Índice de Ideas generales sobre mi método de la Dra. María MontessoriConsecuencias generalesPrincipios y prácticas de la educaciónBiblioteca Virtual Antorcha

EL MÉTODO MONTESSORI Y LA EDUCACIÓN MODERNA

El método Montessori es la resolución práctica de muchos problemas pedagógicos que hoy se presentan en las cuestiones educativas, como el problema de la educación individual, el de la educación espontánea, el de la libertad, el del desarrollo de la voluntad, etc. Todos estos problemas principales se resuelven juntos, o más bien, las cuestiones desaparecen, ante el nuevo plano que abre así de un modo simple el camino real.

El niño tendría, por su naturaleza, la capacidad de desarrollarse espontáneamente desde el punto de vista psíquico; pero encuentra dos dificultades: una es el ambiente, incapaz de ofrecer los medios necesarios a su desarrollo; la otra es la labor del adulto, que involuntariamente construye obstáculos que impiden el desarrollo del niño. Crear un ambiente apropiado al niño es el estudio científico más importante del Método Montessori. El ambiente se refiere tanto al local y al mobiliario, como a los objetos que conducen directamente al desarrollo mental (material didáctico).

En este ambiente creado para él, y determinado sobre larga y exacta experiencia, el niño puede desarrollar su vida, no sufrir una educación en el sentido que se entiende ordinariamente. Los muebles, en dimensiones y peso apropiado para su actividad motriz, los objetos útiles en una casa donde pueden desenvolver múltiples acciones, exigen una actividad ordenada e inteligente. Lo que en otro tiempo fué campo de los juegos y de las ficciones para el niño se convierte aquí en el del trabajo y de la realidad. El niño pequeño tiene un armario verdadero con sus propios vestiditos, verdaderos aparadores, mesas de comedor, platos y vasos con los cuales puede preparar la mesa. Se viste, se desnuda, ordena los efectos, sacude, cepilla, pone y quita la mesa, y realiza, no por juego, sino verdadera y útilmente, las acciones necesarias para la vida.

Además, tiene a su disposición varios objetos, experimentalmente determinados, que poseen la propiedad de atraer intensamente su atención y provocar ejercicios espontáneos, que consisten en la continuada repetición del mismo acto. Con estos medios desarrolla su actividad sensorial en la distribución de los colores, de la forma, de la cualidad táctil y térmica, de los ruidos y sonidos. Esto coloca al niño en un estado de preparación tan intensa para poder observar las cosas externas, que se interesa vivamente por todo cuanto le rodea. Otros objetos preparan la movilidad de la mano del niño de un modo tan fino y complejo, que llega a dibujar y a escribir sin ningún esfuerzo, y el acto de la escritura adquiere la forma de una explosión motriz, preparada intensamente en sus componentes elementales. Así, el niño de 4 o 5 años se convierte en una persona que se basta a sí misma, que sabe observar inteligentemente las cosas, que sabe leer y escribir, etc.

Sobre el mismo principio puede desarrollarse la vida psíquica en edad más avanzada. Es necesario determinar experimentalmente un ambiente de vida psíquica (de trabajo) buscando el material capaz de atraer el interés y la actividad del niño. De este modo ha sido ya determinada en el Método para todos los grados elementales: los niños aprenden gramática, aritmética, geometría, lenguas extranjeras, dibujo, música y se perfeccionan en la literatura hasta el estudio de la métrica. Además, para los niños mayores se desarrolla aquella actividad espontánea que conduce a una comprensión clara de las cosas y a una sensible precocidad de aprender. Pero lo que tiene más valor es el desarrollo de la disciplina, que viene desenvolviéndose en el niño a través de esta actividad ordenada, moviéndose siempre en medio de fines claros e interesantes. El niño que trabaja, escoge sus ocupaciones y siente su responsabilidad, desarrolla el poder volitivo, esto es, la enérgica capacidad de actuar, la rápida decisión de la elección, la constancia en el trabajo. Una atmósfera de amor, de serenidad, de paz, surge en esta comunidad activa e inteligente. Cosa muy clara de comprender cuando ya está establecida. En efecto ¿cómo puede desarrollarse la individualidad si no por acciones de la individualidad misma? Habíamos creído que debían ser el maestro, la madre, las personas que debían desenvolver la actividad del niño; pero nadie puede desarrollar la actividad de otro; cada cual puede desarrollar la propia con el propio esfuerzo constante en el ejercicio.

Lo que diferencia el Método Montessori de los modernamente surgidos en las llamadas escuelas nuevas es la interpretación de las necesidades profundas del alma humana. Las llamadas repúblicas infantiles consideran las acciones externas como las que dirigen y perfeccionan al hombre. Éstas han puesto sobre la responsabilidad de la colectividad infantil la sanción a los propios actos, colocando en manos de los niños principios sociales que rigen la vida colectiva del adulto.

Nada de todo esto se encuentra en el Método Montessori. Es un punto de vista puramente naturalista o más bien espiritual aquel que únicamente informa al Método Montessori. La busqueda de la salud psíquica y por ello la posibilidad de satisfacer las necesidades espirituales del alma humana es el único fin de la escuela Montessori. No debemos dar a los niños no maduros nuestros principios sociales, no debemos hacer de jueces ni de directores en la colectividad de los niños, sino sólo dar los medios necesarios a fin de que los niños no hechos alcancen la plenitud en la conquista de la salud interior. Un compañero que sanciona a sus condiscípulos va contra la ley de justicia que dice: no juzgar y, además, descarga sobre los hombres de las generaciones futuras los errores y las injusticias sociales que quizá son un impedimento a nuestra felicidad y a nuestra bondad. Dejemos que las vidas nuevas se manifiesten en sus naturales expresiones y quizá nosotros, los adultos, aprendamos de los niños más altas formas de justicia y de moralidad.

En las repúblicas infantiles el maestro actúa menos directamente, es verdad; pero ha depositado sobre los hombros de los niños las leyes, las injusticias, los errores que hay en la sociedad de los adultos. Antes de retirarse, les ha dado una ley más opresora que él mismo; no les ha dado la libertad de desarrollarse según las necesidades íntimas de la vida espiritual. Hasta en las escuelas llamadas modernas, donde se cree dar la educación individual, existe una marcada diferencia con las escuelas Montessori. Allí existe un maestro que enseña uniformemente a cada colectividad, concepto profundamente diferente del alumno en el método Montessori, que consiste en librar al niño del maestro que enseña y en sustituir al maestro por un ambiente donde el niño pueda escoger lo que es adecuado a su propio esfuerzo y a las necesidades íntimas de su personalidad.

En fin, hasta el otro criterio moderno de tener que conocer al educando antes de educarlo, sobre el cual se funda la antedicha educación individual es también distinto del principio científico del Método Montessori. Según éste no se puede conocer al educando a priori, porque las actividades psíquicas profundas son latentes y sólo la compenetración y la actividad pueden revelarlo. Y por ello la educación misma es la que hace manifiesto los caracteres psíquicos infantiles: es la pedagogía la que revela la psicología y no viceversa. Para conocer al niño hay que ofrecerle los medios necesarios a su vida interior y dejarle en libertad de manifestarse.

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