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EL PARTIDO LIBERAL MEXICANO CONTINÚA LA CONTIENDA
La Revolución ha tomado un aspecto demasiado serio para los que creyeron que tenían en sus manos los destinos del pueblo mexicano y que podían hacer de éste lo que les viniera en gana. El aspecto serio de la Revolución consiste en que se han ido precisando, han ido perdiendo el carácter de nebulosa vaguedad las aspiraciones de los rebeldes. Las aspiraciones se van concretando, las tendencias se van precisando. El primer impulso que hizo tomar las armas fue casi un impulso ciego, el recurso desesperado del que siente al fin colmada su paciencia. Había en ese impulso, naturalmente, el deseo de librarse de un mal cierto e insoportable ya; pero la finalidad del esfuerzo heróico se perdía en la vaguedad de una palabra sonora: libertad.
¡Libertad! Cuántas distintas tendencias se amparan bajo tu nombre; qué apetitos tan encontrados buscan su satisfacción bajo tu sombra. A tí invoca el burgués para afirmar su derecho a la explotación del trabajo humano; el proletario a tí invoca para apoyar su protesta contra las uñas largas del Capital; el fraile echa mano de tu nombre para asegurarse la facultad de tener a la humanidad en eterna ceguera; el librepensador se apoya en tí para meter la mano entre el enjambre de soles que pueblan el Universo y apear de sus tronos a los ídolos del cielo; el gobernante se aprovecha de tu prestigio para proclamar que debe su puesto a la espontánea y libre voluntad de la mayoría; el rebelde se sirve de tí para dirigir la punta de su puñal hacia el corazón del tirano.
Necesario era precisar el objeto de la contienda. El revolucionario sincero no puede luchar por términos vagos sino por principios concretos. Para el maderismo, la misma vaguedad del término libertad cuadraba bien a sus propósitos: proclamando a voz en cuello que luchaba por la libertad, tenía la seguridad de reunir bajo sus desteñidos pendones a liberales y conservadores, a burgueses y proletarios, a librepensadores y fanáticos religiosos, a militares y paisanos; todas las tendencias, todos los apetitos, todas las ambiciones sentaron plaza en las filas abigarradas del payaso del sufragio efectivo. Los intereses más opuestos, aquellos que en las relaciones ordinarias de la vida social se enseñan los dientes y se ponen los puños debajo de las narices, se tocaban los codos y, casi, fraternizaban en las huestes policromas del famoso Provisional. El payaso hablaba de libertad y cada quien, según su condición social, según sus costumbres, según sus ambiciones, según sus ideales aplaudía la palabras del negrero de la Laguna, porque cada uno pensaba en su propio interés, porque aquella palabra tan vaga satisfacía por igual al explorador como al explotado, a la víctima como al verdugo, y así, aunque unidos materialmente en el maderismo, libertad, para el proletario inconsciente, significaba un alivio en su condición de esclavo, mientras que para su hermano burgués, libertad, era la seguridad de seguir teniendo al proletario en esclavitud, y, por ese tenor, cada uno de los afiliados al maderismo tenía su pensamiento, cada uno de ellos creía que se trataba de la libertad de su clase o casta.
Así habrían seguido las cosas si el Partido Liberal Mexicano no hubiera tenido la oportunidad de poder definir con claridad las tendencias netamente personalistas del maderismo. Entonces fue cuando la estrella de Francisco I. Madero comenzó a declinar. Al maderismo le faltaba lo principal para poder constituir un Partido: la unidad de aspiraciones de sus miembros fundada en la existencia de un interés común. ¿Qué interés común puede haber entre burgueses y proletarios, entre explotadores y explotados?
El proletariado va uniéndose bajo su bandera, que es la libertad, y el maderismo se va quedando atrás reducido a la sola burguesía, y la Revolución, por lo mismo, va adquiriendo paulatinamente el sello y el sabor de una verdadera Revolución Social. La Bandera Roja hace prosélitos; el principio de TIERRA y LIBERTAD forma convencidos resueltos; la presente Revolución, que a pesar de lo que digan Madero y sus lacayos tuvo su cuna en 1906 en Jiménez y Acayucan, se va radicalizando cada vez más -sobre todo ahora que los liberales saben que el maderismo es el enemigo jurado de la clase pobre-, y tendrá como fruto bien maduro la toma de posesión de la tierra por el pueblo para el uso y provecho de todos y cada uno de los habitantes de México.
Este es el aspecto serio de la Revolución. Los liberales hemos precisado el significado de la palabra libertad y hemos resuelto que es la libertad económica, esto es, la que hace de cada ser humano el amo de sí mismo y el hermano de los demás, la que garantiza a todos y cada uno el poder vivir sin estar atenido al salario.
Este es el aspecto serio de la cuestión para el maderismo. El maderismo creyó al principio que tenía en sus manos los destinos de la raza Mexicana. Iluso maderismo. Pobre niño de teta de los movimientos serios. Ahora el niño advierte que la travesura revolucionaria es más seria de lo que al principio creyó, y ve con miedo que la Insurrección toma un giro que él no esperaba, giro contrario a los intereses de los capitalistas. Y, ahora, el maderismo quiere la paz.
Según telegramas de la prensa, Gustavo Madero, que representa los intereses de su hermano en Washington, donde ha estado mendigando el reconocimiento de la Presidencia Provisional por parte de Taft sin lograr más que desaires, tuvo varias entrevistas con José Ives Limantour para arreglar la paz. El viaje de Limantour a México ha sido hecho con el objeto de presentar a Porfirio Díaz las proposiciones de los maderistas. Gustavo Madero, instruido por su hermano Francisco, ha asegurado que los maderistas aceptarán a Limantour corno Presidente Provisional mientras se arreglan unas nuevas elecciones.
Ya todo lo acepta el maderismo: la invasión americana, la férula de Limantour, todo, todo, mejor que consentir en que el proletario recobre al fin su libertad económica. No será ésta la primera vez en que la burguesía rebelde deponga su actitud y preste su apoyo al despotismo contra la rebelión del proletariado.
El maderismo pide la paz, porque sabe que tiene que ser aplastado por el Partido Liberal Mexicano.
Como quiera que sea, el Partido Liberal Mexicano no depondrá las armas. Que se rinda el maderismo ante la promesa de nuevas elecciones. El proletariado no espera su redención de esas farsas, y el Partido Liberal continuará sobre las armas hasta convertir en realidad la fórmula emancipadora: ¡TIERRA Y LIBERTAD!
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 25 de marzo de 1911).
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