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SEGUNDA PARTE
La escuela ideal para la educación activa
2.5 - Orientaciones para la creación de nuevas escuelas
Los países que tienen organizado un vasto plan de enseñanza, como los que tienen la enseñanza a medio organizar, fundan continuamente nuevas escuelas para atender a las necesidades siempre crecientes de la educación y para suplir deficiencias. Es una verdadera lástima que no siempre estas nuevas fundaciones vayan presididas del espíritu renovador que recomiendan las corrientes pedagógicas modernas, y que la escuela activa sea sólo un hecho en tentativas aisladas y en esfuerzos particulares. Hora es ya de que el ideal sea admitido en la organización general de la educación pública y que la creación de nuevas escuelas sea en todas partes una adaptación de la escuela activa.
Se hacen lujosos edificios, verdaderos palacios escolares que cuestan un dineral; sin embargo, los niños que en ellos tienen que educarse deben estar rígidos durante horas y más horas en unos bancos-pupitres, construídos según toda clase de requisitos antropométricos, pero que no dejan de ser instrumentos de tortura, con los cuales se condena a la inmovilidad. Se hacen clases llamadas higiénicas, ubicadas e iluminadas según las recomendaciones científicas, pero los niños no podrán respirar el aire libre ni recibir la luz directa, quedando sumidos en un ambiente inadecuado privados de las actividades verdaderamente formativas.
Si estas escuelas corrientes que se hacen tienen patio de recreo, es reducidísimo y no permite a los niños más que un corto número de juegos. Si se llega a dotarlas de jardín, éste sólo sirve de motivo ornamental, y los niños no pueden participar en su arreglo, ni pueden intervenir en el cultivo de las plantas. No hay espacio para las actividades intensamente educativas, quedando la escuela reducida a una fábrica de embotellar conocimientos.
Toda vez que se crean escuelas nuevas y se construyen edificios escolares, vale la pena de que no se malgaste el dinero y el tiempo para servir a unos ideales pedagógicos que pasaron a la historia. El sacrificio económico que se haga ha de servir para realizar la obra de la educación activa que se pide insistentemente en el terreno de la pedagogía moderna.
El problema de adaptación de la escuela activa en grande escala tropieza con varios inconvenientes que lo hacen presentar como insoluble a la vista de muchos. No hay tal. Todas las escuelas que se creen de ahora en adelante pueden tener las características necesarias para ser escuelas activas, sin que se aumenten sensiblemente los gastos de instalación y de funcionamiento. El mismo sacrificio que se hace para tener escuelas bonitas, serviría muy bien para tener escuelas útiles.
Se trata únicamente de cambiar de orientación, siguiendo la idealidad de la escuela activa.
Para ciertos tipos de escuelas, para internados, para institutos especiales de formación preprofesional, incluso para las escuelas públicas de las poblaciones pequeñas, la adaptación de la escuela activa es empresa relativamente fácil. No se trata de construir edificios nuevos y flamantes, ni pabellones lujosos. El ambiente de educación escolar que hemos señalado anteriormente se puede obtener con medios muy modestos.
Muchas instituciones de educación activa se han fundado en antiguas casas de campo medio abandonadas.
A propósito de esto, unas palabras de Lietz, el gran adaptador de las nuevas ideas pedagógicas, recordando la fundación del Landwaisenheim de Veckenstedt (Harz):
La poca importancia que tienen los locales cerrados para la escuela activa, sobre todo en los países de clima benigno, donde la mayor parte del tiempo escolar puede pasarse al aire libre, hace que el problema económico de la creación de esta clase de escuelas venga notablemente simplificado por este lado. Además, en la mayoría de los casos, se hace recomendable el emplazamiento de la escuela en las afueras de las poblaciones, lo cual hace que los solares sean más baratos. En cambio, un lugar suficientemente amplio para que los niños puedan desplegar las múltiples actividades que necesitan en su formación supone una extensión de terreno mucho mayor que la que se destina a las escuelas corrientes.
En las poblaciones pequeñas esto no suele ser una gran dificultad. Es relativamente fácil habilitar lugares espaciosos, con mucho aire y sol, con tierra y plantas, a propósito para instalar en ellos escuelas activas, a las que los niños puedan concurrir con facilidad desde sus domicilios. Es cuestión de un pequeño esfuerzo de adaptación y es muy factible organizar la escuela activa para todos. En las ciudades las dificultades son mayores. La carencia o la escasez de lugares apropiados dentro del casco de la población y la distancia que suele haber entre el núcleo principal de habitaciones de los niños y los sitios indicados para el emplazamiento de la escuela crean un problema algo complicado, aunque no insoluble.
