Indice de Proudhon y el socialismo de 1848 de Carlos Gide y Carlos Rist CAPÍTULO SEGUNDO. La Revolución de 1848 y el descrédito del socialismo CAPÍTULO CUARTO. La influencia de Proudhon después de 1848Biblioteca Virtual Antorcha

Proudhon y el socialismo de 1848

Carlos Gide y Carlos Rist

CAPÍTULO TERCERO

La teoría del Banco de cambio



La Revolución de 1848 no cogió desprevenido a Proudhon, pero en su modo de sentir llegaba demasiado pronto, y él se daba perfectamente cuenta de que el problema esencial que tenía que resolver esa Revolución era aun más económico que político, sólo que no se le ocultaba que lá educación de las masas no estaba todavía lo bastante perfeccionada para permitir su solución pacífica; porque es una solución pacífica la que Proudhon, uniéndose en este punto a todos los socialistas franceses de su época, sueña para resolver la cuestión social (1). En algún sitio llama a la Revolución de febrero un sietemesino, un niño nacido antes de tiempo (2), y en una hermosa página del periódico El Pueblo ha expuesto sus angustias, cuando, viendo aproximarse la Revolución, se daba exacta cuenta de que nadie tenía ni clave ni la ciencia de ella. Hela aquí:

Lloraba yo por el pobre trabajador, a quien consideraba de antemano entregado al paro forzoso, a una miseria de muchos años; por el trabajador, a cuya defensa me había consagrado, viéndome impotente para acudir en su auxilio. Lloraba por la burguesía, a la que veía arruinada, empujada a la bancarrota, excitada contra el proletariado y contra la cual el antagonismo de las ideas y la fatalidad de las circunstancias iban a obligarme a combatir, cuando yo estaba más dispuesto que nadie a compadecerla. Antes del nacimiento de la República yo le llevaba luto y hacía la expiación de la República ... Esta Revolución que iba a estallar en el orden público era la fecha de partida de una revolución social, de la que nadie poseía la palabra mágica (3).

Pero una vez comenzada la Revolución, no se creyó en el derecho de quedarse atrás. Había criticado con más dureza que nadie el régimen existente, y se creía muy honrado con ayudar a la resolución de las cuestiones prácticas bruscamente planteadas, lanzándose como periodista a lo más fragoroso de la pelea. Hasta aquí se había contentado con indicar, en términos muy vagos, hacia qué dirección entreveía él la salida; ahora se trataba ya de hacer practicable la reforma y de trazar sus lineas precisas. Entonces inventó el Banco de cambio.

Proudhon ha dado numerosas exposiciones del Banco de cambio (4) en folletos, en periódicos, en libros. Sus exposiciones no siempre concuerdan entre sí. No es, por tanto, tarea muy fácil determinar exactamente su manera de pensar, y esto explica que con tantísima frecuencia se le haya comprendido mal. Intentemos nosotros, sin embargo, resumirla, y después haremos la crítica de ella, comparándola con los proyectos análogos formulados antes y después de él, con lo cual haremos resaltar mejor su carácter original.

El principio fundamental sobre el que descansa todo el proyecto es el siguiente: Entre todos los capitales que permiten a sus propietarios percibir, con los nombres de interés, arrendamiento, descuento, etc., un derecho de aubana sobre el producto del trabajador, el más importante es la moneda, puesto que bajo la forma de moneda es como se ofrecen todos definitivamente en el mercado (5). Luego, si llegamos a suprimir el derecho de aubana para esta forma universal de los capitales o, dicho en otros términos, si la moneda se prestase por nada, el derecho de aubana desaparecería inmediatamente para todos los demás capitales.

En efecto, suponiendo que en virtud, de una organización cualquiera yo pudiera procurarme sin interés la moneda necesaria para la compra de terrenos, de máquinas o de edificios que me hacen falta para mi industria, yo me apresuraría a adquirir esos capitales, en lugar de alquilarlos, como me veo obligado a tener que hacer hoy, mediante un interés o un alquiler. De esta manera la supresión del interés del dinero, permitiendo al trabajador tomarlo a préstamo gratuitamente y adquirir inmediatamente todos los capitales útiles en lugar de alquilarlos, impide, por ese solo y mismo hecho, a todos los detentadores de capitales percibir una renta sin trabajo. La propiedad así quedará reducida a la posesión y la reciprocidad en el cambio estará obtenida, puesto que el trabajador percibirá todo el producto de su trabajo sin compartir nada con otra persona: la justicia económica, en fin, se habrá realizado.

Sin duda, se dirá; pero, ¿cómo procurarse, sin pagar interés, la moneda necesaria?

Reflexionad -contesta Proudhon- en lo que es la moneda: ¿acaso es otra cosa que un bono de cambio, destinado únicamente a facilitar la circulación de las mercancías? Y al llegar a este punto Proudhon, después de haber concebido la moneda como el capital por excelencia, bruscamente, ya no ve en ella más que un instrumento de circulación. El dinero en sí mismo me es inútil. Yo no lo tomo más que para gastarlo; ni lo consumo ni lo cultivo (6). No es más que un agente de circulación y el interés que pago para obtenerlo remunera precisamente esta función de circulación (7).

Ahora bien: esta función, ¿no la desempeñaría un papel tan bien como la moneda y más barato que ella? Hoy día el Banco adelanta a los portadores de efectos de comercio el numerario que necesitan o billetes, canjeables en cualquier momento por numerario. A cambio de este servicio, el Banco percibe un descuento destinado a remunerar a los accionistas que le han proporcionado su capital. Pues bien, fundemos un Banco sin capital que, lo mismo que el Banco de Francia, descontará los efectos de comercio con billetes, con bonos de circulación o bonos de cambio, pero con billetes no convertibles en numerario, que, por consiguiente, no le costarán casi nada, puesto que no habrá capital de garantía al que haya de remunerar. De este modo, a un precio mucho menor que el Banco, prestará un servicio equivalente.

