Los anarquistas Carlos Gide y Carlos Rist CAPÍTULO SEGUNDO Stirner ha repartido su vida entre su gabinete de trabajo y el restaurante Hippel, lugar de sus reuniones con los amigos.
Los hombres como Bakunin o Kropotkin son de otro temple distinto: sin vacilar han lanzado su vida y su libertad como envite de la lucha. La simiente por ellos depositada en espíritus incultos, ha producido a menudo frutos deplorables pero a nadie se le podrá disculir el valor, ni a muchos de ellos, Kropotkin y Reclus, por ejemplo, una elevada nobleza de carácter y de pensamiento. Las ideas de Bakunin se han formado en el mismo medio intelectual que las de Stirner (1). Bakunin pertenecía a una familia noble de Rusia y entró en el Ejército. En 1834, a los veinte años de edad, presentó su dimisión de oficial y se consagró al estudio de la Filosofía. También él, lo mismo que Stirner, que Proudhon, que Marx, sufrió la influencia, a la sazón universal, de Hegel. En 1840, se trasladó a Berlín, en donde, por espacio de cuatro años, se mezcló en el movimiento de ideas de los jóvenes radicales de que hemos hablado más arriba. De 1844 a 1847 le encontramos en París, donde se pasa muchas veces noches enteras en discutir con Proudhon. La acción de éste sobre Bakunin ha sido profunda. En los escritos del anarquista ruso se podrían poner a menudo de manifiesto las ideas expuestas por Proudhon en alguna de sus obras, la Idée génerale de la Révolution au XIX siecle, por ejemplo. El año de 1848 revela a este gran señor dilettanti su verdadera vocación, que es la de revolucionario. Toma parte, sucesivamente, en el levantamiento de Praga y en la revolución sajona de Dresde. Detenido, condenado dos veces a muerte, en Sajonia y en Austria, es entregado a Rusia y encerrado en la fortaleza de San Pedro y San Pablo, en donde el escorbuto le hace perder casi todos sus dientes. Desterrado a la Siberia en 1857 logra escaparse en 1861, se encamina a Londres y desde entonces se entrega a una infatigable propaganda revolucionaria en Suiza, en Italia, en la misma Francia, en la cual intenta provocar un levantamiento popular en Lyon durante la guerra de 1870-71. Bernard Lazare nos lo ha descrito como gigante hirsuto, de cabeza enorme, engrosada todavía por una cabellera enmarañada y una barba inculta, que se acuesta completamente vestido, con las botas puestas, que no tiene ni patria ni hogar, y dispuesto siempre a echar a andar como el Apóstol, siempre rodando por los caminos, a todas horas y todos los días. El punto más señalado de su carrera es su ruptura con Carlos Marx, en el último Congreso de la Internacional de La Haya, de 1872. Bakunin había entrado en la Internacional en 1869. Pero, desagradablernente sorprendido por las tendencias autoritarias de su Consejo General, dominado por Carlos Marx, preconizó una organización federalista de la asociación en la que se dejase a cada sección una gran autonomía. En su pretensión lo apoyaban los delegados suizos de la Federación de Cantones del Jura, muchos delegados franceses, belgas, españoles y todos los italianos; sin embargo, fue expulsado de la Internacional por los sicarios de Marx. Ei rompimiento oficial entre el socialismo anarquista -cuya rivalidad, desde entonces, no ha cesado de ir en aumento- data de esta fecha. El Congreso de La Haya marcó, por lo demás, el fin de la Internacional tal como había sido creada por Carlos Marx. Su oficina fue trasladada por este a los Estados Unidos y desde entonces, ya no ha vuelto a reunir más Congresos. Bakunin se retiró al mismo tiempo de la lucha, después de haber constituído en Ginebra una nueva Asociación con los amigos que le habían permanecido fieles. Murió en Berna, en 1876. Fue en el Jura, en los alrededores de Neuchatel, lugar en que Bakunin contaba con numerosos fieles reclutados entre los moradores individualistas y un tanto místicos de esta región, en donde Kropotkin (2) recogió, en 1872, durante el transcurso de un viaje, las ideas anarquistas a cuya propaganda había, desde ese momento, de consagrar su vida. Sin haber cconocido personalmente a Bakunin, Kropotkin se ha convertido de este modo en su continuador directo. El príncipe Kropotkin pertenecía también a la aristocracia rusa, y también él entró en el Ejército luego de haber hecho sus
