Indice de Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu de Maurice JolyDiálogo decimononoDiálogo vigésimo primeroBiblioteca Virtual Antorcha

Diálogo en el infierno entre
Maquiavelo y Montesquieu
Maurice Joly

LIBRO TERCERO

DIÁLOGO VIGÉSIMO


Maquiavelo

El presupuesto es un marco, decís; sí, pero un marco elástico que se adapta a la medida de nuestros deseos. y estaré siempre dentro de ese marco, jamás fuera.

Montesquieu

¿Qué queréis decir?

Maquiavelo

¿Debo enseñaros cómo ocurren las cosas, aun en los Estados donde la organización presupuestaria ha sido llevada a su grado más alto de perfección? La perfección consiste precisamente en saber salir, por medio de ingeniosos artificios, de un sistema de limitación puramente ficticio en verdad.

¿Qué es vuestro presupuesto anualmente votado? Nada más que un reglamento provisorio, un cálculo, apenas aproximado, de los principales hechos financieros. La situación jamás es definitiva sino después de concretados los gastos que la necesidad ha hecho surgir en el correr del año. En vuestros presupuestos, se discriminan no sé cuántas variedades de créditos que responden a todas las eventualidades posibles: los créditos complementarios, suplementarios, extraordinarios, provisorios, excepcionales, ¡qué se yo! Y cada uno de estos créditos origina, por sí solo, otros tantos presupuestos diferentes. Ved ahora cómo ocurren las cosas. El presupuesto general, el que se vota al comienzo del año, indica, supongamos, en total, un crédito de 800 millones. Al llegar a la mitad del año, los hechos financieros ya no corresponden a las previsiones primitivas; entonces se presenta ante las Cámaras lo que se llama un presupuesto rectificativo, y este presupuesto agrega 100, 150 millones a la cifra original. Llega a continuación el presupuesto suplementario: agrega 60 o 70 millones; y por último, la liquidación, que a su vez agrega otros 15, 20 o 30 millones. En suma, en el balance general, la diferencia total es un tercio de la cifra prevista. Sobre esta última cifra recae, en forma de homologación, el voto legislativo de las Cámaras. De esta manera, al cabo de diez años, se puede duplicar y hasta triplicar el presupuesto.

Montesquieu

No pongo en duda que esta acumulación de gastos pueda ser el resultado de vuestras maniobras financieras; sin embargo, en los Estados donde se eviten vuestros procedimientos, no acontecerá nada semejante. Además, no habéis terminado aún: es imprescindible, en definitiva, que los gastos se equilibren con los ingresos; ¿cómo pensáis lograr tal cosa?

Maquiavelo

Se puede decir que aquí todo depende del arte de agrupar las cifras y de ciertas discriminaciones de gastos, con cuya ayuda se obtiene la amplitud necesaria. Así, por ejemplo, la discriminación entre el presupuesto ordinario y el presupuesto extraordinario puede prestar un importante auxilio. Al amparo de la palabra extraordinario pueden encubrirse fácilmente ciertos gastos discutibles y determinados ingresos más o menos problemáticos. Supongamos que tengo, por ejemplo, 20 millones de gastos, a los cuales es preciso hacer frente con 20 millones de ingresos; registro en el haber una indemnización de guerra de 20 millones, no cobrada aún, pero que lo será más tarde, o de lo contrario un aumento de 20 millones en el producto de los impuestos, que recaudará al año siguiente. Esto en cuanto a las entradas; no multiplico los ejemplos. Con respecto a los gastos, se puede recurrir al procedimiento contrario: en lugar de agregar, se deduce. De este modo se separarán, por ejemplo, del presupuesto de gastos, los correspondientes a la percepción de los impuestos.

Montesquieu

¿Y con qué pretexto, queréis decirme?

Maquiavelo

Se puede decir, y a mi entender con razón, que no constituye un gasto del Estado. Se puede incluso, por la misma razón, no hacer figurar en el presupuesto de gastos lo que cuesta el servicio provincial y comunal.

Montesquieu

Podéis ver que no discuto nada de todo esto; pero ¿qué hacéis con esos ingresos que son déficit, y con los gastos que elimináis?

Maquiavelo

La solución, en esta materia, estriba en la diferencia entre el presupuesto ordinario y el extraordinario. Es en este último donde deben figurar los gastos que os preocupan.