Para que esos billetes circulen, basta que todos los adheridos al nuevo Banco se comprometan a aceptarlos en pago de sus mercancías, con lo cual -el portador estará siempre seguro de poderlos canjear, tan bien como si fueran numerario. Los asociados, por otra parte, no correrán ningún riesgo con aceptarlos porque -los estatutos lo estipulan- el Banco no descontará nunca más que efectos que representen mercancías entregadas, o que tengan promesa de compra. Los bonos de circulación no excederán, pues, jamás, de las necesidades del comercio, y representarán siempre una mercancía no solamente producida sino además vendida -aunque todavía no pagada (8).

El Banco, pues, lo mismo que cualquier Banco de descuento, no hará más que anticipar al vendedor de la mercancía una cantidad que recobrará inmediatamente del comprador. Por otra parte, no es solamente el capital circulante el que los negociantes y los industriales obtendrán: así sin interes, sino que serán también los medios necesarios para la fundación de nuevas empresas, en forma de anticipos -sin interés, desde luego- que les habrán de permitir comprar, en lugar de alquilar, los instrumentos de trabajo que deseen (9).

Las consecuencias de una reforma semejante serán incalculables. Al ser puestos gratuitamente los capitales al alcance de todos, no solamente estará realizada la fusión de las clases (10), puesto que ya no habrá más que trabajadores que cambien sus productos al mismo precio de coste (11), sino que el mismo Gobierno se hace ya inÚtil, porque el Gobierno no es necesario sino en tanto que hay opresores y oprimidos, fuertes y débiles, encontrándose allí para poner fin a todos los combates por medio de una operación general (12), Pero el día en que esté garantizada la justicia en el cambio, en que los contratos libres 'basten para asegurarla, ya no hay más que iguales, todos igualmente favorecidos, y las fuentes del conflicto desaparecen, Una vez identificados el capital y el trabajo, la sociedad subsiste por misma, Y ya no tiene necesidad de Góbierno. El sistema guernamental se ha fundido, sumergido en el sistema económico. Esto es la anarquía, el no gobierno (13).

Tal es el proyecto de Proudhon, con sus consecuencias. Para comprender el alcance del mismo, preguntémonos:. 1° Si es practicable la sustitución del billete de Banco, pagadero a la vista, por el bono de cambio; 2° si, aun suponiéndola hacedera, produciría los efectos que de ella espera nuestro autor.

1° Proudhon presenta su sistema como un simple medio de generalizar la letra de cambio (14). Es verdad; el Banco de cambio sustituirá por su firma la del efecto de comercio que él descuenta. Ahora bien: entonces, como ahora, el emisór del billete de Banco no ha hecho otra cosa. El Banco de Francia sustituye la letra de cambio que él compra y que no tiene más que una circulación restringida, porque sus signatarios solamente tienen un crédito restringido, por un billete que lleva su firma, universalmente conocida y que goza de un crédito casi ilimitado. ¿En qué se diferencia, pues, el bono de circulación de Proudhon del billete de Banco? Sencillamente en que el Banco añade a su firma lá promesa de reembolsarlo en moneda metálica, es decir, en una mercancía universalmente aceptada y solicitada, al paso que Proudhon no añade a la firma del Banco de cambio ningún compromiso especial por parte de éste, sino únicamente el de todos los que lo integran, de aceptarlo como pago.

Teóricamente; la diferencia puede parecer insignificante, puesto que en ambos casos la solvencia de los signatarios de las letras de cambio es la verdadera garantía, lo mismo del billete de Banco que del bono de cambio. ¡Pero, prácticamente, la diferencia es enorme! La seguridad de poder cambiar el billete por moneda es lo que le da su gran fuerza de expansión, la que le hace ser aceptado por una multitud de desconocidos, que lo toman con la única confianza que el Banco les inspiray que no tienen que preocuparse más que de la solvencia de éste. En cambio, un bono de circulación, a más de que sólo da derecho a determinadas mercancías -las de los asociados-, implica que el portador tiene confianza en el conjunto de los asociados, confianza de la que le es difícil comprobar su legítimo fundamento: semejante bono, por tanto, nunca circulará más que entre los adheridos al Banco, en lugar de englobar a todo el público, como el actual billete de Banco. Pero aun los mismos adheridos no continuarán manteniendo su compromiso más que a condición de que el Banco de cambio, no descontando jamás sino efectos de primer orden, no se vea nunca rechazar el pago de los mismos a su vencimiento. Sin esta condición, los bonos de cambio, en vez de volver a entrar con regularidad en el Banco, permanecerán en circulación, y por poquísimo que una crisis algo intensa se cebe en el comercio y que muchos de los asociados se vuelvan insolventes, el valor nominal total de los bonos de cambio excederá muy rápidamente del de las mercancías que representan, se depreciarán en seguida y los mismos asociados del Banco se negarán entonces a aceptarlos.

De esta manera podemos concebir la posibilidad de una circulación de bonos de cambio; pero dicha circulación no excederá jamás de un radio de acción muy restringido, y tendrá que tener como condición indispensable una sovencia casi absoluta por parte de los asociados.

