Indice de Proudhon y el socialismo de 1848 de Carlos Gide y Carlos Rist Introducción de Carlos Gide y Carlos Rist CAPÍTULO SEGUNDO. La Revolución de 1848 y el descrédito del socialismoBiblioteca Virtual Antorcha

Proudhon y el socialismo de 1848

Carlos Gide y Carlos Rist

CAPÍTULO PRIMERO

Críticas de la propiedad y del socialismo



La obra que desde el primer día le hizo célebre apareció en 1840 y se intitulaba: ¿Qué es la propiedad?

Tenía Proudhon entonces treinta y un años (1). Nacido en Besancon de un padre cervecero (2), vióso obligado desde su más temprana edad a tener que ganarse la vida. Corrector de pruebas en una imprenta primeramente, impresor luego, establecido por su cuenta, se había sumergido, a la vez que trabajaba, en las lecturas inmensas, sin otra guía ni otro auxilio ni otra norma que sus intensas ansias de saber. El espectáculo de las injusticias sociales había conmovido Vivamente su alma y abordó los cuestiones económicas con todo el fogoso ardor de su mocedad, con todo el entusiasmo de un hombre del pueblo que habla en nombre de sus hermanos y con toda la confianza de un corazón excepcionalmente diestro en la fuerza convincente de la lógica y del sentido común. Su obra traducía todo esto con el fulgurante brillo de un estilo rico en imágenes, y también con mucho de esa provocativa arrogancia, anotada por Sainte Beuve como una de las características de Proudhon y que después se vuelve a encontrar en todas sus obras. Ya en la primera página del libro se lanza a los lectores la célebré frase en que se resume todo él: La propiedad: es el robo (3).

¿Qué, es lo que hay que entender con estas palabras? ¿Que Proudhon considera a toda propiedad como el producto del robo? ¿Que condena la apropiación en sí misma, el solo hecho de la posesión? Así es como el público del montón lo ha interpretado, y no se podría negar que Proudhon contaba ya con este azoramiento de los burgueses. Pero no hay nada de esto. La propíedad privada, la libre disposición de los productos del trabajo y del ahorro es, a sus ojos, la esencia de la libertad, y, en el fondo, no es más que la autocracia del hombre sobre sí mismo (4).

Entonces, ¿qué es lo que él echa en cara a la propiedad? Sencíllamente esto: el derecho que confiere al propietario de percibir una renta sin trabajo. No es sobre la propiedad en sí misma, sino sobre el derecho de aubana de los propietarios sobre el que Proudhon -después de Owen, de los socialistas ingleses y de los sansimonianos- lanza el anatema; sobre ese derecho de aubana que, segun la circunstancia y el objeto, toma, indiferentemente, los nombres de renta, arrendamiento, alquiler, interés del dinero, beneficio, agio, descuento, comisión, privilegio, monopolio, prima, acumulación, sinecura. alboroque, etc. (5).

Porque Proudhon, con todos los socialistas que lo han precedido, únicamente considera al trabajo como productivo (6). Ni la tierra ni los capitales son productivos sin el trabajo; por consiguiente, el propietario que exige una aubana como precio del servicio de su instrumento, de la fuerza productiva de su tierra, supone un hecho radicalmente falso, a saber: que los capitales producen algo por sí mismos, y haciendo pagar este producto imaginario, recibe literalmente algo a cambio de nada (7).

Aquí está el robo, y por esto es por lo que él define la propiedad: El derecho de disfrutar y disponer a voluntad del bien ajeno, del fruto de la industria y del trabajo ajenos (8).

El tema no es nuevo, y después de Proudhon volverá a Ser recogido más de una vez todavía, entre otros por Rodbertus. La originaliaad del libro, pues, reside, no tanto en las ideas como en la exposición centelleante y luminosa, en la vehemencia del estilo, en la inspirada elocuencia de su polémica, dirigida contra los envejecidos argumentos de quienes hacen descansar la propiedad de hoy sobre el trabajo, el derecho natural o la ocupación. Un escritor alemán (9) ha podido decir que, publicado en Alemania o en Inglaterra, el libro de Proudhon hubiera pasado inadvertido, porque en estos dos países la propiedad había sido defendida con razones más científicas que en Francia (10). Según él, toda su fuerza procedía de la débil contextura de los argumentos de los adversarios, y esto es rebajar demasiado sus méritos. La Memoria acerca de la propiedad ha sido el pistoletazo que, al sonar en la calle, hace a todo el mundo volver la cabeza, y Proudhon ha hecho con respecto al socialismo francés lo que algún tiempo más tarde había de hacer Lasalle con respecto al socialismo alemán: ha lanzado ideas que no eran nuevas, pero revistiéndolas de formas que tuvieron una fuerza de penetración verdaderamente única.

