Índice de Los caminos de la libertad de Bertrand RussellCAPÍTULO PRIMERO - Marx y la doctrina socialistaCAPÍTULO TERCERO - La rebelión sindicalistaBiblioteca Virtual Antorcha

LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD
El socialismo, el anarquismo y el sindicalismo

Bertrand Russell

CAPÍTULO SEGUNDO
BAKUNIN Y EL ANARQUISMO


Según el concepto vulgar, un anarquista es un hombre que tira bombas y perpetra otros atropellos, o porque es más o menos loco, o porque se sirve del pretexto de tener opiniones políticas extremistas para disimular tendencias criminales. Estos conceptos son, naturalmente, de todos modos inadecuados. Hay anarquistas que creen en la eficacia de las bombas; hay otros que no creen en ella. Hay hombres de casi todos los matices de opinión que creen en el bien de tirar bombas en circunstancias convenientes: por ejemplo, los que tiraron la bomba en Sarajevo, que originó la Gran Guerra, no eran anarquistas, sino nacionalistas. Además, aquellos anarquistas que favorecen el tirar bombas no son por eso distintos, en cualquier principio vital, del resto de la comunidad, con excepción de una porción infinitesimal que adopta la actitud tolstoyana de pasividad.

Los anarquistas, así como los socialistas, generalmente tienen fe en la doctrina de la lucha de clases, y si se sirven de las bombas es del mismo modo que los gobiernos se sirven de la guerra; por cada una de las bombas fabricadas por un anarquista se fabrican por los gobiernos muchos millones de bombas, y para cada uno de los hombres muertos por la violencia anarquista mueren muchos millones por la violencia de los Estados. Por consiguiente, podemos dejar de pensar en la violencia, que tiene tanta importancia en la imaginación popular, pues no es ni esencial ni particular para los que adoptan la posición anarquista.

Anarquismo, como su etimología indica, es una teoría que se opone a todo género de autoridad impuesta. Se opone al Estado por ser la suma de las fuerzas empleadas en el gobierno de la comunidad. Para el anarquista es un gobierno tolerable el que es libre, no meramente en el sentido que tiene la mayoría, sino en el que conviene a la totalidad.

Los anarquistas protestan contra los organismos policíacos y las leyes penales, por medio de los cuales la voluntad de una parte de la comunidad es forzada por la otra.

Desde su punto de vista, la forma democrática de gobierno no es más preferible que otras formas mientras que las minorías sean llevadas por la fuerza o sean sometidas potencialmente a las mayorías.

La libertad es el supremo bien, según el credo anarquista, y se busca la libertad por el camino directo de la abolición de toda imposición de control de la comunidad sobre el individuo.

El anarquismo, en este sentido, no es una doctrina nueva. Ha sido expuesta admirablemente por Chuang Tzu, un filósofo chino que vivió hacia el año 300 antes de nuestra Era:

Los caballos tienen cascos para caminar sobre la escarcha y la nieve; pelo para protegerse contra el frío y los vientos. Comen hierba y beben agua, brincan en el campo: tal es la naturaleza de los caballos. Las mansiones palaciegas no sirven para ellos.

Un día apareció Po-Lo, diciendo:

- Yo sé amaestrar caballos.

Entonces los marca con un hierro caliente y los esquila las crines, les corta las pezuñas y les pone bridas, los amarra por la cabeza y los ata los pies, separándolos en establos: resultando que, de cada diez, dos o tres morían. Los guarda encerrados, hambrientos. y sedientos, o los hace trotar y galopar: los rastrilla y cepilla en la cabeza; el dolor de los arreos y las borlas de los adornos, y detrás la constante amenaza del látigo. hasta que más de la mitad caen muertos.

El alfarero dice:

- Yo puedo hacer lo que quiero con el lodo: si quiero hacerlo redondo uso el compás: si rectangular, la escuadra.

El carpintero dice:

- Yo puedo hacer lo que quiero con la madera; si quiero hacerla curva, uso el arco: si rectangular la escuadra.

¿Pero por qué razones podemos pensar que e1 lodo y la madera desean estas aplicaciones de compases y escuadras, de arcos y reglas?

No obstante, cada época elogia a Po-Lo por sus habilidades en la doma de los caballos; a los alfareros y carpinteros, por sus trabajos en el barro y la madera. Analizo ahora el gobierno del Imperio desde un punto de vista completamente opuesto. El pueblo tiene ciertos naturales instintos: teje sus trajes él mismo, ara la tierra por sí mismo.

