Índice de Carranza contra los trabajadores (Artículos políticos 1915) de Ricardo Flores MagónAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

ARTÍCULOS POLÍTICOS 1915
CARRANZA CONTRA LOS TRABAJADORES
RICARDO FLORES MAGÓN

La revolución en pie


Venustiano Carranza ha sido escogido por los gobiernos de algunas naciones para que gobierne al pueblo mexicano, no ha sido el pueblo mexicano quien ha escogido a Venustiano Carranza para gobernante.

Los embajadores de Argentina, Brasil y Chile, los ministros de Bolivia, Uruguay y Guatemala y el Secretario de Estado Lansing, por el gobierno americano, debidamente autorizados por sus repectivos gobiernos, reconocieron formalmente a Venustiano Carranza el 19 de este mes, como Jefe del poder ejecutivo de la República Mexicana.

Creen los gobiernos extranjeros que ese acto de intromisión en los asuntos del pueblo mexicano, pondrá fin a la lucha armada que por cinco años ha tenido como escenario la bella tierra mexicana. ¡Colosal error!

La revolución es un fenómeno social producido por fuerzas completamente ajenas a la voluntad o a los deseos de los diplomáticos y los gobernantes. La revolución es la materialización del descontento popular; es la manifestación, en forma violenta, del deseo vehementemente sentido de abandonar una existencia de miseria y abyección, por otra de bienestar y libertad. La revolución es un fenómeno social que tiene raíces muy hondas, como profundos son los sufrimientos populares que las alimentan, y hasta esas profundidades no llegan los políticos cuando quieren poner fin a una verdadera revolución.

Si la revolución mexicana fuera solamente el resultado de un conflicto entre caudillos, entre ambiciosos que desean escalar las gradas del poder, cinco conferencias celebradas entre políticos, que es el número de las que han celebrado los representantes de las Repúblicas latinoamericanas y Lansing, serían mAs que suficientes para obtener la pacificación del país; pero desgraciadamente para los políticos y los intereses por ellos representados, los intereses del capital, de la autoridad y del clero, no se trata en México de elegir un presidente, sino de algo más serio, de algo más grande, de algo más trascendental: la conquista del derecho de vivir, esto es, del derecho que todo ser humano tiene, por el solo hecho de venir a la vida, de tener pan, albergue, instrucción y el goce de todas las dichas que puedan obtenerse del grado de adelanto alcanzado por la humanidad.

Este derecho primordial, este sagrado derecho por el cual derrama generosamente su sangre el proletariado mexicano, no ha sido objeto de discución por parte de los conferencistas panamericanos. Nada les importó a aquellos elegantes y satisfechos señores que el proletariado mexicano sufriera miseria y esclavitud, y que, contra esos dos males se encontrara con las armas en la mano.

Lo interesante para esos pulcros caballeros es salvar la vida a las instituciones burguesas: capital, autoridad, clero, bastante comprometidas por la revolución.

Ni una mirada a los sufrimientos del pueblo, por más que fueron motivos de humanidad los que invocaron para entrometerse en los asuntos mexicanos esta última vez; por más que fueron los mismos motivos los que se invocaron la vez pasada, cuando las conferencias se celebraron en Niágara Falls, y Wilson instruyó a los delegados americanos a que no admitieran ningún arreglo que no tuviera como base el compromiso, por parte de la facción que quisiera ser reconocida, de poner la tierra en manos de los trabajadores. Todo se ha reducido a obtener de Carranza la promesa de que protegiera a los capitalistas y al clero y pagara los perjuicios que la revolución ha causado a los burgueses mexicanos y extranjeros.

La revolución, por lo tanto, queda en pie, intacta, formidable. Carranza y sus satélites se rinden al capital, la autoridad y el clero, no así el desheredado que continuará luchando porque el nada gana con la rendición de los caudillos, pues su problema queda en pie, no ha sido resuelto en los conciliábulos de los diplomáticos, por el contrario, en esos conciliábulos se ha arreglado que las cosas queden en el mismo estado en que se encontraban cuando Porfirio Díaz era el amo y señor de la nación mexicana.

La traición de Ciudad Ju6rez (1), llevada a cabo por Francisco I. Madero en mayo de 1911, se reproduce ahora en Nueva York por Venustiano Carranza y se continuará reproduciendo indefinidamente mientras haya proletarios que sigan creyendo que puede existir un gobierno benéfico para los pobres.

Los proletarios carrancistas nada han ganado con la rendición de su jefe a los capitalistas y al clero, y constituyen un obstáculo para que los proletarios inteligentes contlnúen sin tropiezos la obra emprendida de demolición de los tres enemigos de la humanidad: autoridad, capital y clero.

Animo, proletarios carrancistas: ¡a fusilar a Venustiano Carranza! ¡A fusilar a todo aquel que quiera ser vuestro gobernante! Nadie, más que vosotros mismos, podrá resolver el problema que la traición de Carranza deja en pie: el del hambre. Resolvedlo vosotros mismos dando buena cuenta de vuestros jefes y oficiales, y poniendo toda la riqueza en manos de los pobres. Adoptad resueltamente los principios expuestos en el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911 (2), y no volváis a confiar en nadie la solución de vuestros propios asuntos.

Tened presente que si se hace la paz vosotros seréis despachados a vuestros hogares para que sigáis trabajando como antes para el burgués, el fraile y el representante de la autoridad; continuaréis arrastrando la vida miserable de siempre, mientras que Carranza y los que están sobre vosotros ahora con motivo de su grado militar, derrocharán en francachelas el fruto de su traición. No lo permitáis hermanos carrancistas. Volved vuestros fusiles sobre los traidores y gritad: ¡Viva Tierra y Libertad!

(De Regeneración, del 23 de octubre de 1915, N° 209).


Notas

(1) Véase, Zapata, Emiliano, Manifiestos, México, Ediciones Antorcha, 1986, pág. 90 y 91.

(2) Véase, Flores Magón, Ricardo, Articulos políticos 1912, México, Ediciones Antorcha, 1981, pág. 168 a 176.

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