Se encuentran, sin embargo, en la obra del escritor francés, atisbos originales, uno de los cuales merece ser consignado, si no como cierto, al menos como ingenioso. Todos los teorizantes socialistas se han preguntado cómo era posible que esta perpetua expoliación llevada a cabo por los propietarios y los capitalistas pudiera continuar cada día sin provocar un permanente levantamiento en los trabajadores y sin que a menudo parezcan éstos darse cuenta siquiera. ¿No hay aquí algo de inverosímil? El problema es curioso y muy a propósito para ejercitar la sagacidad. Marx lo ha resuelto por su teoría de la plus valía; Rodbertus, más sencillamente, por la oposición entre el reparto .económico, que se realiza en el cambio, y la expoliación social disimulada tras su aparente equidad.

Proudhon lo resuelve a su manera; según él, de patrono a obrero hay un constante error de cuenta (11). El patrono paga o cada obrero el valor de su trabajo individual, pero guarda para sí el producto de la fuerza colectiva de todos, producto muy superior al que podría suministrar la suma de sus fuerzas individuales. Este suplemento es el beneficio. El capitalista, dicen ha pagado los jornales de los obreros; para hablar con propiedad, hay que decir que el capitalista ha pagado tantas veces un jornal como obreros ha empleado cada día, lo cual está muy lejos de ser lo mismo. Porque esa fuerza inmensa que resulta de la unión y de la armonía de los trabajadores, de la convergencia y de la simultaneidad de sus esfuerzos, esa fuerza no la ha pagado. Doscientos granaderos han levantado sobre su base en unas pocas horas el obelisco de Luksor; ¿quiere decir esto que un solo hombre en doscientos días habría llegado a hacer otro tanto? Y, sin embargo, para la cuenta del capitalista la suma de los salarios habría sido exactamente la misma (12). Así el obrero se cree pagado, pero no lo está sino en parte, y, por consiguiente, conserva, incluso después de haber recibido su salario, un derecho de propiedad sobre la cosa que ha producido (13). La explicación, aun siendo tan sutil, no deja por eso de ser errónea.

Apenas publicado, el folleto de Proudhon hizo célebre a su autor, no ya solamente ante la masa común del público, que nunca conoció más que las fórmulas ruidosas, sino aun entre los economistas. Muchos de ellos, y entre otros Blanqui y José Garmer, se interesaron por tanto talento. No es posible -le escribía el primero- tener mayor cantidad de estima hacia un hombre de la que yo tengo por usted (14), consiguiendo, mediante un informe favorable de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, impedir las persecuciones que el Ministro del Interior quería dirigir contra la obra, y más tarde, gracias a los consejos de Garnier, el editor Guillaumin, muy adicto a la ortodoxia económica, consintió, en 1846, en publicar un nuevo libro de Proudhon, Las contradicciones económicas. no sin sentirse por ello, por otra parte, bastante contrariado (15).

Tales simpatías se explican, porque desde ese primer folleto si los economistas encontraban en Proudhon un vigoroso contradictor, no les había costado tampoco mucho trabajo descUbrir en él un adversario no menos resuelto de los socialistas. Examinen mas brevemente su actitud respecto a estos últimos. Nadie ha éncontrado expresiones más ásperas que él para criticarlos: Los sansimonianos han pasado como una mascarada (16); el sistema de Fourier es la mixtificación más grande de nuestra épocá (17); a los comunistas les lanza este apóstrofe: ¡Lejos, lejos de mí, comunistas! Vuestra presencia me resulta hedionda y vuestra vista me subleva. En otro lugar declara: El socialismo no es nada; no ha sido nunca nada; no será jamás nada (18). Por lo demás, esa violencia suya con respecto a sus predecesores no rooonoce otra causa que el horror a ser confundido con ellos; se trata, por tanto, de un procedimiento para poner en guardia al lector contra todo equívoco y mejor prepararlo para apreciar sus propias soluciones, haciendo resaltar bien todo lo que de inaceptable hay en las de los otros.