Esto es común a toda la Humanidad y todos estamos de acuerdo sobre que así es.

Estos instintos son llamados dones del cielo; y así, por los días en que los instintos naturales prevalecían, el hombre se moría tranquilamente y se miraba sin inquietud.

En aquella época, en que nosotros no teníamos caminos que atravesasen las montañas, ni barcos, ni puentes sobre el agua.

Todo esto lo hemos producido nosotros, cada uno por sí y en su propia esfera.

Los pájaros y los animales se multiplican; los árboles y los arbustos crecen. Los primeros venían a nuestras manos y vosotros podíais subir a los árboles y ver en el nido al cuervo. Porque toda la creación era una, con pájaros y animales.

En la que no había distinción entre el hombre bueno y el malo. Desconociendo todos la virtud, no podían confundirse. No teniendo, igualmente, ningún deseo malo, se encontraban en un estado de integridad natural de la perfección de la existencia humana.

Cuando aparecierOn los sabios, pusieron la zancadilla a las gentes al hablarles de la caridad, encadenándolos con la idea del amor al prójimo; la duda hizo su entrada en el mundo.

Entonces, la exageración extrema del entusiasmo por la música y los remilgos por la etiqueta hicieron que el Imperio llegara a dividirse contra sí mismo (1).

El anarquismo moderno, en el sentido en que nosotros nos ocuparemos de él, está asociado con la creencia en la propiedad en común de Jla tierra y el capital; así, en esta importante faceta se acerca al socialismo. Esta doctrina se llama propiamente comunismo anarquista, pero contiene en sí casi todo el anarquismo moderno, y, por consiguiente, podemos dejar de tratar del anarquismo totalmente individualista y concentrar nuestra atención en la forma comunista.

El socialismo y el comunismo anarquista, por igual, han nacido del concepto de que el capital privado es una fuente de tiranía de ciertos individuos sobre los otros. El socialismo ortodoxo cree que el individuo será libre si el Estado se convierte en el único capitalista. El anarquismo, por el contrario, tiene miedo de que en ese caso el Estado heredaría las tendencias tiránicas propias del capitalista privado. Por eso busca un medio para reconciliar la posesión comunal con la mayor disminución posible de los poderes del Estado, y, como fin. la abolición completa del Estado. Ha nacido, principalmente, dentro del movimiento socialista como si fuera su ala extrema izquierda.

De la misma manera que se puede considerar a Marx como el fundador del socialismo moderno, Bakunin puede ser considerado como el fundador del comunismo anarquista; pero Bakunin no ha producido, como Marx, un cuerpo acabado y sistemático de doctrina.

Lo que se puede recoger de su doctrina debemos buscarlo en los escritos de su discípulo Kropotkin. Para explicar el anarquismo moderno empezaremos con Bakunin (2), y daremos después, en la historia de sus disputas con Marx, un breve relato de la teoría anarquista, expuesta parcialmente en sus escritos, pero en su mayor parte sacada de las obras de Kropotkin.

Miguel Bakunin nació en 1814, de una familia aristocrática rusa. Su padre era un diplomático, que por los días del nacimiento de Miguel se había retirado a su pueblo, situado en el gobierno de Tver.

Bakunin ingresó en la escuela de Artillería de Petersburgo a la edad de quince años, y a la de dieciocho fue enviado como abanderado a un regimiento destinado en el departamento de Minsk. La insurrección polonesa del 1830 acababa de ser ahogada en sangre. El terrorífico espectáculo de Polonia -dice Guillaume- impresionó y actuó con fuerza en la cabeza del joven oficial y contribuyó a inspirar en él el horror al despotismo. Esto le hizo abandonar su carrera militar después de dos años de prácticas.

En 11834 deja su empleo y vuelve a Moscu, en donde dedica seis años de su vida a estudiar filosofía. Como todos los estudiantes de filosofía de aquella época, Bakunin es un hegeliano. En 1840 va a Berlín a continuar sus estudios, con la intención de prepararse para ser profesor. Algún tiempo después sus opiniones e ideas sufren un cambio radical.

