Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista
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El General Díaz apoya de nuevo el movimiento democrático
Tomen nota las autoridades obstruccionistas y la prensa oficiosa
Razón teníamos para esperar con impaciencia y curiosidad sumas, las solemnes declaraciones que el Jefe del Ejecutivo había de hacer ante las Cámaras de la Unión al abrirse el actual período de sesiones, respecto a los asuntos políticos que han venido agitando a la República en el primero y segundo tercios del corriente año.
Temerario sería negar que, como natural consecuencia de los procederes del Gobierno en los últimos acontecimientos políticos. el pueblo independiente, que lo constituye la gran mayoría de mexicanos que anhelan un cambio de régimen, se sintiese hasta el momento de la apertura del Congreso, profundamente desengañado, invadido su espíritu de un letal desaliento y de una infinita amargura.
Acosada la prensa mercenaria por el clamor universal dé todo un pueblo que pide afanoso y desesperado la cesación de un sistema de gobierno que ofende su alma republicana, se había decidido a declarar, haciendo a un lado de una vez estorbosas conveniencias y lanzando el antifaz de viejas hipocresías, que la democracia en México, en cualquier grado que se la tome, es imposible, por estar constituído nuestro pueblo de masas irredimibles, de analfabetas imbéciles, en divorcio eterno con la civilización.
Que tal era el sentir del Gobierno en general, no cabe duda, a pesar de las ya históricas declaraciones al nefasto Creelman; pues que El Imparcial, subvencionado, según su propia confesión, para justificar y defender la política del Gobierno, se había visto precisado a exponer la interpretación oficial que debía darse a las palabras presidenciales, es a saber, que el pueblo gozaría de sus perdidas libertades a condición de no alterar la paz pública, y que como aun cuando esto no había ocurrido ni podía ocurrir, había indicios suficientes para suponer su intención de alterarla, aquellas promesas quedaban retiradas de plano y el pueblo debería seguir en la misma condición miserable en que esas promesas lo encontraron.
Como por otra parte tal interpretación era al mismo tiempo elocuentemente ratificada con los sucesos de Sinaloa, Coahuila y Yucatán, el país no podía esperar en el mensaje del Ejecutivo sino la absoluta condena que ya antes se le había anunciado.
Pero he aquí que mientras la prensa, que está pagada para decir lo que quiere el gobierno, continúa anatematizando cruelmente el despertar político de nuestro país y no sólo niega toda virtud al que milita en los bandos independientes, sino que macula con maldad inconcebible, reputaciones intachables por el sólo hecho de que, quienes las disfrutan aspiran a ser hombres libres, el Jefe supremo, con cuya autorización se sostiene esa prensa, declara en solemnísimo acto que es ciertamente loable que el pueblo mexicano manifieste cada vez mayor interés por el ejercicio de su derecho electoral.
Esto entraña una evidente contradicción con la conducta de esa prensa y con los sucesos pasados, contradicción que es la que más desconcierta al pueblo; pues cuando no sabe a qué atenerse y su espíritu se convierte en una especie de péndulo que va de la esperanza al desengaño y del desengaño a la esperanza; que unas veces oscila hasta tocar las fronteras de la verdadera libertad política y luego retrocede hasta chocar con los reductos del gobierno personal, más convendrían a su bienestar el repooo absoluto o el rompimiento definitivo de sus ligaduras y soportes.
Sin embargo, mientras cesa este vaivén intolerable, es urgente que todos, pero particularmente los partidarios de alquiler de la candidatura Díaz-Corral, tomen nota de que por ahora, el criterio del Ejecutivo es que no tiene nada de reprochable y sí mucho de plausible, que todo ciudadano mexicano manifieste interés por ejercitar su derecho electoral, aunque sea en sentido inverso de las candidaturas oficiales.
En el mismo mensaje presidencial se observa el especial cuidado que se tuvo de advertir a los ciudadanos que el Gobierno está resuelto a impedir con mano enérgica que el ejercicio de ese derecho se haga alterando el orden público.
Según nosotros, que precisamente hemos venido a la lucha a sostener que todo derecho político debe ejercitarse con estricta sujeción a la ley, esa advertencia va dirigida, sin pensarlo, más que al pueblo. a las autoridades inferiores, a los gobernadores de los Estados y caciques que creen dar fiel cumplimiento a la ley electoral impidiendo en todo caso que los ciudadanos hagan uso pacífico de los derechos que esa ley les concede.
Puede asegurarse que los únicos trastornadores del orden público son las mismas autoridades que siempre están dispuestas a vejar al ciudadano y a provocar sus legítimas rebeldías.
En adelante, y en esto tenemos tanto o mayor confianza que el Gral. Díaz. no se trastornará el orden público, porque las autoridades, comprendiendo como deben comprender, el alcance que tienen las palabras del Sr. Presidente, sabrán facilitar por primera vez a los ciudadanos que hagan uso de sus derechos políticos con estricta sujeción a la ley.
(Publicado en el Anti-Reeleccionista, Organo del Centro Anti-Reeleccionista de México, de fecha 20 de septiembre de 1909).
Federico González Garza