¿Y qué es lo que él les censura? El no haber sabido hasta entonces, para salir del régimen existente, más que tomar exactamente el camino contrario del que debían tomar. El problema difícil que se plantea es, no el de destruir las fuerzas económicas existentes, sino el de equilibrarlas (19). No se trata, pues, de suprimir esas verdaderas fuerzas económicas que son la división del trabajo, la fuerza colectiva, la competencia, el crédito, la propiedad misma y la libertad (20), sino, por el contrario de conservarlas, pero impidiendo a la vez que sean perjudiciales. Y los socialistas no piensan más que en destruirlas.

Los socialistas quieren sustituir la competencia por la asociación y la organización del trabajo; a la propiedad intentán reemplazarla por la comunidad de los bienes (21) o el colectivismo, y a la libre ejercitación y desenvolvimiento del interés personal tratan de que suceda, unos, como Fourier, las pasiones; otros, como los sansimonianos, el amor y la abnegación; otros, como Cabet, la fraternidad ... Nada de todo esto satisfacía a Proudhon.

La asociación y la organización del trabajo las rechaza Proudhon por ser contrarias a la libertad del trabajador (22). El poder que a éstos se les atribuye procede únicamente de la fuerza colectiva y de la división del trabajo. La fuerza económica por excelencia es la libertad, y la perfección económica reside en la absoluta independencia de los trabajadores, del mismo modo que la perfección política está en la absoluta independencia de los ciudadanos (23). La libertad, he ahí todo mi sistema -dice, en 1848, en una proclama a los electores del Sena-: libertad de conciencia, libertad de prensa, libertad de trabajo, libertad del comercio, libertad de enseñanza, libre competencia, libre disposición de los frutos del trabajo y de la industría de cada cual libertad hasta el infinito, libertad absoluta, la libertad siempre y por doquier. Tal es -añade- el sistema del 89 y del 93, el sistema de Quesnay, de Turgot, de Juan Bautista Say. ¿Verdad que, realmente, se creería estar escuchando a un economista clásico, que se entusiasma con los prodigios bienhechores de la libre competencia? (24).

En cuanto al comunismo como régimen jurídico, no lo condena Proudhon menos enérgicamente; no se trata de suprimir la propiedad, estimulante necesario del trabajo, condición de la familia, indispensable para todo progreso; se trata únicamente de hacerla inofensiva, mejor todavía, de ponerla a la disposición de todos (25). El comunismo no sería más que la propiedad al revés: La comunidad es desigualdad, pero en sentido inverso de la propiedad, porque la propiedad es la explotación del débil por el fuerte, y la comunidad es la explotación del fuerte por el débil (26). También aquí está el robo. La comunidad -exclama- es la religión de la miseria (27). Entre la propiedad y la comunidad, yo construiría un mundo (28).

Y por lo que hace a la abnegación o a la fraternidad, como principios de acción, tampoco le es posible admitirlos, porque implican el sacrificio, la subordinación de un hombre ante otro hombre, y como todos los hombres son iguales en derechos, la norma de sus relaciones recíprocas no puede ser otra que la justicia. Para Proudhon es éste un axioma tan evidente, que ni siquiera trata ni se ocupa de demostrarlo, y lo que le importa únicamente es definir la justicia, que es -dice Proudhon en su Primera Memoria acerca de la propiedad- el reconocimiento en otro individuo de una persona igual a la nuestra (pág. 191), y más adelante dice: La justicia es el respeto, espontáneamente sentido y recíprocamente garantizado, hacia la dignidad humana, sea cualquiera la persona y sea cualquiera la circunstancia en que se encuentre comprometida y sea cualquiera el riesgo a que nos expongamos para su defensa (29).

La justicia, pues, equivale a la igualdad. Apliquemos esta definición a las relaciones económicas entre los hombres y encontraremos que el principio de reciprocidad del respeto se invierte lógicamente en el de reciprocidad de los servicios (30). Realizar la equivalencia de los servicios: esto es de lo que los hombres tienen necesidad; únicamente mediante ello, la igualdad será respetada: Haz a otro lo que quieras que te hagan a ti, principio de justicia eterna que se traduce económicamente en la mutualidad y la reciprocidad de los servicios (31). La mutualidad o el mutualismo es, pues, el principio nuevo que nos debe guiar en la organización de las relaciones económicas de la sociedad.