Cree Bakunin que es imposible aceptar la teoría hegeliana de que todo lo que existe es racional; y en 1842 emigra a Dresden, donde se asocia con Arnold Rruge, el autor del Deutsche Jahrbuecher (Anuario Alemán); es en esta época cuando se convierte en un revolucionario, y al año siguiente provoca la hostilidad del gobierno sajón contra él. Esto le hace marcharse a Suiza, donde se pone en contacto con un grupo de comunistas alemanes; pero la Policía suiza le importuna y el gobierno ruso pide su extradición; marcha a París, donde reside desde 1843 a 1847.

Estos años de París influyen mucho en la formación de sus creencias y opiniones. Allí hace amistad con Proudhon, que ejerció considerable influencia sobre él; también con George Sand y con otras muchas personalidades renombradas. Fue allí, en París, en donde conoció a Marx y Engels; es contra ellos contra quien el destino le obligaría a luchar toda su vida. Más tarde, en 1871, él escribe el siguiente relato de sus relaciones con Marx en aquella época:

Marx era mucho más avanzado que yo; hoy se encuentra mucho más atrasado, incomparablemente más atrás que yo; yo no sabía nada de economía política. No había leído las abstracciones metafísicas y mi socialismo era completamente instintivo. Era él ya un ateo, un materialista preparado, un socialista bien considerado. Fue justamente por este tiempo cuando elaboraba los primeros fundamentos de su presente sistema. Nosotros nos entrevistamos bastantes veces, porque yo lo respetaba mucho por su preparación apasionada y su gran elevación (siempre mezclada, no obstante, de vanidad personal) por la causa del proletariado, y yo buscaba ávidamente su conversación, que era siempre instructiva e inteligente cuando no era inspirada por un rencor mezquino, lo que desgraciadamente le ocurría demasiadas veces. Pero no hubo nunca una intimidad franca entre nosotros. Nuestros temperamentos no lo permitían. El me llamó un idealista sentimental, y tenía razón; yo le llamé un hombre vanidoso, pérfido y pícaro, y yo también tenía razon.

Bakunin no podía vivir mucho tiempo en ningún sitio sin incurrir en la persecución y enemistad de las autoridades. En noviembre de 1847, como resultado de un discurso en el que elogiaba la sublevación polonesa de 1830, fue expulsado de Francia a petición de la Embajada rusa, que, a fin de privarle de la simpatía publica, propalaba la insidia de que era un agente secreto del gobierno ruso, destituído por demasiado extremista. El gobierno francés, con un silencio intencionado, fomentaba esta historia, que quedó adherida a él casi toda su vida.

Obligado a abandonar Francia fue a Bruselas, donde reanudó sus relaciones con Marx. Una carta suya, escrita por este tiempo, muestra aquel odio atroz que tenía contra Marx, con mucha razón:

Los alemanes artesanos Bornstedt, Marx y Engels -y sobre todo Marx- están aquí, haciendo su daño habitual. Vanidad, despecho, chismes y altivez acerca de las teorías; pusilanimidad en la práctica -reflexiones sobre la vida, la acción y la sencillez, y una ausencia completa de vida, acción y sencillez-; artesanos literarios y disentidores, con una coquetería repulsiva en ellos. Feuerbach es un burgués, y el término burgués aumentado en un epíteto repetido, ad nauseam; pero cada uno de ellos, desde la cabeza hasta los pies, en absoluto, totalmente, es un burgués provinciano. En una palabra, mentira y estupidez, estupidez y mentira. En esta sociedad no hay posibilidad de tomar aliento amplio y libre. Yo me mantengo apartado de ellos y he declarado decididamente que no me afiliaré a su unión comunista de artesanos y no tendré nada que ver con ella.

La Revolución de 1848 le hizo volver a París y desde allí a Alemania. Tuvo una disputa con Marx sobre una cuestión en la cual él mismo confesó más tarde que Marx tenía razón. Se hizo miembro del Congreso eslavo en Praga, donde intentó, sin éxito, promover una sublevación eslava. Hacia el fin del año 1848 escribió un Llamamiento a los eslavos, exhortándoles a unirse con otros revolucionarios para destruir las tres monarquías tiránicas: Rusia, Austria y Prusia. Marx publicó un ataque contra él, diciendo, en efecto, que el movimiento para la independencia de los bohemios era inútil porque los eslavos no tenían porvenir, por lo menos en aquellas regiones donde estaban sujetos a Alemania o Austria.