Montesquieu

Pero en última instancia estos dos presupuestos se suman y la cifra definitiva de los egresos sale a la luz.

Maquiavelo

No se deben sumar; al contrario. El presupuesto ordinario aparece solo; el extraordinario es inexacto al que se subviene por otros medios.

Montesquieu

¿Y cuáles son estos medios?

Maquiavelo

No me hagáis ir tan de prisa. Veis, pues, ante todo que existe una manera particular de presentar el presupuesto, de disimular, si es preciso, su elevación creciente. No hay gobierno alguno que no se vea en la necesidad de actuar así; en los países industriales existen recursos inagotables, mas como vos mismo lo señalabais, esos países son avaros, desconfiados: cuestionan los gastos más necesarios. La política financiera, lo mismo que la otra, no puede ya jugarse con las cartas a la vista; uno se vería detenido a cada paso; sin embargo, en definitiva, y gracias, convengo con ello, al perfeccionamiento del sistema presupuestario, todo concuerda, todo está clasificado, y si el presupuesto tiene sus misterios, tiene también sus transparencias.

Montesquieu

Sin duda sólo para los iniciados. Advierto que convertiréis la legislación financiera en un formalismo tan impenetrable como el procedimiento judicial de los romanos, en los tiempos de las Doce Tablas. Prosigamos empero. Puesto que vuestros gastos aumentan, es imprescindible que vuestros recursos se incrementen en la misma proporción. ¿Hallaréis, como Julio César, un valor de dos mil millones de francos en los cofres del Estado, o descubriréis las minas del Potosí?

Maquiavelo

Tenéis ocurrencias harto ingeniosas; haré lo que hacen todos los gobiernos posibles: pediré préstamos.

Montesquieu

Aquí quería traeros. Cierto es que son pocos los gobiernos que no se ven en la necesidad de recurrir al préstamo; mas es cierto también que están obligados a utilizarlos con moderación; no podrían, sin inmoralidad y sin peligro, gravar a las generaciones futuras con cargas exorbitantes y desproporcionadas a los recursos probables. ¿En qué forma se hacen los empréstitos? Mediante emisiones de títulos que contienen la obligación por parte del gobierno de pagar un interés en proporción al capital facilitado. Si el empréstito es a1 5%, por ejemplo, el Estado, al cabo de veinte años, ha pagado una suma igual al capital recibido; al cabo de cuarenta, una suma doble; al cabo de sesenta, el triple, y sigue, no obstante, siendo deudor de la totalidad del capital. Se puede agregar que si el Estado aumentase indefinidamente su deuda, sin hacer nada por disminuirla, se verá ante la imposibilidad de tomar nuevos préstamos o ante la quiebra.

Estos resultados son fáciles de entender: no hay país alguno donde no sea comprendido por todos. Es por ello que los Estados modernos han procurado introducir una limitación necesaria al incremento de los impuestos. Han imaginado, a tal efecto, lo que se llama el sistema de amortización, una combinación realmente admirable por su simplicidad y por la practicidad de su ejecución. Se ha creado un fondo especial, cuyos recursos capitalizados se destinan al rescate permanente de la deuda pública, en cuotas sucesivas; de este modo, cada vez que el Estado realiza un empréstito, debe dotar al fondo de amortización de cierto capital destinado a redimir, dentro de un lapso dado, la nueva deuda. Como veis, este sistema de limitación es indirecto, y en ello radica su fuerza. Por medio de la amortización, el país dice a su gobierno: pediréis un empréstito si os veis forzado a hacerlo, sea; pero deberéis procuraros sin cesar por hacer frente a la nueva obligación que contraéis en mi nombre. Cuando uno está obligado a amortizar constantemente, piensa dos veces antes de tomar un préstamo. Si amortizáis con regularidad, os concedo vuestros préstamos.

Maquiavelo

¿Y por qué pretendéis que amortice, queréis decirme? ¿Cuáles son los Estados en que la amortización se realiza en forma regular? Hasta en Inglaterra se admite la prórroga; el ejemplo cunde, me imagino; lo que no se hace en parte alguna, no puede hacerse.

Montesquieu

¿Así que suprimís la amortización?

