Índice de La educación activa 4.2 - Los juegos. El juguete. 4.4 - La acción cultural y socialBiblioteca Virtual Antorcha

CUARTA PARTE
La educación activa en la vida general y social

4.3 - Las publicaciones para niños y jóvenes.

Es muy frecuente entre los que escriben para los niños creer que la simple adopción de las formas externas en que se manifiesta la actividad infantil, en el lenguaje, sobre todo, basta para ponerse al alcance de las necesidades de los niños. Existen muchas obras para los niños o para la juventud, y no todas realizan la función para la cual se escribieron, debido principalmente al desconocimiento de los intereses de los lectores a que van destinadas, y a la ignorancia de los recursos que se ofrecen para atraer la atención hacia donde convenga para los fines educativos y recreativos.

El mero hecho de dar carácter infantil a cuestiones que no son para niños no conduce a ningún resultado positivo. En muchos casos es contraproducente, ya que los pequeños, y los jóvenes en general, tienen muy desarrollado el instinto de la transitoriedad de su estado, y quieren que sus cosas vayan revestidas de características propias de la vida de los mayores, repudiando lo que abiertamente les retrae que son niños. Por ejemplo, el epíteto infantil puesto en una publicación les agrada muy poco, por regla general, y menos un lenguaje y una terminología en la que se vean continuamente tratados de niños por el autor. Sin embargo, esto es poco, mientras el fondo sea adecuado a los intereses de los tiernos lectores y les facilite el pasto con que han de alimentar su espíritu, desenvolviéndolos con vistas a la formación humana.

Ante los desaciertos en que han incurrido muchos autores de libros destinados a los niños, varios educadores de mérito se han exclamado, diciendo que no debían escribirse libros ex profeso para la infancia. Hay que distinguir entre las publicaciones que son infantiles por la forma y las que lo son en el fondo, sin parecerlo exteriormente. Los libros que, con lenguaje sencillo y bien inteligible para los niños, aunque no sean infantiles, desarrollen temas que constituyan respuestas hechas a verdaderas preguntas internas, serán excelentes libros para niños, sean hechos o no exprofesamente para ellos. Aun las ventajas del libro adaptado a los intereses y al nivel infantiles sin tener formas externas que pongan abiertamente de manifiesto este carácter, se aumentan con la posibilidad de que estos mismos libros, que intencionadamente se han escrito para los niños, sirvan para otras personas que, por su atraso mental o falta de desarrollo cultural, presenten comunidad de intereses con éstos.

Pero ¿cuáles son las necesidades y los intereses que pueden ser satisfechos en los libros y en las publicaciones, y en qué forma han de serlo para obtener el mejor resultado formativo? ¿Cuáles son los recursos de que ha de valerse el escritor o el editor para que el libro o el periódico infantil cumpla los fines educativos y expansivos que se esperan? No podemos entrar aquí en el vastísimo campo de asuntos que han de interesar en el escalonamiento de las edades juveniles ni en el de las formas que ha de revestir la exposición o presentación de los diversos temas. El estado actual de los conocimientos no permitiría hacerlo, y, en todo caso, tendríamos que remitirnos a los datos pedagógicos existentes, que se refieren a las diversas actividades de la enseñanza y de la acción educativa. Mas, en este lugar sólo nos es permitido hacer algunas indicaciones de carácter general, dirigidas al fomento de ciertas características en la literatura infantil.

La nota capital que debe distinguir las publicaciones destinadas a los niños es la acción. Las narraciones de hechos y proezas, la reseña de aventuras y viajes atraen y cautivan de un modo especial en las edades juveniles. Esto lo sabe todo el mundo; pero la reaccionabilidad de los niños ante los hechos y las cosas vivientes, ante el movimiento y la acción, no se explota debidamente. Corren por el mercado librero infinidad de publicaciones con historietas, cuentos, peripecias, aventuras, viajes fantásticos; pero esto queda limitado a un mundo de cosas muy reducido. Los asuntos no salen, generalmente, de la esfera de lo inverosímil y descabellado, y se desenvuelven muchas veces en una lógica rara que no es infantil, ni concuerda con la trabazón de los hechos.

No es que se tenga que llevar el niño exclusivamente por las sendas de la realidad; el mundo de la imaginación es muy rico en él, y hay que aprovecharlo debidamente para su educación; pero no hay derecho a explotarlo sin sistema, dando materia imaginativa que pueda entorpecer o desviar la formación intelectual. Una gran parte de los estados vividos imaginariamente en la infancia están destinados a influir de un modo decisivo como ideales de vida en la edad madura, y mucha lógica de la que habrá presidido las lecturas fantásticas se presentará como señora en varias acciones de la vida real. De ahí el gran cuidado que debe ponerse en las obras que han de alimentar y dirigir la imaginación de los jóvenes.