Bakunin acusó a Marx de patriota alemán en esta cuestión, y Marx a Bakunin de ser paneslavista; reproche indudablemente justo en ambos casos. Pero antes de esta disputa hubo una mucho más seria. El periódico de Marx, la Neue Rheinische Zeitung, afirmó que George Sand tenía papeles que probaban que Bakunin era agente del gobierno ruso y uno de los responsables de la reciente detención de muchos poloneses. Bakunin, naturalmente, repudió la acusación, y George Sand escribió a la Neue Rheinische Zeitung negando la afirmación in toto. Las negaciones fueron publicadas por Marx, reconciliándose aparentemente; pero desde aquel momento en adelante no disminuyó realmente la hostilidad que existía entre los dos caudillos rivales, que no volvieron a entrevistarse hasta el año 1864.

Mientras tanto la reacción había avanzado en todas partes. En mayo de 1849, una sublevación en Dresden hizo que los revolucionarios se adueñaran de la ciudad; dominaron durante cinco días, estableciendo un gobierno revolucionario. Bakunin era el alma de la defensa que hicieron contra las tropas prusianas. Pero fueron vencidos y al fin Bakunin fue capturado cuando intentaba escaparse con Heubner y Richard Wágner, quien, afortunadamente para la música, no fue capturado.

Empieza ahora un largo período de encarcelamientos por muchas cárceles de varios países.

Bakunin fue condenado a muerte el 14 de enero de 1850, pero su sentencia fue conmutada después de cinco meses y fue entregado a Austria, que pretendía el privilegio de castigarle. Los austriacos, en su turno, le condenaron a muerte en mayo de 1851, y otra vez su sentencia fue conmutada a la de prisión para toda la vida. En las cárceles austriacas llevaba cadenas en las manos y los pies, y aún más: en una estuvo encadenado al muro por la cintura. Parece que había un placer personal en castigar a Bakunin, pues el gobierno ruso, a su tiempo, pidió su extradición a los austriacos, que se lo entregaron. En Rusia estuvo detenido, primero en la fortaleza de Pedro y Pablo y después en la de Schlusselburg. Allí padeció el escorbuto, cayéndosele todos los dientes.

Su salud quedó completamente aniquilada y le fue casi imposible asimilar alimentos. Pero si su cuerpo se había debilitado aún su espíritu se conservaba inflexible. Temía, sobre todas las cosas, encontrarse un día rendido por el sufrimiento extenuante de la cárcel a una condición de degradación de la cual Silvio Pellico es un ejemplo conocido. Temió que dejaría de odiar, que sentiría apagarse en su corazón el sentimiento de rebeldía que le sostenía, que acabaría perdonando a sus perseguidores y sometiéndose y resignándose a morir. Pero este miedo era sin fundamento, pues su energía no le abandonó un solo día y salió de su celda exactamente igual que cuando entró (3).

Después de la muerte del zar Nicolás hubo una amnistía para muchos de los presos políticos, pero Alejandro II borró con su propia mano el nombre de Bakunin de la lista. Cuando la madre de Bakunin logró tener una entrevista con el nuevo zar, éste le dijo: Tiene usted que saber, señora, que mientras viva su hijo no podré nunca ser libre. A pesar de esto, en el año 1857, después de ocho años de prisión, fue enviado con una relativa libertad a Siberia. Desde allí, en el año 1861, logró escapar al Japón, y después, a través de América, llegar a Londres. Había sido encarcelado por su hostilidad frente a los gobiernos; pero, ¡cosa rara!, sus sufrimientos no habían tenido el efecto intentado de hacerle amar a los que se los causaron. Desde este momento en adelante se dedicó a difundir el espíritu de la rebelión anarquista, sin ser detenido otra vez. Durante unos años vivió en Italia, donde fundó, en el año 1864, la Fraternidad lnternacional o la Alianza de Socialistas Revolucionarios. En esta asociación se alistaron hombres de muchos países, pero, al parecer, ninguno de Alemania.

Se dedicó en Italia principalmente a luchar contra el nacionalismo de Mazzini. En el año 1867 se marchó a Suiza, en donde al año siguiente colaboró en la organización de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, de la cual él redactó el programa. Este programa da un sucinto y buen resumen de sus Opiniones.

