Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista
y
otros escritos
Introducción
Al conjuro de la entrevista Creelman-Díaz que los capitalistas americanos provocaron, de acuerdo con su propio gobierno, a cuyo frente se hallaba el imperialista Roosevelt, el pueblo mexicano se hallaba desde el mes de marzo de 1908 profundamente agitado: Los que directamente habían medrado a la sombra de la dictadura del Gral. Díaz, ansiaban que llegara el momento de recibir la herencia del Caudillo, no para modificar sus procedimientos y sistema de gobierno, levantándole al pueblo el tabú que por tanto tiempo lo mantuviera bajo rigurosa y forzada tutela, y fuera de toda participación en la cosa pública; sino para afirmar sus privilegios y seguir ignorando los infortunios y las miserias de las masas populares; y los que víctimas siempre de aquel sistema dictatorial y de los abusos de los privilegiados, experimentaban punzantemente la necesidad de un cambio de régimen en el que el pueblo en general dejara de ser un factor pasivo y en el que se diera una oportunidad para que pudiera modificar sus condiciones de vida, comenzando por disfrutar de libertades que por completo se le habían arrebatado.
En la época en que el autor publicó los quince artículos de combate que en seguida se insertan, ya se habían marcado y precisado en el campo político tres grupos principales: El que constituyó el Partido Democrático, y que estaba compuesto en su mayoría de elementos netamente gobiernistas, pero que simulaban ser independientes; el grupo reyista, cuyo núcleo principal fue el Club Soberanía Popular, teniendo como Presidente al Dr, Francisco Vázquez Gómez y cuyos componentes, también en su mayoría, se caracterizaban por su adhesión sin límites a la persona del Gral. Reyes, con quien hubieran ido a donde él hubiese querido arrastrarlos, sin comprender que con semejante actitud tendría que retardarse indefinitivamente la solución del problema no sólo de la democracia, sino la de cualquiera otro, ya que el distinguido cacique neoleonés no sabría emplear otro sistema de gobierno que el absolutista usado por su modelo el General Díaz; y el más numeroso de esos tres grupos, el de los anti-reeleccionistas, que se constituyeron en un verdadero partido de principios, el Partido Anti-reeleccionista, y cuyos afiliados eran positivamente independientes, sin compromiso alguno con el gobierno, y sin que se hubiesen prestado jamás a las farsas democráticas porfiristas.
Los demócratas tenían su órgano, El Partido Democrático; los reyistas el suyo, El Voto, además de Actualidades, La República y La Opinión de Veracruz, y los anti-reeleccionistas, su semanario el Anti-reeleccionista que comenzó a publicarse el 6 de junio de 1909. y México Nuevo (1). Frente a estos tres grupos se hallaba el francamente gobiernista, sostenedor de la candidatura oficial Díaz-Corral, y el grupo agazapado de los Científicos, con Limantour a la cabeza, partidarios también de la misma fórmula, pero con tendencias muy peculiares que los señalaban como enemigos vergonzantes del Gral. Díaz; es decir, que no les convenía presentarse como enemigos francos del dictador, pero que no dejaban por eso de empujarlo de mil maneras para que les entregara cuanto antes la situación. Sus órganos principales eran para ambos grupos, El Imparcial y El Debate (2). Este último grupo era para los independientes el más peligroso; de ahí que el Anti-reeleccionista le enderezaba la mayor parte de sus ataques.
El autor colaboraba en esa hoja de oposición con los señores Francisco I. Madero, alma del Partido Anti-reeleccionista, Esquivel Obregón, Luis Cabrera, Vasconcelos, Roque Estrada, Lic. Nicolás Meléndez, Ing. Servando A. Alzati, Lic. Justo Cárdenas, y J. Agustín Escudero. Su primer artículo Por qué hay que afiliarse al Partido Anti-reeleccionista, contiene lo que por entonces constituía su profesión de fe política.
El odioso cacicazgo de Garza Galán, en Coahuila, del que había sido víctima en 1893, siendo todavía estudiante; los asesinatos cometidos por orden del Gral. Reyes el 2 de abril de 1903 en las calles de Monterrey, para disolver una manifestación política, y los numerosos atentados del régimen porfirista, hicieron germinar, para siempre perdurable, en el ánimo del autor, un espíritu de rebeldía contra el régimen imperante y contra todo sistema contrario a la libertad, espíritu que habría de manifestarse y encauzarse en la primera coyuntura que el desarrollo de los acontecimientos ofreciera, y ésta se presentó en ocasión del solemne y aparatoso llamamiento que para su mal lanzara el Gral. Díaz, valiéndose de un heraldo extranjero.
