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PRIMERA PARTE
Principios y problemas fundamentales
1.1 - El rendimiento del sistema educativo actual
Generalmente se admite que el sistema de educación que ha formado las generaciones actuales -y aquí tenemos que hacer honor de excepción a las tentativas pedagógicas que en el presente parecen traer aires de renovación y de reforma- tienen grandes defectos. El producto de la gestión escolar es indudablemente deficiente. El sacrificio económico que representa nuestra escuela no resulta debidamente compensado. No se trata de saber si la energía gastada y el dinero invertido en la instrucción de los que actuamos ahora en la vida hubiera estado mejor empleada en otros conceptos de utilidad pública. Son cosas muy difíciles de apreciar y nadie se atreve a pensar que el esfuerzo que han realizado los pueblos para educarse e instruirse sea infructuoso; antes al contrario, todos dan por muy bien empleado lo que gastaron. Sin embargo, todos están conformes en que la escuela y todo el trabajo educativo e instructivo no dan el rendimiento que de él se podría esperar.
Los médicos e higienistas censuran al régimen educativo corriente el ser desfavorable al desenvolvimiento fisiológico normal e incluso causa de perturbaciones patológicas que se perpetúan en el individuo. A este propósito dice el Dr. M. Boigey : El treinta por ciento de los escolares presentan desviaciones de la columna vertebral, imputables a la actitud que tienen que tomar al escribir. Luego añade: Sin duda, la mayor parte de los jóvenes soportan sin muchos perjuicios el sistema de educación que les ha sido impuesto. Escapan a ellos gracias a la admirable flexibilidad de que goza el organismo en esta edad de la vida y a la resistencia que opone a las causas de destrucción. Pero nuestros jóvenes agotan en esta lucha inútil fuerzas que les serían preciosas para las luchas del porvenir; su desenvolvimiento es, si no dificultado, por lo menos retardado, y algunos arrastran para siempre las terribles consecuencias de la prueba. (1)
Los moralistas y los sociólogos nos hablan de una crisis de la educación en nuestro tiempo. Dicen que la relajación de las costumbres que se ha notado en los últimos años, proviene, al fin y al cabo, de la educación desacertada que recibieron las generaciones actuales. Ni la escuela ni la familia -los dos factores más importantes en la educación- han sabido tratar a los jóvenes según exigen las necesidades morales y sociales.
Los economistas y los hombres de negocios culpan a la educación corriente de que no da hombres capacitados para las empresas y para el trabajo productivo. Parece como si la enseñanza desviase a los jóvenes hacia un teoricismo inconsciente y hacia una incomprensión o un desinterés por las cosas mismas, por las realidades. Se necesitan hombres capacitados para llevar a cabo obras de tenacidad y de reflexión; pero las escuelas proporcionan individuos que hablan de mil cosas con la mayor ligereza y sin el menor fundamento.
Los mismos educadores reconocen que el sistema actual de educación da un rendimiento muy bajo:
Dice el profesor Coelho, de la Universidad de Lisboa: La observación de muchas personas, a las cuales he consultado, y la mía propia me demuestran que varias criaturas que, antes de entrar en la escuela primaria, se presentaban notablemente observadoras de lo que las rodeaba, con memoria relativamente segura, atención espontánea y viva, imaginación bastante activa, palabra pronta, haciendo inducciones y deducciones tan perfectas como se podía esperar de su edad, niños inteligentes, en una palabra, entrados en la escuela se tornaban inexpresivos, al poco tiempo mecanizados. El examen de millares de muchachos salidos de las escuelas primarias o matriculados ya en escuelas secundarias me reveló, en la mayoría, una deplorable inferioridad intelectual, de modo que acabé por pensar que, por lo menos en parte, los malos métodos de enseñanza primaria son causa de esta inferioridad para los estudios superiores, que en muchos casos agravan el mal. (Estudos sobre a educacao popular, Tuberculose, 54, páginas 197-198).