estudios en el cuerpo de pajes det Zar. Bien pronto se dió a conocer por sus notabies trabajos de Geografía y de Historia Natural y su manera de pensar está enteramente impregnada de las teorias evolucionistas de Darwin. Pero la ciencia no le absorbía por completo. Hacia 1871, ya no era la influencia hegeliana la que imperaha en Rusia; la juventud inteligente do este país veía en el pueblo la salvación del porvenir; el santo y seña era, vayamos al pueblo; había que buscar el modo de introducirse en él para instruirlo, ganar su confianza y prepararlo a sacudir el yugo de la autocracia. Kropotkin tomó parte en este movimiento. El mismo ha contado que, muchas veces, después de un banquete en casa de un alto personaje, o incluso en el Palacio de Invierno, tomaba un coche de punto, cambiaba en casa de un amigo su traje de etiqueta, se quitaba su camisa de seda sustituyéndola por otra de algodón, se ponía unas pesadas botas de campesino y una pelliza de carnero, e iba a reunirse en un lejano barrio de San Petersburgo con obreros a los que se esforzaba por instruir. Pero esta propaganda fue bien pronto interrumpida. En 1874, en ocasión de que salía de la Sociedad Geográfica, en la que, luego de un notabilísimo discurso doctrinal, se le acababa de ofrecer la presidencia de una de las secciones, Kropotkin, acusado de organizador de sociedades de propaganda política, fue detenido y encarcelado en la fortaleza de San Pedro y San Pablo. En 1876 consiguió evadirse, buscó refugio en inglaterra, fue envuelto erróneamente en el proceso de los anarquistas de Lyon de 1884 y condenado a tres años de prisión en Clairvaux. Entonces se ofreció el espectáculo, harto poco corriente, de un preso a quien la Academia de Ciencias de París y Ernesto Renan ofrecian sus bibliotecas para permitirle continuar sus trabajos científicos. Ya en otra ocasión, durante su encierro en Rusia, la Sociedad Geográfica de San Petersburgo había dado e! mismo ejemplo. Después, el Príncipe Kropotkin fijó su residencia en inglaterra, habiendo multiplicado los folletos y los libros de propaganda anarquista sin interrumpir por esto ni un insfante sus estudios de Historia Natural. Vuelto a Rusia después de la revolución, ha muerto en ella en 1919 (Sobre esta fecha existe un evidente error, puesto que Kropotkin falleció en 1921. Véase, cliqueando sobre las letras azules, Goldman, Emma, Recuerdos de Kropotkin, en La hipocresía del putiranismo y otros ensayos, México, Biblioteca Virtual Antorcha, primera edición cibernética, abril del 2003, captura, diseño y traducción, López, Chantal y Cortés, Omar. Aclaración de Chantal López y Omar Cortés), no sin haber expresado en numerosas ocasiones su oposición al sistema bolchevique. Los anarquistas franceses más notables, el geógrafo Eliseo Reclus y Juan Grave (3), no hacen más qUe reprodurir las ideas de Kropotkin, en el cual, a su vez, se descubre fácilmente la huella de las opiniones de Bakunin y de Pruudhon. La expresión de las ideas anarquistas en estos representantes -los más autorizados- de la doctrina, es la única qne nos interesa aquí, desdeñando las fórmulas, muchas veces sorprendentes, pero también menos reflexivas, que han encontrado en otros escritores más oscuros (4). En la base de la doctrina que nos ocupa, lo primero que nos encontramos es esta misma exaltación de los derechos individuales, esta misma pasión por el libre y completo desenvolvimiento de la personalidad, que señalábamos antes en Stirner. Toda obediencia es una abdicación, declara Elíseo Reclus (5). La especie humana quiere ser gobernada; lo será. Vergüenza me da de mi especie, escribía Proudhon en 1850 desde su prisión de Doullens (6). Mi libertad -dice Bakunin- o lo que viene a ser lo mismo ... mi dignidad de hombre ... consiste en no obedecer a ningún otro hombre y en no determinar mis actos sino de acuerdo con mis propias convicciones (7). Y según Juan Grave, la sociedad no puede imponer al individuo ninguna limitación distinta de las establecidas ya por las mismas condiciones naturales de existencia, y en medio de las cuales se desenvuelven (8). Ahora bien: esta exaltación del individuo que por doquier aparece en las obras anarquistas, descansa sobre un concepto precisamente contrario al de Stimer. Para éste, cada hombre es un único que no tiene otra regla que su egoísmo. Para los anarquistas surgidos de Proudhon, cada hombre, por el contrario, es un ejemplar de algo que es superior al individuo: la Humanidad. Lo que yo respeto en mi prójimo -dice Proudhon- es su cualidad de hombre (9). Y