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CAPÍTULO 4

LA IMAGINACIÓN DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE

La actividad de la imaginación creadora resulta ser muy complicada y dependiente de toda una serie de los más diversos factores. De aquí se desprende claramente por qué esta actividad no puede ser idéntica en el niño y en el joven ya que todos estos factores adoptan aspectos distintos en las diferentes épocas de la infancia. Por ello, en cada período de desarrollo infantil, la imaginación creadora actúa de modo singular, concordante con el peldaño de desarrollo en que se encuentra el niño. Ya advertimos que la imaginación depende de la experiencia y la experiencia del niño se va acumulando y aumentando paulatinamente con profundas peculiaridades que la diferencian de la experiencia de los adultos. La actitud hacia el medio ambiente que con su sencillez y complejidad, con sus tradiciones y con sus influencias estimula y dirige el proceso creador, es también muy distinta en el niño. Son diferentes también los intereses del niño y del adulto y por todo ello se desprende que la imaginación del niño funciona de modo distinto que la del adulto.

¿En qué se diferencia la imaginación del niño de la del adulto y cuál es la línea principal de su desarrollo en la edad infantil? Existe aún el criterio de que la imaginación del niño es más rica que la del adulto, considerándose que la infancia es la época en que más se desarrolla la fantasía y, según ello conforme crece el niño van en descenso su capacidad imaginativa y su fantasía.

Se basa este criterio en toda una serie de observaciones sobre la actividad de la fantasía. Los niños pueden hacer todo de todo, decía Goethe, y esta simplicidad, esta espontaneidad de la imaginación infantil, que ya no es libre en el adulto, suele confundirse con la amplitud o la riqueza de la fantasía del niño. Más tarde la creación de la imaginación infantil se diferencia clara y bruscamente de la experiencia del adulto, de lo que se deducía también que el niño vive más en el mundo de la fantasía que en el de la realidad. Son también notorios la inexactitud, la tergiversación de la experiencia real, la exageración, la afición por los cuentos y narraciones fantásticas características de los niños.

Todo esto, tomado en su conjunto, ha servido de base para afirmar que, en la edad infantil la fantasía es más rica y variada que la del adulto. Pero esta afirmación no resiste el examen científico, pues sabemos que la experiencia del niño es mucho más pobre que la del adulto. Sabemos también que sus intereses son más simples, más pobres y elementales; por último, su actitud hacia el medio ambiente carece de la complejidad, de la precisión y de la variedad que caracterizan la conducta del adulto, todo lo cual constituye los factores básicos determinantes de la función imaginativa. La imaginación del niño, como se deduce claramente de esto, no es más rica, sino más pobre que la del adulto; en el proceso de crecimiento del niño se desarrolla también su imaginación, que alcanza su madurez sólo en la edad adulta.

Los frutos de la verdadera imaginación creadora en todas las esferas de la actividad creadora pertenecen sólo a la fantasía ya madura. Conforme se acerca la madurez comienza a madurar también la imaginación y, en la edad de transición, en los adolescentes a partir del despertar sexual, se unen el pujante impulso de la imaginación con los primeros embriones de madurez de la fantasía. Más adelante, los autores que han escrito acerca de la imaginación, aluden al estrecho vínculo entre el despertar y maduración sexual y el desarrollo de la imaginación. Se puede comprender este enlace si se tiene en cuenta que por entonces el adolescente asimila y resume un gran caudal de experiencia, se perfilan los así llamados intereses permanentes, se apagan rápidamente los intereses infantiles y, en relación con la madurez general, adquiere también forma definitiva la actividad de su imaginación.

Al analizar la imaginación creadora trazó Ribot la curva que se muestra y que refleja simbólicamente el desarrollo de la imaginación permitiendo comprender las peculiaridades de la imaginación infantil, la del hombre maduro y la del periodo transitorio a que ahora nos referimos. La ley primordial del desarrollo de la imaginación que refleja esta curva se formula así: la imaginación, en su desarrollo, atraviesa dos períodos separados por una fase critica. La curva IM representa la marcha del desarrollo de la imaginación en el primer periodo. Asciende enérgicamente para mantenerse luego largo tiempo al nivel alcanzado. La línea RO punteada, refleja la marcha del desarrollo del intelecto o de la razón, que como muestra la figura, empieza más tarde y va elevándose más lentamente porque requiere mucha mayor acumulación de experiencia que ha de ser sometida a compleja elaboración. Sólo en el punto M coinciden ambas líneas del desarrollo de la imaginación y de la razón.

