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EL JUDAS JUAN SARABIA

La noche anterior a nuestro arresto, Juan Sarabia, el que en una carta abierta me llama hermano querido, dijo a los compañeros Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa, refiriéndose a los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano: Puesto que ustedes no convienen con nosotros, yo les haré todo el mal posible.

Cumplió su palabra el Judas: no habían transcurrido doce horas cuando nos vimos asaltados por los polizontes del servicio de los Estados Unidos.

Y bien: ahora somos los reprobos de siempre, los outlaws de costumbre, mientras Juan es poderoso, derrocha dinero, dinero que representa el sufrimiento de la pobre raza mexicana, dinero que representa el sudor de los esclavos del taller, de la mina, de la fábrica, del campo.

¡Maldito dinero ése, arrancado al amparo de la ley por los capitalistas al pueblo productor, para pagar los servicios de un traidor a la causa del proletariado.

Juan Sarabia está escribiendo a los periódicos socialistas para hacerse bombo, y algunos de esos periódicos, de buena o de mala fe, acogen con entusiasmo las cartas de ese traidor, o dan cuenta de entrevistas que con él han tenido.

En los periódicos socialistas Juan Sarabia se exhibe como un Marx, mientras que en los periódicos burgueses, como el empalagoso Diario del Hogar, de la ciudad de México, se presenta como un burgués, y truena contra mí, llamándome anarquista. Doy las gracias al Judas, porque, al llamarme anarquista, me considera como un hombre de voluntad propia, que piensa con su cabeza y que no tiene otra ambición que ver libre a la humanidad de la cadena del Capital y de la Autoridad. Juan Sarabia me desprestigiará ante los imbéciles y los ignorantes llamándome anarquista; pero ante los hombres más inteligentes y mas abnegados de la tierra me hace digno de estima y de simpatía, y esa estimación y simpatía es la que aprecio y no la de los politicastros, de los burgueses y de los cazadores de empleos, como el moderno Judas: Juan Sarabia.

Juan Sarabia fue admirable en la cumbre del martirio cuando agonizaba en Ulúa mordido por la tisis, escupido por los carceleros, azotado por los capataces. ¡Ah, si hubiera muerto entonces, su recuerdo viviría en el corazón de los oprimidos! Ahora está muy abajo, de rodillas ante un bandido: Francisco I. Madero. Un bandido que asesina sin formación de causa a los liberales, un bandido que se embolsó veinte millones de pesos como precio de la paz, un bandido que prometió tierras, y que, como todas las promesas de los que quieren encaramarse sobre los demás, no ha cumplido.

De mártir a esbirro, ¡qué salto atrás tan espantoso! No me explico cómo puede hacer eso un hombre. Sacrificarse, luchar, hacer sufrir a los suyos por las contingencias de la lucha, para caer besando los pies de un tirano, con los mismos labios que ayer vibraron gritando ¡rebeldía!

Juan Sarabia dice que le debe su libertad al Francisco I. Madero. ¡Cierra la inmunda boca, embustero! Tu libertad se la debes a los liberales que fueron los iniciadores del movimiento que hizo caer a Porfirio Díaz. La caída de Diaz estaba escrita desde Acayucan y Jiménez, desde Las Vacas, Palomas, Viesca y Valladolid. Madero ha sido un miserable que pudo aprovecharse de la larga agitación y sacrificios de los liberales.

Juan Sarabia dice que somos muy exagerados, que sólo una vez lo chicotearon en San Juan de Ulúa y no tantas veces como lo hemos dicho. ¿Querías más, miserable? ¿Se te hace poca la afrenta porque solamente una vez la sufriste? Tu cuerpo muestra todavía la señal de la vergüenza que sufriste; pero en tu conciencia no dejó ni rastro. ¡Cuánto has bajado, Juan! No cambio mi miseria, no cambio mi situación de perseguido por la ley; de espiado por el puñal, de estropeado por la calumnia, de aborrecido y maldecido por las mismas pobres gentes que más tarde llorarán mi muerte; no cambio mis tristezas amargas ante la traición de los que creí sinceros, por las satisfacciones que pueda proporcionarte tu nueva vida regalona con el oro de Madero, porque creo que todavía hay algo de conciencia en ti ... y al llevar a la boca los delicados manjares tan fácilmente ganados, te acordarás de que hay millones de seres humanos que en estos momentos lloran y se retuercen los brazos de angustia ante el hambre y la desnudez de los suyos, y los manjares te sabrán amargos porque con tu traición has contribuido a prolongar la agonía de los humildes. ¡Maldito seas!

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, 2 de julio de 1911).


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