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LOS PLEBEYOS DEBEMOS ARREGLAR LAS COSAS
¡Romperé la Constitución y el Plan de San Luis! ...
Éstas fueron las airadas palabras que salieron de los labios del apóstol de la Democracia Don Francisco I. Madero, cuando una comisión de potosinos se acercó a él pidiéndole que no apoyara la candidatura del Doctor Cepeda para Gobernador del Estado de San Luis Potosí.
Asegura la comisión potosina que conforme a la Constitución no puede ser Gobernador el Doctor Cepeda, porque no nació en el Estado, ni ha vivido en él por un espacio de tiempo de cinco años. Por otra parte, alega la comisión potosina que el Plan de San Luis Potosí ofrecía el sufragio efectivo y que, por lo tanto, Madero no debe imponer candidaturas. Cuando oyó esto el tiranuelo dijo rojo de rabia: Cepeda debe ser el Gobernador, y para conseguirlo, romperé la Constitución y el Plan de San Luis.
Maderistas de buena fe: mucho os he hablado sobre la inocencia de los pueblos que creen en las promesas de los que ambicionan encaramarse sobre sus hermanos. Madero fue ayer el defensor de la Democracia. ¿Qué es ahora que ya consiguió encaramarse sobre los hombros del pueblo? ¡Un tirano!
La ley, lo repito una vez más, es el trapo del suelo de los gobernantes. No luchemos por encaramar a nadie sobre nuestros hombros. Luchemos por conquistar algo efectivo: la tierra y la maquinaria de producción.
Maderistas: imitad el noble ejemplo de muchos de vuestros hermanos que han desertado de las filas del maderismo, para unirse a los liberales que luchan con entusiasmo por obtener la libertad económica al grito sublime de ¡Tierra y Libertad!
No esperéis a que un gobierno ponga en vuestras manos la tierra, el taller, la fábrica, la mina, el barco, el ferrocarril, todo lo que es necesario para la producción y distribución de la riqueza. Eso debemos tomarlo con las armas en la mano desconociendo el derecho que los capitalistas se otorgan a sí mismos de retener en sus manos lo que las manos de los trabajadores han hecho. Neguemos resueltamente ese derecho que es inicuo; que no se derrame más sangre para encumbrar ambiciosos. Que se derrame, sí, toda la que sea necesaria, para que no haya miseria, para que todos tengan qué comer, para que ya no haya hombres que tengan a su servicio a otros hombres, para que todos seamos iguales, hermanos libres y tan felices como humanamente se pueda serIo.
Todo eso se conseguirá si nos apartamos todos de la política y luchamos resueltamente por arrebatar de las manos de los ricos todo lo que detentan para que sea de todos.
Arriba, pues, soldados maderistas. Enarbolad la Bandera Roja poniendo en ella esta inscripción en letras blancas: Tierra y Libertad. Volved las bocas de vuestros fusiles contra Madero, contra De la Barra, contra cualquiera que pretenda gobernar, y por dondequiera que vayáis, aconsejad a los peones que trabajen las haciendas por su cuenta; a los mineros decid que extraigan los metales y el carbón también por su cuenta; a los obreros de las fábricas invitadlos a que hagan lo mismo, y así sucesivamente. Aconsejad que se formen grandes almacenes con lo que produzcan los trabajadores, para que todos los que hayan contribuido a la producción, tengan derecho de tomar todo lo que necesiten.
Hombres de buena voluntad pueden levantar estadísticas de todo lo que existe en los almacenes de la burguesía para que las comunidades sepan con qué elementos se cuenta para la subsistencia de las mismas mientras se ara la tierra, se siembra el grano y se recoje la primera cosecha; mientras en las fábricas, en las fundiciones, en los talleres, en las minas, se activa la producción de todo lo que sea necesario. Hágase libre uso de los ferrocarriles, barcos y otros medios de transportación y distribución de los efectos elaborados, de los granos cosechados, de todo lo que necesiten otras comunidades productoras, las que harán otro tanto con lo que necesiten las primeras, estableciéndose así un intercambio de productos de las comunidades.
Todo eso es sencillísimo, para llegar a ello no se necesita la intervención del polizonte ni del gobierno. Se necesita: buena voluntad. Dejémonos los pobres de confiar en que los hombres inteligentes piensen por nosotros: pensemos con nuestra cabeza. Dejémonos de rompernos las crismas unos con otros por elevar a la Presidencia a este o aquel individuo. Lo primero es comer, trabajar menos, habitar casas sanas que, después, habrá tiempo bastante para educarnos.
Pero todo eso hay que obtenerlo por medio de la fuerza. No hay que esperar nada de ningún gobierno, porque éstos no son otra cosa que los guardianes de la clase capitalista.
Ya es tiempo de que la plebe arregle las cosas. Ya es tiempo de que los pobres, los eternos humillados, los eternos esclavos, nos resolvamos a hacer algo digno de la cultura del siglo. ¡Abajo los ricos! ¡Viva Tierra y Libertad! ¡Muera el Hambre!
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 29 de julio de 1911).
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