Índice de Ideas generales sobre mi método de la Dra. María MontessoriEl ambienteEl análisisBiblioteca Virtual Antorcha

PERÍODOS SENSITIVOS

Cito una de las respuestas más interesantes dadas por el biólogo holandés Hugo de Vries en sus clásicos estudios experimentales sobre el desenvolvimiento de los seres vivos, a saber: que determinadas condiciones de ambiente pueden dar resultados diversos si se aplican en estados diferentes de desenvolvimiento intelectual.

Según esto, condiciones extraordinariamente favorables durante cierto período pueden ser indiferentes y hasta desfavorables en períodos sucesivos.

De aquí resulta que el momento que el ser en vía de desenvolvimiento atraviesa debe ser considerado en sí mismo y no en relación con las necesidades de la vida de la especie, o con las necesidades de la vida del individuo adulto. El verdadero desenvolvimiento depende no de una precoz orientación o adaptación del ser infantil a las finalidades de la especie, sino de la posibilidad de realizar las condiciones de vida necesarias en el momento presente de la propia evolución.

Tal afirmación no es posible demostrarla con un principio genérico, sino con una cantidad de hechos positivos que se revelan observando el modo que tienen de desenvolverse los seres más diversos. Cuando se habla de biología experimental, tal como la determinó De Vries, y se asegura que condiciones de ambiente favorable a ciertos determinados períodos del desenvolvimiento intelectual no lo son a otros, se debe comprender que esto es debido a que el mismo individuo es diverso en sus varios períodos. No sólo tiene necesidades genéticas de vida vegetativa que son diferentes, sino que tiene diferentes aptitudes y diferente sensibilidad, que estas diferencias existen sólo en un período pasajero, y después se atenúan o bien francamente desaparecen. En estos períodos que De Vries ha llamado períodos sensitivos, el ser en vías de desenvolvimiento posee en un grado relevante aptitudes creadoras y transformadoras e instintos que conducen sensiblemente a realizar necesidades fundamentales de las cuales depende el porvenir de la especie, y pasados aquellos períodos, ha determinado también la posibilidad de realización de aquellas aptitudes.

Por ejemplo, es notorio que las abejas obreras son hembras incompletamente desarrolladas; sólo la abeja reina es perfecta. Tal condición, sin embargo, depende también de la alimentación. La papilla real es el alimento adecuado que ayudará a la larva reina a alcanzar su definitivo desenvolvimiento, y si falta aquella alimentación particular, la larva predestinada a la maternidad queda siendo una abeja obrera.

Este período larval es en la vida de la larva hembra un período sensitivo, en el que es necesario buscar el alimento determinado, del que depende todo el porvenir. Si este mismo alimento le es facilitado a la larva cuando ya se ha hecho demasiado vieja, su evolución no es ya posible: su desenvolvimiento se ha producido hacia la forma de abeja obrera y no es posible retroceder. En este caso el fin del período sensitivo está explícitamente determinado.

Se encuentra un ejemplo de período sensitivo de distinto género en la larva de la Porthesia, un género muy común de mariposa. La larva, apenas salida del huevo, se mueve hacia la luz, es decir, posee una explícita sensibilidad luminosa. Viven sobre los árboles, y como las atraen las partes más luminosas, se encuentran con las hojas jóvenes, bastante tiernas para servir como primer alimento. Apenas, sin embargo, se han nutrido bastante con el alimento tierno y pueden alimentarse con hojas más duras, pierden la sensibilidad para la luz. Esta pérdida les permite no permanecer siempre sobre las extremidades de las ramas y volverse hacia las partes más oscuras, donde encuentran ahora un alimento más adecuado y condiciones más complejas de ambiente para su desenvolvimiento sucesivo. La pérdida de la sensibilidad es, por tanto, aquí tan necesaria como su aparición.

Mis experiencias sobre los niños me han llevado a describir en mis libros una cantidad de fenómenos que pueden considerarse paralelos a éstos. Son los períodos en los cuales los niños demuestran aptitudes y posibilidades de orden psíquico que compararemos después.