De este modo, la misma crítica del socialismo conduce a Proudhon a precisar las bases positivas de su sistema, y ahora ve muy bien en qué térmihos nuevos se le plantea a él el problema social:

a) Por una parte, suprimir la renta sin trabajo de la propiedad, dado que esta renta es la negación misma de la regla de reciprocidad de los servicios.

b) Por otra parte, conservar la propiedad, la libertad de trabajo y la de los cambios.

O, dicho en otros términos: destruir el atributo fundamental de la propiedad, sin comprometer, sin embargo, ni la propiedad ni la libertad (32).

Pero, ¿acaso no es esto la cuadratura del círculo? La supresión de la renta sin trabajo, ¿no implica el poner en común los instrumentos de trabajo? Proudhon no lo cree así; hasta aquí no se ha juzgado poder reformar la propiedad más que dirigiendo los tiros contra la prooucción o la distribución de las riquezas, y no se ha pensado para nada en el cambio, cuando en el cambio de los servicios es precisamente en donde la desigualdad se ha deslizado. Es, por lo tanto, una reforma del cambio lo que hay que pedir.

Pero ¿qué reforma ha de ser? Al final de las Contradicciones económicas la deja únicamente entrever y de una manera todavía muy velada y confusa. Después de haber declarado que lo único que ya nos queda por hacer es la ecuación general de todas nuestras contradicciones, ¿cuál será -pregunta Proudhon- la fórmula de dicha ecuación? Y sigue: Ya nos está permitido entreverla: debe ser una ley de cambio, una teoría de mutualidad... La teoría de la mutualidad o del mutuum, es decir, del cambio en especie ... es, desde el punto de visla del ser colectivo, la síntesis de las dos ideas de propiedad y de comunidad (33). Pero ya no precisa más este concepto, ni vuelve sobre él. En una carta, escrita después que las Contradicciones, todavía se presenta a sí mismo como un simple buscador, y preparaba una nueva obra en donde estas proposiciones habían de ser desarrolladas.

Al mismo tiempo se aprestaba a entrar en un periodo de propaganda activa y práctica mediante el periodismo, cuando la Revolución de 1848, lanzándole a lo más revuelto de los partidos, vino a apresurar aún más la publicación de sus ideas.

Es necesario que dediquemos algunas palabras a dicha Revolución para mejor poner de manifiesto el lugar que ocupan en ella las ideas de Proudhon, y de modo que vienen a agregarse al conjunto de los experimentos socialistas de aquella época.



Notas

(1) Las principales obras de Proudhon son las siguientes: 1840, ¿Qué es la propiedad? o Investigaciones acerca del principio del derecho y del gobierno; 1846, Sistema de contradicción económicas, o, Filosofía de la miseria; 1848, Organización del crédito y de la circulación y Solución del problema social; 1848, Resumen de la cuestión social, Banco de cambio; 1849, Confesiones de un revolucionario; 1850, Interés y capital, discusión entre Bastiat y Proudhon; 1858, De la Justicia en la Revolución y en la Iglesia, tres volúmenes; 1861, La guerra y la paz; 1865, De la capacidad política de las clases obreras. Nuestras citas están hechas tomándolas de las Obras completas, publicadas en veintiséis volúmenes por Lacroix, Verboeckhoven yCompañía (1867-1870), París-Bruselas. Los Amigos de Proudhon preparan una nueva edición de sus obras completas.

(2) Señora: ¿sabe usted qué es lo que era mi padre? Pues era un honrado cervecero al que jamás se le pudo hacer entrar en la cabeza que para ganar dinero era absolutamente indispensable vender por encima del precio de coste. Sostenía siempre que ese dinero estaría muy mal adquirido.

Mi cerveza, repetía incansablemente, me cuesta tanto, comprendiendo también mi salario; yo no puedo venderla ni a un céntimo más.

Y ¿qué sucedió? ¡Que el buenazo de mi padre vivió pobre! Y dejó unos hijos pobres (Carta a Madame d'Agoult; Correspondencia de Proudhon, tomo II, página 239).

