Índice de La educación activa 1.6 - El juego, el trabajo y la enseñanza 1.8 - Las corrientes pedagógicas modernas convergiendo en la educación activaBiblioteca Virtual Antorcha

PRIMERA PARTE
Principios y problemas fundamentales

1.7 - La educación activa y las necesidades sociales

Sea la que fuere la tendencia que el educador tenga que imprimir a su obra, la educación funcional o activa se impone como sistema general. Fundada en la interpretación de las necesidades de desenvolvimiento humano y en la satisfacción de éstas, todo sistema que respete las manifestaciones espontáneas del desarrollo de los individuos está de acuerdo con ella. Si se tiene la garantía de que las actividades que se han de suscitar y todos los motivos de desenvolvimiento que se han de presentar al educando están de acuerdo con las necesidades internas de éste, no hay que preocuparse mucho del nombre que se dé a la educación. Los fines a los cuales se dirija no habrán de estar muy lejos de las necesidades biológicas y morales de los individuos y de la sociedad. Pero, aun manteniéndonos en la línea que marcan los fines biológico-morales de la educación y utilizando las maneras de reaccionar que marcan las leyes del desenvolvimiento y de la actividad, la formación del educando puede tomar diferentes orientaciones particulares bastante distanciadas unas de otras. Si es preciso que los hombres sean profundamente religiosos, el educador aprovechará las necesidades de expansión espiritual que se presentan en el niño y buscará actividades que, satisfaciendo estas necesidades, fomenten los sentimientos religiosos y lleven el individuo a un estado tal que le permita encontrar dentro de la esfera religiosa un número grande de soluciones a sus problemas vitales. Si se trata de hacer individualidades fuertes tendremos buen cuidado en facilitar situaciones en que los instintos personales, que están en el fondo del individuo luchando frente a los intereses colectivos, encuentren manera de presentarse como necesidades dominantes y de satisfacción fácil.

Toda orientación especial que se deba imprimir a la educación podrá basarse en determinadas necesidades naturales de los individuos, estimulándolas convenientemente. La educación activa es el proceso general para todo lo que signifique desenvolvimiento humano, desplegamiento de aptitudes, formación de la personalidad en uno u otro sentido. Fundada sobre principios biológicos infalibles, ha de conducir siempre al resultado apetecido, mientras sepa adaptarse a las condiciones especiales de los individuos. La variación individual habrá de ser conocida convenientemente para que, incluso en las modalidades personales, se puedan encontrar reactivos apropiados a las necesidades del sujeto. Estas necesidades, presentadas bajo la forma de gustos, de deseos, de intereses son el manantial de energía que debe explotarse para conducir al fin educativo que nos propongamos. Conocidas las aspiraciones, los gustos, los ideales de un individuo y delimitada la clase de formación que se tenga que hacer de él, es relativamente fácil encontrar los estímulos necesarios para encaminarlo hacia aquella formación.

Aquí no podremos hablar más que de las necesidades humanas generales, las que tienden al desenvolvimiento global y son características de todos los individuos, remitiendo a los educadores a la observación directa y al examen individual de los sujetos que tengan a su cuidado. Tampoco es esta ocasión de exponer reactivos y procesos encaminados a fines educativos particulares, como los que se propusieran formar místicos, egoístas u otro tipo especial de hombre requerido por determinadas sectas o por determinadas tendencias políticas y filosóficas.

El tipo humano al cual ha de referirse nuestro sistema educativo debe ser muy comprensivo. Debe ser un tipo resultante del desenvolvimiento de los pueblos en la Historia y de las tendencias sociales que han de dominar en nuestra época. Debe ser un tipo que, en sus líneas generales, esté aceptado por todas las escuelas y por todas las agrupaciones sociales, o, por lo menos, que sirva para una gran mayoría social. La educación que propongamos aquí debe hacerse eco de los ideales directores de la humanidad en todos los tiempos, y, a la vez, debe acoger e interpretar la corriente que impulsa a la sociedad entera hacia la resolución de sus problemas espirituales y de sus cuestiones económicas y sociales. La escuela, la formación de la juventud, no puede permanecer indiferente a las exigencias que presenta la vida de los hombres tanto en su aspecto espiritual como en el propiamente material.