Maquiavelo

No he dicho tal cosa, ni mucho menos; permitiré el funcionamiento de ese mecanismo y mi gobierno empleará los fondos que produce; esta combinación resultará muy ventajosa. En oportunidad de presentarse el presupuesto se podrá, de vez en cuando, hacer figurar en las entradas el producto de la amortización del año siguiente.

Montesquieu

Y al año siguiente figurará en las salidas.

Maquiavelo

Eso no lo sé, dependerá de las circunstancias, pues mucho lamentaré que esta institución no pueda funcionar con más regularidad. A este respecto, la explicación les sería a mis ministros harto dolorosa. Dios mío, no pretendo que, desde el punto de vista financiero, mi administración no habrá de tener ciertos aspectos criticables; sin embargo, cuando los hechos están convenientemente presentados, se pasan por alto muchas cosas. No olvidéis que la administración financiera es, en muchos sentidos una cuestión de prensa.

Montesquieu

¿Qué estáis diciendo?

Maquiavelo

¿No me habéis dicho que la esencia misma del presupuesto era la publicidad?

Montesquieu

Sí.

Maquiavelo

Y bien, ¿acaso los presupuestos no van acompañados de informes, explicaciones, documentos oficiales de todo tipo? ¡Cuántos recursos proporcionan al soberano estas comunicaciones públicas, cuando se encuentra rodeado de hombres hábiles! Deseo que mi ministro de finanzas hable el lenguaje de las cifras con claridad admirable y que en su estilo literario sea, además, de una pureza irreprochable.

Es conveniente repetir sin cesar lo que es verdad, o sea que la gestión de los dineros públicos se realiza en la actualidad a la luz del día.

Esta proposición incontestable debe ser presentada en mil formas distintas; quiero que se escriban frases como ésta:

Nuestro sistema de contabilidad, fruto de una larga experiencia, se singulariza por la claridad y la certeza de sus procedimientos. No sólo impide abusos sino que no proporciona a nadie, desde el último de los funcionarios hasta el Jefe de Estado mismo, ninguna posibilidad de desviar de su destino la mínima suma, ni de malversarla.

Utilizaremos vuestro lenguaje: ¿acaso hay otro mejor? y diremos:

La excelencia del sistema financiero descansa sobre dos bases: control y publicidad. El control impide que un solo céntimo pueda salir de las manos de los contribuyentes para ingresar en las cajas públicas, pasar de una caja a otra, y salir de ella para ir a parar a manos de un acreedor del Estado, sin que la legitimidad de su percepción, la regularidad de sus movimientos, la legitimidad de su empleo, sean fiscalizados por agentes responsables, verificados judicialmente por magistrados inamovibles, y definitivamente sancionados por la Cámara legislativa.

Montesquieu

¡Oh Maquiavelo!, no hacéis más que burlaros, mas vuestras burlas tienen algo de infernal.

Maquiavelo

Olvidáis donde nos encontramos.

Montesquieu

Desafiáis al cielo.

Maquiavelo

Dios sondea los corazones.

Montesquieu

Continuad.

Maquiavelo

Al comienzo del año presupuestario, el superintendente de finanzas hablará de esta manera:

Nada altera, hasta este momento, las previsiones del presupuesto actual. Sin forjarnos ilusiones, tenemos las más serias razones para esperar que, por primera vez después de muchos años, el presupuesto, a pesar del servicio de empréstitos, presentará en resumidas cuentas, un equilibrio real. Este resultado tan deseable, obtenido en tiempos excepcionalmente difíciles, es la mejor prueba de que el movimiento ascendente de la riqueza pública no se ha retrasado jamás.

Montesquieu

Proseguid.

Maquiavelo

Con referencia a esto, se hablará de la amortización, que tanto os preocupaba hace un instante; se dirá:

Muy pronto comenzará a funcionar la amortización. Si el proyecto que se ha concebido se concretase, si las rentas del Estado continuasen progresando, no sería posible que en el presupuesto que se presentará dentro de cinco años, las deudas públicas quedasen saldadas merced a un excedente en los ingresos.

Montesquieu

Vuestras esperanzas son a largo plazo; pero a propósito de la amortización, si después de haber prometido ponerla en funcionamiento, nada se hace, ¿qué diréis?

Maquiavelo

Se dirá que no se había elegido bien el momento, que todavía es preciso esperar. Se puede llegar mucho más lejos: ciertos economistas reputados cuestionan la eficacia real de la amortización. Esas teorías, las conocéis, puedo recordároslas.