(3) Se ha pretendido que Proudhon había tomado su fórmula de Brissot de warwlle, quIen en 1780 había pUblicado una obra titulada Investigaciones filosóficas sobre el derecho de propiedad y sobre el robo, considerados en la naturaleza y en la sociedad, y reimpresa en 1782, con algunas modificaciones, en el tomo VI, págs., 261 y siguientes, de su Biblioteca filosófica del legislador. Pero esto es un error; aparte de que Proudhon afirma no haber conocido el libro -Justicia, tomo I, pág. 301-, la fórmula en cuestión no aparece en él por ningún lado.

El orden de ideas en que se coloca Brissot le es, por lo demás, enteramente ajeno a Proudhon. Brissot afirma que el derecho de propiedad, en el estado de naturaleza, nace de la necesidad y desaparece con ella; que, de este modo, el hombre -y con el hombre los animales y los vegetales- tiene un derecho de propiedad sobre todo lo que puede satisfacer sus necesidades, pero que su derecho cesa cuando cesa la necesidad. Por consiguiente, el ladrón que roba bajo la presión de la necesidad no hace más que volver al derecho natural, y el rico es el único ladrón, al impedirle que la satisfaga, concluyendo por pedir una atenuación de las penas con que en las leyes se castiga el robo, pero declarando también guardarse muy mucho de combatir la propiedad civil, indispensable para crear la riqueza y el comercio, a pesar de que no esté fundada sobre el derecho natural (pág. 333). En todo esto, como se ve, para nada se habla ni una sola vez de rentas sin trabajo, y lo que prueba la verdad de la protesta de Proudhon es que ni siquiera ha discutido en ninguna parte la teoría de la propiedad fundada sobre la necesidad, lo que seguramente hubiera hecho si hubiera conocido el libro de Brissot.

(4) Contradicciones, tomo I, págs. 219 y 221.

(5) Resumen de la cuestión social, pág. 29. Esta misma idea está frencuentemente vuelta a exponer por el propio Proudhon en otras ocasiones. Mediante la división del trabajo, las propiedades Individuales han sido sólo las mallas de una red circulatoria; cada propietario se ha encontrado transformado, por el hecho de la solidaridad general, en una especie de peajero, dedicado a guardar la puerta de una esclusa y a exigir, como antaño el senor feudal, sobre cada producto en circulación, un derecho de tránsito... Así ha resultado que la propiedad era el robo (Banco de cambio, pág. 166). Hay que observar, por lo demás, que Proudhon no considera que el interés haya sido siempre ilegitimo. En el pasado -lo declara particularmente en su controversia con Bastiat-, el interés ha sido legítimo, únicamente para lo futuro cree haber encontrado el medio de hacerlo inútil.

(6) No hay, sin embargo, que confundir esta tesis -como se ha hecho casi siempre- con la de Marx, para quien todo valor procede del trabajo. Proudhon no admite esta última idea; el valor, para él, dehe estar precisamente constituido, es decir, regulado de manera que se corresponda con la cantidad de trabajo, mas no cree que ya sea llegado este caso en la sociedad actual. Marx le reprocha con justicia el no creerlo, en la Miseria de la Filosofía. Proudhon -como Rodbertus- admite únicamente que los productos -no el valor de los productos- provienen exclusivamente del trabajo.

(7) Propiedad, Memoria 1a., págs. 131 y 132. En el párrafo que citamos en el texto, Proudhon añade: es verdad que el trabajO, sin capitales y sin tierra sería improductivo; pero pronto se olvida de esta restricción en las coclusiones que de alló saca, y mucho más todavía se olvida de ella en su proyecto de Banco de cambio, en donde se lee: La sociedad tiene como principios: que toda primera materia le es suministrada gratuitamente al hombre por la naturaleza; que de este modo en el orden económico todo producto procede del trabajo y, recíprocamente, qne todo capital es improductivo, y todavía en otro lugar escribe: Trabajar es producir de la nada (Solución del problema social, Obras, Tomo VI, pags. 261 y siguientes y pág. 187)

(8) Propiedad, Memoria 1a., pág. 133.

(9) L. V. Stein: Gerschichte der sozialen Bewegung in Frankreich, Leipzig, 1850, Tomo III, pág. 362. Por lo demás esta obra es muy sobresaliente.