El lado izquierdo del diagrama muestra con claridad la peculiaridad de la imaginación en la edad infantil y que muchos investigadores confunden tomándola por riqueza imaginativa del niño. Siguiendo esta parte del dibujo se advierte fácilmente que en la edad infantil difiere mucho el desarrollo de la fantasía del desarrollo de la razón y que la relativa independencia de la imaginación infantil, su independencia respecto a la actividad de la razón, no es prueba de riqueza sino de pobreza de la fantasía infantil.

Los niños pueden imaginarse muchas menos cosas que los adultos, pero confian más en los frutos de su fantasía y la controlan menos, y por eso la imaginación en el sentido vulgar, corriente de la palabra, o sea, algo inexistente, soñado, es mayor en el niño que en el adulto. Y no sólo el material con que la imaginación edifica es en el niño más pobre que en el adulto, sino que además, el carácter de las combinaciones a que se somete este material cede considerablemente por su calidad y por su variedad al de las combinaciones del adulto. De todas las formas de enlace con la realidad que antes enumeramos, la imaginación del niño se encuentra a la altura de la del adulto solamente en la primera, es decir, en la realidad de los elementos con los que edifica. Posiblemente la raíz emocional real de la imaginación del niño sea tan fuerte como la del adulto; pero en lo que afecta a las otras dos formas de vinculación debe advertirse que se van desarrollando sólo con los años, muy lentamente, gradualmente.

Desde el momento de encuentro en el punto M de ambas curvas del desarrollo de la imaginación y de la razón, el desarrollo ulterior de la imaginación (según la línea MN) va sensiblemente paralelo al de la razón (según la línea XO), desapareciendo la divergencia típica de la infancia: la imaginación, estrechamente ligada con el raciocinio, marcha con él al mismo paso.

Estas dos formas intelectuales -dice Ribot- se mantienen ahora frente a frente como fuerzas contrincantes. La actividad imaginativa prosigue, pero previa transformación, adaptándose a condiciones racionales, por lo que ya no es pura imaginación, sino entremezclada. Sin embargo, esto no sucede siempre, pues en muchos casos el desarrollo toma otra variante señalada en el dibujo por la línea MN1 que cae rápidamente significando la caída o anulación de la fantasía. El caso más frecuente es que caiga la imaginación creadora. Sólo las imaginaciones superdotadas constituyen la excepción, la mayoría van entrando poco a poco en la prosa de la vida diaria, esconde los sueños adolescentes, hacen del amor una quimera, etc., etc. Se trata, sin embargo, de mera regresión, no de supresión, pues la imaginación creadora no desaparece totalmente en nadie, pero se manifiesta sólo de vez en cuando.

Efectivamente, allí donde se mantenga siquiera una ínfima parte de vida creadora, hay imaginación. Todo el mundo sabe que con la madurez suele descender la curva de la vida creadora. Examinemos ahora más de cerca la fase crítica MX que delimita ambos períodos. Ya advertimos que esta fase caracteriza la edad de transición, que ahora nos interesa preferentemente. Si comprendemos la peculiaridad de esa especie de puerto montañoso por el que pasa ahora la curva de la imaginación, tendremos la llave para comprender justamente todo el proceso creador en esa edad. Es un período en el que tiene lugar hondo cambio en la imaginación pasando de subjetiva a objetiva. Desde el punto de vista fisiológico se debe esta crisis a la formación de un organismo adulto, de un cerebro adulto, pero desde el punto de vista psicológico se debe al antagonismo entre la pura imaginación subjetiva y el enfoque racional de los procesos, dicho con otras palabras: entre la inestabilidad y la estabilidad del pensamiento.