Por esto, dentro del mayor respeto hacia la infancia y la juventud, que tienen su función biológica determinada por un ansia de actividad y de posibilidades de desenvolvimiento, nos preocuparemos por que las actividades educativas estén de acuerdo con las necesidades sociales.

Los educadores, no sólo no tienen derecho a imprimir a su antojo cierto carácter en lo que se refiere al adoctrinamiento y a la acción puramente docente, sino que deben tener mucho cuidado en que el ambiente y el influjo personal que ejercen sobre la vida de los jóvenes cuya formación dirigen, obedezcan a la fiel interpretación de las necesidades humanas de todos los tiempos. En la escuela, todo contribuye a formar y a desenvolver, y, tanto los ideales con que se alimente el espíritu del niño como las acciones que le den hábitos y fundamentos de las normas de vida posterior, deben estar impregnados del amplio sentido que le imprimen las necesidades universales de elevada humanidad; aunque, dentro de éstas, se dé representación a las tendencias sociales inmediatas y a las exigencias del tiempo presente. Los altos ideales directores del desenvolvimiento de la humanidad, que han de ser la base de la nutrición espiritual de las nuevas generaciones, deben ponerse al día, haciendo que desempeñen su función dinámica en la solución de los grandes problemas económicosociales de ahora. Estos problemas, como condición de vida o muerte, son fundamentales e inaplazables. De su satisfactoria resolución depende el tránsito a un estado superior en la línea de la evolución humana. La escuela, la educación, es la primera llamada a resolverlos; no sólo no puede desentenderse de ellos, sino que todo el ambiente educativo debe respirar tendencias de solución, y todas las preocupaciones de formación deben dirigirse centralmente a preparar un estado humano que culmine las dificultades presentes y sea capaz de crear un porvenir mejor.

¿Cuál es este estado humano que hay que alcanzar, cuál es la preparación que se debe dar a la generación que avanza? No tenemos más que escuchar el clamoreo general, dirigido principalmente por moralistas, sociólogos y economistas, por directores de hombres y por gerentes de grandes obras sociales. Por todas partes se oye que hacen falta hombres fuertes y enérgicos, voluntades tenaces, iniciativas felices. Falta sacrificio por el noble ideal y culto a la virtud. El alto espíritu vivificador de las empresas humanas, la sublimación ideal de las luchas materiales, a que se entregan los hombres para la conquista de sus elementos de vida y de expansión, no están suficientemente desarrollados.

Además, los hombres no están debidamente capacitados para tratar con los mismos elementos materiales, y no saben sacar el provecho económico de los recursos que se les ofrecen, como no aprovechan los motivos de justo goce espiritual y de perfeccionamiento. Hay que preparar para la lucha económica que se nos impone como condición de vida, y hay que armar al hombre no sólo para la defensa del pan cotidiano, sino también para la agresividad de quien encuentra dificultades en el camino hacia un ideal noble y puro que se desea fuertemente.

Decía Herriot: El mundo de mañana no será más que una gran explanada de trabajo, abierta a las energías nuevas. Habrá que hacer sitio a las voluntades ardientes, a los hombres valerosos. En todos los dominios habrá una revisión de valores. Se abrirán horízontes al obrero laborioso, al comerciante emprendedor, al industrial activo; se relegarán al almacén de los accesorios las nulidades egoístas y recalcitrantes. ¡Que se nos prepare, pues, este mundo nuevo y aun trabajemos para construirlo nosotros mismos, con un espíritu resueltamente reformador! (1).

M. Sadler, de la Universidad de Leeds, decía en una conferencia: Necesitamos una educación que prepare para la libertad y la iniciativa, no para la conformidad y la aquiescencia. Necesitamos una educación disciplinadora que obligue a cada alumno a medir sus propios trabajos con el severo modelo de la destreza maestra. La sumisión a lo escrito, la repetición mecánica de las ideas ajenas, la aceptación incondicional de los tipos convencionales de buenas maneras no son cosas de una educación digna.

