a los pies de vuestro señor y traspuesto las murallas del serrallo, no tenéis derecho ahora a pasar por vírgenes inmaculadas. Cábenos la gloria, señores diputados, de haber venido a este Congreso con la frente muy alta y con el pensamiento fijo en el porvenir de la patria ...

El ciudadano Truchuelo:

Es verdaderamente hermoso lo que se ha declarado en esta tribuna. Aquí se nos dice: No, señores, nosotros no debemos temer absolutamente al clero; el clero es sinvergüenza, el clero prefiere que le quiten la vida, pero no suelta el bolsillo. Nos dice el señor licenciado Macías: No debemos aceptar la reforma del artículo tercero, porque entonces nos pintarán los yanquis como unos apaches, sencillamente. Pues, señores, si después de exhibir la perversidad del clero no admitimos la reforma en cuestión, entonces no sé cuál es el papel que hacemos ni cómo nos van a pintar en los Estados Unidos. Yo creo que pintarán a los que opinan en contra de la comisión -no hago absolutamente referencia a persona alguna-, pintarán a los mexicanos predicando teorías subversivas contra el clero, mandando decapitar a todos los frailes, persiguiéndolos en la tribuna y en todas partes, para después salir durante la noche solapadamente y, ocultándose a los padres de familia, robar a esos padres y niños que todavía no tienen conciencia de su ser y entregarlos maniatados al clero ...

No todo el mundo tiene el derecho de hacer lo que le plazca, no todo el mundo tiene el derecho de proclamar las libertades que crea justas ...

... No podemos nosotros los liberales entregar a la niñez para que el clero deforme su cerebro, porque no está en condiciones de defenderse de cualquiera impresión que perdure eternamente; nosotros debemos esperar, por medio de una ley acertada como es la que propone la comisión, que estaremos de acuerdo absolutamente con todos los principios libertarios de la Constitución del 57 y con el programa del primer jefe, que es el símbolo de la revolución, y con las aspiraciones del vigoroso pueblo mexicano. Señores, yo quiero que tengáis presente todo lo que aquí he dicho para que votemos a favor del dictamen de la comisión. No olvidemos aquellas célebres palabras, cuando, al llorar el último rey moro la pérdida de Granada, su madre exclamó: Lloras como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre. Yo no quiero que la historia que nos contempla diga: Llorad, constitucionalistas, como una mujer la pérdida de las conquistas de la revolución.

El ciudadano Lizardi:

... Sigamos con la historia del clero y veremos que el clero trajo a Maximiliano y al general Díaz; en fin, sus errores. Pregunto, Señores: ¿En dónde se aprende todo esto? Todo esto que sabemos en contra del clero, todo lo que él dice en su defensa, se aprende en la clase de historia, y no va a ser posible, aun cuando se prohibiese a los ministros de los cultos enseñar historia, evitar que se enseñe en las escuelas primarias, ni va a ser posible que todos y cada uno de los profesores que enseñen historia patria tengan determinado criterio político para enseñar esa historia, y menos los que nos preciamos de liberales vamos a exigir un cartabón especial para que se enseñe la historia en México. Sin embargo, el laicismo, que en la enseñanza religiosa es un gran paso, creo que toda la asamblea está por él en la enseñanza primaria, tanto en las escuelas particulares como en las escuelas oficiales, por más que los brillantes argumentos de los creadores del contra del primer dictamen no hayan satisfecho de una manera absoluta. Han hecho uso de varias clases de argumentOS: los históricos, demostrando que el pensamiento vive a pesar de las trabas que se le pongan; pero este argumento no quiere decir que haya ocasión de limitar un poco la acción del clero. Por otra parte, se ha hecho uso del argumento que podríamos llamar político-internacional, que tampoco es convincente, señores, porque es tal el carácter de nosotros los mexicanos -y lo digo con orgullo-, que somos perfectamente capaces de ir al aniquilamiento para sostener y hacer que se realice positivamente en la práctica el hecho de que si alguien nos vence, venga a encontrar aquí sólo tumbas, como dice nuestro himno nacional ...

El ciudadano González Torres:

Vengo a manifestar a ustedes que estoy de acuerdo en todo con el artículo propuesto por la comisión, menos en una palabra, que es ésta: laica, que debe, en mi concepto, sustituirse por otra: racional. Se ha hecho gala de erudición y se han inventado miles y miles de ardides con objeto de distraer, en la mayor parte de los casos, la atención de la asamblea respecto a la cuestión; sólo hasta última hora es cuando se ha fijado el punto a discusión ...

