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A LOS HUELGUISTAS Y A LOS TRABAJADORES EN GENERAL
Compañeros:
Las circunstancias especiales en que se encuentra el país son excepcionalmente propicias para que la clase trabajadora se aproveche de ellas y conquiste, de una vez para siempre, su libertad económica.
El Capital y la Autoridad se desquician en la vasta extensión del territorio nacional a los golpes reivindicadores del Partido Liberal Mexicano. Los negocios se suspenden; las fábricas, los talleres, las minas cierran sus puertas; en las haciendas yacen inactivos los instrumentos de agricultura; el tráfico ferrocarrilero denuncia una baja considerable en las transportaciones; el pánico producido por la actividad de los liberales que luchan por Tierra y Libertad, determina la exportación de millones de cabezas de ganado de todas clases, de las haciendas de Madero, Treviño, Terrazas y otros bandoleros; la desobediencia plausible de los soldados maderistas que no rinden las armas; la división de la clase capitalista en un sinnúmero de banderías; la ruptura de las relaciones amigables entre Madero y De la Barra; el reyismo preparándose para el cuartelazo; la clerigalla asomando la cabeza y enarbolando audazmente la bandera negra del retroceso; el caciquismo flagelando a los pueblos con la rabia del que se siente perdido y orillando a tomar resoluciones extremas; los científicos, afilando el puñal que ha de atravesar el corazón de Reyes y dando al cadáver de Madero un puntapié para hacerlo llegar más pronto al fondo del sepulcro que con sus ambiciones bastardas ahondó él mismo; los rescoldos del odio entre maderistas y federales avivados por el soplo oportunísimo de las ambiciones de los jefes de ambos bandos; el ansia de poderío y de grandeza de los politicastros de todos los matices soliviantando las pasiones de las masas con los beneficios ilusorios de la boleta electoral; las Legislaturas y las asambleas municipales disueltas por la fuerza, cuando no se prestan a servir a un cacique que les ofrece menos que el cacique que regentea esos rebaños de representantes del pueblo; los combates frecuentes entre maderistas por cuestiones de supremacías; la huelga general desconcertando por igual a amos y tiranos; el ejército de los sin trabajo desfilando por las calles y las plazas de las ciudades; las multitudes hambrientas y enflaquecidas comenzando a lanzar miradas de odio hacia los palacios de la espantada burguesía; la toma por medio del saqueo de las existencias de las tiendas y de las fábricas por mujeres, niños y ancianos; los peones vengando seculares agravios con el incendio de los sembradíos y la muerte de los amos; todo esto es el caos, la ebullición formidable de todas las tendencias buenas y malas, de todas las ambiciones, de todos los apetitos. El crimen y la virtud, el bien y el mal, lo grande y lo pequeño, todo contribuyendo a avivar el fuego que tendrá como consecuencia o la total desaparición de una raza si ésta es incapaz de regenerarse por medio de la lucha y se somete cobarde a sus verdugos, o su luminosa regeneración si, sin cobardías, continúa la lucha hasta su fin: la emancipación económica, política y social del pueblo mexicano.
Compañeros mexicanos: en estos momentos solemnes de la historia de las luchas de la humanidad por su progreso y su perfección, millones de ojos inteligentes os contemplan a través de los océanos desde otros continentes, desde otras tierras, con la emoción del que espera una resolución definitiva de vida y de muerte, porque, sabedlo, trabajadores mexicanos, vuestro triunfo será la aurora de un nuevo día para todos los oprimidos de la Tierra, así como vuestra derrota determinará el remache de las cadenas de todos los trabajadores del mundo.
Cientos de huelgas se registran en estos momentos en todo el país de carácter más o menos revolucionario. Hasta hoy, las mejores huelgas han sido las de los peones de campo del Estado de Yucatán, porque los compañeros trabajadores no han asumido esa actitud inofensiva de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos en espera de mejores salarios y reducción de horas de trabajo, Los peones de las haciendas yucatecas han tomado posesión de muchas de ellas y las están trabajando por su cuenta, desconociendo resueltamente eI derecho de los ricos de tener a salario a los trabajadores. Otros actos notables de reivindicación de los derechos de los productores han sido la toma de posesión de la tierra por los habitantes del Estado de Morelos; para trabajarla sin amos, pues se ha desconocido a éstos el derecho de propiedad; la toma de posesión de la tierra por los camaradas yaquis y la heroica lucha de éstos contra Ias fuerzas de Madero que pretenden desalojarlos de sus tierras; la toma de posesión de la tierra por los revolucionarios de algunos pueblos de la costa de Sotavento en Veracruz; la toma de posesión de la tierra por algunas comunidades indígenas del Estado de Jalisco. En otros Estados se está haciendo lo mismo por poblaciones dignísimas que han perdido la fe en los Gobiernos y que se hacen justicia por sus propias manos.
