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ARTÍCULOS POLÍTICOS 1915
CARRANZA CONTRA LOS TRABAJADORES
RICARDO FLORES MAGÓN
Progreso revolucionario
Debemos sentirnos satisfechos. La semilla sembrada por nosotros no fue depositada en tierra ingrata. Las ideas anarquistas se han abierto paso en México y se agitan dentro de los cráneos de los desheredados.
Los sacrificios de los miembros del Partido Liberal Mexicano no han sido estériles. Ruda ha sido la contienda; pero la sangre de los nuestros no ha sido derramada inútilmente; las torturas que los núestros han sufrido y sufren en los presidios, tienen su recompensa en el progreso alcanzado en los últimos cuatro años de revolución.
Todo hombre inteligente y estudioso habrá podido notar que la revolución mexicana se orienta cada vez mejor hacia el comunismo anarquista. Ya no son solamente los nuestros, sino los hombres del campo contrario, los afiliados a las banderías autoritarias, los que hacen declaraciones que indican que se ven forzados a hacerlas en vista de que entre la masa fermenta una rebeldía encaminada a destruir el sistema económico, político y social que impera en el mundo, para fundar los cimientos de un nuevo orden de cosas que se concilie mejor con la libertad y la justicia.
Hay que tener presente que, cuando los líderes o jefes exponen lo que ellos llaman sus principios, lo hacen para halagar las ideas populares y hacerse de adeptos que no conseguirían si expusieran principios antipáticos a las masas, de manera que, si los caudillos hablan contra el actual sistema, es porque en los pechos de los hijos del pueblo animan sentimientos hostiles contra los tres grandes enemigos de la humanidad: autoridad, capital, clero.
Tenemos a la vista varios documentos carrancistas en los que se ve con toda claridad el deseo que tiene el carrancismo de hacerse simpático a las masas. Uno de ellos es un manifiesto expedido por el teniente coronel carrancista, Juan Hernández García, en el Estado de Nuevo León, del cual copiamos los siguientes párrafos:
... esta lucha sangrienta es una guerra a muerte, de los hombres del trabajo contra los hombres que viven del engaño y la explotación: capitalistas y políticos, frailes y militares que viven, como es notorio, del asesinato y del robo consagrados en derechos y sancionados por la ley. Esta contienda la debe sostener el pueblo aunque surjan muchos renegados de los principios revolucionarios, para cuyo triunfo práctico continuamos luchando, sin personalismo, los hijos del trabajo y en cuya tarea colosal deben secundarnos todos nuestros hermanos de miseria y esclavitud, uniendo sus esfuerzos y sumando sus voluntades a las nuestras, ya sea con las armas en la mano, con la pluma, en los combates, en la prensa, en la tribuna roja o formando uniones o sindicatos obreros en todas las poblaciones, colonias agrícolas en los campos para sembrar la abundancia, para hacer la limpia de los parásitos sociales, para acabar los asesinos y para llevar a la horca a todos los verdugos del pueblo.
Toda revolución de principios, que persigue la satisfacción inmediata de las necesidades populares, con hechos, no con teorías, con prácticas y beneficios tangibles, no con prédicas ni falsas promesas como empieza y acaba toda reacción conservadora, como engaña y sugestiona toda revoluclón meramente política y como matan, matan y matan ambas; toda protesta de un pueblo labOrioso y consciente que hace con procedimientos revolucionarios lo que los gobiernos burgueses no harán jamás con sus leyes de limosna para el pueblo, tales fenómenos sociológicos constituyen una verdadera revolución social.
Y ésta tiene como objetivo inmediato deshacer lo malo y hacer lo bueno, demoler cuanto estorbe al progreso del individuo, cuanto impida el imperio de la justicia, todo lo que niegue la vida integral de la especie humana; crear el bien común sobre moldes enteramente nuevos que no imiten ningún formulismo autoritario, centralista o absolutista del régimen que se derrumba.
Otro documento importante es una conferencia por el Dr. Atl, prohombre del carrancismo y alto funcionario del ministerio de Relaciones Exteriores del gabinete de Venustiano Carranza. Dicha conferencia fue leída el 2 de febrero en el Teatro Arben de la ciudad de México. He aquí algunos párrafos reveladores de lo que piensa y siente el pueblo:
El Estado de hoy, como el feudo de ayer y la ciudad de la antiguedad, son cristalizaciones de las tres únicas formas generadoras y monopolizadoras, durante todos los siglos, de las energías y de la inteligencia de los hombres: la religión, el militarismo y el comercio.
Contra ellas se vuelve airada y justiciera la conciencia activa de la humanidad nueva.
Esta conciencia está simbolizada por la acción violenta de los grupos revolucionarios y de los hombres conscientes y desinteresados que forman la revolución mexicana.
Las tendencias a realizar las reformas que necesita el pueblo fuera de la acción de todo gobierno, antes de que cualquier forma de gobierno pueda constituirse, son una prueba evidente de que la revolución mexicana admite, de una manera formal que no es posible reformar dentro del Estado.
