Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista
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¡Sursum, corda!
¡Por honor a la especie humana, no estéis más de rodillas!
La patria mexicana, al trasponer apenas los umbrales del presente siglo, encuéntrase de súbito obligada a resolver uno de los problemas más trascendentales de su existencia como nación republicana.
Sus hermanas latinas y los pueblos más civilizados del globo, van a cdnstituir el tribunal severo que pronto habrá de juzgar si definitivamente somos un pueblo que por amor a la democracia merecemos vivir libres al lado de la gran República sajona, o si hemos de tomar por siempre el título de la Turquía Asiática del continente Americano.
El dilema es fatal: el honor o la vergüenza.
¿Qué mucho, pues, que el alma nacional se agite y tiemble con ]a invencible angustia de todo noble ser que ve amenazada su honra, más valiosa que su vida?
¡Y cómo no ha de estremecerse y agitarse si todos sus sueños de liberación se han desvanecido de improviso al vil contacto de la impura realidad?
¿De qué ha servido entonces este recogimiento disciplinario de patriotas que tan luengos años hemos mantenido, si al fin había de convertirse en una irreparable y vergonzosa mutilación de nuestra personalidad política, que rebaja nuestra dignidad de hombres al ínfimo nivel de los más abyectos sudras de la India?
Hacia este vórtice de deshonor y de ignominia. que arrastra y sepUlta entre sus vertiginosos giros a los pueblos en donde sólo florece como una flor maldita el servilismo, hacia allá Va nuestra nacionalidad si los buenos hijos de esta tierra no lo impiden.
Y observad, para mengua de nuestro decoro, que quienes nos llevan hacia el desastre, son una insignificante minoría numérica, compuesta de los hombres del poder, quienes creen contar con todas las fuerzas nacionales.
¿Y por qué perseveran en su nefanda obra de envilecimiento los actuales detentadores del gobierno?
Ellos lo han dicho: porque nuestra cobardía y falta de civismo nos hace ser indignos de ser un pueblo libre que sabe darse sus gobernantes.
¡Y a pesar de tan enorme afrenta, vosotros enmudecéis tal cual lo hiciera un vil esclavo de las edades bárbaras!
¿Cómo no se os ha de tratar con desprecio si os conducís cómo si hubierais abdicado de vuestra categoría de hombres?
¡Por honor de vuestra raza, desmentidlos!
¡Por honor a la especie humana, no estéis más de rodillas!
Mirad: la Patria está convulsa; ved en su rostro el medroso gesto de las hondas inquietudes.
Atended el llamamiento suplicante que en estas horas de angustia surge de sus labios; porque ¿quién ha de salvarla sino sus propios hijos?
Próceres de la inteligencia, del carácter y de todo lo que de más noble y santo y bello puede encerrarse en esta patria, producto nobilísimo de dos razas heroicas; venid presurosos a colocaros al frente de sus grandes destinos.
Abandonad la vida muelle, indiferente y servil a que os habéis entregado, bajo la influencia de gobiernos corruptores, para regalar sin tasa vuestros groseros y sórdidos sentidos.
Recordad que si cada uno de vosotros renunciáis a hacer el menor esfuerzo para conquistar el honroso título de ciudadanos, os cerráis voluntariamente las puertas que os conducirán a disfrutar de una vida mejor, más digna y más conforme con la naturaleza humana, y así no oontribuiréis con vuestro criminal indiferentismo a que la Patria de nuestros mayores se convierta en el ludibrio de los países civilizados.
Si sois patriotas, cuidad de trasmitir a vuestros descendientes un nombre limpio, y eso no lo conseguiréis en tanto que seáis esclavos y no ciudadanos.
Si asi no lo hiciereis, de hoy más vuestras esposas debieran no sentir orgullo de aoompañaros en el camino de la vida; porque no queréis ser hombres completos, porque lleváis a vuestros hogares una personalidad trunca, ya que desde sus primeros pasos iniciáis a vuestros hijos en la escuela de la corrupción, enseñándoles a considerar como modelos de patriotas a los déspotas que nos engañan y arrebatan nuestraS libertades.
Llenar así vuestras obligaciones de jefes de un hogar, es alimentar siervos para toda abominable tiranía; pero nunca crear ciudadanos que sepan honrar y defender a la República.
No se os llama a las armas, las que jamás debéis esgrimir contra vuestros hermanos; la Patria os llama para que forméis pacíficas falanges de ciudadanos y, con la ley por único escudo, ir a depositar, con la serenidad que presta el cumplimiento de un deber sencillo, el voto que vuestra conciencia os dicte, en favor de hombres que os conduzcan por las vías del honor y la justicia, hacia las altas cimas de la democracia y del progreso.
Venid a empuñar nuestro estandarte, hombres de valimiento, próceres de nuestra patria, que amáis la libertad como el ambiente único que a los pueblos dignifica.
Nosotros militaremos a vuestras órdenes en las últimas filas, que al fin hay más honor en ser recluta de pacíficos ejércitos redentores, que gran generalísimo de huestes sanguinarias de la opresión.
Mas si acaso os mantuvieseis indiferentes al clamoroso llamado de la Patria, no lancéis más tarde vuestras tristes lamenta:ciones contra los déspotas futuros; nuevos cómitres despiadados, pero que bien los merecéis, vendrán a castigar a latigazos vuestras almas y cuerpos de galeotes!
¡El dilema es fatal: el honor o la vergüenza!
(Publicado en el Anti-reeleccionista, Órgano del Centro Anti-reeleccionista de México, de fecha 29 de agosto de 1909).
Federico González Garza