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Diálogo en el infierno entre
Maquiavelo y Montesquieu
Maurice Joly

LIBRO TERCERO

DIÁLOGO DECIMONONO


Montesquieu

Se puede decir que la creación del sistema presupuestario arrastra consigo todas las diversas garantías financieras que constituyen hoy en día el patrimonio común de las sociedades políticas bien organizadas.

Así, la primera ley que necesariamente impone la economía del presupuesto es que los créditos solicitados sean proporcionales a los recursos existentes. Es decir, un equilibrio que debe traducirse constantemente y en forma visible en cifras reales y auténticas; para garantizar mejor este importante resultado, para que el legislador que vota las proposiciones que le son presentadas esté libre de influencias, se ha recurrido a una medida muy sensata. Se divide el presupuesto general del Estado en dos presupuestos independientes: el presupuesto de salidas y el presupuesto de entradas, que deben ser votados por separado, cada uno de ellos en virtud de una ley especial. De este modo la atención del legislador está obligada a concentrarse por turno y aisladamente en la situación activa y pasiva y sus determinaciones no se hallan expuestas por anticipado a la influencia del balance general de las entradas y salidas.

Controla escrupulosamente estos dos elementos y de la comparación de ambos, de su estrecha armonía, nace, en último término, el voto general del presupuesto.

Maquiavelo

Todo eso me parece perfecto; pero ¿acaso las salidas, por obra y gracia del voto legislativo, quedan encerradas en un círculo infranqueable? ¿Es tal cosa posible, por ventura? ¿Puede una Cámara, sin paralizar el ejercicio del poder ejecutivo, prohibir al soberano que se provea, recurriendo a medidas de emergencia, de fondos para gastos imprevistos?

Montesquieu

Advierto que os fastidia, mas no puedo lamentarlo.

Maquiavelo

¿Acaso en los estados constitucionales mismos no se reserva formalmente al soberano la facultad de abrir, mediante ordenanzas reales, créditos suplementarios o extraordinarios durante los periodos de receso legislativo?

Montesquieu

Es verdad, pero con una condición: que en la próxima reunión de las Cámaras dichas ordenanzas sean convertidas en ley. Es imprescindible que medie la aprobación de las mismas.

Maquiavelo

Que medie esa aprobación una vez que el gasto está comprometido, a fin de ratificar lo hecho, no me parece mal.

Montesquieu

Ya lo creo; sin embargo, por desgracia para vos, no se han limitado a eso. La legislación financiera más avanzada prohibe modificar las previsiones normales del presupuesto, excepto mediante leyes que autoricen la apertura de créditos suplementarios y extraordinarios. La erogación no puede ya realizarse sin la intervención del poder legislativo.

Maquiavelo

Pero entonces ya ni siquiera es posible gobernar.

Montesquieu

Parece que sí. Los Estados modernos piensan que el voto legislativo del presupuesto terminaría por.resultar ilusorio, si se cometiesen abusos en materia de créditos suplementarios y extraordinarios; que, en definitiva, deben poderse limitar los gastos cuando los recursos son también naturalmente limitados; que los acontecimientos políticos no pueden hacer variar a cada instante los hechos financieros, y que los intervalos entre las sesiones son tan prolongados como para que no se pueda proveer, si fuese preciso, por un voto extra-presupuestario.

Se ha llegado aún más lejos; una vez votados los recursos para tales o cuales servicios, ellos pueden, en caso de no ser utilizados, restituirse al tesoro; se ha pensado que es necesario impedir que el gobierno, siempre dentro de los límites de los créditos concedidos, pueda emplear los fondos de un servicio para afectarlos a otro, cubrir éste, dejar aquel en descubierto, mediante transferencias de fondos operadas de un ministerio a otro, todo ello en virtud de ordenanzas; pues ello implicaría eludir su destino legislativo y retomar, a través de un ingenioso desvío, a la arbitrariedad financiera.

Se ha imaginado. A tal efecto, lo que se llama la especificidad de los créditos por partidas, es decir, que la votación de las erogaciones tiene lugar por partidas especiales que sólo incluyen servicios correlativos y de igual naturaleza para todos los ministerios. Así, por ejemplo, la partida A comprenderá para todos los ministerios el gasto A, la partida B el gasto B y así sucesivamente. Esta combinación conduce a que los créditos no utilizados sean anulados en la contabilidad de los diversos ministerios y transferidos como entradas al presupuesto del año siguiente. Sobra deciros que es responsabilidad ministerial sancionar todas estas medidas. Lo que constituye la cúpula de las garantías financieras es la creación de un tribunal de cuentas, algo así como una corte de casación a su manera, encargada de ejercer en forma permanente las funciones de jurisdicción y de fiscalización de las cuentas, el manejo y empleo de los dineros públicos, teniendo asimismo la misión de señalar los sectores de la administración financiera que pueden ser mejorados desde el doble punto de vista de las entradas y las salidas. Con estas explicaciones basta. ¿No os parece que con una organización de esta naturaleza el poder absoluto se vería en aprietos?