2° Supongamos cumplida, sin embargo, la expresada condición práctica y puestos en circulación los bonos de cambio. ¿Desaparecerá, por esta sola razón, el interés? ¡Ni soñarlo siquiera! Y aquí radica, precisamente, el vicio esencial del concepto de Proudhon.

¿Por qué percibe un descuento el Banco de Francia? ¿Es quizá sencillamente, como Proudhon afirma, porque proporciona numerario a cambio de la letra, de tal suerte que ese derecho señorial que se llama descuento (15), y que solamente resulta del empleo del numerario metálico, debería desaparecer con dicho empleo? Falso. Si el Banco reclama un descuento es porque suministra hoy, en una mercancía inmediatamente canjeable, el valor de una letra de cambio que no puede hacerse efectiva hasta dentro de algunos meses unicamente, es decir, que da una realidad a cambio de una promesa un bien presente a cambio de un bien futuro.

Lo que el Banco percibe es la diferencia entre el valor de la letra de cambio el día en que la descuenta y su valor el día del vencimiento, diferencia que resulta no de la voluntad del Banco o del empleo de tal o cual moneda, sino de la naturaleza misma de las cosas. Haga lo que haga Proudhon, el pago a plazos y el pago al contado son y serán siempre dos operaciones diferen1es (16) mientras la posesión actual de un bien cualquiera sea juzgada más ventajosa que su posesión futura.

Esta diferencia, aun con el Banco de cambio, reaparecerá bien pronto. He aquí cómo: Todos los bonos de circulación habrán de representar mercancías vendidas a crédito. Porque el Banco renuncie a percibir el descuento, no por eso suprimirá la ventaja que obtendrían los mercaderes de ser pagados al contado, y para conservar esta ventaja concederán a sus compradores al contado, es decir, a los compradores que les paguen inmediatamente, bien sea en mercancías, bien sea en metales preciosos -que son también una mercancía-, y que Proudhon no hace desaparecer ni de la circulación ni del comercio, una ligera rebaja sobre los precios expresado en papel. De esta manera se establecerán rápidamente dos series de precios: los precios en papel para las ventas a crédito y los precios en metal para las ventas al contado. Los primeros serán más elevados que los segundos, y la diferencia que el Banco de cambio renuncia a percibir será percibida por los mismos vendedores. El interés del dinero reaparecerá, pues, pero con una forma nueva.

A esto, Proudhon acaso respondiera que los adheridos al Banco de cambio, por el hecho mismo de su adhesión, se han comprometido a no percibir un agio semejante. Pero en este caso, y si permanecen fieles a sus promesas, la supresión del descuento o del interés resultará, no de la organización del Banco de cambio, sino de la libre voluntad de sus asociados, o sea, sencillamente, la supresión del interés por mutuo consentimiento, reforma enteramente moral para la que no es indispensable ningún mecanismo bancario .., ¡pero que quizá sea muy lenta!

El Banco de cambio, por lo tanto, no suprimirá el descuento ni, consiguientemente, el derecho de aubana en general; y las demás conclusiones de Proudhon caen por su propia base.

Su error teórico es el de considerar a la moneda unas veces como el capital por excelencia y otras como un simple bono de cambio, sin valor propio, y es que olvida que la moneda es solicitada y deseada, no solamente como medio de cambio, sino, además, como instrumento de atesoramiento y de ahorro, como reserva de valor, y que si los bonos de cambio pueden reemplazarla en una de sus funciones, no pueden sustituirla en las demás. Se pueden multiplicar a voluntad los instrumentos de circulación, pero no se puede multiplicar a voluntad el capital. Reemplazando la moneda por bonos, Proudhon no añade ni una peseta al capital existente en la sociedad y del que la moneda forma parte (17), y, por consiguiente, no disminuye en nada la superioridad de valor de los bienes presentes con relación a los bienes futuros, superioridad de la cual se deriva el interés.

La multiplicación de los bonos de cambio, sin aumento del capital social, no producirá más efecto que el de hacer que se eleven todos los precios: los de las tierras, los de las casas, los de las máquinas, lo mismo que los de los objetos de consumo (18). No siendo los capitales más numerosos que antaño, se alquilarán lo mismo que antes; pero los arrendamientos, los alquileres, sufrirán el efecto del alza general de los precios, y ellos, a su vez, serán más elevados ... ¡Extraño resultado de una forma que debía suprimirlos! Proudhon, después de haber exagerado la realeza del oro, ha tomado inmediatamente demasiado al pie de la letra la fórmula de Juan Bautista Say, los productos se compran con otros productos, en cuyas redes se habia cogido el mismo Say, y es altamente interesante observar que el Banco de cambio es la conclusión paradójica, pero lógica, de la reacción comenzada por Adam Smith y los fisiócratas contra las ideas mercantilistas acerca de la moneda.

¿Quiere esto decir que la idea de Proudhon esté por entero desprovista de verdad? No es este nuestro modo de pensar. A través de la idea falsa del crédito gratuito se puede distinguir la idea verdadera de crédito mutuo. El Banco de Francia es una sociedad de capitalistas, a la que el público concede crédito aceptando sus billetes de Banco, y que inmediatamente después concede crédito a ese mismo público. La garantía del billete de banco -Proudlhon lo ha visto admirablemente- se encuentra entre las manos del público: son los signatarios de los efectos de comercio, sin la solvencia de los cuales el Banco no se reintegraría de sus anticipos, los que dan al billete todas sus condiciones de seguridad y de garantia. El capital de los accionistas no es más que una garantía suplementaria, y -como lo decia ya el ministro del Tesoro de Napoleón I, el conde de Mollien- un Banco de emisión, teóricamente, podría operar sin capilal.

