Índice de En defensa de la revolución de Ricardo Flores MagónSegundo escritoCuarto escritoBiblioteca Virtual Antorcha

III

Ya ven los asnos distinguidísimos de Massachusets que si es cosa fácil mentir, fácil también es destruir la mentira. Imbéciles y cobardes al mismo tiempo, cuando escribísteis vuestra cartita, creísteis que vuestro flagelo, Regeneración, estaba muerto para siempre, y que no tendríamos la oportunidad de embarraros en los hocicos vuestra propia inmundicia.

Como ni por un momento queremos que se nos suponga racistas, esto es, que seamos partidarios de una cierta raza humana con exclusión de las demás, cosa impropia de los que profesamos ideas anarquistas, porque los anarquistas consideramos iguales a todos los seres humanos, sin distinción de raza ni color, bueno es que se tenga en cuenta que, cuando empleamos la palabra gachupín, no es para designar al individuo de raza española, raza que, como la francesa, como la inglesa, como la negra, como la china, como la japonesa, como todas las que habitan la madre Tierra, no suscita en nuestro corazón sino sentimientos de simpatía, de amor, de fraternidad. Cuando empleamos la palabra gachupín, es para designar a personalidades perversas de la raza española en la que, como en todas las demás, no deja de haber malvados.

Sigue así la carta de los gachupines de Massachusets:

... tenemos aquí también algunos documentos de conocidísimos compañeros, que nos aseguran que Antonio de P. Araujo salió para España a redactar Reivindicación; pero aquí está lo más interesante: dicho individuo salió de aquí diciendo que salía para México y al salir dejó su firma grabada en caucho para que los Magones mandaran las cartas a España, que el mismo Araujo recibiría con un nombre supuesto, constando que dichas cartas eran procedentes del campo de operaciones en México. ¿No comprendéis?

Este enredo quiere decir que Araujo no ha estado en México; que en vez de marchar a México, se fue a España a redactar Reivindicación, y, la verdad es que no se puede concebir que exista tanta imbecilidad en cabeza humana, aunque sea una cabeza de gachupín.

No a cien, sino a miles de compañeros, les consta que es una realidad el viaje de Antonio de P. Araujo a México. Muchos compañeros residentes en los Estados Unidos tienen en su poder cartas y tarjetas postales escritas con el puño y letra de Araujo de distintas partes de México, y en cuyos sellos puede verse que las cancelaciones han sido hechas por las diversas oficinas postales mexicanas, donde iba depositando su correspondencia. Pero si se duda todavía, el modo más fácil de comprobar lo que decimos, es hacer que algún companero vaya a México y pida informaciones de Araujo a Emiliano Zapata.

De esta manera se conseguirían dos cosas: demostrar que los conocidísimos compañeros de los gachupines de Massachusets son unos redomados embusteros, y comprobar que cuanto hemos dicho sobre las pláticas de Araujo con Emiliano Zapata es la verdad.

Cuando Juan Francisco Moncaleano, aprovechándose del hecho de estar presos en la Isla de McNeil, Librado Rivera, Anselmo L. Figueroa, Enrique Flores Magón, y el que esto escribe, quiso apoderarse de Regeneración para su provecho personal, su despecho fue grande al verse descubierto en sus pretensiones y entonces, como recordarán los lectores de Regeneración de aquella época, Moncaleano se soltó injuriando y calumniando como quien da palos de ciego, a los compañeros Blas Lara y Teodoro M. Gaytán, representantes de la Junta mientras los miembros de ésta permanecían en la prisión, y a los prisioneros igualmente. Entonces Moncaleano, entre otras mentiras, echó a volar una, la más gorda de todas, la que no puede ser tragada por ninguna tragadera, pero que, a los gachupines de Boston y a sus hermanos de Mahón, les parece muy a propósito para hacer añicos de un porrazo, nuestra reputación revolucionaria.

