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CUARTA PARTE
La educación activa en la vida general y social
4.5 - La iniciación profesional y científica.
Los métodos y las prácticas de educación activa no son exclusivos de la formación general. Tienen toda la amplitud y toda la riqueza necesarias para informar la marcha de la educación especializada en cualquiera de los órdenes del desenvolvimiento humano. No hay más que continuarlos, desarrollarlos y adaptarlos.
Habiendo familiarizado a los niños en el contacto con las cosas y en la resolución de los problemas que éstas plantean, la entrada a la vida profesional, o la iniciación al cultivo de una ciencia o un arte, no será más que una especialización y una intensificación de actividades en un orden determinado, dentro de la extensa gama de la vida de acción esbozada en los años de formación general. Pero es preciso hacer unas observaciones para poner en guardia contra un vicio en el que se cae con demasiada frecuencia.
Desde que la Humanidad ha contado con cuerpos de doctrina formados, desde que las profesiones han tenido elaborados sistemas de técnicas, y las ciencias han empezado a estar un poco hechas, se ha pretendido que los jóvenes recogieran el substractum de las adquisiciones de sus antepasados y de sus mayores en áridos resúmenes de la ciencia o del arte en que se les quería iniciar. Los conocimientos y las técnicas de trabajo profesional que han costado años y siglos de contacto con los problemas, en acción continua de indagación de fenómenos y de cosas, no pueden ser asimilados si se presentan al novato como cosa hecha, elaborada y llena de elementos abstractos.
Las adquisiciones relativas a la ciencia y a la profesión han de hacerse colocando a los estudiantes y a los aprendices en actitudes parecidas a las que tuvieron los descubridores o los adaptadores. Para iniciar realmente, hay que colocar frente a verdaderos problemas que resolver. Lo hecho, lo sistematizado podrá servir de guía para evitar rodeos inútiles; pero la labor ha de ser de indagación, de busca, de reconstrucción, con lo cual no sólo se consigue una iniciación a lo hecho y conocido, sino que, al mismo tiempo, se prepara al individuo para hacer nuevos descubrimientos y adaptaciones.
Lo esencial es que el sujeto tenga que resolver desde el primer momento cuestiones científicas, casos prácticos relativos a la especialidad en que se tiene que iniciar. Claro que se empezará por las cosas de más fácil solución; pero no hay inconveniente en que se planteen problemas dificiles, mientras el alumno se interese plenamente en resolverlos y pueda, con mayor o menor esfuerzo, ponerse al alcance de los elementos que para ello necesita.
En vez de los esquemas muertos de las ciencias, en vez de materias de enseñanzas y de ejercicios, el alumno y el aprendiz tendrán labor propiamente científica, trabajo profesional, y, a base de esta labor y este trabajo, podrán más tarde teorizar fundadamente y comprender las reglas de los maestros.
Un futuro químico a quien se le proponga, por ejemplo, analizar un producto que él mismo ha de utilizar, será llevado de una manera natural a buscar los elementos necesarios para ello. El problema práctico interesante obligará a resolver problemas previos, que, sin él, no se hubieran presentado, y en ello se desarrollarán toda una serie de actividades que tenderán a la sistematización y a la organización viva de los conocimientos frente a la consecución del objetivo propuesto.
De la misma manera, el futuro profesional que se decida a realizar una obra propia de su profesión, aunque de momento no tenga la preparación necesaria, el hecho de interesarle tal realización -siempre más interesante que el aprendizaje de unas reglas muertas- moverá sus energías a la busca de los elementos técnicos y de los conocimientos indispensables, y con ello dará un paso verdaderamente positivo en su formación para la especialidad.
Se trata, en cierto modo, de presentar centros de interés que estimulen a investigar y a documentarse; y si estos centros de interés son convenientemente variados, el novato tiene ocasión de iniciarse de una manera viva y formadora en todos los secretos de la rama que va a cultivar. Con esto, después podrá teorizar y hacer sus elaboraciones abstractas, y muy poca ayuda didáctica le hará falta para ordenar ysistematizar sus conocimientos, tan bien o mejor de lo que lo pueden estar en un libro de los llamados de texto.
Los cursos monográficos que tienen lugar en muchos centros de enseñanza superior como punto central de referencia en una determinada rama de enseñanza, constituyen una adaptación del método docente de los centros de interés; si alrededor del tema propuesto los alumnos tienen que hacer trabajos personales en que se estimule su iniciativa y su poder de investigación o de creación, se tiene una magnífica realización de educación activa. La labor realizada en diversos centros de iniciación profesional, donde los jóvenes hacen trabajo remunerado o son estimulados a la acción creadora por medio de la participación a exposiciones y concursos, o por el incentivo de la identificación con la finalidad de la obra, tiene muchos de los elementos que el ideal de la educación activa exigiría para garantizar un máximo desenvolvimiento de aptitudes latentes.
Esto demuestra que no es tan difícil organizar el trabajo del estudiante y del aprendiz haciendo que surjan motivos de actividad escrutadora y creadora, procurando que los conocimientos que han de hacer falta en el futuro sean solicitados por el mismo individuo a medida que tengan que cumplir una función (1). Los estímulos y el ambiente de realidades del taller productivo, los incentivos del laboratorio de investigación, con sus acompañantes el afán de descubrir y de crear, son los elementos primordiales que han de presidir toda labor de iniciación científica y profesional.
NOTA
(1).- Véase J. Mallart, Escuelas-Asilos de Artes y Oficios. Su organización práctica y útil. Sociedad Española de Higiene, Madrid, 1926.
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