esta misma cualidad de hombre es la que el anarquista quiere hacer respetar en él al hacer respetar su libertad, porque la libertad -dice Bakunin- es el fin supremo de todo desenvolvimiento humano (10). No es, pues, el triunfo del yo egoísta, sino el triunfo en cada individuo de su humanidad lo que anhelan los anarquistas. Y así reclaman la libertad, no para ellos solos, sino para todos los hombres. Lejos de querer, como Stirner, servirse de sus semejantes, quieren para todos el mismo respeto á la dignidad humana. Trata a los demás como te gustaría que ellos te trataran a ti propio en circunstancias análogas (11), dice Kropotkin en una fórmula de inspiración enteramente kantiana y hasta cristiana. Según Bakunin, fiel discípulo en esto de Proudhon, el fundamento de toda moral es el respeto humano, es decir, el reconocimiento de la humanidad, del derecho humano y de la humana dignidad en todo hombre, cualquiera que sea su raza, su color, el grado de desarrollo de su inteligencia e incluso de su moralidad (12). Y así dice también: Yo no vengo a ser verdaderamente libre, sino para la libertad de los demás ... La libertad no es de ningún modo un hecho de aislamiento, sino de mutua reflexión; no de exclusión, sino, por el contrario, un lazo de unión, ya que la libertad de todo individuo no es otra cosa que la reflexión de su humanidad o de su derecho humano en la conciencia de todos los hombres libres, sus hermanos, sus iguales (13). Esta idea de humanidad, transmitida por Proudhon a todos los anarquistas ulteriores, no solamenle le es ajena a Stiner, sino que es, por cierto, uno de los fantasmas que más vivamente ha combatido (14). Y con dicha exaltación de la libertad individual se corresponde, tanto en los anarquistas políticos como en Stiner, el odio hacia toda autoridad. Porque toda autoridad ejercida por un hombre sobre otro es la explotación del hombre por el hombre; una disminución en el hombre de su humanidad. El Estado es la autoridad que resume a todas las demás, sobre él principalmenle se concentra el odio de los anarquistas. Por su intervención en todas las relaciones humanas, por sus leyes que reglamentan los actos de los ciudadanos, por sus funcionarios que las aplican, por su ejército que las impone, por sus tribunales que las interpretan, por sus sacerdotes que predican que hay que respetarlas y por sus profesores que las explican y las justifican, el Estado es el agente por excelencia de la explotación y de la opresión (15). Por eso es para los anarquistas el gran adversario. El Estado, dice Bakunin, es la suma de las negaciones de las libertades individuales de todos sus miembros. Es un inmenso cementerio en donde vienen a sacrificarse, a morir, a enterrarse todas las manifestaciones de la vida individual. Es la negación fragrante de la Humanidad (16). Lo mismo que Bastiat -y no será esta la última analogía que encontraremos entre ellos- Bakunin definía al Estado por el hecho de representar la fuerza: es la ostentación y la infatuación de la fuerza. Ya sólo por esto, el Estado es el mal, desde el momento que el fin de la Humanidad es la libertad, y la fuerza es la negación permanente de la libertad (17). Agente necesario de opresión, el Gobierno es, asimismo, agente inevitable de corrupción. Corrompe todo lo que toca y lo primero de todo a sus propios representantes. El mejor hombre, el más inteligente, el más generoso, el más puro, se maleará infaliblemente en este oficio ... El hombre privilegiado, sea políticamente, sea económicamente, es un hombre intelectual y moralmente depravado. Así habla Bakunin (18); y según Elíseo Reclus es una ley de la Naturaleza que el árbol eche sus frutos, que todo Gobierno florezca y fructifique en caprichos, en tiranías, en usuras, en perfidias, en asesinatos y en desgracias sin