Nuestra enseñanza nacional -dice el pedagogo argentino G. Correa- tiende a formar de cada cien niños cuarenta turulatos, treinta y cinco charlatanes, veinte sin espíritu de determinación, permitiendo en el cinco por ciento restante, aunque de modo involuntario, la conservación de la mentalidad feliz, que, a despecho de sus martirios, triunfa en las pruebas de su aniquilamiento. (La Zonzera, Buenos Aires, 1927, citado por Rodolfo Viñas.)
Dice Kerschensteiner (Begriff der Arbeitsschule, pág. 61 3a. edic.): La impotencia del sistema escolar actual es cada día más manifiesta, sobre todo en lo que se refiere a la formación del carácter. La individualización creciente de la vida política y social, la falta de hombres desinteresados, inteligentes y capaces de iniciativa, la insuficiencia de las soluciones dadas a las cuestiones de interés público nos ha hecho ver palpablemente que la educación actual no da una formación sólída.
Maurilio Salvoni se expresaba así en un documento que se considera histórico en la reforma de la enseñanza en Italia: Las actividades de adquisición verbal (memoria verbal) y de expresión verbal, de las cuales se preocupa casi exclusivamente la escuela actual, no son más que una pequeña parte de la actividad de la vida, y todo el remanente vasto y completo de las funciones físicas, intelectuales y morales no puede educarse por medio de palabras, como la escuela de hoy parece creer. (M. Salvoni, Un ventennio di scuola attiva, Roma, 1927, vol. I, página 84.)
Por un lado, deformación, anormalización intelectual; por otro, insuficiencia. Y esto no es propio sólo de los pueblos atrasados, de los países que tienen la instrucción pública a medio organizar. Críticas amargas sobre la educación salen de todas partes. En Alemania, no es sólo Kerschensteiner quien lanza la voz de alarma, sino que forman multitud los educadores que piden un régimen nuevo de formación de la juventud. Se dice paladinamente que los métodos y dispositivos actuales de enseñanza y de educación, en la casa y en la escuela, no son capaces de conducir al individuo al grado de desenvolvimiento que necesitan los hombres en sus misiones sociales y en sus funciones productivas. (2) En Suiza, en Bélgica y en otros países que se toman como modelos en cuestiones de enseñanza, la escuela es objeto de severas censuras. Con la preocupación de adquirir muchos conocimientos, la escuela descuida la función del propio conocimiento; proponiéndose dar mucha cultura, no da técnicas e instrumentos para servirse de ella. La educación actual quiere preparar para la vida y se adelanta a la vida; pero ahoga las energías individuales en el momento en que empiezan a manifestarse.
Resultado de ello es la falta de iniciativa, la debilidad de carácter, la personalidad poco desarrollada, la incapacidad para obras de constancia y de mérito, la dejadez y otros atributos de este orden, muy corrientes en los jóvenes que se lanzan a la vida.
Por lo demás, es del dominio vulgar que muchos individuos que ocuparon los primeros puestos en la escuela, y que se distinguieron por su aplicación y recta sumisión al régimen educativo, en la vida de hombres vegetan en un estado lamentable, mientras otros que apenas saben leer y escribir con soltura, organizan empresas industriales y mercanti1es y desempeñan funciones directoras. Los ejercicios escolares y las actividades todas de la escuela corriente son muy distintas de las de la vida, y los que se amoldan al régimen coartador Y pseudointelectualizador de la escuela, difícilmente pueden triunfar en las luchas del mañana.
En efecto, existe un número considerable de inadaptados que buscan empleos seguros donde vegetar, sea la que fuere la actividad que tengan que desarrollar, con tal que les sea suficiente para vivir; es muy grande el contingente de jóvenes que abrazan ocupaciones en que se tiene que hacer uso del leer, escribir y contar (las adaptaciones casi exclusivas formadas por la escuela), engrosando todavía el grupo ya excesivo de los obreros de la pluma y de los burócratas, y restando elementos a las funciones creadoras, a las iniciativas productoras.
