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TERCERA PARTE
La educación activa en la escuela actual
3.2 - El idioma en la escuela
Está admitido por todo el mundo que el lenguaje es un medio y no un fin. Ante la necesidad de expresarse con claridad y con soltura, se acude a la enseñanza del lenguaje. La dicción, la lectura, la escritura, la ortografía, la redacción -que son objeto de atención especial en la escuela- no tienen la finalidad en sí mismas, sino que se proponen la recta expresión de los estados de conciencia del individuo. Esto, que aparece tan claro hablando así en teoría, en la práctica de la enseñanza se presenta totalmente oscuro.
Que a un niño se le haga escribir porque sí, y se le haga escribir por escribir, denota una falta de comprensión de la función misma del lenguaje, que es la expresión de sí mismo y la interpretación de los demás, a la vez que se practica una enseñanza completamente reñida con el principio de la escuela activa.
Las actividades del lenguaje, dirijanse al uso y a la producción propia, o bien se propongan para el aprendizaje, necesitan de un contenido interno que hay que expresar. Así como en el uso corriente del lenguaje se reconoce que es absolutamente necesaria la existencia de este elemento de expresión, en la enseñanza se ha prescindido de él con mucha frecuencia. Y esto es precisamente lo que no se puede permitir en una escuela que quiera regenerarse con los principios de la educación activa. La falta de necesidad de expresión representa falta de motivo en la actividad, de la misma manera que la falta de necesidad de interpretar lo hablado o escrito por los demás denota carencia de la fuerza que determina la acción consciente.
La dificultad que presenta el problema escolar respecto de la introducción del elemento vital representado por la necesidad de expresión o de interpretación, es relativamente pequeña al tratarse de niños mayores, algo adelantados en las técnicas de la lectura y la escritura. Pero, tratándose de los primeros pasos de la enseñanza, la dificultad parece invencible. Sin embargo, no es así. Se puede hacer muy bien que, desde el primer momento el niño sea movido a aprender las letras por propio interés, porque lo necesite para conseguir una finalidad que se proponga. A un niño que no sabe leer se le presenta, por ejemplo una caja cerrada llena de objetos que hacen ruido. Se le despierta la curiosidad diciéndole que dentro hay cosas con las cuales le gustaría jugar o que sirven para algo útil que atraiga su atención. No se le dice qué objetos son, porque adjunto se acompaña la lista escrita, que el niño tendrá que aprender a descifrar. Una clase entera puede estar pendiente del interés de saber qué objetos habrá dentro de la caja, y, si el maestro sabe rodear la presentación con algo de misterio, diciendo por ejemplo, que él mismo no sabe lo que hay y que la caja no se puede abrir mientras no se descubra el contenido mediante la lectura de la lista, toda la atención y todo el esfuerzo infantil se dirigirá a la interpretación del escrito.
Ya tenemos lo fundamental en toda lección y en todo ejercicio educativo. Los niños quieren saber lo que hay dentro y para esto tienen que leer. Aparece a todos escrita la primera palabra de la lista, muñeco, por ejemplo, y, bajo la dirección del maestro, los niños repiten la palabra y luego analizan las sílabas y distinguen las letras, escribiéndolas seguidamente en sus respectivos cuadernos, etc. Lo mismo se hace con la segunda y con las restantes, hasta terminar la lista.
Tal vez sea bueno sacar el objeto representado, en el mismo momento en que se conozca la palabra, en lugar de reservarlos todos para el final de la interpretación de la lista; seguramente se necesitará más de una sesión y será recomendable que los niños puedan ver el objeto descubierto por cada palabra aprendida.
Éste es un ejemplo que no proponemos sea imitado al pie de la letra en la adaptación de los nuevos métodos; tómese sólo como muestra de los que puede desarrollar la iniciativa del maestro, buscando que los ejercicios de lectura obedezcan siempre a necesidades sentidas por los alumnos.
Para hacer sentir la necesidad de aprender a leer y de leer al mismo tiempo, se podrá recurrir a medios muy diversos, como la colocación de letreros y etiquetas en cosas que al niño interesa conocer, y para lo cual se le presentará como único medio la lectura. Un tablero de anuncios por donde pasasen muchas comunicaciones interesantes sería un medio permanente de aprender a leer espontáneamente. La parte de automatización, la pronunciación de sílabas difíciles, por ejemplo, se puede reducir a un juego de competencia con los demás o de habilidad consigo mismo (1).
En los grados medios y superiores de la escuela primaria será muy fácil disponer los ejercicios de lectura de modo que respondan al deseo de interpretación. Desde luego la clase de lectura como tal, habrá de desaparecer para articularse en las muchas actividades escolares de finalidades concretas deseadas, para las cuales la lectura pueda ser un auxiliar. En la práctica de muchos trabajos se necesitarán informaciones, orientaciones, indicaciones, que habrá que leer en libros, en mapas, en cuadros explicativos, en el encerado, etc. Para las fiestas escolares se preparará la lectura de poesías y de trozos literarios, que los mismos alumnos seleccionarán después de haber leido mucho y después de haber contrastado el valor de cada página. Las biografías, los relatos históricos, las notas de viajes proporcionarán una gran cantidad de material de lectura y de adiestramiento linguístico, lo mismo si están organizados alrededor de amplios núcleos de interés, que si se presentan formando parte de un programa de disciplinamiento moral, histórico o geográfico, respectivamente.