Este radicalismo poderoso es lo que constituye el terror de las cancillertas europeas y de los hombres de negocios, porque ambos comprenden el peligro que corren las instituciones políticas actuales que rigen al mundo y los intereses que los extranjeros tienen en México. Pero este radicalismo constituye también la fuerza esencial, la razón de ser más profunda de la revolución.
Nosotros luchamos dentro de una misma raza por destruir las causas primordiales que han originado el conflicto europeo: Por el aniquilamiento del régimen capitalista, clerical y militarista.
Comprendamos que satisfacer honrada y prácticamente las necesidades de esta raza (la mexicana), es ... realizar la obra que tendrá el prestigio y la gloria de haber implantado, por primera vez en la historia, las reformas que nos emanciparán efectivamente de la tiranía del militarismo, de la religión y del gobierno.
La revolución mexicana puede hacer avanzar centenares de años el progreso social humano, si se tiene el valor, la conciencia, la audacia y la fe de realizar las aspiraciones del pueblo, aspiraciones que sintetizan por su diverso carácter y por la violencia de sus manifestaciones, los anhelos de los otros pueblos.
Los gobiernos han sido siempre los más terribles enemigos de nuestra causa ...
Por nuestras principales condiciones telúricas, étnicas, biológicas y sociales, estamos en condiciones de destruir más fácilmente las instituciones, las leyes, los prejuicios, los intereses creados y podemos, con mayor seguridad, hacer fructificar sobre la tierra abonada de podredumbre, los principios que nos darán el bienestar material y la libre acción de la inteligencia, las dos más grandes conquistas a que puede aspirar el género humano.
Companeros, ciudadanos armados, vosotros los que habéis luchado con fe, con denuedo, desinteresadamente, en medio de intensas amarguras y decepciones y que estáis, firmes sobre la brecha ...; vosotros, soldados gloriosos, labradores armados, obreros conscientes ... que habéis dejado la tranquilidad de vuestros hogares por ser lógicos con el progreso humano yo os digo: si nuestra revolución no ha triunfado, es porque hasta hoy ha querido mantenerse dentro de los límites de la nación, sin comprender que su acción efectiva es internacional, porque los derechos que proclama, no son los derechos de un pueblo, son los derechos de la humanidad.
Cuando la humanidad haya escuchado nuestra voz, toda entera, la humanidad que sufre, la humanidad que lucha, la humanidad que piensa, la humanidad nueva, nos dará la victoria.
Si nuestra revolución no ha triunfado, es porque no nos hemos atrevido a romper definitivamente con el pasado, porque tenemos todavía el respeto ancestral de la ley, el respeto sagrado de las instituciones políticas que gobiernan al mundo y porque no estamos suficientemente compenetrados de que la única razón de ser de la vida, es la constante transformación, la constante victoria sobre el pasado.
¿Quién nos puede garantizar ante la ensenanza de la historia y después de las conquistas de la ciencia, que las instituciones y las leyes, que las religiones o la propiedad son una forma respetable e inmutable?
¿Quién nos garantiza, comerciantes en petróleo, quién nos garantiza, abarroteros. macros, quién nos garantiza, monopolizadores de la tierra, que la propiedad adquirida, las concesiones. gubernativas y las intrigas políticas son invulnerables, intransformables, eternas?
De todo lo que he venido exponiendo se desprende que el conjunto de las ambiciones libertarias del pueblo mexicano constituye una potente energía que trata de romper abiertamente con todas las instituciones burguesas ...
En una conferencia que el mismo Dr. Atl dió en Veracruz, según se ve en el periódico socialista The Call, de Nueva York, en su número del 15 del pasado febrero, se ven párrafos interesantes, de los cuales copiamos algunos:
Si nosotros no tenemos el valor de dar al pueblo lo que le pertenece por derecho natural y por derecho de conquista, pues es él quien cultiva la tierra y la hace producir, él continuará exigiendo siempre lo que le pertenece.
Nosotros debemos dar la tierra al pueblo, observando la anica ley que debe regir la propiedad de la tierra, y es ésta: la tierra pertenece al que la trabaja.
Así hablan los prohombres del carrancismo, y, al hablar de esa manera, no lo hacen por el placer de manifestar sus opiniones, sino animados por el deseo de atraerse las simpatías de los trabajadores mexicanos que, pésele a quien le pese, saben que no puede haber libertad, si ésta no se funda sobre la firme base de la independencia económica. El trabajador mexicano, en general, ha llegado a comprender que mientras la tierra y la maquinaria continúen siendo la propiedad exclusiva de unos cuantos, la miseria y la tiranía le tendrán siempre bajo sus garras.
No hay que desmayar, compañeros. ¡Adelante!
Recordemos que al principio, los partidos personalistas burgueses no se atrevían a hablar contra el capital, la Iglesia y el Estado, y condenaban nuestra propaganda anticapitalista y antiautoritaria. Ahora, no desdeñan ellos criticar el sistema que nosotros combatimos. Es que nuestras vidas se imponen. ¡Adelante!
(De Regeneración, del 6 de marzo de 1915, N° 205).
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