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¿ESTÁ RESUELTO EL PROBLEMA DEL HAMBRE?
Consulten todos su conciencia y contesten a esta sencilla pregunta: ¿Está resuelto el problema del hambre?
Me contestaréis: No; el pavoroso problema está en pie, y agrego yo: Por eso la Revolución está también, en pie.
Señores burgueses: la época de las revoluciones políticas ha terminado. Ignorantes de cuanto sufre lo que despectivamente llamáis clase baja; ignorantes del infierno en que vive lo que con tanto asco llamáis plebe, os arrojasteis a una empresa que ahora os pesa haber fomentado.
Creyendo que el pueblo mexicano de nuestros días es el mismo pueblo mexicano de hace cincuenta años, se os ocurrió valeros de él para derribar a Díaz y con él al círculo de vampiros que se llama Partido Científico para ocupar vosotros el puesto de los científicos, y hacer lo mismo que ellos hicieron: acaparar todos los grandes negocios, comprometer el país con nuevas deudas, entregar las riquezas del país a los millonarios de todas las nacionalidades y someter a los trabajadores por el hierro y por el fuego, a aceptar salarios de hambre; a trabajar como bestias de carga, a sufrir todas las humillaciones, todos los ultrajes, todos los desprecios con que los amos y los capataces premian el sacrificio de los pobres.
Los trabajadores os ayudaron creyendo que vuestro movimiento tendría que beneficiarlos, y ahora que ven que están en peor situación que antes de comenzar la campaña; ahora que se dan cuenta de que la Autoridad pesa tanto como antes; ahora que ven que el Capital los explota de la misma manera que los explotaba bajo la dictadura de Porfirio Díaz; ahora que han tenido la lección práctica de que nada ganan los trabajadores por el solo hecho de que unos malvados sean derribados del Poder para que suban otros malvados que, por el hecho de estar más hambrientos que los anteriores, tienen ansias de llenar pronto la panza a costa de la ruina de todo un pueblo; ahora, en vista de todo eso, lo que despreciativamente llamáis plebe, se agita, despierta, y, sin necesidad de haber tenido organizadores, sin necesidad de haber leído a Marx ni a Kropotkin, sin necesidad de esperar a estar educados, sin necesidad de saber leer y escribir, sin necesidad de los consejos interesados de los falsos amigos de la clase trabajadora que pretenden desviar la lucha de clases con las frases de los cobardes : todavía no es tiempo, se necesita primero la organización, el pueblo mexicano es analfabeto, y otras del mismo calibre; ahora la plebe, la clase baja de México, se levanta imponente y reclama el derecho de sentarse a vuestro lado, señores burgueses, para gozar también del gran banquete de la vida.
Todo el Estado de San Luis Potosí está en guerra industrial, y, por contagio, la guerra industrial está invadiendo los Estados de Zacatecas, Durango, Chihuahua, Guanajuato, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Puebla, la misma ciudad de México y las poblaciones del Distrito, así como los Estados de Tlaxcala y Coahuila. Yucatán arde en llamas; pero no en las llamas de una revuelta política sino en las llamas purificadoras de la revolución social.
La misma prensa burguesa, aturdida, comienza a renegar de la revuelta política que trajo como consecuencia la revolución económica.
Y todo esto sucede a pesar de que los ignorantes mexicanos no saben de huelga general, ni han estudiado a Marx ni a Kropotkin; esto sucede sin la consabida preparación de que hablan los cobardes y los malvados.
No se puede negar que los centenares de huelgas que hay en estos momentos en casi todo el territorio mexicano son de carácter netamente revolucionario: pues los compañeros en huelga no se conforman con demandar y someterse a las negativas de sus verdugos los burgueses, sino que a la negativa responden con la destrucción de los sembrados, de las casas de las haciendas, con el desplome de las minas, con el arrasamiento de los lugares de explotación y de tiranía capitalista, y se enfrentan, armados de piedras, de picas y de lo que pueden, a los cosacos de Madero, el asesino del proletariado mexicano.
¿Se han necesitado siglos de preparación, de educación, de organización y de otras zarandajas que recomiendan los políticos, para llevar a cabo ese formidable movimiento económico que en estos momentos hace temblar a la burguesía mexicana? No; es el instinto de conservación de la especie el que ha puesto en pie a los desheredados de México, es el hambre la que ha hecho encabritar al león que parecía dormido.
¡Que enrojezcan de vergüenza los rostros de los políticos adormideros que al oír hablar de la revolución social en México, mueven las cabezas abrumadas por el vino y las buenas comidas, y dicen como Debs y como Berger: No hay revolución económica en México, ni habrá, hasta que la clase trabajadora esté organizada y haya sido educada. Dejemos solos a esos liberales, que no son otra cosa que bandidos.
¡Maldición para todos los que en estos momentos solemnes en la historia de la humanidad dejan perecer a los que luchan por la emancipación económica del proletariado! ¡Maldición para los que, titulándose líderes de la clase trabajadora, dejan solos a los que están dando al mundo un ejemplo de hombría que debiera ser recibido con simpatía, cuando no con entusiasta aplauso, por todos los trabajadores conscientes del mundo! ¡Maldición para los que tratan de desvirtuar el movimiento del Partido Liberal Mexicano!
Mexicanos: cualquiera que sea la suerte que corra el Partido Liberal Mexicano, continuad la lucha por vuestra cuenta. Los que no se hayan declarado en huelga todavía, que lo hagan con presteza para aplastar, cuanto antes, al Capital. Pero no os limitéis a destruir las negociaciones. Haced eso cuando veáis que por falta de armas no podéis sostener la expropiación. En todo caso, lo primero que debéis hacer es tomar posesión de la fábrica; del taller, de la mina, del campo y trabajad por vuestra cuenta, repartiéndoos los productos, según las necesidades de cada cual. Mas si no tenéis fuerza para sostener la expropiación, entonces arrasad, aunque se os desplome el cielo sobre vosotros y sobre nosotros.
¡Mueran los ricos! ¡Muera la tiranía! ¡Viva Tierra y Libertad!
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 8 de julio de 1911).
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