De este modo el público se presta a sí mismo por la intermediación del Banco. Pero, ¿por qué no se podría pasar sin este intermediario? ¿Por qué no eliminar al contratista del crédito, de la misma manera que elimina al contratista industrial o comerciante, en las sociedades cooperativas de producción o de consumo? Haciéndolo así, el descuento, sin duda, no desaparecerá, pero, por lo menos, la carga del descuento para los prestatarios resultará disminuida en todo lo que ganen como prestadores; tal es el principio de las sociedades de crédito mutuo, en las que el capital inicial está casi enteramente reemplazado por la responsabilidad, muchas veces solidaria, de los socios de la cooperativa. A esta idea es a la que Proudhon parece haber reducido en su labor subsiguiente su primitivo concepto inicial (19).

De este modo, Proudhon ha ido bordeando la cooperación de crédito, como en otras partes de su obra ha bordeado las otras formas de cooperación, sin que, por lo demás, sintiera por ella una simpatía muy viva (20).

Por lo demás, al lado del concepto verdadero del crédito mutuo hay en este sistema una idea más fundamental, que lo distingue ventajosamente de todas las formas del socialismo autoritario surgidas antes y después de él: es el sentimiento profundo de la indispensable necesidad, para las sociedades industriales, de la libertad individual como motor de la actividad económica. Proudhon ha comprendido, mejor que ninguno de sus predecesores, que la libertad económica era una adquisición definiliva de las sociedades modernas y que toda reforma profunda debía apoyarse sobre esta libertad; él ha comprendido mejor que nadie el poder de esas fuerzas económicas espontáneas de ias que ha visto bien sus efectos perniciosos, pero en las cuales ha reconocido, al mismo tiempo, como lo había hecho Adam Smith, la palanca más enérgica del progreso.

Su interés apasionado por la justicia explica su odio por la propiedad; pero su celo por la libertad ha provocado su hostilidad contra el socialismo, hostilidad que le ha conducido a destruir más que a edificar, a pesar de su fórmula célebre: Destruarn et aedificabo. Mas este liberalismo descansaba sobre un profundo sentido de las realidades económicas y el problema social no se plantea hoy día en términos distintos de los en que Proudhon lo ha planteado: realizar la justicia dentro de la libertad.

El proyecto de Banco de cambio de Proudhon no debe confundirse con otros planes análogos que han surgido antes o después que él. Todos esos planes tienen de común que buscan en una reforma del cambio un medio de remediar las desigualdades sociales; pero, aparte de esto, la analogía es más a menudo puramente externa, y, como vamos a verlo, las ideas económicas que los inspiran son muy diferentes.

1° Se ha querido asimilar, con frecuencia, el proyecto de Proudhon al sistema de los bonos de trabajo, tal como Roberlo Owen había intentado establecerlo, tal como un inglés, Bray, lo había propuesto en 1839, en una obra titulada Labour's wrongs and labour's remedy (Los males del trabajo y sus remedios) (21); tal, finalmente, como Rodbertus había de preconizarlo más tarde. Pero los bonos de circulación de Proudhon no tienen casi nada de común con los bonos de trabajo imaginados por esos diferentes autores. Los bonos de circulación representan efectos de comercio omitidos, a su vez, con motivo de transacciones privadas. El precio de la mercancía está fijada con toda libertad por el comprador y el vendedor, y de ningún modo evaluado en tiempo de trabajo, como en el sistema de los bonos de trabajo.

El resultado final será, sin duda, el mismo, sobre poco más o menos: Proudhon espera que, no estando gravado el precio de las mercancías con las cuotas del interés, acabará por bajar hasta el nivel del precio de coste en trabajo. Pero, por una parte, este resultado se obtendrá indirectamente y no inmediatamente; y por otra parte, el error económico, que radica en la base de los conceptos de que hablamos, no es el mismo que el de Proudhon.

El error de Proudhon estriba en no ver en la moneda metálica más que un instrumento de circulación, olvidando que es una mercancía y un instrumento de ahorro. El error de Owen, de Bray, de Rodbertus, consiste en no ver desde el primer momento en el precio de los objetos más que un efecto del trabajo que contienen, idea que, como nosotros sabemos, es enteramente ajena a Proudhon.

2° Se ha confundido también el Banco de Proudhon con otros Bancos de cambio muy diferentes, cuya idea había surgido poco tiempo antes que él y que dieron lugar a numerosas realizaciones prácticas. Estos Bancos se proponían, no suprimir el interés, sino aproximar los consumidores a los productores, comprando dichos Bancos por si mismos y pagando en bonos de cambio todas las mercancías que les fueran ofrecidas, después de una evaluación contradictoria. Los compradores, a su vez, llegarían al Banco para proveerse de los objetos necesarios, pagándolos en bonos de cambio. Un intento de esta índole se había llevado a cabo en 1829 por un tal Fulcrand Mazel (22).

Aquí, el Banco no era más que un almacén o depósito, destinado a facilitar a los productores el descubrimiento de mercados de salida de sus mercancías. Un sistema semejante se tropieza con la objeción de que el valor de los billetes emitidos como pago variaría, necesariamente, con las fluctuaciones mismas del precio de las mercancías en el intervalo que mediase entre el abono de su importe por el Banco y su compra eventual por el consumidor. Pero Proudhon quiere, precisamente, que el Banco no descuente más que efectos que representen mercancías ya compradas o entregadas, que no haga más que el anticipo del precio ya prometido: el Banco no se encarga de la colocación. La depreciación no podrá, pues, venir, como ya lo hemos visto, más que de la posterior insolvencia del comprador y no de la baja de precio consiguiente a una disminución en la demanda de los productos. Por lo demás, el mismo Proudhon ha negado toda solidaridad con el proyecto de Mazel (23),

3° Finalmente, en nuestros días, un gran industrial belga, Solvay, ha defendido un plan de contabilismo social, que, a su vez se proponía también la supresión de la moneda metálica y la introducción de un sistema de pago perfeccionado. Pero en él, asimismo, la analogía con el sistema de Proudhon es más aparente que real.

