Índice de La educación activa 4.3 - Las publicaciones para niños y jóvenes 4.5 - La iniciación profesional y científicaBiblioteca Virtual Antorcha

CUARTA PARTE
La educación activa en la vida general y social

4.4 - La acción cultural y social.

No bastan, por lo general, la escuela y la familia para facilitar a los niños y a los jóvenes las actividades y los elementos de desarrollo necesarios para la formación del individuo. La escuela mejor organizada y la familia más cuidadosa raramente podrán disponer de los medios necesarios para procurar, por si solas, a los jóvenes las posibilidades de acción extraescolar y extrafamiliar que les hacen falta, sobre todo, para su desenvolvimiento moral y social. Y no hay que dejar abandonado al joven en su entrada en las relaciones sociales y en sus diversiones.

Un régimen restrictivo no conduciría a ninguna parte. La prohibición de que el niño y el joven haga cosas necesarias a su formación, por el peligro de que lo haga mal, no es ninguna solución. Es preciso organizar debidamente la vida cultural y social que se desarrolla fuera de las funciones familiares y docentes, para que los jóvenes encuentren los medios necesarios para actuar y formarse en un aspecto tan importante.

En primer lugar, hay que preparar las diversiones convenientes a los niños con el doble objeto de satisfacer las necesidades de su edad y de iniciar en los pasatiempos de la vida adulta. El espectáculo es un elemento de diversión que en la vida de las ciudades ha pasado a ocupar uno de los primeros lugares; también puede utilizarse como diversión de los niños y de los jóvenes, pero, por regla general, éstos no encuentran en los espectáculos corrientes lo que más conviene a su formación. Los moralistas están cansados de llamar la atención sobre los peligros que ofrecen ciertos teatros y cines para la gente joven. En esto no se conseguiría nada con limitaciones y prohibiciones por parte de los que ejercen tutela sobre los menores. Los niños necesitan espectáculos en que se atienda a las exigencias de su edad y a las conveniencias de su formación. Las diversiones de los pequeños y de los jóvenes pedirán tal vez locales y programas especiales; pero será bueno que los mayores colaboren en ellos con su presencia, quitándoles el carácter exclusivamente infantil que podrían tener. En la adolescencia, sobre todo, se quiere parecer hombre, haciendo lo que hacen los hombres, y los espectáculos cuyas formas exteriores fueran manifiestamente infantiles chocarían poco. No será ningún esfuerzo para las familias asistir a los espectáculos destinados a sus vástagos, ya que han de gozar mucho viendo como éstos se entusiasman en escenas de títeres, en representaciones inocentes o en películas instructivas y humorísticas de alto valor formativo y recreativo; además, experimentarán, de seguro, el placer de sentirse transportados, de vez en cuando, al mundo infantil o juvenil que dejó en su vida los mejores recuerdos y simpatías.

Sin embargo, es mucho más recomendable que los niños y los jóvenes, en vez de hacer sus diversiones como simples espectadores, lo hagan como actores, en la medida de lo posible. El estado de inmovilidad y de receptividad del espectador, sobre todo si se trata de un local cerrado, con aglomeración de gentes, no es el más a propósito para individuos que están en pleno desenvolvimiento. Hay que organizar muchas otras expansiones en que la gente joven tome una parte activa, donde haga vida sana e intensa, donde desenvuelva sus iniciativas y sus hábitos sociales.

Las agrupaciones para representaciones teatrales de aficionados, las sociedades de jóvenes para la organización de fiestas y actos públicos, comparsas, audiciones de música y canto, proyección de películas, concursos de bailes típicos y de trajes populares, etc., son excelentes medios para la diversión activa y el recreo formativo. Los deportes, las excursiones, las manifestaciones altruístas o patrióticas dan ocasión a la fundación de asociaciones que debidamente dirigidas y vigiladas, pueden proporcionar a los jóvenes excelentes motivos para hacer vida ampliamente expansiva (Boy-scouts, Jugendwandern, Armée du salut, etc.).

Como es natural, esto no lo pueden hacer los chicos con sus exclusivos recursos. Necesitan ayuda económica y técnica, aunque se les debe dejar amplio campo de acción para el desenvolvimiento de sus iniciativas. En varios países los muchachos han encontrado apoyos valiosos y han realizado labores verdaderamente fructíferas en el sentido de la diversión y de la educación recreativa. Sería de desear que todos los que tienen a su cargo misiones educativas y sociales tomaran estas cuestiones con el interés que se merecen, y facilitaran al elemento joven los medios necesarios para desenvolver estas actividades que son la garantía de una educación social robusta. Si fuera posible crear, como en algunos sitios se ha hecho, casas para los jóvenes donde éstos pudieran reunirse con mucha frecuencia para organizar fiestas, conferencias, excursiones, deportes, donde funcionaran sociedades y agrupaciones con fines y elementos para desarrollar las nobles actividades de la juventud, podría darse como resuelto el problema (1).

Toda vez que la escuela, salvo raras excepciones, no tiene elementos para constituir una casa de los jóvenes, hay que pensar en establecerla de alguna manera, en relación con las instituciones académicas o con los organismos culturales y sociales, tomando como principio que las expansiones de las edades prematuras no pueden violentarse y anularse si no se sustituyen por otras. Por otra parte, la habilitación de locales y el apoyo para la constitución y funcionamiento de sociedades de jóvenes para fines culturales y recreativos especiales (coros, bandas, agrupaciones teatrales, etc.), la creación de obras de protección a las iniciativas de los jóvenes, como la organización de albergues para excursionistas, campos de juego, etc., habrán de contribuir mucho al enaltecimiento de la juventud, proporcionándole elementos complementarios para una vida activa y sana.

NOTA

(1).- Véase J. Mallart, La Casa dels nois a Alemanya (Bulleti dels Mestres). Barcelona, 1923.

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