La Alianza se declara atea; desea la abolición definitiva y absoluta de las clases, la igualdad política y la igualación social de los individuos de ambos sexos. Desea que la tierra, los instrumentos de trabajo, como todo capital, sean propiedad colectiva de la sociedad entera, no pudiendo ser utilizados más que por los trabajadores, es decir, por las asociaciones agrícolas e industriales. Reconoce que todos los Estados existentes actualmente. políticos y autoritarios, reduciéndose más y más a las funciones meramente administrativas de los servicios públicos en sus países respectivos, tienen que desaparecer en la unión universal de las asociaciones libres, tanto agrícolas como industriales.

La Alianza Internacional de la Democracia Socialista quiso hacerse una sección de la Asociación Internacional de Trabajadores, pero se negaron a admitirla en razón de que las secciones tienen que ser locales y no pueden ser ellas mismas internacionales. No obstante, el grupo de Ginebra de la Alianza fue admitido más tarde, en julio de 1869.

La Asociación Internacional de Trabajadores se hab;a fundado en Londres en 1864 y sus estatutos y programa fueron redactados por Marx, Bakunin, al principio, no creía que tendría éxito y se negó a afiliarse. Se difundía con una rapidez extraordinaria en muchos países, y en poco tiempo se hizo una gran fuerza para la propagación de las ideas socialistas. Originalmente no era en modo alguno completamente socialista, pero en los Congresos siguientes Marx !es persuadió a sus miembros a adoptar su punto de vista. En su tercer Congreso, en Bruselas, en septiembre de 1868, se hizo definitivamente socialista.

Mientras tanto, Bakunin, que se arrepintió de su abstención previa, se decidió a afiliarse y llevó con él un grupo importante de adherentes de la Suiza francesa, Francia, España e Italia. En el cuarto Congreso, en Bale, en septiembre de 1869, había dos corrientes muy destacadas: los alemanes y los ingleses, que seguían a Marx en su fe de cómo el Estado tenía que ser después de la abolición de la propiedad privada; le siguieron a Marx también en su deseo de fundar partidos obreros en los varios países y utilizar la maquinaria de la democracia para elegir representantes del trabajo en los Parlamentos. En el otro lado, las naciones latinas, en general, seguían a Bakunin en oponerse al Estado y en negar la eficiencia de la maquinaria del gobierno representativo. El conflicto entre estos dos grupos se enconó cada vez más y cada uno acusó al otro de varios delitos. La insidia de que Bakunin era confidente se repitió, pero fue retirada después de una investigación. Marx escribió en una comunicación confidencial a sus amigos alemanes, que Bakunin era agente del partido paneslavista y que recibía de éste veinticinco mil francos por año. Mientras tanto, Bakunin se interesaba momentáneamente en incitar a una tentativa de rebelión a los agricultores de Rusia, y esto le hizo alejarse de la lucha en la Internacional en el momento decisivo.

Durante la guerra francoprusiana. Bakunin defendió apasionadamente a Francia, especialmente después de la caída de Napoleón III. Intentó animar al pueblo a resistir revolucionariamente como en 1793 y se complicó en una tentativa de sublevación en Lyon, que abortó. El Gobierno francés le acusó de ser agente pagado por Prusia, y él se escapó con dificultad a Suiza. La disputa contra Marx y sus discípulos se había exacerbado en el problema nacional. Bakunin. así como Kropotkin más tarde. consideró el nuevo poder de Alemania como la mayor amenaza a la libertad del mundo. Odia a los alemanes con un odio atroz. indudablemente, en parte, a causa de Bismarck, pero probablemente aún más a causa de Marx. Hasta ahora el anarquismo ha quedado limitado casi exclusivamente a los países latinos y ha ido asociado con un odio a Alemania nacido de las contiendas entre Marx y Bakunin en la Internacional.

La supresión final del grupo de Bakunin ocurrió en el Congreso General de la Internacional, en La Haya, en 1872. El sitio para reunirse fue escogido por el Concilio General (con lo cual Marx quedó sin oposición). con la intención -así afirmaron los amigos de Bakunin- de hacerle imposible a éste que pudiera acudir a causa de la hostilidad de los Gobiernos francés y alemán y dificultar que lo hicieran sus amigos. Bakunin fue expulsado de la Internacional a consecuencia de una información acusándole, inter alia, de haher robado y amedrentado.