Lo que propone Solvay es el reemplazamiento de la moneda metálica, no por billetes de Banco, sino por un sistema de cheques y de giros; su proyecto está inspirado en la práctica moderna de las Clearing-Houses o Cámaras de compensación, y, en su opinión, este sistema pudiera ser extendido hasta el punto de hacer completamente inútil la moneda metálica. El Estado haría entrega a cada contabilista de un cuaderno de cheques por una suma variable, según su fortuna mobiliaria o inmobiliaria; dicho cuaderno contendría dos columnas: la una, para la anotación de los ingresos; la otra, para la de los gastos. En caso de venta de un objeto, la liquidación de la deuda se llevará a cabo de la manera siguiente: el comprador tendrá que hacer la correspondiente apuntación en el cuaderno del vendedor -columna de los ingresos-, mientras que este último hará la apuntación en el cuaderno del comprador -columna de los gastos- El cuaderno, una vez hecha la inscripción hasta la equivalencia de la suma inicial, será enviado a las oficinas del Estado, en donde todas las inscripciones del citado cuaderno serán llevadas a la cuenta del individuo, de tal manera que se conocerá siempre con una exactitud suficiente el conjunto de los ingresos y de los gastos de cada cual (24).

La ventaja del sistema estaría, en primer lugar, en economizarse la moneda metálica; en segundo lugar, proporcionaría al Estado un medio práctico y seguro -en opinión de Solvay- de conocer con una exactitud suficiente la fortuna de cada individuo, con lo cual tendría de este modo en sus manos el medio de establecer un impuesto sobre las sucesiones, de tal índole que le permitiera, poco a poco, suprimir la transmisibilidad por herencia de la fortuna adquirida. Esta supresión, gradualmente realizada, permitiría, finalmente, hacer desaparecer la injusticia fundamental de las sociedades modernas, la desigualdad del punto de partida (25) y aplicar el principio de justicia dlstributiva: a cada uno según su productividad. Se trata de una idea sansimoniana mucho más que prudoniana.

Claramente se advierte el alcance de la reforma propuesta: el contabilismo no es, a los ojos de Solvay, más que un elemento de un concepto más general: el productivismo, el cual consiste en llevar hasta el máximum la productividad social por un conjunto de medios muy diversos (26).

En todo ello es imposible pretender encontrar ninguna de las ideas de Proudhon; excepto la supresión de la moneda metálica, todo es diferente en ambas concepciones. Solvay no pretende suprimir el interés ni imagina que la moneda sea la causa de este interés; el sistema de los cheques y de los giros no está aquí más que para facilitar las ventas al contado y no tiene nada que ver con el sistema prudoniano, en el que el bono de circulación está destinado a identificar la venta al contado con la venta a crédito (27).

La objeción más grave que se puede hacer al sistema de Solvay es la de que la supresión de la moneda como instrumento de circulación arrastra consigo, por ese mismo y solo hecho, su supresión como medida del valor. Parece difícil que, generalizado el cuaderno de cheques, sin garantía monetaria, no llegue rápidamente a la conclusión de una subida de los precios por superabundancia de papel. Pero si el procedimiento técnico propuesto por Solvay nos parece criticable, no tenemos, en cambio, nada que objetar a la idea de disminuir la cantidad de moneda metálica ni a la de hacer desaparecer la desigualdad del punto de partida en una sociedad industrial.

El proyecto de Proudhon no debía llegar a ver la luz. El crédito gratuito -lo mismo que el derecho al trabajo, la organización del trabajo, la asociación obrera- no debía dejar tras de sí más que el recuerdo de un ruidoso fracaso. El día 31 de enero de 1849, Proudhon constituía, ante notario, una sociedad, el Banco del Pueblo, destinada a demostrar la posibilidad práctica del crédito gratuito. Ya en su organización se podían comprobar notables diferencias con el plan teórico del Banco de cambio. Este había de constituirse sin capital: el Banco del Pueblo se creaba con un capital de cinco millones en acciones de cinco francos. El Banco de cambio había de suprimir la moneda metálica; el Banco del Pueblo no debía emitir bonos más que a cambio de numerario o buenos efectos de comercio. El Banco de cambio debía, prácticamente, suprimir el interés; el Banco del Pueblo lo fijaba en un dos por ciento, esperando reducirlo a un mínimum de un cuarto por ciento.

A pesar de estas importantes transformaciones, el Banco no llegó a funcionar; al cabo de tres meses, el capital suscrito no era todavía más que de 18.000 francos, aunque el número de los asociados fuese muy próximo a 12.000. Pero en aquel momento -28 de marzo de 1849- Proudhon fue llevado ante el Tribunal del Jurado del Sena para responder ante él de dos artículos publicados los días 16 y 27 de enero de aquel mismo año, contra Luis Bonaparle, siendo condenado a tres años de prisión y a 3.000 francos de multa. El 11 de abril anunciaba en su periódico que paralizaba su empresa, añadiendo que había sido ya rebasada por los acontecimientos, con lo cual parecía confesar que había dejado de creer en el éxito de ella.

