Índice de La educación activa | 1.3 - Las reacciones biológicas y los medios educativos | 1.5 - Educación funcional o activa | Biblioteca Virtual Antorcha |
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PRIMERA PARTE
Principios y problemas fundamentales
1.4 - La acción inteligente
Las tendencias biológicas del individuo presentan una infinidad de necesidades particulares que obligan a reaccionar en sentido de lo favorable, guiadas, de un modo general, por las sensaciones de placer y de dolor. Estas necesidades diversas se van sucediendo a medida que cambian las circunstancias del medio interno y las del ambiente exterior. Su satisfacción requiere que la acción sea apropiada a cada caso.
Muchas de las necesidades biológicas se pueden satisfacer con gran facilidad: en su mayor parte se cumplen por medio de mecanismos hereditarios (actos instintivos) y de adaptaciones hechas ininterrumpidamente desde la primera infancia, realizándose casi automáticamente y, en muchos casos de una manera inconsciente. Para esto el individuo no necesita de actividades de orden superior, no hace falta que aplique su energía selectiva para tomar resoluciones.
Pero existen muchas ocasiones en que el individuo no puede obrar con esta facilidad. Continuamente se le presentan situaciones nuevas y, ante éstas, no basta seguir el ritmo mecánico de las adaptaciones adquiridas. Tenemos que resolver múltiples problemas que nos plantea nuestra vida complicada, hay que vencer numerosas dificultades, precisa provocar, con economía de tiempo y con seguridad, reacciones apropiadas a las necesidades del momento, en justo equilibrio con las posibles necesidades del porvenir.
Para esto invocamos a la experiencia pasada (memoria, adaptaciones de toda clase, adquisiciones que pasaron al dominio inconsciente) a fin de que nos ayude en la resolución de los problemas presentes; ensayamos mentalmente las soluciones, y aun las situaciones nuevas, y creamos imágenes (imaginación, aspiraciones ideales), trazando incluso planes y proyectos definidos para tener más seguridad en las soluciones; concentramos nuestra actividad o nuestra preocupación (atención, voluntad, interés biológico) hacia las dificultades y los problemas, frente a los ideales y a los planes. En esto consiste, en síntesis, todo el trabajo inteligente.
La inteligencia adelanta una reacción más o menos probable; la práctica, el ensayo de solución, nos dice si es bastante apropiada. La inteligencia aparece como la función central que tiene que verificar el reajustamiento del individuo a las situaciones nuevas, siendo la encargada de que se siga en todo momento la ley de la finalidad biológica y de que se dé satisfacción a las necesidades particulares y a las aspiraciones concretas de la vida. (1) Así, la inteligencia es el factor primordial del desenvolvimiento del individuo y, por lo tanto, de la educación.
Para que la inteligencia intervenga, hace falta la presencia de una dificultad nueva que vencer. Pero no todas las situaciones nuevas se resuelven mediante el concurso de la inteligencia. El tanteo (prueba ciega) es también un medio de encontrar la reacción conveniente ; es empleado con mucha frecuencia por los animales. Cuando no se le unen elementos de reflexión, cuando no se verifica una especie de anteprueba en el pensamiento, la inteligencia está ausente y el éxito queda abandonado al azar. A medida que el tanteo va adquiriendo elementos que le permitan abreviar, cuando la prueba se hace con alguna visión de lo probable, la inteligencia hace su aparición.
Es curioso el experimento de Thorndike: dentro de una caja hay un objeto deseado por el niño (una golosina); en otra caja igual hay un alimento que el mono codicia (un plátano). La reacción del mono ante el problema de abrir la caja es completamente distinta de la del niño. El mono está tanteando largo rato hasta que por fin abre. El niño se detiene ante la caja, la examina, mira el cierre y, a la primera prueba, abre. Éste ha reaccionado de una manera inteligente mientras que la reacción del mono ha sido preinteligente.
Los experimentos realizados con monos antropoides, especialmente los de Kohler, han sido muy útiles para comprender las manifestaciones primarias de la inteligencia, y no estará de más llamar la atención del lector sobre los fenómenos de la vida inteligente o preinteligente de los animales, aunque sea tan sólo a base de lo que se puede ver todos los días con las bestias que viven más cerca del hombre.
Es un hecho experimentado por los psicólogos, y la simple observación vulgar puede comprobarlo, que la primera infancia presenta muchos actos que tienen el carácter de soluciones de problemas nuevos mediante el tanteo. Una parte muy importante de las reacciones de los niños se hacen de una manera preinteligente, resolviendo dificultades mediante ensayos sucesivos. Se puede decir que en el individuo se verifica una intelectualización, que empieza después de su nacimiento y se prolonga hasta la edad madura. No sabemos qué técnicas se siguen para la introducción de elementos inteligentes que va teniendo lugar en los actos de la vida humana, a medida que el individuo crece y se desarrolla; pero no hay duda que el estímulo que hace que se presenten está en el factor necesidad.