Maquiavelo

Os confieso que esta incursión en las finanzas todavía me aterra. Me habéis cogido por mi lado débil: os dije que era poco entendido en estas materias; mas tendría, os lo aseguro, ministros que sabrían replicar a todo y demostrar el peligro de la mayor parte de tales medidas.

Montesquieu

¿No podríais, siquiera en parte, hacerlo vos mismo?

Maquiavelo

Desde luego. Reservo a mis ministros la tarea de producir hermosas teorías; en ello consistirá su principal ocupación; en cuanto a mí mismo, más os hablaré de finanzas como político que como economista. Hay un hecho que parecéis propenso a olvidar y es que la cuestión de las finanzas es, de todos los aspectos de la política, el que mejor se ajusta a las máximas del tratado El Príncipe. Esos Estados con presupuestos tan metódicamente ordenados y sus cuentas oficiales tan en regla, me hacen el efecto de esos comerciantes que, llevando sus libros a la perfección, van a parar a la ruina. ¿Quién, decidme, tiene presupuestos más abultados que vuestros gobiernos parlamentarios? ¿Qué cuesta más caro que la República democrática de los Estados Unidos, que la República monárquica de Inglaterra? Cierto es que los inmensos recursos de esta última potencia se hallan al servicio de la más profunda, la más inteligente de las políticas.

Montesquieu

Os habéis apartado del tema. ¿A dónde queréis llegar?

Maquiavelo

A esto: a que las normas que rigen para la administración financiera de loa Estados no guardan relación alguna con las de la economía doméstica, como al parecer pretenden demostrarlo vuestras concepciones.

Montesquieu

¡Ah!, ¡ah!, ¿la misma diferencia que entre la política y la moral?

Maquiavelo

Pues bien, sí, ¿no es acaso esto universalmente reconocido y practicado? ¿Acaso no sucedía lo mismo en vuestros tiempos, mucho menos avanzados sin embargo en este terreno? ¿Y no dijisteis vos mismo que en finanzas de los Estados se permitían licencias que harían ruborizar al más descarriado hijo de familia?

Montesquieu

Dije eso, es verdad, mas si extraéis de ello un argumento favorable a vuestra tesis, será para mí una verdadera sorpresa.

Maquiavelo

Queréis decir, sin duda, que no hay que dar prevalencia a lo que se hace, sino a lo que se debe hacer.

Montesquieu. - Precisamente.

Maquiavelo

A ello os respondo que se debe querer lo posible, y que lo que se hace universalmente no puede dejar de hacerse.

Montesquieu

Esto es práctica pura, lo admito.

Maquiavelo

Y tengo la sospecha de que si hiciéramos el balance de las cuentas, como vos decís, mi gobierno, absoluto como es, costaría menos caro que el vuestro; dejemos sin embargo esta disputa que carece de interés. Os equivocáis y mucho si creéis que me aflige la perfección de los sistemas financieros que acabáis de describirme. Me regocijo con vos por la regularidad en la percepción de los impuestos, la integridad de la recaudación; me complace la exactitud de las cuentas, sí, me complace muy sinceramente. ¿Creéis que se trata de que el soberano mete las manos en los cofres del Estado, de que maneja los dineros públicos? Semejante lujo de precauciones es en verdad pueril. ¿Acaso el peligro es éste? Tanto mejor, lo digo nuevamente, si los fondos se recaudan, se mueven y circulan con la precisión milagrosa que me habéis explicado. Es mi intención, precisamente, utilizar para el esplendor de mi reinado todas esas maravillas de contabilidad, todas esas bellezas orgánicas de la materia financiera.

Montesquieu

Tenéis vis comica. Lo que más asombro me causa en vuestras teorías financieras es que están en contradicción formal con lo que al respecto decís en el tratado El Príncipe, donde aconsejáis severamente, no sólo la economía en finanzas, sino hasta la avaricia, (tratado El Príncipe, capítulo XVI).

Maquiavelo

Hacéis mal en asombraros, pues desde este punto de vista las épocas no son las mismas, y uno de mis principios más esenciales es el de acomodarse a todos los tiempos. Volvamos a nuestro tema y dejemos por ahora un poco de lado, os lo ruego, lo que me decíais acerca de vuestro tribunal de cuentas: esta institución ¿pertenece al orden judicial?

Montesquieu

No.