Esta manera de poner la lectura al servicio de la vida de la escuela, de considerarla como un medio de información para obrar, como un modo de penetrar en el pensamiento de los ausentes y de admirar las bellezas de la producción literaria, además de ser un factor de primer orden en la formación general del individuo durante el período escolar, supone una verdadera iniciación a las lecturas de la vida adulta. Existe un tanto por ciento muy crecido de individuos, a los cuales la escuela verbalista ha enseñado a leer, que hacen un uso verdaderamente lamentable de este aprendizaje. Pocos son los que leen con asiduidad las cosas de interés general; menos, los que utilizan la lectura como medio de documentación para el ejercicio y perfeccionamiento de sus actividades profesionales; contados, los que aprecian en la lectura los pensamientos de los grandes hombres. Todo esto ha de corregirse en gran parte con la introducción de los métodos de lectura de la escuela activa, ya que acostumbran a utilizar la lectura como instrumento auxiliar de toda clase de actividades y trabajos.
En cuanto a la expresión escrita se puede decir lo mismo, sobre todo en los primeros pasos de su enseñanza, que se darán simultáneamente con la lectura y el adiestramiento en la expresión oral. El niño puede sentir muy bien necesidad de escribir, si se buscan contingencias especiales que le animen a ello. Poner el nombre y las señas en los objetos de su propiedad, para que no se le extravien, preparar la escritura de conmemoraciones de hechos escolares o de acontecimientos externos, escribir sencillas comunicaciones a los alumnos mayores y al maestro, pidiendo cosas que hacen falta, son ejercicios que el niño que empieza a escribir hará con todo interés, por poco entusiasmo que ponga en ello el maestro.
Más adelante, cuando sea capaz de redactar algo más complejo, habrá mil motivos, en los trabajos y en las enseñanzas escolares, que se podrán aprovechar para que el niño escriba con verdadero propósito de conseguir algo determinado y con la satisfacción de expresar lo que siente. Los proyectos de trabajos, de fiestas, etc., las verdaderas cartas que se escriban para la relación de la escuela con el exterior, las notas de observaciones, los relatos de excursiones y cien cosas más darán ocasiones excelentes para aprender con vivo interés a escribir.
En algunos casos, como, por ejemplo, cuando se trata de escribir una carta a una persona determinada para los fines de la escuela (pedido de libros, de material de enseñanza o de objetos para la formación de colecciones escolares), se puede escribir por concurso general entre los alumnos, haciendo que todos escriban la carta y eligiendo luego la que esté mejor para enviar. La práctica demuestra que no son siempre los mismos ganadores del concurso; sino que, atendiendo a los diversos puntos de vista que determinan la superioridad de un escrito (claridad, precisión, sencillez, buen gusto, etc.), con el tiempo se puede dar a todos el goce de que sea su carta la elegida para ser enviada. Aun los más atrasados llegan a veces a ser ganadores del concurso y consiguen una justa compensación a su esfuerzo, con el aprovechamiento de su escrito para el fin propuesto. Cuando la elección del escrito la hacen los mismos alumnos, bajo la dirección hábil del maestro, éste tiene en las manos un arma poderosa de educación moral. Muchachos desanimados ante el reconocimiento de la cortedad de sus facultades, pueden tomar alientos ante un voto favorable por su escrito. Alumnos que ponen todas sus energías en la labor, pueden ser premiados con la selección de su trabajo.
De una manera general, las adquisiciones referentes al lenguaje pueden hacerse en toda la labor escolar, cuidando de los medios de expresión y de interpretación, aprovechando todo momento oportuno para iniciar en sus secretos, que son principalmente cuestión de adaptación y de hábito. Nada se conseguiría con disquisiciones teóricas y reglas abstractas. La simple advertencia en el instante en que hace falta para aplicarla inmediatamente, la corrección razonada de una falta, el contacto íntimo con las buenas dicciones y los buenos textos en todas las actividades escolares, la práctica constantemente dirigida por la preocupación reflexiva de expresarse clara y bellamente pueden conducir a resultados magníficos en el aprendizaje de la lengua, e incluso a una fundamentación gramatical, tal vez dificil de alcanzar con el seco estudio de las reglas y el manejo de los ejercicios netamente gramaticales (2).
Aunque todo lo dicho aquí puede entenderse especialmente referido a la lengua materna, tiene igualmente aplicación en lo que se refiera al aprendizaje de una lengua extranjera o extraña al ambiente familiar del niño.
NOTAS
(1).- Los ejercicios de competencia entre los alumnos, si se practican, deben ser dirigidos con mucha discreción, a fin de evitar que se produzcan desalientos por parte de unos y envanecimientos por parte de otros.
Por nuestra parte, podemos decir que hemos utilizado con gran resultado el juego de competencia en la interpretación de trozos escritos (traducción) en la enseñanza de una lengua extranjera a niños de 12 a 14 años.
(2).- Existen procedimientos de enseñanza del idioma en los cuales se hace un juego, a base de observación y de relaciones de conceptos. Suelen constituir una gimnasia intelectual; pero siempre hemos creído que la mejor gimnasia es la actividad natural, violenta si se quiere, condicionada por estimulos de trabajo y de vida que sienta el individuo.
Como ejemplo de procedimiento perfeccionado en lo que podríamos llamar método gimnástico en la enseñanza del idioma, véase L. Bocquet, L'enseignement du francais, éducation intellectuelle de l'enfant, Bulletin de la Société Alfred Binet, agosto, 1927.
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