La presentación de continuas necesidades con las correspondientes dificultades para satisfacerlas, obliga a buscar un recurso que economice tiempo y energías; para esto no sirve el tanteo ciego. Además, ante reacciones que de intentarse en un sentido o en otro pueden seguirse consecuencias fatales para la vida, el individuo no puede abandonarse al azar de la prueba ciega.
El ser vivo cuyas adaptaciones nuevas se hagan sólo por tanteo no puede tener más que una vida rudimentaria (pobreza funcional, pocas necesidades que satisfacer y pocas dificultades que vencer). Si en el desenvolvimiento de su vida se presentan muchas dificultades o éstas son complicadas, el tanteo de azar, por sí solo, no podrá sobrepasarlas, por falta de tiempo, por agotamiento, porque se equivocará, porque los signos generales de placer y de dolor no bastan en las reacciones complicadas. De aquí que la aparición y el desenvolvimiento de la inteligencia sean regulados por las dificultades que presenta la satisfacción de las necesidades biológicas (problemas de adaptación). Cuanto mayores sean éstas -mientras no pidan a la inteligencia un esfuerzo que sobrepase su capacidad- más se adiestra el individuo para realizar actos inteligentes, mejores van siendo sus técnicas de reajustamiento. De la misma manera, cuanto más numerosas o más variadas sean las necesidades y las dificultades, más soluciones tiene que dar la inteligencia, más reacciones tiene que regir y más resultados tiene que apreciar. Una educación que proponga vencer muchas dificultades vencibles será muy estimulante para el desarrollo y, por lo tanto, muy adecuada.
Pero la necesidad que estimula a la inteligencia supone una finalidad determinada; el dinamismo que mueve el espíritu supone una dirección definida. Los problemas y las dificultades no se presentan al individuo más que cuando aspira a una situación ideal, cuando se propone ciertos fines. Para que exista dinamismo, para que se puedan resolver problemas, para que sea posible la solución y la creación de situaciones nuevas hacen falta fines deseados. Para estimular el desarrollo de la inteligencia será, pues, necesario hacer sentir estos fines.
El fin principal, el móvil que preside toda la actividad humana es la expansión de la vida, la satisfacción de las necesidades biológicas que sucesivamente van apareciendo. Pero las manifestaciones de esta finalidad presentan muchas variaciones y matices. Si bien la vida propiamente física aparece muy delimitada y uniforme, en la vida regida por el espíritu las reacciones correspondientes a la finalidad vital toman infinidad de modalidades y formas, cuya frecuencia constituye la característica individual, lo distintivo de la personalidad, el carácter. Cada carácter es expresión de un género de vida especial y de una modalidad personal de servir a la finalidad biológica.
Cada individuo tiene su manera de reaccionar en determinadas ocasiones, acentuándose la diferencia en las situaciones que tienen una trascendencia mediata, o sea las que pueden relacionarse con el porvenir. Los actos pueden satisfacer ciertas necesidades del momento y ser, al mismo tiempo, favorables o desfavorables para una vida a distancia. La inteligencia, antes que tengan lugar las reacciones, tiene que dar su fallo sobre la conveniencia o inconveniencia del acto, relacionándolo, no sólo con las posibles consecuencias inmediatas, sino también con las que se podrán derivar posteriormente.
En general, uno se priva de la satisfacción de pequeñas necesidades presentes, si esta satisfacción impide que más tarde se puedan colmar otras mayores. Así, la inteligencia invita al ahorro, negando al individuo ciertos gustos, con objeto de prevenirle contra los posibles tiempos difíciles, y de una manera general se puede decir que las manifestaciones superiores de inteligencia están en los actos de previsión.
Por otra parte, cada uno de los individuos proyecta hacia el futuro un determinado tipo de necesidades, es decir, tiene un modo personal de interpretar sus posibles necesidades del porvenir. Todos aspiran a maneras especiales de vivir; cada uno tiene sus ideales y, por lo tanto, cada uno sigue su camino para alcanzar estas maneras de vivir. De ahí la gran variedad de sistemas de reacción y el número infinito de caracteres. El fondo adquirido por herencia y por experiencia hace presentar las necesidades de cierto modo personal, y da técnicas especiales para su satisfacción. Los ideales particulares de expansión de la vida y la interpretación de las necesidades probables en el porvenir hacen que la inteligencia imprima a la actividad un determinado rumbo.
Por esto, la potencia de la inteligencia y su grado de desenvolvimiento se manifiestan en la seguridad técnica con que aquélla dirija, en todo momento, las reacciones hacia la finalidad biológica individual o hacia la interpretación personal de esta finalidad (concepción ideal de la vida). El hombre verdaderamente inteligente debe realizar un acuerdo perfecto entre sus actos y sus ideales, entre su vida actual y su vida del porvenir, entre lo que es y lo que debe ser.