cuento (19). El Estado desmoraliza a los gobernantes, pero desmoraliza también a los gobernados, y siempre por la misma razón. Hace el mal, en efecto, hasta, cuando ordena el bien, porque el bien, desde el momento que es ordenado ..., se convierte en el mal. La libertad, la moralidad, la dignidad humanas, consisten precisamente en que el hombre haga el bien, no porque se le mande, sino porque lo conciba, lo desee y lo ame (20). Poco importa, pues, la forma de Gobierno. Monarquía absoluta o constitucional, República democrática o aristocrática, Gobierno de sufragio universal o de sufragio restringido, allá se van todos, porque todos dan como supuesto el Estado. La autoridad, que sea de una mayoría, que sea la de un déspota, es siempre la autoridad; es siempre una voluntad extraña que se impone a la mía. El gran error de todas las revoluciones ha sido, precisamente, el de no derribar a un Gobierno, sino para reemplazarlo por otro. La única revolución verdadera será la que destruya el hecho mismo del Gobierno, el principio mismo de autoridad. Mirándolo desde más cerca se cae, desde luego, en la cuenta de que el Estado, opresor por naturaleza, no es más que el instrumento de otra opresión más fundamental todavía: la de los que no tienen nada por los que lo tienen todo. ¿Acaso no lo había dicho ya Adam Smith y en los mismos términos? El Gobierno civil ... está en realidad establecido para la defensa de aquellos que poseen algo contra aquellos otros que nada poseen (21). Esta fórmula ha sido parafraseada por los anarquistas en centenares de páginas. En opinión de Kropotkin, todas las leyes pueden ser agrupadas en tres categorías; todo el objeto de las leyes es: o la protección de las personas, o la protección de! Gobierno, o la protección de la propiedad (22). Pero en realidad habría podido reducirlas todas a esta última categoría; porque los delitos contra las personas son, en el modo de sentir de los anarquistas, el efecto casi siempre de la miseria, es decir, indirectamente de la propiedad (23). Y en cuanto al Gobierno, como su función esencial es la de defender la propiedad, las leyes que lo protegen, protegen sobre todo a ésta. Ahora bien: la propiedad -y acerca de este punto los anarquistas se contentan con parafrasear, sin añadir nada a ellas, las criticas de los socialistas (24)- es la organización misma de la explotación, por la cual una minoría de propietarios mantiene, gracias a ella, a las multitudes en una perpetua esclavitud, obligándolas a trabajar en su provecho a cambio de un salario irrisorio y reservándose para sí los placeres, los goces del lujo, la cultura elevada y todos los beneficios de la civilización. La propieoad privada es el privilegio por excelencia, aquél del cual se derivan todos los demás. El Estado no es más que el baluarte de la propiedad. Explotación y Gobierno -dice Bakunin- dando la primera los medios de gobernar y constituyendo la base necesaria, al propio tiempo que el fin, de todo Gobierno, que a su vez garantiza y legaliza el poder de explotar: He aquí los dos términos indispensables de todo eso que se llama política (25). La experiencia muestra -decía ya Proudhon (26)- que por doquier y siempre, el Gobierno, por muy popular que haya sido en su origen, se ha pasado luego al bando de la clase más esclarecida y más rica, contra la clase más pobre y más numerosa (27). Por lo que al régimen de propiedad atañe, que al libertar a los trabajadores de la explolación de las clases poseedoras, hará inútil la institución del Estado, los anarquislas no están de acuerdo respecto de este asunto. Proudhon, como se recordará, había esperado transformar, por medio de su banco de cambio, la propiedad en simple posesión. Bakunin, por el contrario, se halla bajo la influencia de las ideas marxistas y se declara colectivista. Los instrumentos de trabajo y la tierra serán apropiados por la comunidad, no pudiendo ser utilizados sino por los trabajadores, y éstos, agrupados en asociaciones industriales y agrícolas, serán remunerados según su trabajo (28). En Kropotkin, al contrario, el ideal anarquista se convierte en puramente comunista. La distinción colectivista entre instrumentos de trabajo y objetos de consumo le parece completamente vana. La comida, el vestido, el combustible, ¿no son tal vez para el obrero condiciones necesarias del trabajo, tanto como lo puedan ser las máquinas o más aún, si cabe? ¿A qué, pues, esas sutilezas? Hay que poner el conjunto de los recursos sociales a la disposición del conjunto de los trabajadores (29). Pero el Estado y la propiedad no agotan solos la lisIa de las tiranías opresivas. La libertad individual no es tampoco más compatible con los votos irrevocables, con las promesas que encadenan para siempre la voluntad futura del hombre a su voluntad presente, que lo es con la sumisión a una autoridad exterior. El matrimonio actual es el tipo de esos votos perpetuos:
debe, pues, cederle la plaza a la unión libre, es decir, libremente consentida y libremente continuada, única forma de matrimonio compatible con la dignidad y la igualdad del hombre y de la mujer (30). El contrato libre, sin nada de leyes impuestas, es, por lo demás, la única forma general de compromiso que reconocen los anarquistas; contratos libres entre el hombre y la mujer, entre los individuos y las asociaciones, contratos libres entre las asociaciones que se proponen fines colectivos, contratos libres entre las poblaciones y las regiones de un mismo país o de países diferentes. Pero estos mismos compromisos, estos contratos libres son siempre revocables; de ningún modo pueden constituir una nueva cadena que el hombre se imponga a sí mismo. Porque todo contrato, tan pronto deja de contar con la adhesión voluntaria y constantemente renovada de las partes, se hace tiránico, opresivo y contrario a la libertad humana. Porque yo fuí ayer un imbécil -inquiere Stirner-, ¿voy a continuar siéndolo toda mi vida? (31), y en este punto Bakunin, Kropotkin, Rectus y Juan Grave, ya que no Proudhon. están de acuerdo con él. Sin embargo -y esta observación es muy importante, desde el momento que patentiza muy bien todo lo que hay de candorosa confianza en estos autores, el ideal anarquista no es ni remotamente el régimen del solo capricho. Se equivocaría en mucho el que lo interpretara así. En efecto, dentro de esta despiadada critica para todas las autoridades, hay una a la que dejan en pie y, a decir verdad, enteramente abstracta, pero no menos imperiosa por eso: es la autoridad de la razón o de la ciencia. La soberanía de la razón es uno de los elementos esenciales de la sociedad anarquica de Proudhon (32). A lo que Proudhon llama razón, Bakunin le da el nombre de ciencia, pero se inclina no menos humildemente ante ella. Nosotros reconocemos -dice- la autoridad absoluta de la ciencia; en presencia de las leyes naturales no hay para el hombre más que una soia libertad posible y es la de reconocerlas y aplicarlas cada vez más. Hay que ser, por ejemplo, un loco o un teólogo o, por lo menos, un metafísico, un jurista o un economista burgués, para resolverse contra esa ley que dice que 2 y 2 son 4. Todo lo más que puede el hombre es reivindicar en este punto el derecho a no obedecer las leyes naturales sino por razón de que las ha reconocido el mismo como tales y no por la de que le hayan sido exteriormente impuestas por una voluntad extraña (33). Y al inclinarse ante la ciencia, Bakunin se inclina también ante la competencia técnica o científica: Cuando se trata de botas, me remito a la autoridad del zapatero; si se trata de una casa, de un canal o de un ferrocarril, consulto a la del arquitecto o a la del ingeniero ... Sólo que lo que Bakunin respeta en ellos no es su función, es su ciencia; no es al hombre, sino a su sabiduría. No me dejo imponer ni por el zapatero, ni por el arquitecto, ni por el sabio. Los escucho libremente y con todo el respeto que se merecen su inteligencia, su caracter, su sabiduría, reservándome, sin embargo, mi derecho indiscutible de crítica y comprobación (34). Bakunin no duda de que la mayoría de los hombres se incline voluntaria o espontáneamente ante esta autoridad natural de la ciencia. Después de Descartes y casi en los mismos términos (35), piensa que el sentido común es la cosa mejor distribuída del mundo. Y el sentido común -dice- no es más que la suma de las leyes naturales generalmente reconocidas. Lo mismo que los fisiócratas, cree en la evidencia de las leyes naturales e invoca su reino con todas sus fuerzas; e igual que ellos, tiene fe para hacerlas reconocer y aceptar por todo el mundo, en un amplio sistema de educación y de instrucción popular. El dia en que por este medio hayan entrado en la conciencia de todos los hombres, la cuestión de la libertad estará perfectamente resuelta (36). Una vez más, hagamos notar esla reminiscencia del optimismo racionalista del siglo XVIII, y esta fe, común a los anarquistas y a los liberales, en el hombre razonable. Bakunin no se diferencia de los fisiócratas más que por su odio al déspota que éstos deseaban. De este modo, una sociedad de hombres libres perfectamente, pero todos ellos igualmente sometidos a la autoridad de la razón y de la ciencia, es el ideal que los anarquistas nos proponen y cuya previa condición es el derrocamiento de todas las áutoridades establecidas. Ni Dios ni amo -concluye Juan Grave-: cada individuo no obedece sino a su propia voluntad (37).