A partir de este momento, el crédito gratuito desciende al último lugar en las preocupaciones de Proudhon, y sus conceptos políticos y sociales pasan a ocupar el primero en sus obras, hasta su muerte, acaecida en 1865.



Notas

(1) Queda entendido, y yo no debía tener necesidad de decirlo, que esta reforma -la abolición de la propiedad-, enteramente fiscal, debe lleverse a cabo sin violencia, sin expoliación, sin desposesión y mediante la indemnización previa (Resumen de la cuestión social, pág. 27).

(2) Solución del problema social, pág. 32 (tomo IV de las Obras completas).

(3) Obras, tomo XVIII, págs. 6 y 7. Véase también su carta de 2S de febrero de 1848 -Correspondencia, tomo II, pág. 280-: Si, el progreso de Francia se irá llevando a cabo, aunque llegue bien por la República, bien de otro modo; pero lo mismo y tan bien hubiera podido cumplirse con el Gobierno derribado, tal como estaba, y haber costado mucho menos. Esta reflexión no le impidió, por otra parte, ir a las barricadas.

(4) Desde el dla 31 de marzo de 1848, en un folleto titulado OrganIzación del crédito y de la circulación, expone ya el principio y los caracteres generales del mismo. En el mes de abril volvía a insistir en su proyecto en los artículos del Representante del Pueblo, publicados acto seguido por Darimon bajo el titulo de Resumen de la cuestión social. Este proyecto sólo difiere muy ligeramente de los Estatutos del Banco del pueblo, insertos en el tomo VI de las Obras completas, por más que los principios directores sean los mismos. Una vez más, Proudhon ha vuelto a hacer la exposición de dichos principios en el periódico El pueblo, en febrero y marzo de 1849 -artículos publicados en las Obras completas-, a la vez que trataba de fundar el Banco del Pueblo. Más tarde volvió a derfender los mismos principios en su célebre polémica con Bastiat -en realidad, poco instructiva-, iniciada en las columnas de La voz del pueblo, de octubre de 1849 a 1850, y publicada en un volumen con el titulo de Interés y capital. Discusión entre los señores Proudhon y Bastiat sobre el interés de los capitales, París, 1850. Finalmente, Proudhon vuelve muy a menudo sobre aquella idea en sus obras subsiguientes, entre otras, en La justicia en la Revolución, etc., tomo I, págs. 289 y siguientes, y en la Idea general de la Revolución en el siglo XIX, págs. 197 y siguientes.

(5) Véase Solución del problema social, págs. 178 y 179.

(6) Interés y capital, pág. 112.

(7) El dinero, pues, interviene por doquier como capital suplementario, agente de circulación, instrumento de garantía; luego es el lo que se trata de pagar; luego es el servicio que presta lo que hay que remunerar. (Interés y capital, pág. 113).

(8) Véase, Resumen de la cuestión social, pág. 39.

(9) Los anticipos, por otra parle, se harán bajo la forma de descuento. El empresario o contratista que quiera emprender un negocio se dirigirá al consumo a fin de obtener de él pedidos; después, contando con esa seguridad, con el crédito de dichos encargos, irá a buscar al productor de las materIas, instrumentos o servicios que le hacen falta, recibirá los materiales en cuestión y satisfará su importe en letras de comercio, que, bajo las precauciones ordinarias, serán convertidas por el Banco en papel de cambio, es decir, en bonos de circulación-. De este modo, el verdadero comanditario es el consumidor: entre él y el nuevo contratista, la intromisión del hombre de negocios ya no es necesaria (Organización del crédito, pág. 123, tomo VI de las Obras completas). Se ve que el descuento es la operación fundamental del Banco de Proudhon. Por eso hemos limitado nuestra crítica a esta operación.

(10) Refundir la burguesía y el proletariado en la clase media, clase que vive de sus rentas y la que vive de su salario, en la clase que a decir verdad, y hablando propiamente, no tiene ni rentas ni salario, pero que inventa, que emprende, que hace valer, que produce, que cambia, la única que constituye la economía de la sociedad y que verdaderamente representa al país: tal es, como hemos dIcho, el verdadero problema de la Revolución de febrero (Revolución demostrada por el golpe de Estado, página 135).

(11) La reciprocidad ... consiste en que los cambistas se garanticen, el uno al otro, e irrevocablemente, sus productos al precio de coste, (Idea general de la Revolución, págs. 97 y 98).

(12) La Constitución del Estado supone, en cuanto a su objeto, que el antagonismo o el estado de guerra es la condición esencial e indeleble de la Humanidad, condición que necesita, entre los débiles y los fuertes, la intervenclón de una fuerza coercitiva que ponga fin a los combates, mediante una opresión general (La Voz del Pueblo, de 3 de diciembre de 1849, Obras. tomo XIX, pág. 23). Pero en una sociedad transformada, casi sin saberlo ella, por el desenvolvimiento de su economía, ya no hay ni fuertes ni débiles, ya no existen más que trabajadores, cuyas facultades y cuyos medios tienden sin cesar a Igualarse, en virtud' de la solidaridad idustrlal y de la garantía de la circulación (Idem, pag. 18).

