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CAPÍTULO 7
EL ARTE TEATRAL EN LA EDAD ESCOLAR
Lo más próximo a la creación literaria infantil, es la dramatización de los niños, el arte del teatro. Junto a la expresión literaria, el drama o representación teatral constituye el aspecto más frecuente y extendido de la creación artística infantil. Y se comprende que le guste a los niños, lo que se explica por dos aspectos fundamentales: en primer término, porque el drama, basado en la acción, en hechos que realizan los propios niños, une del modo más cercano, eficaz y directo la creación artística con las vivencias personales.
El drama, como forma de expresión de las impresiones vividas -dice Petrova-, yace hondamente en la naturaleza de los niños y encuentra su expresión espontáneamente, con independencia de los deseos de los adultos. El niño mimetiza las impresiones externas que percibe del medio que le rodea. Con la fuerza de su instinto y de su imaginación, crea el niño las situaciones y el ambiente que no le proporciona la vida para improvisar impulsos emocionales (heroísmo, arrojo, abnegación). La fantasía infantil no se detiene en la esfera de los sueños, como sucede a los mayores. El niño quiere encamar en acciones, en imágenes vivientes, todo lo que piensa y siente.
Resulta así que, en la forma dialogada de la representación teatral se refleja con la más plena claridad todo ese círculo completo de ilusiones de las que ya hablamos en el primer capítulo. Aquí, las imágenes creadas por elementos reales, encarnan y se realizan de nuevo en la vida real aunque de modo condicional; el anhelo de acción, de encarnación, de realización encerrado en el proceso mismo de la imaginación, encuentra aquí su realización más plena. El niño, que ve por vez primera un tren, dramatiza su representación, juega a que es locomotora, golpea, silva, tratando de copiar lo que ve y experimenta enorme satisfacción al hacerlo. La autora antes citada habla de un muchachito de 9 años que, al ver una máquina excavadora durante varios días no pudo recobrar la tranquilidad jugando a representarla. Adoptando con su cuerpo, en cuanto le era posible, la posición de la rueda, agitaba incansablemente los brazos con las manos dobladas como las palas sujetas a la rueda para sacar la tierra. Pese a la fatiga que le reportaba ese ejercicio gimnástico el niño siguió realizándolo durante todo el paseo por la ciudad y no dejó de hacerlo en la casa y en el patio. Los arroyuelos que corrían por las calles le excitaban más y más, haciéndose la idea de que estaba limpiando los canales y el lecho del río. Sólo se detenía para hacer de mecánico que manejaba la máquina, cambiarla de dirección, llevarla a limpiar otro río y luego, redoblando su esfuerzo, seguía incansable la máquina agitando sus cucharones.
Una niña, enterrando sus pies en la arena, erguida inmóvil con sus bracitos pegados al cuerpo, decía:
Soy un arbolito que crece, éstas son las ramitas, éstas las hojitas, -empezaba a levantar lentamente sus bracitos, abriendo y cerrando los deditos- ¿vean cómo me dobla el viento?, y el arbolito se inclinaba agitando los deditos-hojitas.
Otra causa de proximidad a la forma dramatizada es para el niño su vinculación con los juegos. El teatro está más ligado que cualquiera otra forma de creación artística con los juegos, donde reside la raíz de toda creación infantil y es por ello la más sincretizada, es decir, contiene en sí elementos de los más diversos tipos de arte. Y, por cierto, que en ello reside el más alto valor de la representación teatral infantil, fuente de inspiración y de material para los más diversos aspectos del arte de los niños. Ellos mismos componen, improvisan y montan la obra, ensayan los papeles aprovechando a veces algún material literario ya preparado de antemano. Es una creación hablada, dialogada, de los niños que la necesitan, la comprenden y que viene a ser como parte de un todo, algo así como preparación o parte integrante de un juego completo e interesante. La preparación del decorado, vestuario y demás, excita la imaginación y la creación técnica de los propios niños. Los niños dibujan, modelan, recortan, cosen y todo ello adquiere sentido y fin como parte de un conjunto, de un sentido que les interesa. Por último, el propio juego, consistente en la representación por los actores, culmina todo este trabajo dándole su expresión total y definitiva.
Los ejemplos mostrados -dice Petrova- bastan para demostrar cuán propia de los niños es la forma teatral de expresión del mundo. Los juegos son escuela viva del niño, lo educan fisica y espiritualmente. Su importancia es enorme para forjar el carácter y la cosmovisión del hombre futuro. Cabe imaginar el juego como forma dramática primaria caracterizada por la valiosísima peculiaridad de que el artista, el espectador, el autor, el decorador y el montador de la obra están unidos en una misma persona. En ello, la creación del niño adquiere carácter de síntesis, sus esferas, intelectual, emocional y volitiva, vibran por la fuerza natural de la vida, sin excitación externa, sin ninguna tensión especial de su psíquis.
