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Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista
y
otros escritos

Rebaño de almas
La abstención de las masas ilustradas y la degradación consciente

El grupo oligárgico de neoconservadores que postula al Señor Corral, exhibe como su mejor título en qué fundar su derecho para regir los destinos de nuestra Patria, la ultrajante falsedad de que el pueblo mexicano aun no tiene siquiera conciencia de su personalidad política, única que lo capacitaría para ejercer las altas y nobilísimas funciones del gobierno propio.

Tras de este parapeto que juzgan inexpugnable, ocultan cuidadosamente su falta de patriotismo, su mala fe y su desenfrenada ambición de lucro personal, aun a trueque de comprometer para siempre los más santos intereses de la Patria.

Señalados con el dedo ante la Nación; obligarlos a que aprendan a conciliar el interés individual con los generales de la Nación a que pertenecen, o, de lo contrario, grabar sus frentes con el estigma infamante de deslealtad para con el resto de sus compatriotas; condenarlos a que no experimenten rubor de llamarse mexicanos, aunque en el alma sientan no haber nacido entre el metálico estruendo de Wall Street; es obra digna y patriÓitica, porque es obra de profilaxia nacional, obra de clasificación de los elementos sociales de un país cuya vida autónoma depende de que se evite el contagio de esa complexa enfermedad moral, netamente científica, cuyos caracteres sintomáticos son: pasión por el dólar, desprecio por nuestra nacionalidad y apego por el despotismo.

No somos de los que creen que a todo mexicano debe abrírsele de par en par las puertas de la ciudadanía, aunque su ignorancia sea profunda; nos damos cuenta de la enorme proporción de seres infelices que viven a nuestro lado, a quienes un implacable y negro destino ha negado toda luz para sus caóticas inteligencias; pero toda nuestra indignación se subleva contra las poderosas clases ilustradas que llaman abyecto a ese pobre pueblo y lo vilipendian y escarnecen, haciéndolo responsable único de su moral miseria.

¿Qué culpa tienen esos seres desventurados, de no poder elevarse a la plena conciencia de sus derechos, si los mismos que están llenos de sabiduría no han podido ni querido elevarse a la altura de nuestra Constitución, y si los gobernantes, en vez de lecciones prácticas de civismo, sólo le han dado el continuo y degradante espectáculo de despotismos orientales?

Vosotros, que denigráis al pueblo por su profundo indiferentismo en ejercitar sus derechos políticos, ¿habéis hecho alguna vez algo mejor que lo que el mismo pueblo no ha podido hacer?

¿Por qué esperáis a que todos nuestros analfabetas dejen de serlo para comenzar a poner en práctica nuestros principios democráticos?

La abstención de las masas ilustradas jamás se justificará con la ignorancia de las masas humildes.

Lo que en verdad ocurre, es que hay en las primeras mucho servilismo, que no existe en las segundas; pues en tanto que éstas permanecen en su hierática indiferencia, aquéllas, las ilustradas, van perdiendo su dignidad a fuerza de adular a los magmates y de soportar sus desafueros.

En nombre de la dignidad humana, no insultéis más al pueblo; volved vuestros ojos sobre vuestras propias miserias; dejad de inculpar al que no es delicuente; no seais cobardes, y aceptad ante la historia las tremendas responsabilidades de que os habéis hecho reos.

Porque, oídme: la ignorancia nunca inspira desprecio, sino piedad.

El que no ejercita un derecho porque no lo conoce, es solamente un desdichado digno de lástima; pero el que, conociéndolo, no sólo se abstiene de ejercitarlo, sino que incurre en la indignidad de humillar y escarnecer al que está incapacitado para ejercitarlo, ese es un miserable, digno de que se le cruce el rostro con el látigo de la blasfemia.

No os ufanéis más de vuestra situación privilegiada, hombres civilizados y sabios de mi Patria; porque hay más vergüenza y mayor ignominia en vuestra degradación consciente, que en las negruras del analfabetismo a que habéis condenado, sin estremeceros, a una parte inmensa de vuestros condudadanos.

Recordad que toda luz baja de lo alto y que jamás ascenderá del fondo de los abismos.

Si blasonáis que sois luz, ¿por qué no habéis hasta ahora iluminado? Si sabéis lo que es ser hijos de una misma Patria, ¿por qué envilecer, por qué seguir traicionando a vuestros hermanos?

Porque sois un mísero rebaño de almas que apacentáis gustosos en los apriscos de la dictadura, y nunca en vuestro seno podrá reclutarse un solo soldado para los ejércitos de la democracia.

(Publicado en el Anti-Reeleccionista, Organo del Centro Anti-Reeleccionista de México, de fecha 15 de agosto de 1909).

Federico González Garza

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