Sabemos que la edad intermedia se caracteriza en general por toda una serie de relaciones antitéticas, contradictorias, de momentos polarizados, es precisamente por ello por lo que esa edad se llama edad crítica o transitoria, es la edad en la que se rompe el equilibrio del organismo infantil sin que se haya podido aún encontrar el equilibrio del organismo adulto. La imaginación en este período se caracteriza por la superación, el desplome y la búsqueda de un nuevo equilibrio. Es muy fácil ver que la actividad de la imaginación en el aspecto en que se manifiesta en el niño, en el adolescente, va desapareciendo, al advertir que, por lo general o en la mayoría de los casos, al llegar a esa edad, pierde el niño la afición al dibujo. Siguen dibujando algunos niños, generalmente superdotados o atraídos por circunstancias externas como pueden ser clases especiales de dibujo, etc. El niño empieza a criticar sus propios dibujos, los esquemas infantiles dejan de satisfacerle, le parecen demasiado subjetivos hasta llegar a cerciorarse de que no sabe dibujar y deja el dibujo. Análoga desaparición de la fantasía infantil vemos también en que el niño deja de interesarse por los juegos ingenuos de años anteriores, por los cuentos de hadas, por los cuentos en general. Surge entonces una nueva forma, doble, de la fantasía que se ve fácilmente en el hecho de que la literatura se convierte en la actividad más extendida y masiva de la función imaginativa. Se estimula por un vigoroso auge de vivencias subjetivas, por la extensión y el ahondamiento de la vida íntima del adolescente que está creando por entonces su propio mundo interior. Todo este aspecto subjetivo anhela materializarse en forma objetiva: en versos, en cuentos, en todas las formas artísticas que el adolescente toma de la literatura de los adultos que le rodean. Esta imaginación contradictoria se desarrolla por la línea del apagamiento sucesivo de los momentos subjetivos y por la línea del crecimiento y robustecimiento de los momentos objetivos.

Frecuentemente muy pronto también, como regla general, en el adolescente se reduce el interés por su propia actividad literaria que enfoca ya de modo crítico, como hiciera antes con sus dibujos; no le satisface ya la insuficiente objetividad de sus escritos y deja de escribir. Resulta así que el auge de la imaginación y la profundidad de su transformación caracterizan a la fase crítica.

En esta época asoman con toda claridad dos tipos fundamentales de imaginación: plástica y emocional, o exterior e interior. Ambos tipos fundamentales se caracterizan especialmente por el material del que construye la fantasía y por las leyes de su edificación. La imaginación plástica emplea preferentemente impresiones exteriores, construye con elementos tomados del exterior; lo emocional, por el contrario, construye con elementos tomados de adentro. Podemos designar a una objetiva y subjetiva a la otra. La aparición de uno o de otro tipo de imaginación y su diferenciación gradual son características precisamente de esta edad.

En este sentido es preciso señalar también el doble papel que puede desempeñar la imaginación en la conducta del hombre: de modo idéntico puede acercar y alejar al hombre de la realidad. Janet (1) dice: La propia ciencia, por lo menos la ciencia natural, no es posible sin imaginación. Con su ayuda atisba Newton el futuro y Cuvier el pasado. Las grandes hipótesis, de donde nacen las grandes teorías son en esencia hijas de la imaginación. Sin embargo, Pascal dice con toda razón que la imaginación es una maestra muy astuta: Sugiere -dice Compeyré- muchos más errores que ayuda a descubrir verdades... Inclina al investigador confiado a apartar juicios y observaciones, tomando por verdades probadas las figuraciones de sus fantasías; nos aleja de la realidad con sus engaños sublimes y, según la atinada expresión de Malebranche, se vuelve la niña mimada que pone la casa en desorden. Estos lados peligrosos de la imaginación suelen manifestarse con mucha frecuencia en la edad de transición. Es muy fácil satisfacerse en la imaginación y la caída en la contemplación, la huida al mundo de los sueños suelen desviar la energía y la voluntad del adolescente del mundo de lo real.