(10) Verdad es que Proudhon se colocaba únicamente en el punto de vista del derecho para combatir la propiedad, demostrando que todos los principios de derecho -derecho de ocupación, derecho natural y, sobre todo, el trabajo- invocados en general, en favor de la misma, se volvían contra esa propiedad tal y como existe hoy día. Dicha propiedad está limitada, en efecto, a algunas personas, cuando precisamente dichos principios implican la generalización de la propiedad a todos. Semejante crítica es realmente justa, pero no demuestra gran cosa contra los que justifican -y son numerosos- la propiedad por su utilidad social. Por esto, la crítica de los sansimonianos, que se colocaban en el punto de vista de la utilidad y de la producción, tanto como desde el punto de vista del derecho, nos parece mucho más profunda. He aquí por qué los hemos considerado como los verdaderos adversarios de la propiedad privada.

(11) Esta es -dice una carta- la idea fundamental de mi primera Memoria (Citada por Sainte-Beuve, P.J. Proudhon, pág. 90), y se queja más tarde de que jamás se le hubiera discutido.

(12) Propiedad, Memoria 1a., pág. 94.

(13) Idem id. pág. 91.

(14) Carta de Blanqui del 1° de mayo de 1841, en respuesta al envío que le había hecho Proudhon de su segunda Memoria acerca de la propiedad.

(15) Véase: Saint-Beuve, P. J. Proudhon, págs. 202 y 203 y acerca de ese punto véanse además las divertidas cartas de Proudhon a Guillaumin (Correspondencia, Tomo II).

(16) Propiedad, Memoria 1a., pág. 203.

(17) Artículo publicado en el periódico Le Peuple en 1848 (Obras completas, Tomo XVII, pág. 273). Contra el fourierismo, sobre todo, es contra el que Proudhon dirige sus ataques, porque la escuela de Fourier era, por aquel entonces, la única escuela socialista que tuviera cierta influencia, gracias principalmente a la activa propaganda de Victor Considerant. Véase especialmente, Contradicciones, tomo II, pág. 297, y Primera Memoria sobre la propiedad, págs. 153 y siguientes.

(18) Contradicciones, tomo II, pág. 285.

Contra Cabet, los comunistas y Luis Blanc, véase especialmente todo el capítulo XII de las Contradicciones. Luis Blanc ha envenenado a los obreros con fórmulas absurdas (Idea general de la Revolución, pág. 108). Acerca de Luis Blanc ha encontrado Proudhon esta encantadora fórmula: El se creyó que era la abeja de la Revolución, y no era más que la cigarra (Id.).

(19) Creo haber sido yo el primero que, con una plena y cabal inteligencia del fenómeno, ha osado sostener ... que en lugar de restringir las fuerzas económicas, cuya exageración nos abruma, había que balancearlas, las unas con las otras, en virtud de ese principio poco conocido y todavía menos comprendido, de que los contrarios deben, no destruirse mutuamente, sino sostenerse entre sí, precisamente porque son contrarios. Justicia, etc., tomo I, págs. 265 y 266; la misma idea se encuentra en las págs. 302 y 303. En otro lugar se lee: Lo que busca la sociedad es el equilibrio de sus fuerzas naturales (Revolución demostrada por el golpe de Estado, pág. 43).

(20) La división del trabajo, la fuerza colectiva, la competencia, el cambio, el crédito, la propiedad misma y la libertad ... he ahí las verdaderas fuerzas económicas, principios inmateriales de toda riqueza que sin encadenar el hombre al hombre, dejan al productor la más completa libertad, alivian el trabajo, lo aprisionan, duplican su producto, crean entre los hombres una solidaridad que no tiene nada de personal y les unen con lazos mucho más fuertes que todas las combinaciones simpáticas y que todos los contratos. (Idea general de la Revolución en el siglo XIX, pág.95) En la Capacidad de las clases obreras, Cap. XIII, Proudhon enumera de manera algo diferente las fuerzas económicas, pues introduce entre ellas la asociación y la mutualidad , y, aún reconociendo él también el presitigio de la palabra asociación entre los obreros, concluye afirmando que la verdadera asociación es la muualidad -entiéndase bien: en el sentido que él mismo da a esta expresión, no en el sentido actual de sociedad de socorros mutuos, que es mucho más restringido.