Notas (1) Acerca de Bakunln, véase su biografía, colocada por su amigo James Guillaume a la cabeza del segundo volumen de sus obras completas, Y véase también la puesta por Dragomanow al frente de su libro Michael Bakunin's sozial-politischer Briefwechsel mit Herzen und Ogarieff (Stuttgart, 1895), traducido al francés en 1902 (Perrin y Compañia, editores). Una biografía considerable, pero que ha quedado inédita, ha sido escrita por Netllau. De ella se encuentra, al parecer, una copia en la Biblioteca Nacional de París. (Véase el articulo de Lagardelle sobre Bakunln, publicado en la Revue politique et Parlamentaíre de 1909). Las Obras de Bakunin han sido publicadas en francés en cuatro volúmenes: el primero, en 1895, y los tres Últimos, en 1907, 1908 y 1909, en Paris, por el editor Stock. Algunos de sus escritos -entre ellos, los Escritos de la alianza internacionai de la democracia socialista, no están en ellos reproducidos; su texto lo tomamos nosotros de los apéndices publicados al final de su correspondencia, editada por Dragomanow y mencionada mas arriba. (2) Volví de este viaje con doctrinas sociológicas contenidas, que he guardado hasta este instante, y he hecho cuanto dable me ha sido por darles una forma cada vez más clara y concreta (Alrededor de una vida, página 295. Las principales obras de Kropotkin, son las siguientes: Palabras de un rebelde (1895), La conquista del pan (1890); su autobiografía titulada, Alrededor de una vida (1902), (Véase, cliqueando sobre las letras en azul, Kropotkin, Pedro, Memorias de un revolucionario, México, Biblioteca Virtual Antorcha, primera edición cibernética, enero del 2006, captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés. Y su libro La ayuda mutua (1906). Ha publicado, además, un gran número de folletos, entre los cuales merece especial mención, La anarquía, su filosofía, su ideal (1896). Con respecto a aquellas de sus obras de las que no nos ha sido posible tener ningún ejemplar en nuestras manos, hemos tomado algunas citas del libro de Eltzbacher El anarquismo (traducción francesa, 1902), obra que se compone casi exclusivamente de citas, agrupadas bajo un reducido número de secciones, y de la que los escritores anarquistas, Kropotkin entre otros, se han complacido en reconocer la imparcialidad. (3) Véase L'Evolution, la Révolution et l'idéal anarchiste, por El!seo Reclus (Paris, 1898), y La societé future, por Juan Grave (1895). Véase, cliqueando sobre las letras azules, Reclus, Eliseo, Evolución, revolución y anarquismo, México,Biblioteca Virtual Antorcha, primera edición cibernética, agosto de 2005, captura y diseño, López, Chantal y Cortés, Omar. Véase, cliqueando sobre las letras azules, La sociedad futura, México, Biblioteca Virtual Antorcha, primera edición cibernética, junio del 2009, captura y diseño, López, Chantal y Cortés, Omar. (4) Acerca del estado de las ideas anarquistas en Francia, antes de la guerra, consúltese el articulo de R. de Marmande Les forces révolutionnaires en France, inserto en el número de la Grande Revue, correspondiente al 10 de agosto de 1911. (5) L'Evolution, la Révol., etc., pág. 88. Y anude: Nuestro ideal supone ... para todo hombre, la plena y absoluta libertad de expresar su pensamiento sobre todas las cosas ... supone igualmente para cada individuo el derecho de obrar a su talante, de hacer lo que le de la gana (pág. 143). Sólo con esta condición puede el hombre desenvolverse como ser moral (pág. 141). (6) Extraido de los Carnets publicados en Le Fígaro del 16 de enero de 1909. (7) Obras, tomo I, pág. 281. (8) Juan Grave, La socleté future, pág. 157. Véase también la página 199: -¡No! El individuo no debe aceptar restricciones a su desenvolvimiento, no debe sufrir el yugo de una autorldad, sea cualquiera el pretexto en que se la fundamente. (9) Justice dans la Révolution, tomo I, pág. 185. (10) Obras, tomo I, pág. 105. (11) Citado por Eltzbacher: ob. cit., pág. 199. (12) Bakunln: Obras, tomo I, pág. 281: Yo no soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, sean igualmente libres. La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de la libertad, es, al revés, su condición necesaria y su confirmación. (Idem). (13) BakUnin, Obras, tomo I, pág. 277. (14) La idea de respetar la humanidad en el hombre es una de las que más vivamente critica Stirner, y cita expresamente a Proudhon como a su representante. También era esta idea cara a Feuerbach que quería sustituir en todas partes la noción de lo divino por lo humano. Véase, cliqueando sobre la letras azules, Feuerbach. Ludwig, La esencia del cristianismo, México, Biblioteca Virtual Antorcha, primera edición cibernética, abril del 2007, captura y diseño, López, Chantal y Cortés, Omar.
El anarquismo político y social y la critica de la autoridad