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TERCERA PARTE
La educación activa en la escuela actual
3.3 - Las Ciencias físico-naturales
La iniciación a las cuestiones de las Ciencias físico-naturales en la escuela ha de ser de base esencialmente experimental, y aun la experimentación ha de estar unida a los problemas de la vida práctica del niño, resolviendo sus preocupaciones, facilitando sus propósitos, proporcionando elementos de orden y de precisión a sus actividades. Jamás se podrían obtener la orientación y las nociones científicas que se necesitan para la formación general humana, si los niños recibieran en este aspecto una enseñanza basada predominantemente en lecturas, en contemplaciones abstractas, en visiones imaginativas, en observaciones de láminas y de cuadros, por interesante que les fuera todo esto. No hay que rechazar en absoluto tales procedimientos; siempre que sean capaces de mantener en tensión de interés y deseo las energías infantiles, están en perfecto acuerdo con los principios de la escuela activa y pueden ser aprovechados admirablemente. Sin embargo, el carácter de estas disciplinas y el papel que desempeñan en la vida práctica hacen recomendable una enseñanza fundada en acción objetiva, en manipulación, en labor de busca e investigación; y, dentro de este orden de cosas, la necesidad de que las actividades sean motivadas por finalidades y deseos sentidos, hace que los mejores procedimientos para la iniciación en lo referente a las Ciencias físico-naturales tengan que buscarse en la aplicación del esfuerzo indagador, en la resolución de los problemas vitales del niño que tengan relación con estas ciencias. El juego y el trabajo, la actividad toda de la escuela, presenta multitud de ocasiones en que se tienen que aprender y aplicar conocimientos científicos. Si las prácticas escolares responden a verdaderas necesidades que los niños sienten, si se dirigen a la obtención de objetivos que los alumnos quieran alcanzar, aparecerá el esfuerzo aplicado a la adquisición de los conocimientos científicos que pueden servir de medio para la obtención de las necesidades sentidas y de los objetivos deseados.
La práctica misma, el contacto con los elementos físicos facilitará el conocimiento directo de las cosas y de sus propiedades. La observación ante la materia que se está dominando con el trabajo, la reflexión frente a los fenómenos que se someten a los fines propuestos, la explicación causal buscada en todo lo que se desarrolla ante la vista y entre las manos es rica fuente de conocimientos básicos y de gimnasia intelectual forjadora.
Las ocupaciones de agricultura o de jardinería, los trabajos manuales de interior, el contacto y la lucha con los elementos naturales en las excursiones darán al niño más materia de elaboración y de formación científica que los mismos laboratorios y museos. En el laboratorio artificioso y en el museo hecho, las cosas aparecen muertas para el niño, si no están íntimamente relacionadas con lo vivido, con los problemas que plantea la satisfacción de necesidades sentidas. El experimento o la investigación de laboratorio debe obedecer a una cuestión de trabajo o de juego que se quiere resolver, debe ser una pregunta que el niño mismo haga a las cosas y a los fenómenos, para que le informen sobre la manera de actuar en un paso difícil de su actividad interesante.
Cuando el niño se propone llegar a un objetivo que le seduce, busca los mejores medios de conseguirlo y se somete a profundas indagaciones científicas, si hace falta. Esto es lo que debe procurar el maestro, haciéndole sentir aquellos objetivos y conduciéndole luego por el terreno de los medios, a la investigación, al experimento, a la documentación, a la lectura informativa de todo lo que pueda auxiliar. Si los objetivos interesantes son variados y múltiples, esta labor de busca e información será ampliamente suficiente para el desarrollo de un programa completo de enseñanza científica.
Júzguese de los recursos que para la enseñanza de las Ciencias físico-naturales se pueden sacar de la realización de proyectos que interesen a los niños, por lo que cuentan unos alumnos de la escuela pública del pueblecito de Pobla de Granadella (Cataluña) (1):
El día 12, a las diez de la mañana, salimos de la escuela los dieciséis niños que constituimos el tercer grupo de la clase, acompañados del maestro, a efectuar el trasiego de una colmena movilista, Layens, de diez cuadros, a otra de veinte. Una colmena económica construída en las vacaciones de verano, con cajones de embalaje, capaces para veinte cuadros de 31 x 37 centímetros, los cuales se amoldan al extractor de fuerza centrífuga para extraer sólo la miel, sin estropear el panal.
El traslado se hizo colocando la colmena en un soporte a semejanza del Arca de la Alianza, cuando los israelitas iban por la tierra de promisión.
El colmenar está a un kilómetro y medio de la población, en terreno agreste, a la intemperie, y compuesto de catorce colmenas sistema Layens.