Algunos pedagogos se manifiestan terminantemente contra el arte teatral infantil basándose en sus peligros referidos al desarrollo prematuro de la vanidad, la afectación, etc. Y, efectivamente, la creación teatral de los niños, cuando pretende reproducir directamente las formas del teatro adulto, constituye una ocupación no muy recomendable para los niños. Empezar con un texto literario, memorizar palabras extrañas como hacen los actores profesionales, palabras que no siempre corresponden a la comprensión y los sentimientos de los niños, frena la creación infantil y convierte a los niños en repetidores de frases ajenas obligados por el libreto. Por eso se acercan más a la comprensión infantil las obras compuestas por los propios niños o improvisadas por ellos en el curso de su creación. Caben en esto las formas más distintas y grados diversos desde el libreto literario preparado y estudiado de antemano hasta la simplificación de los papeles que los propios niños, en el curso del juego, deben improvisar ajustándolos a nuevos libretos literarios. Estas obras resultarán sin duda más imperfectas y menos literarias que las preparadas y escritas por autores adultos, pero poseen la enorme ventaja de que han sido creadas por los propios niños. No se debe olvidar que la ley básica del arte creador infantil consiste en que su valor no reside en el resultado, en el producto de la obra creadora, sino en el proceso mismo. Lo principal no es qué escriben los niños, sino que son ellos mismos los autores, los creadores, que se ejercitan en la inventiva creadora, en su materialización. En las verdaderas obras infantiles, todo, desde el telón hasta el desenlace de la trama debe ser hecho por las manos y por la imaginación de los niños y sólo entonces la representación teatral alcanzará toda su importancia, todo su vigor aplicado al niño.
Como hemos señalado, en torno a la representación escénica se combinan y entremezclan los más diversos tipos del arte infantil: técnico, decorativo-escenográfico, diálogo y actuación en el pleno sentido de la palabra. El propio valor de los procesos de la creación artística infantil se manifiesta con extraordinaria brillantez en que factores auxiliares, como el trabajo mecánico de los tramoyistas, adquieren para los niños importancia no inferior a la de la propia obra y su representación en escena.
Petrova hablaba de una representación teatral infantil y del interés que los niños mostraban por el trabajo técnico de su puesta en escena.
Para hacer una perforación -decía- era preciso conseguir un instrumento que no siempre se podía encontrar en el utillaje escolar como es el taladro. Aun los más pequeños aprenden pronto a taladrar, y niños de edad preescolar me enseñaron su manejo. El taladro que, casualmente, les llevé, marcó época en la vida del grupo: los niños taladraban gruesos bloques y tablas que luego unían con palos en las más variadas combinaciones. De aquellos agujeros salían jardines, bosques, cercas. A los ojos de los niños aquél taladro era un prodigio de la técnica...
De la misma forma que la obra teatral y el libreto, debe dejarse a los niños toda la escenificación del espectáculo, y del mismo modo que imponer a los niños un libreto ajeno perjudica a su psicología infantil, también el objetivo y el carácter fundamental del espectáculo debe estar al alcance de la comprensión y los sentimientos de los niños. Los niños relacionarán y combinarán las plataformas y todas las formas exteriores del teatro adulto trasladadas mecánicamente a la escena infantil; el niño es un mal actor para los demás, pero un actor magnífico para sí mismo y todo el espectáculo debe organizarse de tal modo que los niños perciban que representan para sí mismos, estén penetrados por el interés de la trama, por su propio curso, no por sus últimos resultados. El premio más alto por el espectáculo debe residir en la satisfacción que los propios niños experimenten por la preparación del espectáculo y del proceso mismo de su representación, y no por el éxito y el aplauso de los mayores.
Del mismo modo que los niños, para escribir una obra literaria, deben comprender para qué escriben, el objeto que persiguen con ello, los espectáculos que montan los niños deben ofrecerles un determinado fin.
El teatro pionero -dice Rives-, no consiste en actuar por actuar, sino que tiene siempre un objetivo determinado como, por ejemplo, ilustrar uno u otro acontecimiento revolucionario, un hecho político destacado y su representación escénica debe constituir siempre la culminación de la labor realizada en todo el período precedente; todo el teatro pionero, al cumplir este objetivo concreto, no puede renunciar a su función de educación estética; todo el teatro pionero, además de su objetivo propagandístico, debe contener determinados elementos de creación artística.
Próximo al teatro infantil como forma de expresión artística se encuentra el cantar, o sea, la expresión verbal del niño dramatizada en el sentido más estricto de la palabra. Un pedagogo y educador, Chicherin, describía así una de las representaciones infantiles. Varias mesas se han agrupado, sobre ellas unos bancos; en un lugar cualquiera habían pegado una chimenea de cartón con una bandera, una tabla tendida servía de pasarela; en desorden, la gente entraba en el barco. Allí, dos muchachos que escapaban a América se colaban silenciosamente en la bodega del barco (bajo la mesa). Allí se encuentran también maquinistas y fogoneros, en la cubierta superior, el timonel, el capitán, marineros, pasajeros... El vapor da unos pitidos, se retira la pasarela y se oye el sonido acompasado de las máquinas, mientras en cubierta la gente se balancea al ritmo de las olas. Además, detrás del escenario balancean una pizarra en la que se escribió: Mar. La importancia principal de todos estos objetos auxiliares no consiste en despertar la ilusión del espectador ajeno al juego, sino en que el juego mismo asimilando audazmente cualquier tema, pudiera ser montado en movimiento, pudiera transcurrir con animación.
Este espectáculo-juego se acerca tanto a la dramatización, que con frecuencia se borran todas las diferencias entre ambos. Sabemos que algunos pedagogos incluyen el teatro entre los métodos de enseñanza, ya que esta eficaz forma de expresar por medio del propio cuerpo responde a la naturaleza motriz de la imaginación infantil.
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