Sin embargo, el autor no sería de los que, sin bien meditarla, tomaran la resolución que para él tendría que ser definitiya y grave, de aportar el modesto contingente de sus energías a la gran obra por realizarse, a saber, la alteración, en sentido favorable para los intereses populares, de aquel ya insostenible orden de cosas.
Convencido desde luego que el Partido Democrático, que por el mes de Enero de 1909 se estaba organizando, no sería el que pudiera llevar a su término tan arriesgada empresa, ora porque algunos de sus miembros tenían ligas de absoluta dependencia con el Gral. Díaz, como el Lic. Manuel Calero, ora porque otros se habían manifestado decididamente reyistas, como por ejemplo los Lics. Rafael Zubaran, José Peón del Valle y Heriberto Barrón; el autor hubo de separarse de tal grupo burocrático para unirse a los que, con Madero a la cabeza, deseaban sinceramente conquistar la libertad política, único medio de poder hacer algo por el pueblo y para lo cual estaban dispuestos a enfrentarse a la dictadura.
Por supuesto que sería inútil buscar en la obra periodística del autor, otra cosa que una humilde colaboración al despertar del espíritu cívico en una época en que el pueblo padecía de prolongada catalepsia y en que era enorme desacato y signo de locura no pertenecer al rebaño y mostrar síntomas de rebeldía contra el César. No obstante, habrá que reconocer que sus artículos en el Anti-reeleccionista estaban escritos con sinceridad y en un tono de dignidad ciudadana que hacía mucho tiempo que el pueblo no escuchaba, tono que dejaba traslucir sin género de duda, que los anti-reeleccionistas eran de los que no habrían de conformarse con denunciar el mal, sino dispuestos a hacerlo desaparecer, si fuera necesario y en su oportunidad, por medio de la revolución, en cuya eficacia no tenían fe por entonces escritores de fuste, como Blas Urrea y otros, aunque fueran independientes; sino que para ellos la cuestión presidencial debería solucionarla el mismo Dictador, imponiendo a una persona que fuese competente para continuar con la misma política del General Díaz (3).
Lo que mejor caracterizó al grupo anti-reeleccionista, además de su audacia para proclamar, en medio del servilísmo ambiente, la necesidad de que el Gral. Díaz cumpliera su palabra de abandonar el poder, fue su inquebrantable fe en la eficacia de su propaganda y, como consecuencia, en el triunfo de su cruzada democrática, a pesar de que la cruda realidad en que se actuaba era para desalentar, descorazonar y anonadar a cualquiera. Así es cómo el autor, a pesar de aquel ambiente de servilismo en las clases ilustradas y de avasalladora fuerza en el Gobierno, hizo vaticinios en su artículo La Teoría Evolutiva de los Científicos que se se cumplieron en menos de año y medio.
Esa misma fe permitía al autor poner en sus prédicas aquel ardimiento y aquel tono agresivo que a las veces llegaba hasta la temeridad, y aunque por entonces no faltó quien opinara que a los anti-reeleccionistas les faltaba valor para atacar directamente a don Porfirio, tal vez no hubiera muchos que trataran a aquél con más rudeza y virilidad con que el autor lo trató, en sus artículos ¡Sursum Corda!, y ¡En dónde está el mal!, ¡Quién es el culpable!.
Este último artículo demuestra, además, que había anti-reeleccionistas de verdad que pronto se convencieron de que era imposible toda transacción con el Gral. Díaz y que se hacía indispensable un cambio completo de personas, comenzando por el mismo dictador.
Bien pronto los hechos se encargaron de demostrar que el Anti-reeleccionista estaba pegando en punto vulnerable, puesto que sólo se le dejó vivir poco menos de tres efímeros meses.