Y menos mal si se aprendiera realmente a leer, a escribir y a contar. Todos sabemos que hay muchos individuos que habiendo pasado años enteros en la escuela ni siquiera son capaces de utilizar el instrumento de la lectura. (3) Los procedimientos del sistema educativo actual son tan poco apropiados a las necesidades de crecimiento y expansión vital del niño, que provocan un desarrollo lleno de trabas, rodeado de prevenciones contraproducentes, llevando a un ejercicio sin contenido, falto de estímulo y de personalidad, impropio para el desenvolvimiento de las energías y de los recursos individuales. De ahí el tedio que se nota en los alumnos, la falta de interés, la aversión hacia la escuela y las prácticas educativas. El trabajo a que se somete a los niños es desagradable, enojoso y el espíritu del joven se dispone muy mal para considerar el trabajo que más tarde le asegurará el sustento. Esa ola gigante de descontentos del trabajo que provocan huelgas y conflictos sociales empieza a formarse en la escuela con el régimen duro, con el sistema de trabajo forzado, con la desconsideración hacia las necesidades internas de los jóvenes, que piden otros ejercicios y otros trabajos.
¡Cómo va a entrar el joven con gusto, con entusiasmo en la vida de trabajo, si en sus primeras actividades tuvo que maldecir el trabajo! Hay que reconocer que la escuela ha cultivado inteligencias y ha dado medios para la comprensión y mejora de las técnicas de trabajo (interpretación y representación del pensamiento por medio de signos, nociones científicas que proporcionan más amplios puntos de vista sobre las cosas, etc.). Esto es un poderoso auxiliar y una preparación para el trabajo en general. Pero la escuela lo ha dado en grado muy pequeño y, sobre todo, por la manera cómo lo ha dado, ha hecho que los individuos no pudieran utilizarlo debidamente, y que odiasen el mismo trabajo para el cual ella pretendía prepararlos.
El ejercicio que ha pedido la escuela ha sido una imposición venida de fuera del niño; ha sido un trabajo sin finalidad, sin interés, sin relación con las necesidades del que lo hacía. En la edad en que más necesidad se tiene de actividad sentida y vivida, se ha obligado al hombre a una serie de prácticas sin significación para él. El niño ha tenido que permanecer quieto, haciendo las cosas que le mandaban, por temor al castigo. Su trabajo se ha desarrollado con la protesta interna, con la maldición de lo que hacía y de la persona que se lo imponía.
¡Y eso en el comienzo de la vida, en la iniciación en el trabajo! La reacción natural de un espíritu que siente negar a la personalidad algo que le pertenece en derecho, es la rebelión. Si se le obliga a gastar energías sin saber por qué, sin responder a ninguna finalidad sentida, si ve pasar ante él motivos justos de acción que le son vedados, no tiene más remedio que repudiar todo lo que se le presente como trabajo, predisponerse contra todo lo que no sea actividad libremente expansiva, entregándose a la vagancia, o tomando una actitud revoltosa.
Da pena confesarlo; pero es evidente que los métodos educativos al uso han contribuído mucho a la formación de la gran masa de descontentos del trabajo que amenazan continuamente la paz y la tranquilidad social. No es sólo culpable la escuela, porque tampoco la familia ha hecho lo necesario para impulsar hacia una actividad hondamente sentida, y ha amortiguado, en cambio, energías que apuntaban.
Es de todo punto indispensable buscar nuevos moldes y nuevos cimientos.
NOTAS
(1).- Dr. M. BOTGEY, L'élevage humain. II Réforme intellectuelle. Réforme morale, Payot & Cie., París, 1917, pág. 78.
(2).-Véase P. OESTREICH, Die elaslische Einheilsschule. Lebensund Produktionsschule, Schwetschke & Sohn, Berlin, 1921, páginas 8 y siguientes.
(3).- El ministro de Instrucción pública de Francia, M. Daladier, en un proyecto de ley presentado en enero de 1926 confesaba que gran parte de los mozos que llegaban a filas en su pais presentaban una instrucción insuficiente.
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