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LA LUCHA DE CLASES

Al principio se creyó en los altos círculos financieros del mundo que Madero era un hombre de voluntad férrea, un genio organizador, un hombre amado por el pueblo, capaz de cimentar la paz que tanto desean los que, al amparo de ella, se entregan tranquilamente a la tarea de explotar el trabajo humano.

Madero había prometido solemnemente al capital extranjero mejores beneficios que los que obtuvo bajo el despotismo de Díaz; pero como el Capital sólo recibe beneficios cuando el pueblo está en paz, cuando la clase trabajadora se resigna a dejarse robar por la burguesía y es Io que no se puede conseguir ahora en México, los buitres de Nueva York, de Chicago, de las grandes ciudades del mundo, han retirado la confianza que habían depositado en Francisco I. Madero que, aunque ha probado ser un tirano, ha probado al mismo tiempo no tener el talento que los tiranos necesitan para someter a un pueblo.

Madero dijo al firmar los tratados de paz, que ésta estaría hecha automáticamente en todo el país en unas cuantas horas. Casi tres meses han pasado desde que esos tratados fueron firmados; casi tres meses han transcurrido desde que Porfirio Díaz abandonó el Sillón Presidencial, y en todo ese tiempo no ha dejado de haber lucha; en todo ese tiempo, Madero ha hecho todo lo que ha podido por conseguir el desarme de las fuerzas maderistas; pero éstas se resisten con razón: quieren que se de la tierra que el ambicioso vulgar ofreció, ofrecimiento que no puede cumplir, porque la libertad económica no es un don que se ha de esperar del gobierno, sino del esfuerzo y audacia de la clase trabajadora.

Ante el robustecimiento que día a día adquiere el movimiento del Partido Liberal Mexicano que no ha cesado de luchar un solo momento durante estos últimos tres meses; ante las consecuencias de nuestra lucha y de nuestra propaganda que están dando como resultado la toma de posesión de las haciendas por los peones, quienes han comenzado a trabajarlas por su cuenta en varios Estados de la República, así como las huelgas de carácter revolucionario que día a día estallan en todo el país; ante la orientación bien clara de la Revolución hacia la solución del Problema del Hambre; ante el desprecio que siente la clase trabajadora por la lucha en el terreno político, pues los proletarios están convencidos de que es por medio de la fuerza como podrán tomar posesión de la tierra y de todas las industrias, el capitalismo extranjero se ha alarmado, ve que Madero es impotente para sofocar el movimiento económico por una parte y poner fin por la otra al caos político que las ambiciones de las banderías burguesas han creado en el seno mismo del gobierno, y ha buscado entre ellas docenas de candidatos que como corchos flotan sin dirección en el encrespado mar de la situación mexicana, buscando el más a propósito para dominar las ambiciones de los políticos y restaurar el orden burgués en que los ricos, los militares y los clérigos tienen manga ancha para la satisfacción de todos sus apetitos.

El hombre es Reyes. Este es el escogido por el capitalismo extranjero para establecer una dictadura militar que con mano de hierro aplaste las ambiciones de los políticos y detenga la avasalladora marcha de las reivindicaciones proletarias.

Desde hoy puede asegurarse que Reyes aplastará a los políticos, porque esos cobardes se rinden ante el fuerte; pero las reivindicaciones proletarias a cuya cabeza está la acción revolucionaria del Partido Liberal Mexicano, no podrán ser detenidas en su marcha. Por el contrario, los hambrientos redoblaremos nuestros esfuerzos y la lucha de clases adquirirá caracteres de catástrofe, el sol mexicano alumbrará montañas de cráneos de burgueses, de políticos, de mandones; ríos de sangre correrán en la montaña, en el valle, hasta que sobre las ruinas de un sistema incapaz de garantizar al ser humano la libertad y el bienestar, quede triunfadora la Bandera Roja y el sol mexicano alumbre las frentes de los plebeyos libres ya de toda clase de tiranos.

¡Viva Tierra y Libertad!

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, 19 de agosto de 1911).


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