Así, por ejemplo, se interesan con intensidad extraordinaria por algunos ejercicios que se trataría en vano hacerles repetir en edad más avanzada, Cuando su energía les impulsa a concentrarse sobre un ejercicio determinado, permanecen en él por espacio de mucho tiempo y demuestran en la ejecución una exactitud y una paciencia que el adulto mismo no podría imitar. Durante este período sensitivo es cuando puede establecerse perfectamente una función, o cuando puede adquirirse de modo perfecto una habilidad. Por ejemplo, sólo en ciertos períodos los sonidos del idioma pueden reproducirse con perfección y quedar establecidos como adquisición definitiva perfecta. Si en este período infantil se está junto a la madre, la lengua que se adquiere se llama lengua materna. Sin embargo, en tal período cualquier idioma se podría fijar perfectamente, como se ve muy bien en los niños pequeñitos que emigran a un país extranjero. En vano el muchachito de mayor edad y el hombre adulto se fatigan más tarde para pronunciar perfectamente los sonidos de la lengua extranjera. A pesar de todos sus esfuerzos llevarán en su acento el sello extranjero. En lugar del acento, la gramática y las reglas de la nueva lengua son accesibles al muchacho de raciocinio más desarrollado, porque éste se interesa particularmente por las palabras y la construcción de la frase, cosa que no puede hacer el niño pequeñito. El muchacho mayor aprenderá bien la ortografía y la gramática de la nueva lengua. Será, sin embargo, raro que un adulto llegue a poseer bien ambas cosas como un muchacho; el adulto continuará siempre cometiendo errores de gramática y de ortografía.

Si en la educación se tienen en cuenta los períodos sensitivos, se llega a resultados tan sorprendentes y, sobre todo, contradictorios de nuestros prejuicios sobre la progresión continua y uniforme de la inteligencia y sobre la fatiga de aprender. Cuando el niño hace ejercicios según la necesidad de su presente sensitivo progresa y alcanza grados de perfección que son inimitables en otros momentos de la vida, y en lugar de fatigarse aumenta su propio vigor y gusta de la alegría que procede de satisfacer una necesidad real de la vida.

Esto es, crece y se fortifica trabajando, en lugar de consumirse trabajando. Los niños que pueden comenzar a escribir en la edad normal (cuatro y medio a cinco años) alcanzan una perfección en la escritura que no se encontrará en los niños que han comenzado a escribir a los seis o siete años; pero, sobre todo, no se encontrará en esta época tardía el entusiasmo y la riqueza de producción que ha hecho llamar a este singular fenómeno la explosión de la escritura.

Resulta de todo esto no sólo la ventaja del aprendizaje en esta edad más joven, sino la eficacia sorprendente de los resultados para cada ejercicio que recorra en su período sensitivo.

Cuando mi método comenzó a dar frutos, estos hechos alejaron a muchas personas de tomarlo en consideración. El casi milagro del niño montessoriano hizo que pareciera prudente a los estudiosos no tomarlo seriamente en examen. Pareció un absurdo que niños más pequeños pudiesen hacer cosas que ni aun los mayores eran capaces de hacer. Sin embargo, en Holanda, donde los estudios de De Vries habían abierto el camino a tales conocimientos, fué precisamente esto lo que despertó gran interés, reconociéndose el descubrimiento y la utilización de los períodos sensitivos en la infancia humana. Especialmente Fortuny y Godeffroy se hicieron los propagadores y sostenedores del método. Acabaré citando las siguientes frases del profesor Fortuny:
La expresión del período sensitivo para cada fenómeno de una sensibilidad temporal y extraordinaria de un órgano bajo la acción de condiciones definidas que se refieren a su desenvolvimiento, es admitida hoy entre los biólogos y usada en todas partes. Considerando al niño desde este punto de vista, y puesto en armonía con la educación, el período sensitivo se reviste de nueva luz. Gracias a él, en efecto, consideramos el origen de la educación sobre un plano natural, y en este plano colocamos al niño en su más tierna edad. También la educación del adolescente se muestra gracias al descubrimiento sobre un plano nuevo, porque en el adolescente, como en el niño, existen los períodos sensitivos.
Nosotros, que ya conocíamos la idea del
período sensitivo podemos afirmar que el método Montessori, basado en tal principio, es nuevo y original en la pedagogía y difiere de cualquier otro sistema. Que esto mismo explica hasta cierto punto el éxito del mismo método y sus posibilidades de obtener resultados marcadamente distintos de los otros sistemas.
Las personas que no simpatizan con el método Montessori se preguntan escépticamente qué es lo que quedará de este famoso sistema luego que haya transcurrido mucho tiempo, y parecen querer dar a entender que dentro de poco será sustituído por cualquier otro.
A estas personas es fácil demostrarles que el método Montessori está fundado sobre caracteres generales de la vida, propios de cada organismo, y por esto debe durar largo tiempo tanto cuanto dura la vida misma. No se puede imaginar que un principio semejante, una vez entrado en el campo de la pedagogía, pueda salir de él.

Índice de Ideas generales sobre mi método de la Dra. María MontessoriEl ambienteEl análisisBiblioteca Virtual Antorcha