La educación debe tener en cuenta los problemas de formación humana que se plantean en la industria y en los negocios, en las agrupaciones de las ciudades y en el campo, en las esferas de la ciencia y del arte. Debe iniciar a la vida práctica, dando hábitos para obrar y para sacar partido de las cosas que nos rodean, con la acometividad de un espíritu finamente preparado para defender lo bueno y lo justo, y para perseguir elevados ideales.

Ningún sistema que no se fundara en los principios de la educación activa podría desempeñar debidamente estas funciones formativas. Como que la educación activa -que aquí hacemos derivar de los principios psicobiológicos, presentándola como el proceso de desenvolvimiento más adecuado- ha sido creada más bien por los pedagogos sociólogos (Kerschensteiner, Ferrière, Faria, Dewey), que por los psicólogos experimentales. La escuela activa, como innovación pedagógica, parece tanto una servidora de las necesidades económicosociales de nuestro tiempo encontrada empíricamente, como un producto de la ciencia de la educación, hallado después de un trabajo de sistematización rigurosa.

Considerada como un medio científico, la educación activa no se pronuncia por ningún fin determinado; pero sirve tan bien los ideales de formación humana que dominan actualmente bajo la influencia de los problemas económicosociales, que se ha creado una escuela activa y todo un sistema de educación activa con fines propios, definidos en este sentido. Así la educación activa no es ya sólo un medio para alcanzar fines cualesquiera de desenvolvimiento, sino que es todo un plan de acción para cumplir una misión determinada. Y esta misión es la formación humana que piden las necesidades fundamentales de la sociedad.

Sin embargo, conviene seguir diferenciando la educación activa-medio general de desenvolvimiento, de la educación activa-plan de formación humana definida. Así como nadie puede pronunciarse en contra de la educación activa como medio científico, tal vez haya alguien que ponga reparos a la forma en que se concreta la escuela activa, considerando que encarna ciertos objetivos utilitaristas, de confianza algo dudosa para algunos espíritus extremadamente idealizantes y teoricistas.

Sobre este punto se expresa muy bien el gran propagador de la escuela activa, Ad. Ferrière, definiendo el objeto que ésta se propone (2):
¿Se podrá decir que la escuela activa es pragmatista? Se ha abusado mucho de este término. Sí, lo es, si por pragmatista se entiende lo que subordina los medios a los fines, que no cultiva el arte por el arte, la cultura por la cultura, el sport por el sport, el latín por snobismo y el clasicismo por espíritu nacionalista. Lo es, si ser pragmatista significa acrecentar y extender la potencia del espíritu, y someter a este fin todos los valores de la vida. Pero no lo es en el sentido estricto del término. En ella la actividad económica no hará disminuir la actividad del espíritu, ni el ejercicio de las manos el de la inteligencia. No condenará la razón a ser la esclava de la voluntad, y, si pone ante todo la actividad disciplinada y consciente, no olvida que la forma más elevada de la acción es el trabajo del pensamiento.

La vida nos obliga a ser utilitaristas como condición de nuestra existencia. En el fondo de nuestros mismos actos desinteresados y altruístas campea el utilitarismo disfrazado o sublimado (3). El utilitarismo de la escuela activa que adoptaremos como tipo no traspasa los límites de lo imprescindible para la vida individual y social que se nos impone. No hay duda que la concepción y delimitación de la educación activa que proponemos para ser adaptada a la práctica es la más universal que se puede dar, y la que puede ser aceptada por mayor número de agrupaciones sociales y de escuelas. Es, además, la que ha empezado a encarnar en numerosos ensayos practicados en Europa y en América, acogidos favorablemente por los sectores dirigentes y admirados por el público en general, que comienza a comprobar sus buenos resultados.

NOTAS

(1).- Ed. Herriot, Agir, 17 junio de 1916. Payot, París.
(2).- Ad. Ferrière, L'école active, vol. 1 (pág. 7). Edic. Forum, Neuchâtel, 1922.
(3).- El niño también es utilitarista. Véase José Mallart, L'utilitarisme chez l'enfant d'après les définitions des choses, Bulletin de la Société A. Binet, París, 1921.
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