Que haya lecturas de pura fantasía, que se pasee a los niños por un mundo irreal; pero que se desenvuelva todo en un alto sentido moral, y que las irrealidades y faltas de lógica tengan tal tamaño y carácter, que no se las pueda referir luego a la vida corriente. Para esto las hadas y las intervenciones sobrenaturales proporcionan grandes elementos. El niño mismo busca explicaciones a sus misterios, haciendo intervenir seres extraordinarios. Hay que encauzar debidamente esta tendencia, conservando los mitos mientras la realidad no pueda ser conocida en su desnudez, pero sustituyéndolos a medida que la comprensión lo permita.

Lo que no se puede permitir es que se funden reglas de conducta sobre la existencia de los seres fantásticos que animan la vida imaginativa de la infancia. Muchas veces se invita a obrar bien por invocación de hadas, diablos o animales fabulosos. No es sólo el desenvolvimiento del miedo lo que hay que temer en el niño; sino, sobre todo, la pérdida del freno moral en el momento que el individuo llegue a comprender que aquellos seres no existen.

Por otra parte, las publicaciones para niños y jóvenes podrán ofrecer muchas cosas verosímiles y reales, que respondan a verdaderas necesidades sentidas, revistiéndolas de movimiento, presentándolas a modo de problemas que al lector interesa resolver. En este sentido, faltan libros y periódicos infantiles que, en vez de hacer simples exposiciones de cosas teóricas en forma sintética y esquemática, difíciles de seguir, hablaran a los intereses de los niños, llevándolos frente a los problemas de las cosas y de los fenómenos, haciéndoles reaccionar tal como reaccionarían ante la realidad, como si fueran verdaderos problemas para el lector. Los viajes, con su variedad de cuestiones a resolver, con el mundo de cosas con que ponen en contacto, se prestan mucho para este objeto, sobre todo si se procura que el niño se convierta en actor imaginario. Lo mismo se puede decir de las narraciones históricas o de los relatos de hechos vivientes que se desarrollan en la industria y en las diversas actividades humanas.

El libro para los niños es el que responde a un interés vivo por un asunto determinado, empezando desde un principio con la presentación de un motivo que hable a una necesidad que el niño siente. Cuando todo el escrito se refiere a un problema vital que hay que resolver, cuando se intriga el espíritu por ver el resultado final interesante, la atención se pone por entero en el desenvolvimiento de los hechos. Este recurso que los literatos han sabido utilizar tan bien en las novelas y en las obras teatrales destinadas al gran público, suele faltar en la literatura infantil, que es donde más se necesita, sobre todo en la producción de carácter marcadamente instructivo.

Por último, hay que reconocer la deficiencia y la escasez de libros y periódicos que impulsen a las actividades prácticas, a los problemas concretos de pasatiempo o de utilidad. No bastan los rompecabezas, los acertijos y otros problemas por el estilo que suelen verse en las publicaciones destinadas a los niños. Las más de las veces son simples ejercicios de gimnasia intelectual, que no despiertan más interés en el niño que el de probar su habilidad o su potencialidad en un dominio intelectual cualquiera, y que, por lo difíciles, generalmente son sólo objeto de atención por parte de los más inteligentes y de los iniciados. La mayoría de los niños queda indiferente ante los jeroglíficos y los variados problemas de concurso, por temor a no encontrar una solución, que, al fin y al cabo, no conduce a ningún resultado práctico en la vida infantil, y que puede poner de manifiesto su impericia o deficiencia, hiriendo el amor propio.

No hay que renunciar, sin embargo, a los ejercicios difíciles, a los problemas de concurso, que son estímulo de un determinado número de selectos; al contrario, hay que animarlos y presentarlos en forma sugestiva, de modo que atraigan a la mayor cantidad posible de niños o jóvenes. Pero hay que poner, al lado de ellos, otros problemas más prácticos, de solución más al alcance de todo el mundo, otras proposiciones de ejercicios con finalidades más interesantes y más variadas. La ciencia recreativa y la ejecución de sencillos trabajos manuales ofrecen un ancho campo, y harán la delicia de los pequeños. Incluso se pueden dar reglas, y aun elementos materiales, para la construcción de ciertos juguetes.

Completados de esta manera el libro y el periódico encarnan con las realidades de la vida del niño, viniendo a desempeñar su verdadero papel, que es el de guía de la actividad, auxiliar que presta ayuda en la solución de los múltiples problemas que han de presentarse en un desarrollo pleno del individuo, alimento que satisface necesidades de conocer y de actuar.

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