Maquiavelo

Es, pues, un cuerpo puramente administrativo. Lo supongo perfectamente irreprochable. Mas no veo qué se adelanta con que verifiquen todas las cuentas. ¿Impide que los créditos se voten, que se realicen los gastos? Sus fallos de verificación no aclaran más la situación que los presupuestos mismos. Es, en verdad, un tribunal que se limita a consignar, sin amonestar; es una institución ingenua que no vale la pena discutir; la conservo tal cual es al parecer, sin inquietud.

Montesquieu

¡La conserváis, decís! ¿Os proponéis acaso atentar contra los otros sectores de la organización financiera?

Maquiavelo

Me imagino que no lo habréis puesto en duda. ¿O creéis que después de un golpe de Estado político no es inevitable un golpe de Estado financiero? ¿Por qué no me valdré de mi omnipotencia para esto como para lo demás? ¿Qué virtud mágica podría preservar entonces vuestras reglamentaciones financieras? Soy como el gigante de no recuerdo qué cuento, a quien los pigmeos habían cargado de cadenas durante su sueño; y que al levantarse, las rompió sin darse cuenta. Al día siguiente de mi advenimiento, ni siquiera se planteará la cuestiÓn de votar el presupuesto; lo decretaré en virtud de medidas extraordinarias, abriré dictatorialmente los créditos necesarios y los haré aprobar por mi consejo de Estado.

Montesquieu

¿Y continuaréis así?

Maquiavelo

No, por cierto. A partir del año siguiente, volveré a la legalidad; porque no pretendo destruir directamente cosa alguna, os lo he dicho ya varias veces. Existen reglamentos que son anteriores a mí, y dicto otros nuevos. Me habéis hablado de la votación del presupuesto, por dos leyes diferentes: considero desacertada esta medida. Una situación financiera puede verse mucho mejor cuando se vota al mismo tiempo el presupuesto de entradas y el de salidas. Mi gobierno es un gobierno laborioso; hay que evitar que el tiempo tan precioso de las deliberaciones públicas se pierda en discusiones inútiles. De ahora en adelante, el presupuesto de entradas y el de salidas estarán comprendidos en una sola ley.

Montesquieu

Bien. ¿Y la ley que prohíbe abrir créditos suplementarios salvo mediante el voto previo de la Cámara?

Maquiavelo

La derogo; creo que comprenderéis la razón.

Montesquieu

La comprendo.

Maquiavelo

Es una ley que sería inaplicable bajo cualquier régimen.

Montesquieu

¿Y la discriminación de los créditos, el voto por partidas?

Maquiavelo

Imposible mantenerla: el presupuesto de gastos no se votará más por partidas, sino por ministerios.

Montesquieu

Esto me perece un error grande como una montaña, pues el voto por ministerio sólo presenta al examen de cada uno de ellos un total. Es utilizar, para tamizar los gastos públicos, un tonel sin fondo en lugar de una criba.

Maquiavelo

Esto no es exacto, porque cada crédito, tomado en su conjunto, presenta distintos elementos, partidas como vos decís; se les examinará si se quiere, pero la votación se hará por ministerio, con la facultad de hacer transferencias de una partida a otra.

Montesquieu

¿Y de un ministerio a otro?

Maquiavelo

No, no llegaré a tanto; quiero mantenerme dentro de los límites de lo necesario.

Montesquieu

Sois en verdad moderado; ¿y creéis que estas innovaciones financieras no sembrarán la alarma en el país?

Maquiavelo

¿Por qué queréis que alarmen más que mis otras medidas políticas?

Montesquieu

Pues porque éstas atentan contra los intereses materiales de todo el mundo.

Maquiavelo

¡Oh! esos son matices demasiado sutiles.

Montesquieu

¡Sutiles! ¡Habéis elegido bien la palabra! No hagáis vos mismo sutilezas y decid sencillamente qué país que no puede defender sus libertades, no puede defender su dinero.

Maquiavelo

¿De qué podrán quejarse, puesto que he conservado los principios esenciales del derecho público en materia financiera? ¿Acaso no se establece, no se recauda regularmente el impuesto? ¿Acaso no se votan regularmente los créditos? ¿Acaso aquí como en otras partes, no descansa todo sobre la base del sufragio popular? No, mi gobierno no estará, sin duda, reducido a la indigencia. El pueblo que me ha aclamado, no sólo soporta a gusto el resplandor del trono, sino que lo quiere, lo busca en un príncipe que es la expresión de su poderío. Sólo odia realmente una cosa, y es la riqueza de sus semejantes.

Montesquieu

No os escapéis todavía; no habéis llegado a la meta; con mano inexorable os traigo nuevamente a la cuestión del presupuesto. Por más que digáis, su organización misma detiene el desarrollo de vuestro poderío. Es un marco del cual es posible evadirse, pero sólo con riesgos y peligros. Se le publica, sus elementos son conocidos; permanece como el barómetro de la situación.

Maquiavelo

Concluyamos, pues, con este punto, ya que así lo queréis.
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