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ARTÍCULOS POLÍTICOS 1914
Ricardo Flores Magón
Selección de Chantal López y Omar Cortés
LOS PRESOS DE PHOENIX
Estamos en presencia de un caso típico de justicia burguesa, o mejor aún de justicia americana, que es la justicia burguesa por excelencia.
Se recordará que en el número anterior hablábamos de un supuesto movimiento revolucionario en Arizona que, al decir de la prensa burguesa, tan novelera, tan frívola, tan estúpida, tan servil, tan amarilla, iba a ser iniciado por revolucionarios mexicanos y que tenía como objetivo inmediato la toma de la ciudad de Phoenix, capital del Estado dé Arizona, y, como fin, según esa misma prensa, la marcha del ejército rebelde sobre México para luchar ahí por el principio salvador de Tierra y Libertad.
Dijimos también que algunos de los presos en conexión con ese movímiento, son miembros del Partido Liberal Mexicano, trabajadores honrados, abnegados, luchadores que por muchos anos no han tenido en la mente más que este pensamíento: la libertad económíca, política, social de la clase trabajadora.
Se encuentran en la cárcel de Phoenix los siguientes compañeros: Teodoro M. Gaytán, Juan Moroyoqui, Lorenzo Luna, Francisco Molina, Francisco Bajeca, Juan Rivera, Alberto Moreno, José Encinas, Tomás Calderón, Teodoro Ramos, Trinidad N. Córdoba, J. M. Lugo e Ignacio Lugo.
No hay ni uno solo de estos trabajadores que sea culpable de lo que se les acusa; pero como ellos se han distínguído síempre como militantes, como nunca han desperdiciado oportunidad para enseñar a sus hermanos de cadenas que el rico no tiene derecho a aprovecharse del trabajo de los pobres, y que si el robo que cometen los ricos del trabajo de los pobres no es castigado por la ley, es porque la autoridad no es más que la alcahueta de los crímenes que cometen los burgueses. Estas lecciones dadas a los humildes, constituyen el delito por el cual esos nobles trabajadores se encuentran presos. Por su actividad como propagandistas se atrajeron el odio de la burguesía de Arizona, la que pensó que la mejor manera de deshacerse de ese elemento que abría los ojos a los explotados, era arrojar a presidio a todos sus componentes; pero se necesitaba una excusa para encerrar a ese puñado de hombres honrados, un pretexto que pudiera aparecer ante los ojos del pueblo trabajador como causa justificada de su arresto.
La excusa no tardó en presentarse. Julio Mancillas, individuo que ha estado varias veces a sueldo de los cónsules mexicanos en los Estados Unidos, para espiar los movimientos de los trabajadores mexicanos, logró captarse la confianza de algunos revolucionarios de Phoenix y pudo de esa manera introducirse entre el elemento consciente de la ciudad. Mancillas, se dice, instigó a los trabajadores mexicanos a que se levantaran en armas, y, cuando ya tenía comprometidos a muchos, vendió el secreto a ciertas autoridades de Phoenix, las que desde luego procedieron a arrestar, no a los comprometidos con Mancilla, sino a los que más teme, a los que siempre ha temido, a los reconocidos como activos y abnegados, a los que se han significado por su honradez y por su lealtad a la causa de los desheredados.
Se dice que Mancillas recibió la suma de quinientos dólares como precio de su trabajo de librar a la sociedad burguesa de la actividad de los honrados trabajadores presos.
Pero no bastaba con el testimonio de Mancillas; la ley requiere que haya dos testimonios iguales para que pueda haber arresto. Mancillas, se dice, se apersonó con S. L. Badillo, uno de los arrestados, y le dijo que si él, Badillo, se prestaba a declarar contra los demás presos, quedaría en libertad y recibiría una suma igual a la que él había recibido. Badillo aceptó y quedó en libertad, según se asegura.
El testimonio de esos dos individuos es el que condena a nuestros pobres compañeros.
Puede decirse, sin temor a equivocarse, que fue la autoridad la provocadora del proyecto de insurrección, y que, si ha habido alguna conspiración, esa conspiración ha sido la de los burgueses de Arizona para sembrar el terror entre los trabajadores que más se han significado en la propaganda contra el capital y la autoridad.
Culpables o no culpables nuestros compañeros conforme las regulaciones de la ley burguesa, ellos tienen toda nuestra simpatía y merecen el apoyo decidido de los trabajadores honrados. Gaytán, Bajeca, Córdoba, Lugo, etc., son hombres que se han consagrado a defender a sus hermanos de clase. Los presos de Phoenix merecen ser ayudados por los trabajadores para que puedan defenderse. Gaytán no ha cometido otro delito que ser fiel a la causa de los trabajadores, y no hay contra él la más ligera evidencia. Lo mismo puede decirse de los demás.
A ayudar a todos esos hermanos. Envíense contribuciones para la defensa de los compañeros de Arizona. Nosotros queremos contratar un abogado que vaya a defenderlos; pero no contamos con fondos para hacer el anticipo de una parte de los honorarios que todo abogado acostumbra pedir. No tenemos dinero ni para publicar REGENERACIÓN que está saliendo a luz con mucha irregularidad.
En octubre serán llevados esos compañeros ante el jurado. No hay, pues, tiempo que perder. Manos a la obra.
(De Regeneración, N° 200 del 12 de septiembre de 1914)
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