La ortodoxia de la Internacional fue salvada, pero a costa de su vitalidad. Desde este momento dejó de ser un poder en sí misma, pero ambas secciones siguieron trabajando en sus varios grupos, y los grupos socialistas especialmente crecieron con rapidez. Finalmente se formó una nueva Internacional (1889) que continuó hasta el estallido de la guerra actual. En cuanto al porvenir del socialismo internacional sería precipitado hacer profecías, aunque parezca que la idea del internacionalismo ha adquirido fuerza bastante para necesitar otra vez, después de la guerra, de un medio de expresión algo parecido al que encontraba antes en los Congresos socialistas.

Por este tiempo la salud de Bakunin estaba completamente perdida, y, con excepción de unos cuantos intervalos pequeños, vivió retirado hasta su muerte, en 1876. Su vida, distinta de la de Marx, fue muy turbulenta. Todo género de rebelión contra la autoridad excitaba siempre su simpatía y en su apoyo no hizo caso alguno del peligro de su persona. Su influencia, indudablemente, fue muy grande: venía principalmente de su fuerte personalidad, impuesta sobre personas importantes. Sus escritos se diferencian de los de Marx tanto como su vida, y, del mismo modo que ésta, son caóticos, en su mayor parte inspirados por un acontecimiento transitorio; abstractos y metafísicos, excepto cuando tratan de la política del momento. No llega a tratar los hechos económicos, quedándose generalmente en las regiones de la teoría y la metafísica. Cuando desciende de estas regiones está mucho más preocupado que Marx de las tendencias actuales de la política internacional y mucho menos imbuído de los resultados de la teoría de que las causas económicas son fundamentales.

Elogió a Marx por haber enunciado esta doctrina (4); pero, no obstante, siguió pensando dentro de los términos nacionales. La obra más completa de Bakunin es L'Empire Knouto-Germanique et la Révolution Sociale; trata principalmente del Estado de Francia durante las últimas etapas de la guerra francoprusiana y de los medios de resistir al imperialismo alemán. La mayor parte de su obra fue escrita de prisa, durante un intervalo entre dos sublevaciones. Hay algo de anarquismo en su falta de orden literario. Su obra mejor conocida es un fragmento llamado por sus editores Dios y el Estado (5).

Expone esta obra que la creencia en Dios y en el Estado son los dos grandes obstáculos a la libertad humana. Un pasaje típico servirá para ilustrar su estilo:

El Estado no es en ningún modo la sooiedad; no es más que una forma histórica tan brutal como abstracta. Ha nacido históricamente en todos los países del matrimonio, de la violencia, de la rapiña. del pillaje; en una palabra, de la guerra y de la conquista, con los dioses creados sucesivamente por la fantasía teológica de las naciones. Desde su origen ha sido y lo es hasta el presente la sanción divina de la fuerza brutal y de la iniquidad triunfante.

El Estado es la autoridad, es la fuerza, es la ostentación y la fatuidad de la fuerza. No se insinúa, no procura convertir ... Aun cuandó procura el bien, perjudica, precisamente porque él lo impone y porque toda imposición provoca y suscita las rebeldías legítimas de la libertad, y porque el bien, desde el momento en que es impuesto, desde el punto de vista de la verdadera moral, de la moral humana, no divina indudablemente, desde el punto de vista del respeto humano y de la libertad, el bien, repito, se convierte en mal. La libertad, la moralidad y la dignidad humanas del hombre consisten precisamente en esto, en que él mismo haga el bien, no porque nadie se lo imponga, sino porque lo concibe, lo quiere, lo ama (6).

No encontramos en la obra de Bakunin un cuadro distinto de la sociedad que él tenía como finalidad, ni argumento alguno para comprobar que una tal sociedad pueda ser estable. Si nosotros queremos comprender el anarquismo debemos volvernos hacia sus discípulos, y particularmente hada Kropotkin, como él un aristócrata ruso que conocía muy bien las cárceles de Europa, y, como él, un anarquista que, a pesar de su internacionalismo, está imbuído de un odio furibundo a los alemanes.