Para resolver el problema de la creación de escuelas activas en las grandes ciudades hay que tener en cuenta los siguientes puntos de vista:
1° En el interior de las poblaciones importantes o junto a los barrios densos suele haber espacios libres de edificaciones, solares de grandes dimensiones que un día llegarían a ser tal vez manzanas de casas o parques poblados de árboles. Son lugares que se pueden habilitar perfectamente para escuelas activas, con pabellones elegantes, pero sencillos, con árboles y plantas, con arena, piedras, madera y demás elementos con que dar un margen grande de actividad a los niños. Este destino dado a tales solares contribuiría al embellecimiento y saneamiento de las poblaciones, toda vez que se obtendrían parques verdes y arbolados que, aunque cercados y reservados a la educación de los pequeños, quitarían un poco de monotonía a la sucesión de casas y calles iguales, tan frecuente en las ciudades, haciendo que escapasen a la edificación y al amontonamiento insano unos pedazos de ciudad, que quedarían para que los habitantes respirasen con un poco más de amplitud y para que las generaciones sucesivas pudieran formarse dignamente.
2° Las ciudades tienden a bifurcarse, reservando el centro para la vida de los negocios y de las relaciones, y desplazando hacia las afueras la vida de familia y la habitación de los pobladores, los cuales se trasladan ocasionalmente al interior para sus quehaceres profesionales. Esta tendencia dice mucho en favor del emplazamiento de la escuela fuera de la ciudad, junto a los lugares que un día serán el centro de la vida familiar. Aquí la escuela será fácilmente accesible a los niños, por razón de proximidad con sus domicilios. En estos sitios hay actualmente espacio ilimitado, a precios mucho más bajos que en el interior de la población. Sólo falta una decisión firme que ponga manos a la obra.
3° Los medios de locomoción fáciles y rápidos entre el interior y las afueras de las ciudades van siendo cada día mayores. La dificultad de trasladarse los niños al exterior para vivir el ambiente educativo que les hace falta se va haciendo cada vez menor. Tanto los niños que viven en el centro, como los de las afueras, pueden participar de las ventajas de una escuela activa sana e íntegramente educadora, donde encuentren muchos elementos con que satisfacer sus múltiples necesidades de actividad creadora. Los numerosos ejemplos de instituciones de enseñanza situados en el exterior de las ciudades, que reciben diariamente sus alumnos procedentes del interior, son una prueba de que el problema de la distancia entre la escuela y el domicilio -en los casos que no puedan resolverse de otro modo- está casi solucionado con el perfeccionamiento de los medios de transporte.
4° La dificultad del traslado de los chicos desde su domicilio a la escuela, que, a pesar de contar con buenos medios de transporte, subsiste en parte, ha de ser sensiblemente aminorada con el establecimiento de la sesión escolar única. Por diversas razones pedagógicas e higiénicas se viene ya practicando en muchos sitios (sobre todo en Alemania) el procedimiento de tener diariamente a los chicos en la escuela durante un espacio de tiempo ininterrumpido. En vez de concurrir a la escuela dos veces al día (mañana y tarde), los niños pueden muy bien permanecer en la escuela el mismo número de horas, sin interrupción; y aun tal vez puedan estarse más tiempo si se organiza ampliamente el servicio de cantinas escolares, poniéndolo al alcance de todos los niños. Funcionan admirablemente cantinas que preparan la comida de mediodía para
alumnos pertenecientes a familias modestas, y hay escuelas que las tienen organizadas para servirla a todos por igual. Esto permitiría que los niños pudieran disfrutar por más tiempo del ambiente saludable de la escuela, a la vez que evitaría el doble traslado desde su casa.
Aquí no podemos entrar en pormenores sobre las diversas soluciones que se deben dar a los problemas de la adaptación de la escuela activa. Las condiciones varían de un sitio a otro. Cada lugar, cada caso concreto necesita un estudio especial y una solución adecuada. Es cuestión de sentido práctico y poder de realización unido a una compenetración con los principios puros de la educación nueva. NOTA (1).- Hermann Lietz, Lebenserinnerungen (de Lebensstaetten der Jugend, pág. 35-36). Ob. cit.
En nuestros juegos ibamos a menudo junto a un molino de agua, idílicamente situado. El lugar delicioso, las viejas construcciones con sus rojos techos de tejas, las grandes ruedas de molino, los huertos y los prados con sus hermosos árboles me habían gustado siempre mucho. Esto era un reino para los niños, pobres plantas de la ciudad, a las cuales faltaba sol, aire, luz y alegría. Un día, el viejo propietario me ofreció en venta su vetusto molino. Se tenía que reparar y arreglar. En la primavera de 1914 entraron los primeros chicos y, con ellos, uno de mis antiguos alumnos, con su familia. De niño, había jugado muchas veces en este lugar; más tarde, estudió economia política, emprendió un viaje de estudio a los
Estados Unidos y se quedó una temporada en Texas como granjero. Antes de la guerra Europea volvió a su patria, pasando a ser director de nuestra nueva institución (1).
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