(13) Nosotros somos, por consiguiente, y ya lo hemos proclamado más de una vez, anarquistas. La anarquía es la condición de existencia de las sociedades adultas, como la jerarquía es la condición de las sociedades primitivas: desde la jerarquía hasta la anarquía hay un progreso incesante en las sociedades humanas (La Voz del Pueblo, Obras, tomo XIX, pagina 9). Y un poco más tarde -en la Idea general de la Revolución, pág. 196- daba, como finalidad de la Revolución, la de fundir, sumergir y hacer desaparecer el sistema político o gubernamental en el sistema económico, reduciendo, simplificando, descentrallzando, suprimiendo, una despues de otra, toda la multitud de ruedas de esta gran máquina que se conoce con el nombre de Gobierno o de Estado. Esta idea está tomada de Sain Simón, y el mismo Proudhon lo reconoce así en la Idea general de la revolución -págs. 136 y sigulentes-, aparte de que semejante concepto de una sociedad industrial que hace inútil o que reduce, cuando menos, hasta el minimum el Gobierno político, no es, por lo demás, en si misma, más que el desenvolvimiento o, si se quiere, la ampliación del liberalismo económico de Juan Bautista Say.

Su afirmación de que él es anarquista se encuentra ya en la Memoria acerca de la propiedad -primera edición, pág. 229-: ¿Qué es usted? -Yo soy anarquista. -Ya le entiendo: usted hace sátira, y esto a costa del Gobierno y contra él. -De ninguna manera; ya acaba usted de oír mi profesión de fe, seria y maduramente reflexionada; aunque soy muy amigo del orden, soy anarquista en toda la extensión de la palabra.

(14) Todo el problema de la circulación consiste en generalizar la letra de cambio, es decir, en hacer de ella un título anónimo, canjeable a perpetuidad y reembolsable a la vista, pero únicamente a cambio de mercancias y de servicios (Organización del crédito, Obras, tomo VI, páginas 113 y 114).

(15) Organización del crédito, Obras, tomo VI, págs. 113 y 114.

(16) Proudhon declara constantemente que su reforma consiste en transformar la venta a crédito en venta al contado, lo cual es tanto como decir que en lo sucesivo lo negro se llamará blanco. Lejos de realizar la reci´procidad en el cambIo, lo que hace es dar una ventaja al prestatario. Acreditar es cambiar, dIce todavla Proudhon. Indudablemente; pero es precisamente el descuento el que iguala los valores de esta operación particular de cambio que se llama crédito.

(17) La moneda metálica de oro o de plata es un producto del ahorro y del trabajo, exactamente lo mismo que otro bien cualquiera, y se cambia en igualdad de valor por otros productos del ahorro y del trabajO. El bono de circulación, la moneda de papel es, por el contrario. un objeto cuyo coste de producción es prácticamente desdeñable.

(18) La guerra acaba de proporcionarnos el grandioso experimento de un régimen en el que todas las operaciones comerclales se hacian al contado, y en el que el Estado, cuando el ahorro público no accedia a sus arcas lo suficientemente de prisa. utilizaba los bonos de caja, es decir, el papel-moneda inconvertible, pero aceptado en pago por todo el mundo para harer sus trantacciones. Los resultados de este régimen sobre los precios de todas las cosas no se han hecho esperar, aunque por todas partes hayan surgido algunos economistas que han creído demostrar (!) que la subida de los precios era una causa, no una consecuencia de la emisión del papel. Por lo demás, en los paises en que no es usado el billete de Banoo, y en los que el Estado se ha hecho anticipar fondos por los Bancos bajo la forma de inscripciones en su crédito, utillzables mediante cheque, los resultados de esta creación de un poder de compra suplementario, Viniendo a añadirse al que resulta normalmente del ahorro, han sido exactamente los mismos. El alza de los precios en Inglaterra, país en el que la inscripción en cuenta corriente reemplaza al billete de Banco, ha reconocido como causa la multiplicación de dichas inscripciones, lo mismo que entre nosotros la multiplicación del billete ha sido la causa principal de la elevación de los precios.

(19) En la Idea general de la Revolución en el siglo XIX, págs. 198 y siguientes, se lee: Los ciudadanos franceses tienen el derecho de asociarse y la necesidad de recaudar entre su para la fundación de panaderías, carnicerias, droguerias, etc., que les garanticen la venta y el cambio, a precio reducido y en buena calidad, del pan, de la carne, de todos los objetos de consumo, que la anarquía mercantil les entrega adulterados, faltos de peso, en malas condiciones y a precio exorbitante ... Por la misma razón, los susodichos ciudadanos tienen el derecho de fundar, para su común provecho, un banco, con el capital que les plazca, con el fin de obtener a buen precio el numerario indispensable para sus transacciones.

(20) Se fundan también asociaciones para la economla de consumo, a fin de evitar los perjuicios de la venta al por menor. Este es el medio que Rossi aconseja a las pequeñas familias, a las que sus recursos no permiten comprar al por mayor. Pero esta clase de asociación ... es un testigo de cargo contra el principio. Dad al productor, mediante el cambio de sus productos, la facilidad de aprovisionarse al por mayor, o, lo que viene a ser lo mismo, organizad el comercio al por menor en condiciones que, con poco trabajo, le dejen casi los mismos beneficios de baratura que la venta al por mayor, y la asociación se hace inútil (Idea general de la revolución, pág.. 92).

(21) Sistema expuesto y criticado por Marx, en 1847, en su Miseria de la Filosofia, edición Glard et Brière, 1886, págs. 92 y siguientes. Una exposición más reciente y más completa se encuentra en la introducción puesta por el profesor Forwell a la traducción Inglesa del libro de A. Mengar The right to the whole produce of labour (El derecho al producto total del trabajo), Londres, 1899, págs. 65 y siguientes.