Las huelgas de carácter revolucionario se han concretado a volar fábricas con dinamita, a arrasan plantíos, a desplomar minas; pero hay que reflexionar sobre esto. Si se destruye la maquinaria poco se ganará. Hay que tomar resueltamente posesión de las fábricas, de los talleres, de las minas, de las fundiciones, etc. En lugar de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos, en lugar de destruir el patrimonio común, compañeros, hermanos trabajadores, seguid trabajando; pero con una condición: de no trabajar para los patrones, sino para vosotros y vuestras familias.
Dejad en pie la fábrica, no desploméis la mina, no arraséis los sembrados y aprovechaos de todo. Mientras vuestros hermanos liberales se baten con los sicarios del Capital y la Autoridad, continuad vuestros trabajos y armaos, también, para defender lo que ya es vuestro. No penséis en que los ricos tienen derecho a explotaros. Ese derecho es criminal, porque todo lo que tienen los ricos ha sido de vuestras manos o es un bien natural, común a todos, como la tierra, los bosques, los ríos. Trabajad para que nada os falte durante esta tremenda lucha contra todas las opresiones. Los trabajadores del campo surtirán de víveres y de materia prima a los trabajadores de las fábricas y de los talleres, y, recíprocamente, los trabajadores de las fábricas y de los talleres surtirán a sus hermanos del campo de herramientas, vestidos, etc. Lo mismo harán los trabajadores de las minas, de las fundiciones, de las construcciones de casas, quedando establecido un intercambio de productos, para cuya distribución hay que usar libremente los ferrocarriles y todos los medios de transportación de materia prima o elaborada.
Compañeros: la ocasión es propicia para que los trabajadores conquisten su libertad económica. La Autoridad es en estos momentos una pluma a merced de todos los vientos. El Capital es un trono minado hasta sus cimientos. No se necesita otra cosa para triunfar que desconocer el derecho de propiedad individual y dar el golpe de gracia a la Autoridad.
¡Manos a la obra, camaradas! A tomar posesión inmediata de todo cuanto la Naturaleza nos brinda y la mano y el cerebro del hombre han creado.
La huelga no es redentora. La huelga es una vieja arma que perdió su filo dando golpes contra la solidaridad burguesa y la ley de hierro de la oferta y la demanda. La huelga no es redentora porque reconoce el derecho de propiedad, considera que el patrón tiene derecho a quedarse con parte del producto del trabajo humano. Se gana una huelga; pero el precio de los productos aumenta y la ganancia para el trabajador es perfectamente ilusoria. Lo que antes de la huelga valía, por ejemplo, un centavo, después de que ha sido ganada la huelga valdrá dos, con lo que el Capital nada pierde y sí pierde el trabajador.
La abolición de la miseria se obtendrá cuando el trabajador se haga el propósito de desconocer el derecho de propiedad.
Mexicanos: éste es el momento oportuno. Tomad posesión de todo cuanto existe. No paguéis contribuciones al Gobierno; no paguéis la renta de las casas que ocupáis; tomad las haciendas para trabajar la tierra en común, haciendo uso de la excelente maquinaria que tienen los burgueses; quedaos con fábricas, talleres, minas, etc. Así acabaréis con la miseria, así os dignificaréis ante los ojos inteligentes que en estos momentos solemnes dirigen sus miradas hacia México.
No tengáis miedo a la muerte; tened miedo a la humillación de ser esclavos, de ser apaleados, de ser vistos con desprecio por los señores barrigones que os explotan. Escupid al rostro de los que os dicen que todo se puede conseguir por medios pacificos. Escupid al rostro de los que os prometen redimiros para cuando estén en el Poder. A ésos, ¡ahorcadlos!
Conque, camaradas, ¡a la expropiación!
Ricardo Flores Magón
(De Regeneración, 5 de agosto de 1911).
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