Nosotros pretendemos única y exclusivamente salvaguardar a la niñez; pretendemos evitar que se inculquen en sus cerebros, cuando está incapacitada para seleccionar lo que es bueno de lo que es malo, ideas absurdas y cuanto no está demostrado científicamente; queremos impedir a toda costa que haya establecimientos religiosos que impartan la instrucción primaria elemental y superior, porque estamos convencidos de los pésimos resultados que han dado. Yo vengo a hablaros sin filigranas, sin bizantinismos, vengo a hablar a vuestra conciencia aunque maltrate vuestros óídos. Mi palabra carecerá de expresión oropelesca, pero será sincera y patriótica. No hemos pretendido atacar el derecho de instrucción, desde el momento en que consideramos y aceptamos la libertad física del hombre, desde el momento en que aceptamos su libertad moral, y es claro y es inconcuso el derecho que tiene de ilustrarse e instruirse; pero recapacitemos un poco, hagamos algunas consideraciones filosófico-morales, y nos convenceremos de que hay necesidad de establecer ciertas restricciOnes ...

El ciudadano José Alvarez:

He pedido la palabra contra el dictamen de la comisión ... Tengo que impugnar el calificativo de laica que se le ha designado, pues considero que tal palabra significa neutralidad y que, por tal motivo, volverá a servir de barrera infranqueable para la enseñanza de la verdad por no lastimar las estúpidas mentiras de ciertos dogmas religiosos. La iniciativa que en su debida oportunidad presenté a la comisión, y de la cual veo con satisfacción que se ha adoptado la mayor parte, indicaba para la instrucción oficial la condición de que fuera liberal o racional, es decir, científica, basada en la verdad.

El ciudadano Espinoza:

La Constitución del 57 escribió en sus páginas gloriosas principios muy altos y muy nobles, pero la tolerancia del Gobierno a la religión católica hizo que no se observaran, que no se practicaran, y hoy, ciudadanos diputados, aun no se ha reformado la Constitución; apenas vamos a intentarlo en el artículo tercero y ya se le está dando armas al clero para que desgarre en sus entrañas a ese artículo, a esas reformas constitucionales, y esto, señores diputados, no puede ser nunca labor de patriotismo. La ley del progreso es crear, reformar y transformar. Así, ciudadanos diputados, el artículo tercero de la Constitución del 57, que es el mismo presentado en el proyecto de reformas, como ya he dicho antes, cuando se incluyó en la Carta Magna respondía de una manera admirable a las necesidades sociales de aquel tiempo, más apegado a las tradiciones religiosas que en los tiempos presentes; pero, obedeciendo a las leyes del progreso, los preceptos de aquel artículo tercero ya no son suficientes a satisfacer las necesidades de la sociedad actual ...

Si por debilidad engañamos al pueblo violando nuestros propios sentimientos y transigimos con los oradores del contra, un remordimiento cruel y eterno maldecirá la conciencia de cada uno de los débiles, y el fallo sereno de la historia, al juzgar su conducta en esta honorable asamblea, será terrible; los maldecirá, y los maldecirá con sobrada justicia. Así es, señores diputados, que yo os exhorto a que en nombre de la sangre que se ha vertido por los principios que aquí estamos discutiendo votemos por el artículo tercero, tal como lo ha presentado la comisión, y si no que las viudas y huérfanos de todos los miles y miles de hombres que han caído para no levantarse jamás, por la conquista de estos sagrados principios, nos maldigan desde la mansión donde se encuentren.

Después de haber terminado el último orador se declaró suficientemente discutido el dictamen, pasándose a votar, siendo aprobado en la forma como lo presentó la comisión nuevamente, por 99 votos de los diputados izquierdistas en contra de 58 oponentes.