Montesquieu

Es inútil.

Maquiavelo

Se hace publicar esas teorías por periódicos no oficiales, uno mismo las insinúa, y por fin un día se las puede confesar en alta voz.

Montesquieu

¡Cómo! ¡Después de haber reconocido anteriormente la eficacia de la amortización, de haber exaltado sus méritos!

Maquiavelo

Más, ¿acaso los datos de la ciencia no cambian? ¿Acaso un gobierno esclarecido no debe seguir, paso a paso, los progresos económicos de su siglo?

Montesquieu

Nada más perentorio. Dejemos la amortización. Cuando no hayáis podido cumplir ninguna de vuestras promesas, cuando, después de haber hecho vislumbrar excedentes de ingresos, os encontrareis desbordado por las deudas, ¿qué diréis?

Maquiavelo

Tendremos, si es menester, la audacia de reconocerlo. Semejante franqueza, cuando emana de un poder fuerte, honra a los gobiernos y emociona a los pueblos. En compensación, mi ministro de finanzas se empeñará en demostrar que la elevación de la cifra de gastos no significa nada. Dirá, lo que es verdad: Que la práctica financiera demuestra que los descubiertos nunca se confirman plenamente, que en el correr del año surgen por lo general nuevos recursos, principalmente en virtud del aumento del producto de los impuestos; que, por lo demás, una porción considerable de los créditos votados, al no haber sido utilizada, quedará anulada.

Montesquieu

¿Y esto ocurrirá?

Maquiavelo

Algunas veces hay, vos lo sabéis, en finanzas, frases hechas, expresiones estereotipadas, que causan profunda impresión en el público, lo calman, lo tranquilizan.

Así, al presentar con arte tal o cual deuda pasiva, se dice: Esta cifra no tiene nada de exorbitante; -es normal, concuerda con los antecedentes presupuestarios-; la cifra de la deuda flotante es simplemente tranquilizadora. Hay una multitud de locuciones parecidas que no voy a citaros, porque existen otros artificios prácticos, más importantes, acerca de los cuales debo llamar vuestra atención.

En primer término, es preciso insistir en todos los documentos oficiales, sobre la prosperidad, la actividad comercial y el progreso siempre creciente del consumo.

Cuando al contribuyente se le repiten estas cosas, se impresiona menos por la desproporción de los presupuestos, y es posible repetírselas hasta el cansancio sin que en ningún momento desconfíe; tan mágico es el efecto que los papeles autenticados producen en el espíritu de los tontos burgueses. Cuando el equilibrio entre los presupuestos se rompe, y se desea, para el año siguiente, preparar el espíritu público para un desengaño, se anuncia por anticipado, en un informe, que el año próximo el descubierto sólo ascenderá a tanto.

Si el descubierto resulta inferior a lo previsto, es un verdadero triunfo; si es superior, se dice: El Déficit ha sido mayor que el que se había previsto; sin embargo, el año precedente alcanzó una cifra más alta; en resumidas cuentas, la situación ha mejorado, pues se ha gastado menos pese a haber atravesado circunstancias excepcionalmente difíciles: guerra, hambre, epidemias, crisis imprevistas de subsistencias, etc.

No obstante, el año próximo, el aumento de las entradas permitirá, según todas las probabilidades, alcanzar el equilibrio tan largamente anhelado: se reducirá la deuda, y el presupuesto resultará convenientemente equilibrado. Todo permite esperar que este progreso continúe, y, salvo acontecimientos extraordinarios, el equilibrio pasará a ser lo habitual en nuestras finanzas, como es la norma.

Montesquieu

Esto es alta comedia; no se adquirirá el hábito, ni se aplicará la norma, pues me imagino que, bajo vuestro reinado, siempre habrá alguna circunstancia extraordinaria, una guerra, una crisis de subsistencias.

Maquiavelo

No sé si habrá crisis de subsistencias; lo que es indudable, es que mantendré muy alto el estandarte de la dignidad nacional.

Montesquieu

Es lo menos que podéis hacer. Si conquistáis la gloria, no os deberán por ello ninguna gratitud, pues esa gloria, en vuestras manos, no es más que un instrumento de gobierno; no será ella la que amortizará las deudas de vuestro Estado.
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