Kropotkin ha dedicado muchos de sus escritos a las cuestiones técnicas de la producción. En Campos, fábricas y talleres y La conquista del pan ha tratado de comprobar que si la producción fuese más científica y mejor organizada, una cantidad pequeña comparativamente de trabajo hecho con agrado bastaría para que la gente viviera cómodamente. Aun si nosotros suponemos, como probablemente es seguro, que exagera un poco, lo que es posible por no tener los conocimientos científicos actuales, debemos conceder que sus afirmaciones son en gran parte ciertas. En su manera de tratar el problema de la producción ha demostrado que sabe cuál es la cuestión realmente decisiva. Si la civilización y el progreso tienen que ser compatibles con la igualdad, es preciso que esta igualdad no necesite de largas horas de duro trabajo para las pocas necesidades de la vida, pues donde no hay horas libres, el arte y la ciencia mueren y todo progreso se hace imposible. Las objeciones que algunos hacen al socialismo y al anarquismo sobre este argumento no pueden ser mantenidas en vista de la posible productividad del trabajo.

El sistema que Kropotkin tiene como finalidad, sea o no sea posible, exige indudablemente un perfeccionamiento muy grande de los métodos de producción corrientes hoy. Quiere abolir totalmente el sistema de salarios, no solamente como quieren la mayoría de los socialistas (es decir, en el sentido de que un hombre tiene que ser pagado más por su buena voluntad puesta en el trabajo que por el trabajo actual que de él se exige), sino en un sentido más fundamental: no habrá la obligación de trabajar, y todas las cosas serán compartidas en proporciones iguales entre todo el pueblo. Kropotkin confía en la posibilidad de hacer agradable el trabajo; mantiene que en una comunidad como él la prevé, casi todo el mundo preferirá el trabajo a la nolganza, porque el trabajo no implicará ni esfuerzo excesivo, ni esclavitud. ni aquella especialización obligada por el industrialismo, sino será únicamente una actividad agradable para ciertas horas del día, que darán al hombre ocasión para exprimir sus impulsos e inquietudes espontáneamente y constructivamente. No habrá ni coacción, ni derecho, ni Gobierno que emplee fuerza; habrá aún actos de la comunidad, pero éstos nacerán del consentimiento universal y no de cualquier sumisión forzada, ni aun por la más pequeña minoría. Examinaremos más tarde hasta qué punto un ideal de este género puede realizarse, pero no se puede negar que Kropotkin presenta su doctrina con encanto extraordinario y gran persuasión.

Nosotros no haríamos más que justicia al anarquismo si no dijéramos algo de su lado más negro: el lado que le ha llevado al conflicto con la Policía y le ha hecho ser una palabra de terror entre los ciudadanos. En sus doctrinas generales no hay nada que implique esencialmente el empleo de métodos violentos o de odio feroz a los ricos, y muchos de los que adoptan estas doctrinas generales son personalmente bondadosos y por temperamento contrarios a la violencia. Pero el tono general de la prensa anarquista y de los anarquistas es amargo hasta un grado que parece casi veneno, y el llamamiento, sobre todo en los países latinos, se hace más a la envjdia de los afortunados que a la compasión por los desgraciados. Una descripción real y amena, aunque no enteramente veraz, hecha desde un punto de vista hostil, se halla en un libro titulado Le péril anarchiste, por Félix Dubois (París. 1894), que, además, reproduce un número de caricaturas de periódicos anarquístas. La rebelión contra la ley conduce naturalmente, a excepción de aquellos que están imbuídos por una pasión real por la humanidad, a un relajamiento de todas las leyes morales usualmente aceptadas y a un espíritu agrio de crueldad que usa de represalias, y del cual difícilmente se puede hacer algo bueno.

Uno de los rasgos más curiosos del anarquismo popular es su martirologio, imitando las formas cristianas, con la guillotina (en Francia), en vez de la cruz. Muchos de los que han muerto en manos de las autoridades por causa de actos de violencia eran indudablemente genuinas víctimas de su fe en la causa; pero puede ser que otros, que han sido igualmente glorificados, no lo fueran. Uno de los ejemplos más curiosos de esta manera de expresar un impulso religioso reprimido es el culto a Ravachol, que fue guillotinado en 1892, culpado de varios atentados por medio de la dinamita. Su pasado no era muy limpio. pero, murió desafiando; sus últimas palabras fueron estos tres versos de una canción anarquista conocida, el Chant du Pere Duchesne:

Si tu veux être heureux,
Nom de Dieu!
Pends ton propriétaire
(7).

Como era natural, los anarquistas más importantes no tomaron parte en la canonización de su memoria; no obstante, se procedió a ella con las extravagancias más asombrosas.

Sería completamente injusto juzgar la doctrina anarquista o las teorías de sus representantes más importantes por tales fenómenos; pero quede el hecho de que el anarquismo atrae a sí muchos de los que se hallan muy cerca de la locura y del crimen común (8).

