Presentación

La obra del notable escritor suizo, Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), El contrato social, se ha convertido en un auténtico clásico tanto de la literatura jurídica como de la política.

Texto obligado en diversas disciplinas y materias, este libro ha corrido por desgracia la nefasta suerte que suele acompañar a obras de este tipo, las cuales al constituirse en lecturas obligatorias en las escuelas, terminan por ser odiadas y, por supuesto, muy poco leídas.

Sin embargo, todo aquel que durante su educación preparatoria o en alguna materia de sus estudios universitarios se haya visto en la obligación de haberla leido para acreditar la materia o el grado escolar respectivo, le aconsejamos vuelva a leerla, fuera del criterio de leer para pasar año, sino que la lea para analizar, reflexionar y adquirir elementos que le ayuden a la mejor comprensión de su medio social, y se convencerá de todo lo que perdió por la locura compulsiva del rápido acreditamiento de materias.

En efecto, en los cuatro libros que componen esta obra podemos encontrar innumerables referencias a nuestra realidad actual.

Tengamos en cuenta, en primer lugar, que el principal planteamiento de la concepción contractualista de Rousseau, lo encontramos en que él otorga el título de Contrato social a la manera en que las colectividades humanas buscan ponerse de acuerdo en torno a su organización interna. Así, la felicidad y la libertad de las colectividades humanas dependerán directamente de cómo se estructure y establezca ese acuerdo; al existir una amplia gama de posibilidades, corresponderá a la multiplicidad de voluntades reunidas para llegar a concretar el acuerdo, analizarlas todas y decidir cuáles consideran mas adecuadas a su realidad y acordes con sus finalidades y objetivos.

Para Rousseau no hay la menor duda de que todo tipo de sociedad requiere forzosamente de ese acuerdo de voluntades para poder funcionar, y en esta obra analiza y reflexiona sobre una vasta gama de posibilidades.

Particularmente ha llamado nuestra atención su alusión a la República romana, respecto del ágora o plaza pública, en donde las voluntades se manifestaban, discutían y acordaban lo conducente, siendo por ello el lugar en el que se hacía la política de la Roma republicana. En la actualidad parece ser que esa plaza pública ha sido suplantada por los denominados medios masivos de comunicación.

En efecto, es en estos medios en donde, hoy por hoy, se hace la política y se hace política, aunque, y he aquí lo que es motivo de reflexión: sin la participación de la pluralidad de voluntades que conforman la sociedad. Esto, que es sumamente preocupante, lo comprobamos día con día sin que parezca existir freno alguno. De seguir las cosas así, a pasos agigantados la más aberrante e hipócrita de las oligarquías: la que disfraza su rostro tiránico bajo un supuesto manto democrático estará inscrustandose en el poder tras el trono.

Resulta pues evidente, que uno de los tantos acuerdos que las sociedades contemporáneas, y en lo particular, la sociedad mexicana, deben alcanzar, es redefinir el uso y alcances de esos medios masivos de comunicación, puesto que mucho de ello depende para, utilizando las alegorías rousseounianas, garantizar la felicidad y buen desarrollo de las mismas.

El poder de los medios masivos de comunicación, en lo particular el de la televisión, es algo innegable, por lo que la participación social en el control de los mismos debe ya de precisarse, volverse parte integrante de ese acuerdo de que habla Rousseau.

En fin, al igual que nosotros echamos a volar nuestras reflexiones basándonos en unos párrafos expuestos en este libro, cualquier lector puede hacerlo, sobre muy variados temas, y eso es, desde la perspectiva propia, lo importante, lo crucial, lo esencial, a lo que hay que inducir.

Chantal López y Omar Cortés