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LA REVOLUCIÓN MEXICANA
Los progresos del movimiento insurreccional son bastante notables. Puede decirse que de uno a otro confín del país no se oye más que un sólo grito: guerra. Pronto, muy pronto, el país entero será un magnífico crisol en el que ebullirán las diferentes tendencias que animan el movimiento actual. ¿Cuál será la tendencia que al fin predomine? ¿Saldrá de esta insurrección la República burguesa que apenas puede sostenerse por todas partes a fuerza de parches y de apuntalamientos? O bien, como una reparación a la injusticia de que ha sido víctima en todos los tiempos la clase proletaria ¿ondeará por primera vez sobre las cabezas de un pueblo libre la bandera roja de los esclavos de todas las edades?
No es posible saber cuál de todas las tendencias predominará al fin. Las masas son siempre las masas; aglomeraciones de seres vivientes con muy poco de humano y de cerebralidad. Sobre la masa ejerce influencia prepotente la tradición. La masa está acostumbrada a ser mandada, a obedecer, a respetar lo mismo que respetaron y obedecieron sus padres de hace cincuenta años, sus abuelos de hace cien, sus más lejanos y obscuros antecesores de los obscuros y lejanos tiempos pasados. Por eso cuando se dice a las masas: rebeláos, comienzan por pedir un General. Sin un General al frente, nada puede hacerse, refunfuñan las pobres masas humanas acostumbradas a que la espuela desgarre sus hijares, y, si al fin se las convence de que del seno de ellas mismas debe salir el hombre que dirija las acciones de guerra, no dejan de preguntar ¿y por quién gritamos? Es que, aunque desconocen la autoridad del amo ante quién se arrodillaron por tanto tiempo, necesitan uno ante quién arrodillarse después del triunfo.
Qué atrazada está la humanidad, qué atrazada. En pleno siglo XX necesita como en los tiempos de Alejandro y de Ciro amos en el cielo y amos en la tierra. No es posible, por lo mismo, saber cuál de las tendencias predominará al fin.
Compañeros, estamos en presencia de un grave problema cuya solución no sólo afecta a los mexicanos sino a la humanidad entera. Los ojos inteligentes de los hombres avanzados del mundo están pendientes de los sucesos que se desarrollan en México. Ellos, como nosotros, son unos convencidos de que los movimientos puramente políticos no tienen otro resultado, que el arrancar del cráneo hecho pedazos del tirano caído en desgracia la corona que todavía sangrienta se coloca en las sienes del nuevo tirano. Eso y nada más se saca de las revoluciones meramente políticas.
Es necesario, pues, variar el curso de la actual insurrección como lo hemos repetido incesantemente para hacerla digna de la cultura de la época, de lo contrario, mereceremos el fuetazo con que Mirbeau señaló el rostro de la humanidad inconsciente cuando dijo, que de todos los animales el hombre es el más estúpido, porque, al menos, los animales no eligen al carnicero que ha de degollarlos.
Imprimamos a la revolución una intensa finalidad social; convirtámosla en el brazo robusto que ha de hacer pedazos la servidumbre de la gleba; hagamos de ella el instrumento que ha de quebrantar en mil pedazos la cadena que sujeta al peón y al obrero desconociendo al capital sus falaces derechos; abramos una honda fosa y sepultemos a la iglesia diciéndole: este es el lugar de los cadáveres; formemos una hoguera y arrojemos en ella los títulos de la gran propiedad rural y las tiránicas leyes burguesas. Todo esto podemos hacerlo, si somos enérgicos, si no nos espantamos de nuestras propias obras, si nos enfrentamos resueltamente a la autoridad, al capitalismo, al clero, sin miedos, sin vacilaciones y les arrancamos los privilegios que la ignorancia y la cobardía de los pueblos les han puesto entre las uñas.
Afiliáos al Partido Liberal que es el Partido de las reivindicaciones proletarias. Llenad vuestros cupones, pagad vuestras cuotas, ayudad con dinero o con lo que podáis a que el Partido se robustezca para que pueda preponderar en el actual movimiento.
El Partido Liberal está ya en acción y se está cubriendo de gloria en los campos de batalla. Ayudemos a nuestros hermanos, tendamos la mano a esas bizarras avanzadas de la causa de los desheredados para asegurar conquistas efectivas para la raza mexicana en particular y un ejemplo para los tímidos de todo el mundo que sueñan con derribar el capital por medio de la boleta electoral.
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 14 de enero de 1911).
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