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EL NIÑO MÁRTIR

Aquí tenéis el retrato del inocente (En el ejemplar del periódico de donde seleccionamos este artículo, se encuentra una fotografía de León Cárdenas, el niño a quien hace referencia Ricardo Flores Magón. Nota de Chantal López y Omar Cortés) que tuvo la desgracia de ser señalado como el autor de un horripilante crimen, por las turbas semisalvajes de vaqueros americanos que pululan en las planicies del salvaje Estado de Texas.

Contemplad el rostro de ese niño y comparadlo con las carotas patibularias de los bárbaros americanos llamados cowboys.

En la revista, en el teatro, en la tela (Referencia a una pantalla cinematográfica. Nota de Chantal López y Omar Cortés) donde se proyectan las vistas cinematográficas habréis visto al cowboy, vestido como un salvaje, disparando tiros a diestra y a siniestra, fanfarrón, borracho, provocador, raptor, ladrón, pendenciero.

Recorred las planicies texanas y os veréis asaltados por esos hombres semi-bandidos. Si váis solos, os ultrajarán. ¡Cuántos mexicanos salen de un poblado en busca de trabajo y ya no regresan a sus hogares! ¡Cuántos mexicanos han sido cazados por gusto por americanos borrachos que se adiestran en el manejo de las armas de fuego tomando como blanco de sus tiros a algún mexicano que pasa!

La presencia de un cowboy inquieta como la presencia de un chacal. Su vida nómada en las estepas texanas, los hace duros y brutales. Las comidas copiosas compuestas de leche fresca y pura, huevos, carne de la mejor calidad, jamón, todo esto amenizado con sendos tragos de wiskey, agravado todo con la ausencia de mujeres, hacen que estos hombres estén continuamente atenaceados por la lujuria y ¡guay de la pobre muchacha que su desgracia la coloque sola y frente de uno de esos salvajes en la soledad de las llanuras! ¡Esa muchacha es ultrajada irremisiblemente y matada después ... para que no hable!

Después de cometido el delito, el criminal se presenta ante los de su calaña y denuncia como autor del hecho a tal o cual mexicano o a tal o cual negro, pues negros y mexicanos somos los más perseguidos, los más ultrajados, los más vejados por los civilizados norteamericanos que tienen envidia de nuestra inteligencia y de nuestros hábitos de probidad y de laboriosidad.

Con el niño León Cárdenas ha sucedido lo mismo. Algún desalmado cowboy ultrajó primero y asesinó después a la mujer que en vida se llamó Emma Brown, echando después la responsabilidad sobre el inocente mexicanito.

El día en que se cometió el crimen, León Cárdenas lo pasó trabajando en la tienda de Sam Crasway, su patrón. Por la noche, acompañado del compañero León Cárdenas Martínez, su padre, se retiró a su casa a dormir. ¿Cómo pudo haber cometido el asesinato a tres millas de distancia del lugar en que estuvo trabajando?

Por carta que tenemos del compañero León Cárdenas Martínez, nos informamos de que se está tramitando la petición que se ha hecho sobre que se conceda nuevo jurado al mexicanito, y todos debemos ayudar en este caso enviando dinero a la nueva dirección del compañero Martínez: P. O. Box 1124, El Paso, Texas.

Una agitación intensa se está llevando a cabo por arrebatar de manos del verdugo la tierna vida de un inocente.

Mexicanos: recordad cuántos hombres de nuestra raza han sido asesinados por las turbas salvajes del sur de este país. Unámonos para que cuando se pretenda cometer otro atropello contra un mexicano, estemos listos a defenderlo. Hoy debemos agruparnos todos alrededor del niño Cárdenas. Hay serios temores de que las chusmas americanas se echen sobre la cárcel en que se encuentra prisionero el mártir, para sacarlo, amarrarlo de un poste, empaparlo de petróleo y prenderle fuego. No lo permitamos, mexicanos. Hagámonos respetar puesto que somos hombres como cualesquiera otros y tenemos derecho a que se nos respete dondequiera que nos encontremos.

A ayudar todos al padre del niño.

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, 16 de septiembre de 1911).


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