Índice de Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista y otros ensayos de Federico González GarzaA nuestros adversarios, los sostenedores de la ilegalidad¡Sursum, corda!Biblioteca Virtual Antorcha

Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista
y
otros escritos

¿Ha completado su obra el Sr. Gral. Díaz?
Palabras memorables de un leader corralista

Tratando de confundir a uno de los grupos personalistas, hoy aparentemente acéfalo, El Imparcial inserta en uno de sus editoriales, frases laudatorias, dichas por un leader de aquel grupo, en favor de un personaje que es hoy su enemigo en política.

Nosotros, imitando el procedimiento del órgano principal del Corralismo, vamos a limitarnos a transcribir, como la mejor defensa de nuestros principios, Sufragio Efectivo, No Reelección, algunos fragmentos del discurso famosísimo pronunciado el 21 de junio de 1903 en la segunda Convención Nacional Liberal, por el señor Ingeniero Francisco Bulnes, Ninfa Egeria de los científicos en aquel entonces, y el Zoilo del corralismo en la época presente.

Dice el señor Bulnes:

Es preciso mostrar que la sumisión actual no es la de siervos saboreando deleites, ni la de cortesanos danzantes reluciendo oropeles, sino recogimiento disciplinario de verdaderos patriotas.

Hay una verdad adquirida en sociología, y es que cuando la obra política de un estadista no puede sobrepasar su vida, es obra fracasada.

Los partidos políticos se componen de formidables intereses, de exaltadas pasiones, de colosales virtudes; es decir, se componen de todo lo que la humanidad tiene de invencible.

Los partidos políticos significan nada menos que el perfeccionamiento del sistema nervioso de la sociedad, que alcanza el periodo de verificar saludables revoluciones o de gobernarse por sí misma; y no habría mexicano honrado ni patriota que elogiase al Gral. Díaz si su obra consistiese en haber degradado a su patria.

Las dos obras inmortales de los Constituyentes son las Leyes de Reforma y la defensa de la patria contra la invasión francesa. Todos sus grandes errores aparecen como imperceptibles insectos en inmenso campo de mieses. Ahora, en todas partes y siempre, debemos descubrirnos al oír sus nombres y templar nuestro espíritu en su gigantesca y sombría grandeza.

Nuestro pueblo es esencialmente latino; se conforma con no ser oprimido y se indigna cuando lo oprimen; pero no aspira a mandar, ni se enfurece cuando no gobierna.

Las obras de la naturaleza de las del Gral. Díaz, duran lo que la vida de sus autores. La historia de Roma nos enseña que aún cuando la sucesión imperial fuese por herencia, por designación o por aclamación de pretorianos o de legionarios, la regla general era que a un buen gobernante sucedía un malvado. Después de Augusto, Tiberio; después de Tito, Domiciano; después de Marco Aurelio, Cómodo; después de Pertinax, Septimio Severo; después de Alejandro Severo, Maximiaoo y así sucesivamente. El régimen personal como sistema, tiende a convertir al pueblo en una especie de hembra sucia y prostituida. por los grandes favores que recibe de los gobernantes virtuosos y los golpes y crueldades que le propinan los tiranos abominables.

El régimen personal, como sistema, hace que el pueblo pierda ante la moral su hermosa figura de obrero; que pierda ante la ciencia su carácter de masa humana; que pierda ante el extranjero su tipo de gladiador; que pierda ante la libertad todos sus derechos y ante la civilización toda su ciencia. Bajo el régimen personal, como sistema, el pueblo se acostumbra a parásito, a no hacer nada por sí mismo, a recibir todo por favor o por gracia, a sólo llorar cuando se siente desgraciado, a sólo degradarse cuando se siente feliz, a ser el esclavo del primero que lo estruja, y la cortesana impúdica del primero que la acaricia.

La ley histórica del gobierno personal es surgir de la desorganización política de los pueblos.

El país quiere, ¿sabéis, señores, lo que verdaderamente quiere este país? Pues bien, quiere que el sucesor del Gral. Díaz se llame ... ¡la ley!

La paz está en las calles, en los caminos públicos, en los cuarteles, en las escuelas, en la diplomacia; pero no existe ya en las conciencias.

A cada naturaleza del Estado corresponde una naturaleza distinta de la paz. En el Estado tradicional la paz son las costumbres. En el Estado personalista, la paz es mecánica.

¿Qué es lo que ofrecen esos hombres que se postulan a sí mismos dentro del régimen personal como sucesores del Gral. Díaz? La obra de crédito y la obra de progreso del Gral. Díaz, tiene continuación. La obra política del General Díaz no la tiene. Porque, por lo mismo que no hay en México, actualmente, partidos políticos, ni facciones, la obra actual tiene por base la desorganización política del país. La función política es natural, es propia, es sociológica, en un organismo social sano.

Es precisamente lo que a la sociedad la llena de dolor, de repugnancia, de ira, que se la quiere hacer entrar sonriente y estúpida en el período de maldición.

Pero si ese gobernante, el Gral. Día:z, no cumple con su grande y último deber, la nación antes que arrodillarse a dirigir plegarias a los dioses, debe buscar hasta en sus entrañas si aun quedan libertades, y si las encuentra, está salvada.

Para concluir, la reelección debe servir para que el Gral. Díaz complete su obra; cumpla con su sagrado deber organizando nuestras instituciones, con el objeto de que la sociedad, en lo sucesivo, y para siempre, dependa de sus leyes y no de sus hombres.

En su oportunidad, que muy pronto va a presentarse, examinaremos si el Gral. Díaz ha completado su obra o la ha dejado manifiestamente trunca, y si sus últimos toques tienden a garantizar al pueblo mexicano el íntegro funcionamiento de sus instituciones o a imponer por la fuerza como su sucesor a un hombre universalmente impopular y desprestigiado.

(Publicado en el Anti-reeleccionista, Organo del Centro Anti-reeleccionista de México, de fecba 25 de agosto de 1909).

Federico González Garza

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