(22) Mazel ha expuesto sus ideas en una serie de folletos del más ampuloso estilo, que, en realidad, no tiene el más pequeño interés para la Economía Política. Otro Banco, el Banco Bonnard, se fundó en 1838, en Marsella, y luego se estableció en París, sobre principios bastantes parecidos, pero más prácticos, y todavía funciona hoy día. Proudhon habla de él en la Capacidad política de las clases obreras; Courcelle-Seneuil ha hecho del mismo un gran elogio en su Tratado de los bancos y en un artículo del Jornal des Economistes, de abril de 1853. Su mecanismo se halla expuesto en tres folletos que se encuentran en la Biblioteca Nacional; uno de ellos es una Lista de los articulos disponibles en el Banco; los otros dos describen el mecanismo del Banco repetido. Darimon -discípulo de Proudhon- ha dado la descripción de un gran número de Bancos semejantes, fundados durante dicho periodo, en su obra De la reforma de los Bancos (París, Guillaumin, 1856). Muchos de estos sistemas han sido discutidos y expuestos por Aucuy en sus Sistemas socialistas de cambio (París, 1907). Nosotros discrepamos de la opinión de este autor en muchisímos puntos.

El Banco Bonnard se direrenciaba de todos los demás sistemas en que el cliente del Banco -en lugar de aportar a él una mercancia (de venta insegura) y de recibir el precio de la misma en bonos de papel- recibía, por el contrario, del Banco y en el acto, una mercancía útil, suscribiendo en cambio, un blllete por virtud del cual se comprometía a suministrar un producto de su fabricación, cuando el Banco se lo pidiera, y este último percibía de cada negocio una comisión en metálico. Como vemos, no tenía más finalidad que la de poner en relación a los compradores con los vendedores, y los bonos suscritos no eran otra cosa que billetes a la orden, pagaderos en especie, pero de ningún modo los sustitutos del billete de Banco. (Véase Banco de cambio de Marsella, C, Bonnard y Compañia, fundado por escritura de 10 de enero de 1849. Notario, Raynouard. Marsella, 1849. Folleto de 24 páginas).

(23) Yo la repudio por entero, y tanto por su fondo como por su forma, dice, hablando de la idea de Mazel, en un artículo de El Pueblo, correspondiente al 7 de diciembre de 1848 -Obras tomo XVII, pág, 221-, y anade que desconocía la existencia de Mazel cuando él concibió la idea del Banco de cambio: Ha sido Mazel quien, por su propio impulso, se me ha dado a conocer y ha puesto en mi conocimiento su idea.

Proudhon, en uno de sus proyectos, publicado el 10 de mayo de 1848, parece, sin embargo, haber abrigado por un instante la idea de un Banco de esta índole; el articulo 17 del proyecto estaba concebido en los siguientes términos: Los bonos de cambio son perpetuamente canjeables a la vista por el Banco y por todos sus socios por mercancias o servicios de toda especie. Recíprocamente, las mercancías o servicios de toda especie son perpetuamente canjeables por el Banco por bonos de cambio (Resumen de la cuestión social, pág. 41). Este articulo justifica la interpretación de Courcelle-Seneuil -Tratado de las operaciones de banca, novena edición, 1899, pág. 470, Primera edición, 1852- y la de Otto, en su Tratado de Economía Social (1851), donde se encuentran, no obstante, el mejor análisis y la mejor critica del concepto de Proudhon. Nosotros creemos que tal articulo se debe a una sencilla inadvertencia de Proudhon, porque, aparte de la repudiación formal de la idea de Mazel, no se le vuelve a encontrar en ninguno de los demás proyectos, y en particular en el proyecto de Banco del Pueblo, y nos parece en contradicción, tanto con la repetida afirmación de Proudhon de que los bonos serían conferidos únicamente a cambio de productos vendidos y entregados, como con otros artículOs del proyecto, tales como el articulo 30, por ejemplo, relativo a ventas y compras de consignación, además de contradecirse, igualmente, con la idea de que el descuento de los efectos de comercio es la operación primordial y esencial del Banco.

Se Irala, por tanto, a nuestro modo de ver, de un error de interpretación el que comete Diehi en su obra sobre Proudhon -tomo II, pág. 183. P. J. Proudhon, Seine Lehre und sein Leben (Proudhon, su vida y su obra)-, cuando cree que el Banco de cambio hará entrega de sus bonos a cambio de todas las mercanclas producidas, sin preocuparse de saber si están o no vendidas.

(24) Anales del Instituto Solvay, Tomo I, pág. 19.

(25) Idem. id. pág. 25.

(26) Véanse Principios de orientación social, resumen de los estudios de Solvay sobre el productlvismo y el contabllismo, pág. 82, Bruselas, 1903, 92 páginas.

(27) En cambio, si nos parece muy diferente de la teorla de Proudhon, el concepto de Solvay se asemeja a una idea preconizada en la Comisión del Luxemburgo. En la Exposición general de la Comisión de gobierno para los trabajadores, inserta en el Monitor del 6 de mayo de 1848 -pág. 955-, se lee: En el régimen futuro de la asociación completa se prescindirá incluso de los billetes; todo se reducirá a un balance de cuentas; los tenedores de libros reemplazarán a los cobradores. Ya aun en la sociedad actual se podría, en parte, hacer superfluo el uso de la moneda, de la modeda metálica o de la moneda de papel ..., y el autor expone a continuación un sistema de Cámaras de compensación.
Indice de Proudhon y el socialismo de 1848 de Carlos Gide y Carlos Rist CAPÍTULO SEGUNDO. La Revolución de 1848 y el descrédito del socialismo CAPÍTULO CUARTO. La influencia de Proudhon después de 1848Biblioteca Virtual Antorcha