Votaron por la afirmativa los ciudadanos Adame, Aguilar Cándido, Aguirre, Allende, Alonso Romero, Ancona Albertos, Andrade, Aranda Arteaga, Avilés, De la Barrera, Bojórquez, Bravo Izquierdo, Calderón, Cano, Cañete, Casado del Castillo, Cedano, Cervantes, Céspedes, Colunga, Dávalos Ornelas, Dinorín, Dyer, Enríquez, Espeleta, Espinoza, Esquerro, Fernández Martínez, Franco, Gámez, García Adolfo G., García Emiliano C., Garza Zambrano, Giffard, Góngora, González Alberto B., González Torres, Guerrero, Gutiérrez, Herrera Manuel, Ibarra, Ilizarituri, Jara, Labastida Izquierdo, Leija, Limón, López Ignacio, López Lira, Madrazo, Manjarrez, Manzano, Márquez Rafael, Martínez Epigmenio A., Martínez de Escobar, Martínez Rafael, Mayorga, Mercado, Monzón, Moreno, Mújica, Nafarrate, Navarro Luis T., Palma, Pastrana Jaime, Payán Pereira, Pérez Celestino, Pintado, Sánchez, Prieto, Ramírez Llaca, Ramírez Villarreal, Ramos Praslow, Recio, Rivera, Cabrera, Robledo, Rodiles, Rodríguez Matías, Roel, Rojano, Román, Romero Flores, Rosales, Ross, Ruiz, Silva, Sosa, Tepatl, De la Torre, Torres, Truchuelo, Vázquez Mellano, Vega Sánchez, Victoria, Vidal y Villaseñor Adolfo.

Votaron por la negativa los ciudadanos Aguilar Antonio, Aguilar Silvestre, Alvarado, Amaya, Castañeda, Castaños, Cepeda, Cepeda Hedranof Cervantes Daniel, Cravioto, Chapa, Dávalos, Dávila, Dorador, Fajardo, Garza González, Garza, Gómez Palacio, González Aurelio L., Guzmán, Berrera Alfonso, Jiménez Juarico, Lizardi, López Lizandro, Lozano, Macías, Márquez Josafat S., Martí, Meade Fierro, Méndez, Navarro Gilberto M., Ocampo, Ochoa, O'Farril, Ordorica, Palavicini, Peralta, Perrusquía, Pesqueira, Reynoso, Rodríguez González, Rodríguez José, Rouaix, Sánchez Magallanes, De los Santos, Sepúlveda, Silva Berrera, Solares, Solórzano, Suárez, Ugarte, Verástegui, Villaseñor Lomelí, Von Versen, Zavala Dionisio, Zavala Pedro R. y Rojas.

Al hacerse la declaratoria de que el dictamen de la comisión había triunfado hubo aplausos, hurras y voces: ¡Viva la revolución! ¡Viva el primer jefe! ¡La patria se ha salvado!

Así terminó aquella jornada en la que los liberales de izquierda defendieron e interpretaron el laicismo en forma avanzada, consagraron la libertad de enseñanza, la gratuidad en la educación, alejando al clero de la instrucción y educación públicas; es decir, consagraron las conquistas por las que lucharon los liberales de las generaciones anteriores, como hemos visto en el curso de esta obra, transformando notablemente el contenido del artículo tercero constitucional de como estaba en la Carta del 57.

La interpretación avanzada que dieron al laicismo fue de enorme trascendencia. Transcribimos a continuación el comentario que sobre ella hace el Lic. Alberto Bremauntz, en su obra La educación socialista en México:

Las razones que sostuvieron todos y cada uno de los oradores que hablaron en pro del dictamen llevan a la conclusión de que el Constituyente del 17 estableció un laicismo no neutral, aunque parezca una contradicción; así se expresa en el dictamen claramente, y para desengañar del error con criterio científico se necesita una escuela combativa de los errores confesionales que censuraron apasionadamente los legisladores, una escuela que no cierre los labios al maestro ante todo error revestido de alguna apariencia religiosa.

La mayoría radical deseaba alejar al clero católico de la educación; deseaba que en las escuelas se destruyeran los prejuicios religiosos; deseaba no precisamente que la escuela siguiese teniendo la posición de neutralidad en que se había colocado la escuela laica durante toda la época de la dictadura. Era, pues, una escuela no sólo con base científica, sino precisa y categóricamente combativa de los prejuicios religiosos. Era un paso más que daba el sector revolucionario de la República pasando del laicismo neutral, que sustituyó a la escuela confesional, al laicismo combativo que el momento histórico exigía. Fue, en una palabra, la escuela antirreligiosa la que establecieron los constituyentes del 17, y usaron, como dice el dictamen, el vocablo laico porque no encuentra la comisión otro vocablo que exprese su idea, la idea de establecer una escuela antirreligiosa. La simple lectura del dictamen de la comisión, que en otro capítulo transcribimos, es suficiente para confirmar este criterio.

El laicismo implantado por los constituyentes de 1917 fue la bandera de los revolucionarios en materia educativa y permaneció en nuestra Carta Magna hasta el año de 1934, en que se reformó el citado precepto.
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