(21) Es verdad que Fourier no es comunista, pero Proudhon le censura, , por una parte, por no haber suprimido en su falansterio la remuneración del capital y, por otra, por conceder al talento una remuneración especial, cuando el talento es una creación de la sociedad mucho más que un don de la naturaleza (Primera memoria de la propiedad, pág. 156).

(22) La oposición de Proudhon al principio de asociación es muy notable y la ha expresado en repetidos lugares, sobre todo en la Idea de la Revolución en el siglo XIX, en donde se lee: ¿Es la asociación un poder económico? ... Por lo que a mí respecta yo respondo categóricamente: No; la asociación no es, en absoluto, una fuerza económica. La asociación es, por su propia naturaleza, estéril, perjudicial inclusive, porque es una ligadura, una traba a la libertad del trabajador (pág. 89) ... Dentro de la asociación todos responden por todos; el más pequeño tanto como el más grande; el último llegado tiene el mismo derecho el más antiguo. La asociación borra todas las desigualdades; por esto es la solidaridad de la torpeza lo mismo que de la incapacidad (Id).

(23) La Revolución demostrada por el golpe de Estado, págs. 53 y 54. Y en otra de sus obras se lee: Cuando Habláis de organizar el trabajo, es tanto como si propusiérais arrancarle los ojos a la libertad. (Organización del crédito del cambio. Obras, Tomo VI, pág. 91).

(24) Programa revolucionario: A los electores del distrito del Sena; en el Representante del Pueblo. Obras, tomo XVII, págs. 45 y 46.

(25) Queremos la propiedad para todo el mundo; queremos la propiedad, pero sin la usura, porque la usura es el obstáculo a la unlversalización de la propiedad. En el periódico El Pueblo del 2 de septiembre de 1849.

(26) Primera Memoria acerca de la propiedad, pág. 201.

(27) Contradicciones, tomo II, pág. 203.

(28) Organización del crédito y de la circulación, pág. 131. Y en la Memoria acerca de la propiedad, pág.. 202, se lee: Si yo quisiera dar expresión a todo esto mediante una fórmula hegellana, diría así: La comunidad es el primer término del desenvolvimiento social, la tesis; la propiedad, expresión contradictoria de la comunidad, constituye el segundo término, la antitesis. Ahora falta por descubrir el tercer término, la síntesis, para que tengamos la solución que se trata de buscar. Este tercer término será la más simple posesión o propiedad despojada del derecho a la renta sin trabaJo. Suprimid la propiedad -dice Proudhon- conservando la posesión, y con esta sola modificación en el principio lo cambiáis todo en las leyes, en el gobierno, en la economía, en las instituciones: ahuyentais y proscribis el mal de la tierra. Primera memoria acerca de la propiedad, primera edición, pág. 242. Se ve que Proudhon no había aguardado la visita a París del hegeliano Carlos Grün, en 1844, para emplear ya la terminología hegeliana, puesto que desde 1840 empleaba él esas fórmulas características. Acerca de las relaciones entre Proudhon y Carlos Grün, véase Sainte-Beuve, P.J. Proudhon, y Bouglé, Chez les prophetes socialistes, París, 1918, página 156.

(29) Justicia en la Revolución, etc., Tomo I, págs. 182 y 183.

(30) Justicia, etc., pág. 269. Yo no voy a perder el tiempo en demostrar de qué modo el principio de la reciprocidad del respeto se convierte, lógicamente, en el de la reciprocidad de los servicios. Cada individuo comprende que si los hombres son subjetivamente Iguales, los unos con resécto a los otros, ante la justicia, no lo habrán de ser menos ante la necesidad, y que el que pretenda descargar sobre sus hermanos esta servidumbre inminente, que el derecho y el deber de la sociedad es el de vencer, el que tal haga será injusto.

(31) La idea de reciprocidad está desarrollada, principalmente en la Organización del crédito y de la circulación. Obras, tomo IV, págs. 92 y 93, y en la Idea general de la Revolución, págs. 97 y siguientes.

(32) Ya en el prefacio de su Primera Memoria acerca de la propiedad plantea el problema de esta misma manera.

(33) Contradicciones, Tomo II, pág. 414.
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