Algunos autores llegan incluso a considerar que el fomento de la meditación y el aislamiento, el hermetismo, el ensimismamiento con ella relacionados constituyen rasgo característico de esta edad. Más preciso sería decir que todos estos fenómenos constituyen el lado sombrío de esta edad. La sombra de melancolía que cae sobre esta edad, este doble papel de la imaginación, hace de ella un proceso complicado, extremadamente difícil de asimilar.

Si el pedagogo práctico -dice Gros-, desea desarrollar acertadamente la preciosa capacidad de la fantasía creadora, se plantea difícil tarea: domar este salvaje y asustadizo caballo de noble raza y adiestrarlo para prestar buenos servicios.

Como ya dijimos, Pascal llamó a la imaginación una maestra muy astuta. Goethe la llamó la precursora de la razón. Ambos tenían razón.

Cabe preguntar si la actividad creadora depende del talento, estando muy extendido el criterio de que crear es patrimonio de elegidos y que sólo el que posee un talento especial debe fomentarlo en sí y puede considerarse llamado para crear, pero semejante planteamiento no es justo, como ya antes tratamos de aclarar. Si consideramos que la creación consiste, en su verdadero sentido psicológico, en hacer algo nuevo, es fácil llegar a la conclusión de que todos podemos crear en mayor o menor grado y que la creación es acompañante normal y constante del desarrollo infantil.

En la edad infantil encontramos los llamados niños prodigio al demostrar, desde la edad temprana, rápida maduración de alguna capacidad especial. Es lo más frecuente encontrar estos casos en la esfera musical, pero se encuentran también, aunque en menor proporción, en otras ramas del arte, como Willy Ferrero que hace 20 años adquirió renombre mundial por sus extraordinarias dotes musicales en edad muy temprana. Hay niños prodigio que con 6 o 7 años de edad dirigen orquestas sinfónicas, interpretan composiciones musicales muy complejas, tocan de maravilla instrumentos musicales, etc. Pero ya desde hace tiempo se advirtió que en estos casos de desarrollo prematuro y extraordinario hay algo cercano a lo patológico, o sea a lo anormal.

Y es aún más importante, hay una regla que no conoce casi excepciones, según la cual estos niños prodigio maduros prematuramente que, en circunstancias de desarrollo normal hubieran debido superar a todos los genios conocidos en la historia de la humanidad, por lo general, a medida que van creciendo, pierden su talento sin que hayan logrado crear hasta hoy en la historia del arte ni una sola obra de cierto valor.

Las peculiaridades típicas de la creación infantil se dan sobre todo en los niños normales, no en los niños prodigio, lo que no quiere decir que la capacidad ni el talento dejen de manifestarse en edades tempranas. La biografía de los grandes hombres nos enseña que muchos de ellos dieron ya muestras de genialidad a los pocos años.

Como ejemplos de madurez rápida o precocidad podemos recordar a Mozart a los tres años, a Mendelson a los cinco, a Haydn a los cuatro; Haendel y Weber componían a los 12 años, Shubert a los 11, Cherubini a los 13 (...). En las artes plásticas tarda algo más en manifestarse la vocación creadora, por término medio a los 14 años, pero en Giotto se manifestó a los diez años, como en Van Dyck, en Rafael a los ocho, igual que en Gres, en Miguel Ángel a los trece, en Durero a los quince, en Bernini a los doce, en Rubens y en Jordaens también muy pronto. En poesía no recordamos obras de alto valor que hubieran sido escritas antes de los 16 años.

Pero estos síntomas de la futura genialidad estaban aún muy lejos de la verdadera creación magnífica, eran sólo fulguraciones que anunciaban de lejos la tempestad que se acercaba, heraldos del florecimiento futuro.

(1).- (Nota de O. Cortés y Ch. López) Se trata de Pierre Janet. Neurólogo y psicólogo francés (1859-1947) Entre sus obras, mencionamos L'automatisme psychologique (1889), y L'état mental des hystériques (1893). Cofundador del Journal de psychologie normale et pathologique con G. Dumas (1904).

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