Es preciso hacer recordar esto para disculpar a las autoridades y al público irreflexivo, que confunden muchas veces y odian igualmente a los parásitos del movimiento que a los hombres verdaderamente heroicos y elevados que han elaborado sus teorías y sacrificado su comodidad y su éxito personal por propagar las doctrinas del anarquismo.

La campaña terrorista en la cual hombres tal como Ravachol actuaban, terminó virtualmente en el año 1894. Después de aquel período, bajo la influencia de Pelloutier, el mejor tipo de anarquista encontró una manera de expresarse menos dañosa al resguardo del sindicalismo revolucionario dentro de las Uniones de trabajadores y las Bolsas de trabajo (9).

La organización económica de la sociedad, tal como la conciben los anarcocomunistas, no se diferencia mucho de la que desean los socialistas. La diferencia es una cuestión de gobierno: aquellos pretenden que el gobierno tiene que necesitar del consentimiento de todos y no tan sólo de la mayoría. No se puede negar que el gobierno de una mayoría pueda ser casi tan hostil a la libertad como el gobierno de una minoría. El derecho divino de las mayorías es un dogma tan alejado de la verdad absoluta como cualqruier otro. Un fuerte Estado democrático puede fácilmente caer en la opresión de sus mejores ciudadanos, es decir, de aquellos cuya independencia de espíritu pueda darles una fuerza de progreso. La experiencia ha demostrado que el gobierno parlamentario democrático está muy lejo3 de lo que los primeros socialistas esperaban, y la rebelión anarquista contra él no es nada sorprendente. Pero en la forma del anarquismo puro esta rebelión ha quedado en potencia y dividida. Es el sindicalismo, y los movimientos que han nacido del sindicalismo. quienes han popularizado la rebelión contra el gobierno parlamentario y los medios puramente políticos para liberar al trabajador. Este movimiento debe ser tratado en un capítulo aparte.




Notas

(1) Meditaciones de un místico chino. Selecciones de la filosofía de Chuang Tzu. Con una introducción por Lionel Giles, M. A. Coxon. La Sabiduría del Este. Serie John Murray, 1911, páginas 66-68.

(2) Un relato de la vida de Bakunin se halla, desde el punto de vista anarquista, en el volumen II de la edición completa de sus obras: Michel Bakounine. (Ouvres, tome II. Avec une notice biographique des avant-propos et des notes, par James Guillaume. París. P. V. Stock, Editeur. pp. V. LXIII.

(3) Ibid.. p. XXVI.

(4) Marx, como pensador, está en el buen camino. Ha establecido como principio que todas las evoluciones políticas, religiosas y jurídicas en la historia no son las causas, sino los efectos, de las evoluciones económicas. Este es un gran pensamiento provechoso que él no ha inventado completamente; ha sido parcialmente percibido y expresado por muchos otros; pero, de todas maneras, es a él a quien se le debe el haberlo establecido sólidamente y enunciado como base de todo su sistema económico. (1870, ib., II, p. XIII).

(5) Este título no es de Bakunin: fue dado por Cafiero y Eliseo Reclus, que lo editaron sin saber que era un fragmento de lo que él destinó a ser la segunda versión de L'Empire Knouto-Germanique.

(6) De la traducción de Núñez de Prado.

(7) Si quieres ser feliz, -¡por el nombre de Dios!, -ahorca a tu propietario.

(8) La actitud de los mejores anarquistas es la expresada por L. S. Bevington en las palabras siguientes: Naturalmente, nosotros sabemos que entre los que se llaman anarquistas hay una minoría de entusiastas desequilibrados que consideran todo acto de violencia legal y sensacional como una causa de su alegría histérica. Muy útiles a la Policía y a la Prensa, cortos de inteligencia y faltos de principios morales, éstos se han mostrado asequibles a consideraciones venales. Ellos, su violencia y también el anarquismo que ellos profesan, son cotizables, y, como último recurso, partidarios gratos y activos de la burguesía en su guerra cruel contra los salvadores del pueblo. Su conclusión es muy razonable: Dejamos la matanza y la mutilación en grande al Gobierno, a los hombres de Estado, a los bolsistas, a los oficiales y a sus leyes. Anarchism and violence, 1896.

(9) Ver capitulo siguiente.

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