Si las tendencias y los ideales del individuo se han pervertido y, por lo tanto, su finalidad biológica se encuentra desviada, también la inteligencia gobierna los actos de modo que se dirijan a esta desviación. Puede ser muy potente, muy desarrollada; pero dispone los actos en el sentido de la derivación. Cuando la vida se inclina hacia la anormalidad, la inteligencia interviene como auxiliar y ejecutor de las órdenes que provienen del mundo ideal formado por condiciones anormales de la vida.
El criminal, el terrorista, seres desviados a consecuencia de una conjunción especial de elementos hereditarios y de adquisidones que ha proporcionado la vida (medio ambiente, educación equivocada, influencias degenerativas, etc.) pueden realizar de una manera inteligente los planes que conducen a sus ideales perniciosos y a su finalidad biológica desviada, aunque su inteligencia sea unilateral y desequilibrada.
Cada individuo crea su propio ideal, su fin biológico especial; pero en esto intervienen infinidad de factores que hacen que su desenvolvimiento sucesivo sea susceptible de cambios de importancia. Cuando una orientación determinada de la vida tiene choques violentos, se encuentra con dificultades invencibles que le cierran el paso, o bien encuentra camino expedito para la expansión en otra idealidad, va introduciendo modificaciones en el rumbo, e incluso puede llegar a variarlo completamente.
La inteligencia misma puede ser un auxiliar precioso para mantener la conducta en la vía recta o para guiarla en estos cambios de orientación. Puede poner en juego los recursos mentales en la busca de una idealidad biológica y moral que responda mejor a la manera de ser de la vida, dentro de los límites de la expansión normal. De este modo puede evitar que se tome una dirección equivocada. Pero la intervención en la conducta y en la orientación de la vida se tiene que hacer a tiempo; una vez definida la tendencia y concretado el ideal moral, la inteligencia no hace más que servirlos. Es posible, además, que en el desenvolvimiento de la inteligencia el individuo encuentre técnicas equivocadas para resolver sus problemas y conseguir sus ideales; pueden intervenir influencias buenas o malas, que lleven la inteligencia a reaccionar de una manera determinada frente a las mismas cuestiones. (2) Para esto la educación habrá de iniciar al individuo en el manejo de los instrumentos que haya de utilizar para la consecución de sus fines, ilustrándolo sobre la manera de vencer las dificultades con que pueda tropezar. Pero en el fondo de todo aparece la necesidad de prestar la mayor atención a las condiciones de vida en que se desenvuelve el individuo, con objeto de que no desvíen a éste del camino de la finalidad biológica normal, ni le priven del dominio de los medios necesarios para alcanzarla: de ahí que la educación deberá esforzarse en marcar la recta orientación vital, haciendo que el individuo se rija por las altas reglas de la moral, que son su intérprete. Para esto hay que procurar que en las crisis, en las grandes dificultades morales, intervenga la inteligencia para resolverlas y dar los rodeos convenientes para que el individuo no deje el camino de su expansión normal. Así se podrá cambiar de matiz en la idealidad, la inteligencia podrá guiar por sendas propias que permitan desenvolver la personalidad y el carácter; pero la tendencia fundamental estará asegurada, el individuo estará preparado para seguir las normas biológico-morales. Esto llevará a disponer las capacidades del espíritu para cumplir sus más elevadas funciones. Se preparará al individuo no sólo para buscar los medios de acción conducentes a la consecución de idealidades prefijadas, sino también para crear cosas nuevas y para forjar ideales más perfectos.
NOTAS
(1).- El estudio de la inteligencia considerada desde el punto de vista de su función biológica ha dado mucha luz para las cuestiones prácticas de la educación. Véase Ed. Claparède, La psychologie de l'intelligence, Scientia, vol. XXII, 1917, y también la obra del mismo autor Psicología del níño y pedagogía experimental, trad. de D. Barnés, Beltrán, Madrid. Son interesantes los trabajos presentados en el VII Congreso Internacional de Psicología, de Oxford, por Godfrey H. Thomson, Ed. Claparède y L. L. Thurstone, bajo el epígrafe The nature of general intelligence and ability. (British Journal of Psychology, General Section, enero, 1924.)
Por lo demás, existe casi unanimidad en considerar la inteligencia como capacidad de adaptación. Véanse los resúmenes de unas conferencias de H. Pieron en la Revista Médica de Barcelona, febrero, 1927.
(2).- Véase RAMÓN TURRÓ: La disciplina mental. Publicaciones Atenea, Madrid, 1924.
Índice de La educación activa
1.3 - Las reacciones biológicas y los medios educativos
1.5 - Educación funcional o activa Biblioteca Virtual Antorcha