¡El día era espléndido, las abejas revoloteaban a miles! ¡Qué admirable y bonito era tanto bullicio! ¡Cuánto nos enseñan con su ejemplo tan industriosos insectos!
Provistos del ahumador fuelle, la butifarra, que llamamos en catalán (morcilla de trapos entorchados con alambre), empezamos la operación.
Hacemos humo a la piquera y nos anuncian las abejas con un zumbido especial que puede operarse, sacamos un listón, otro, el marco con su panal; las abejas no se mueven, continúan zumbando, se hallan quietas: no pican, las admiramos, nos gustan. Nuestro interés está en ver la reina.
Vamos sacando los cuadros, uno a uno, y al llegar al quinto, aparece la reina, la coge uno de los compañeros, la contemplamos con detención y la echamos a la nueva colmena.
El trasiego se efectúa perfectamente bien, las industriosas abejas no intentaron picar, nos devolvieron amor por amor.
En esta escuela hacemos prácticas de apicultura desde algunos años.
El año pasado obtuvimos treinta y cinco kilogramos de miel. Este año la cosecha será poca por haber llovido tarde.
Este ejemplo demuestra, que las adaptaciones de la escuela activa son posibles, hasta cierto punto, con los pocos elementos que cuentan la mayoría de las escuelas actuales, y que las ciencias pueden aprenderse sobre el vivo de la actividad interesante, netamente dirigida a fines prácticos.
Las excursiones ofrecen también situaciones y ocasiones muy a propósito para que los niños adquieran gran número de conocimientos básicos, sobre todo si se les dirige convenientemente, haciendo que observen con interés, procurando que sean parte activa. Para esto, la excursión no debe ser un simple paseo en que los niños vean muchas cosas, sin fijarse en ninguna, sino que debe tener siempre por objeto resolver problemas que se han suscitado antes, recopilar materiales u observaciones que hacen falta para llevar a cabo obras propuestas, empresas empezadas. Cuando no se encuentre otra cosa mejor, las excursiones pueden tener como motivo hacer un máximo número de notas de observación con que llenar un cuaderno. El interés que pueden sentir los alumnos por llegar a tener un cuaderno muy completo, con descripciones y croquis, merece la pena de tenerse en cuenta, y puede ser muy bien aprovechado. Sin embargo, será tal vez insuficiente para mantener en la tensión requerida las actividades de observación e indagación, y para sacar todo el provecho formativo que de ellas se puede derivar en las aplicaciones y trabajos escolares.
Todo el mundo sabe que está muy desarrollado en el niño el instinto coleccionador. Según Burk se presenta en el 98 % de los niños (97 en los varones y 99 % en las muchachas), culminando entre los 8 y 11 años. La formación de un museo escolar, la confección de herbarios y colecciones diversas, la busca de materiales que se necesiten para variados fines de la escuela (trabajos manuales, cultivo, experimentos de laboratorio) darán objetivos excelentes a las excursiones y facilitarán el estudio vivo de las ciencias naturales.
Pero ha de entenderse bien que quienes han de hacer estas cosas son los alumnos y no el maestro. Este sólo tiene que dirigir, procurar que el niño se presente ante las cosas según convenga para su formación, hacer que tome en todo una participación muy activa. Lo mismo en la excursión que en el trabajo de la escuela, el niño ha de sentirse identificado con las finalidades de la actividad que se le proponga. Y todas las escuelas podrán hacer sentir al niño esta identificación, en obras como la formación de colecciones de historia natural, en la preparación de experimentos interesantes como la obtención de un producto industrial o la confección de objetos que los niños habrán de utilizar.
Esta labor de contacto con los elementos de la ciencia, esta actuación con cosas y fenómenos, da un fondo valiosísimo de experiencia y de conocimientos. Pero tal vez sea conveniente establecer en esto un poco de sistematización, un rigor científico. Ello será posible después de haber laborado por sí mismo en el ambiente natural de la materia y de los hechos. Sólo en este momento es posible hacer obra de síntesis, de esquematización. La formación de un museo general de ciencias, acompañado de croquis y explicaciones, podrá servir ampliamente de objetivo para esa elaboración sintética, con la actividad ordenadora y clasificadora. Será un medio para dar al niño la comprensión del todo orgánico completo, y las escuelas podrán con ello satisfacer las exigencias de los programas de ciencias, a la par que se proporcionará a los alumnos una sólida preparación para utilizar sus conocimientos y para desenvolverlos sucesivamente.
NOTA
(1).- De Las Noticias, núm. 9979, Barcelona, 1924.
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