Otro papelucho que acoge con cariño cuanto de insultante y calumnioso se publica contra los hombres que formamos la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, es el periódico político La Justicia Social, de Reus, España. Como periódico partidario del principio de autoridad, tiene forzosamente que ser enemigo nuestro, pues mientras que ese periódico cree que es necesario que haya alguien que gobierne al pueblo, nosotros creemos que nadie debe mandar a nadie. De esta diferencia de opinión nace un odio irreconciliable que nos profesa ese periódico, odio que encuentra buenas todas las armas que contra nosotros halla al paso. Por lo demás, agradecemos a La Justicia Social que nos odie. Ese odio nos honra. En cambio, su simpatía nos envilecería: hay fraternidad de zahurda que causa sonrojo. Además, no queremos tener relaciones de ninguna clase, con los vástagos enclenques de ciertos lupanares de España. Pueden, pues, los señores regenteadores de La Justicia Social, de Reus, España, continuar atacando. Del campo enemigo no debemos esperar apretones de manos, sino coces.

La mentira echada a volar por Moncaleano es ésta: dice que Blas o Teodoro, pues parece que no ha podido determinar todavía quien de nuestros dos representantes fue, le propusieron, para hacer negocio, que no se diera a conocer en Los Angeles, sino que con Blanca, la mujer del payaso de la Escuela Moderna, se fuera a vivir fuera de la ciudad, y que desde donde estuvieran enviaran noticias sobre la revolución social, y con sólo eso llegaría tanto dinero a la oficina de Regeneración, que bastaría para pagar el déficit que pesaba sobre el periódico. He aquí cómo se expresan los gachupines de Massachusets a este respecto:

Esta misma proposición se la han hecho a un compañero de aquí, diciéndole que fuese a vivir fuera de la localidad él y su familia y que sus gastos sertan costeados por los fondos de Regeneración con tal que escribiera semanalmente unas notas de la revolución, constando que venían del campo de la lucha. Dicho compañero se negó a ser instrumento de tal estafa.

Esta mentira causa risa, porque el pobre Moncaleano será rufián manoseador de niñas de diez años de edad, y todo lo que se quiera, menos escritor, y nuestros compañeros Blas Lara y Teodoro M. Gaytán tienen el juicio necesario para no confiar a un individuo tareas que no pueda desempeñar. Moncaleano puede hilvanar difícilmente unas cuantas palabras. Como buen gachupín, es bruto por excelencia, y, buen escritor que hubiera sido, Regeneración no necesita inventar noticias como ha quedado plenamente demostrado, no sólo al principio de esta ya larga contestación a los majaderos de Massachusets, sino con la colección entera del periódico en la que se ve que cada noticia que se publica, es referida al periódico de donde se toma. No había, por lo mismo, necesidad alguna, de solicitar los servicios de Moncaleano para que fingiera enviar noticias del campo de la lucha, cuando en realidad se estaba recibiendo, y en abundancia. Además, ¿con qué dinero se iban a pagar los gastos de semejante servicio, cuando el periódico vivía, como siempre, en medio de las mayores dificultades?

En realidad, nunca se propuso tal cosa a Moncaleano. Suponiendo que no fuéramos honrados en nuestras informaciones, que retamos a cualquiera que nos lo pruebe, no existió nunca la necesidad de tener que encomendar a un pelagatos la tarea de confeccionar noticias revolucionarias. Revísese con cuidado la colección de Regeneración y se podra ver si alguna vez ha existido la necesidad de inventar noticias. Siempre se ha dicho de qué periódico se toman, para que los que tengan dudas, busquen esos periódicos que, por lo demás, es fácil encontrar, porque siempre nos referimos a su fecha y lugar donde se publica.

En esta contestación hemos procurado no pasar por alto ninguna afirmación hecha por nuestros enemigos. Nuestro empeño, muy justificado por lo demás, es que quede depurada la verdad de una vez por todas. Y que queden deslindados de una vez los campos. Trabajadores como somos en la tarea de orientación del movimiento revolucionario mexicano, es nuestro deber demostrar que obramos de buena fe, que nuestros procedimientos en la lucha han sido siempre honrados y que de nada tenemos que avergonzamos, ni nadie tiene derecho a señalarnos con el dedo. Nuestro pasado es un libro abierto a todas las miradas, a todas las investigaciones. No hay secretos, no hay rincones donde pudiera esconderse la indignidad. Veintitrés años puestos al servicio del oprimido contra el opresor, sirven siquiera para indicar que nuestra vida ha sido empleada en cosas más útiles para la humanidad que la invención de mentiras. Así, pues, adelante.


(De Regeneración, N° 214 del 27 de noviembre de 1915)

Ricardo Flores Magón

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