El 28 de Septiembre del año de 1909, tres días después de haber aparecido el artículo del autor México es un País sin Libertad Política, sin Sufragio, sin Libertad de Palabra ... y con pretexto de un último artículo sobre la Bahía de la Magdalena, escrito por el Lic. Leonardo Ballesteros, se dio orden de clausurar el órgano del Partido y de aprehensión contra sus redactores y empleados, habiéndose cateado sus oficinas, sellado sus puertas, aprehendido algunos de ellos y teniendo el Lic. González Garza, mientras pasaba la tormenta, que tomarse unas vacaciones forzadas por algunos días en unión de José Vasconcelos, en la hacienda de Las Palmas, S.L.P., propiedad del Ing. Rodríguez Cabo.
Federico González Garza
Notas
(1) Los periódicos que en esa época existían con tendencias anti-reeleccionistas y como órganos de Clubes Anti-reelecclonistas eran: México Nuevo, Diario del Hogar, La Voz de Juárez, El Insurgente, El Chinaco, La Guacamaya, Aurora Democrática, El Progreso Latino, El Mexicano, El Constitucional e Idea Libre, de la Ciudad de México; El Combate y El Sol de Guadalajara; El Correo de Chihuahua y El Grito del Pueblo, de Chlhuahua; El Demócrata, de San Pedro de las Colonias, Coah.; La Gaceta, de Torreón", Coah.; Actualidades, de Morelia, El Demócrata Fronterizo. de Laredo, Tex.: El Dictamen, de Veracruz; La Voz del Obrero, de Jalapa; El Renacimiento, El Mañana, El Monitor Democrático y El Republicano. de Montcrrey; La Voz de la Justicia, de Oaxaca y el Eco de la Comarca, de Gómez Palado, Dgo.
(2) El cuerpo de escritores de este periódico cuyo lema era OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE, estaba constituído así: Director, Gulllermo Pous; Jefe de Redacción, Luis del Toro; Secretario de Redacción, Nemesio Garda Naranjo; Redactores: Francisco González Mena, Miguel Lanz Duret, José María Lozano, Manuel Puga y Acal, Francisco I. Olaguibel, Manuel H. San Juan, Hipólito Olea, Telesforo A. Ocampo, Luis A. Vidal y Flor, Ricardo R. Guzmán, Ramón Lanz Duret, Emilio Valenzuela, Pablo Prida, Ignacio B. del Castillo, Ramón Mena, Julián Morineau, Constantino Peña Idiáquez, Manuel R. Uruchurtu y Angel Pola.
Para medir el grado de adhesión de este periódico al General Díaz y a su sistema absolutista, será suficiente decir que en el número correspondiente al 15 de septiembre de 1910, en el que sólo se consagran 20 líneas para rememorar la gloriosa fecha de nuestra Independencia, aparece un enorme retrato del Dictador y al calce, un amplio panegírico, entre cuyas múltiples frases adulatorias puede verse ésta que lo resume todo: Nadie puede concebir al Estado sin él {Dictador}, o a él sin el Estado.
Según datos oficiales que el autor tuvo oportunidad de conocer en la Secretaría de Gobernación cuando en 1911 ocupó el puesto de Subsecretario, el Gobierno del Gral. Díaz daba una subvención mensual a los siguientes periódicos: El Imparcial, $4,200.00; The Mexican Herald $1,100.00; Monterrey News, $1,000.00; Revista Moderna, $300.00; Le Nouveau Monde, $250.00; Cía. Editorial El Diario, $200.00; Escuela de Medicina, $50.00; Economista Mexicano, $30.00: El Arte, $25.00; El Tiempo, $400.00; La Iberia, $300.00; Gil Blas, $300.00; M. Fernández Ortigoza, $150.00; Lic. Gregorio Ponce de León, La Nación, $150.00; Eco del Comercio; El Puro, $30.50. Total': $8,485.50 mensualmente.
(3) El Lic. Luis Cabrera decía en una Carta Abierta que publicó en El Tiempo, correspondiente al 4 de junio de 1908, lo siguiente: La política del General Díaz, salvo pequeños lunares, es la que ha producido mejores resultados para nuestro progreso nacional y para la conservación de la paz, y por consiguiente, es indudable que el sucesor del Gral. Díaz debe escogerse entre sus colaboradores. prefiriendo aquel que mejor haya entendido su política, y que haya demostrado mayor capacidad para ponerla en práctica, y reúna, además, a mayor prestigio, mayores dotes de gobierno, mejor conocimiento de nuestras necesidades nacionales y más acrisolado patriotismo.