Indice de Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu de Maurice JolyDiálogo vigésimo cuartoBiblioteca Virtual Antorcha

Diálogo en el infierno entre
Maquiavelo y Montesquieu
Maurice Joly

LIBRO CUARTO

DIÁLOGO VIGÉSIMO QUINTO


Maquiavelo

Reinaré diez años en estas condiciones, sin modificar ni un ápice mi legislación; sólo a este precio se logra el éxito definitivo. Durante este intervalo, nada, absolutamente nada, deberá hacerme variar; la tapa de la caldera será de hierro y plomo; es durante este lapso cuando se elabora el fenómeno de destrucción del espíritu de rebeldía. Creéis quizá que la gente es desdichada, que se lamentará. ¡Ah!, si así fuese, y no tendría perdón; sin embargo, cuando los resortes de la violencia estén tensos al máximo, cuando agobie con la carga más terrible el pecho de mi pueblo, entonces se dirá: No tenemos más que lo que merecemos, sufrámoslo.

Montesquieu

Ciego estáis si tomáis esto por una apología de vuestro reinado; si no comprendéis que lo que estas palabras expresan es una intensa nostalgia del pasado. Una frase estoica que os anuncia el día del castigo.

Maquiavelo

Me angustiáis. Ha llegado la hora de distender los resortes, voy a devolver las libertades.

Montesquieu

Mil veces preferibles son los excesos de vuestra opresión; vuestro pueblo os responderá: quedaos con lo que nos habéis quitado.

Maquiavelo

¡Ah!, cómo reconozco en vuestras palabras el implacable odio de los partidos. No conceder nada a sus adversarios políticos, nada, ni siquiera las buenas obras.

Montesquieu

No, Maquiavelo, de vos, ¡nada! La víctima inmolada no acepta favores de su verdugo.

Maquiavelo

¡Ah!, qué fácil me sería adivinar el pensamiento secreto de mis enemigos. Se forjan ilusiones, confían que la fuerza de expansión que reprimo, tarde o temprano me lanzará al vacío. ¡Insensatos! Sólo al final sabrán quién soy. ¿Qué es lo que se requiere en política para prevenir cualquier peligro dentro de la mayor represión posible? Una apertura imperceptible. La tendrán.

No restituiré por cierto, libertades considerables; ved, no obstante, hasta qué punto el absolutismo habrá penetrado en las costumbres. Puedo apostar al primer rumor de esas libertades, se alzarán a mi alrededor gritos de espanto. Mis ministros, mis consejeros exclamarán que he abandonado el timón, que todo está perdido. Me suplicarán, en nombre de la salvación del Estado, en nombre de mi país, que no haga nada; el pueblo dirá: ¿en qué piensa? Su genio decae; los indiferentes dirán: está acabado; los rencorosos dirán: está muerto.

Montesquieu

Y todos tendrán razón, pues un publicista moderno (Benjamin Constant) ha dicho una gran verdad: ¿Se quiere arrebatar a los hombres sus derechos? No debe hacerse nada a medias. Lo que se les deja les sirve para reconquistar lo que se les quita. La mano que queda libre desata las cadenas de la otra.

Maquiavelo

Muy bien pensado; muy cierto; ya sé que es mucho lo que arriesgo. Bien veis que se me trata injustamente, que amo la libertad mucho más de lo que se dice. Me preguntabais hace un momento si era capaz de abnegación, si estaría dispuesto a sacrificarme por mis pueblos, de descender del trono si fuese preciso; ahora os doy mi respuesta: puedo descender del trono, sí, por el martirio.

Montesquieu

¡Qué enternecido estáis! ¿Qué libertades restituís?

Maquiavelo

Permito a mi Cámara legislativa que todos los años, el primer día del año, me testimonie, en mi discurso, la expresión de sus más caros deseos.

Montesquieu

Mas si la inmensa mayoría de la Cámara os es adicta, ¿qué podéis recoger sino agradecimientos y testimonios de amor y admiración?

Maquiavelo

Claro que sí. ¿No son acaso naturales esos testimonios?

Montesquieu

¿Son estas las libertades?

Maquiavelo

Por mucho que digáis, esta primera concesión es considerable. Sin embargo, no me limitaré a ello. Hoy en día se observa en Europa cierto movimiento espiritual contra la centralización, no entre las masas sino en las clases esclarecidas. Descentralizaré el poder, es decir, otorgaré a mis gobernadores provinciales el derecho de zanjar pequeñas cuestiones locales anteriormente sometidas a la aprobación de mis ministros.

Montesquieu

Si el elemento municipal no entra para nada en esta reforma, no hacéis más que volver más insoportable la tiranía.

Maquiavelo

La misma precipitación fatal de quienes reclaman reformas: en el camino hacia la libertad es preciso avanzar con prudencia. Sin embargo, no me limito a eso: otorgo libertades comerciales.

Montesquieu

Ya habéis hablado de ellas.

Maquiavelo

Es que el problema industrial me preocupa siempre: no quiero que se diga que mi legislación, por un exceso de desconfianza hacia el pueblo, llega a impedirle que provea por sí mismo a su subsistencia. Por esta razón hago presentar ante las Cámaras leyes que tienen por objeto derogar en partes las disposiciones prohibitivas del derecho de asociación. Por otra parte, la tolerancia de mi gobierno tomaba tal medida perfectamente inútil, y como, en resumidas cuentas, no hay que deponer las armas, nada cambiará en esta ley, salvo la fórmula de la redacción. Hoy en día, en las Cámaras, hay diputados que se prestan de buena gana a estas inocentes estratagemas.

Montesquieu

¿Y eso es todo?

Maquiavelo

Sí, porque es mucho, quizá demasiado; sin embargo, creo poder tranquilizarme; mi ejército es entusiasta, mi magistratura fiel, y mi legislación penal funciona con la regularidad y la precisión de esos mecanismos omnipotentes y terribles que ha inventado la ciencia moderna.

Montesquieu

¿Así que no modificáis las leyes de prensa?

Maquiavelo

No podéis pedir semejante cosa.

Montesquieu

¿Ni la legislación municipal?

Maquiavelo

¿Es posible acaso?

Montesquieu

¿Ni vuestro sistema de protectorado del sufragio?

Maquiavelo

No.

Montesquieu

Ni la organización del Senado, ni la del cuerpo legislativo, ni vuestro sistema interior, ni vuestro sistema exterior, ni vuestro régimen económico, ni vuestro régimen financiero.

Maquiavelo

No modifico nada más que lo que os he dicho. Si he de hablar con propiedad, diré que salgo del período del terror para entrar en el camino de la tolerancia; puedo hacerlo sin riesgo alguno; hasta podría restituir libertades reales, porque se necesitaría estar desprovisto de todo espíritu político para no comprender que en la imaginaria que he supuesto, mi legislación habrá dado todos sus frutos. He cumplido el propósito que os había anunciado; el carácter de la nación se ha transformado; las leves facultades que ha restituido han sido para mí la sonda con la cual he podido medir la profundidad del resultado. Todo se ha hecho, está consumado; ya no queda resistencia posible. No hay más escollos, ¡no hay más nada! Y sin embargo, no devolveré nada. Vos lo habéis dicho, he aquí la verdad práctica.

Montesquieu

Apresuraos a terminar, Maquiavelo. Ojalá mi sombra nunca más vuelva a encontraros. Ojalá Dios borre de mi memoria hasta el último rastro de lo que acabo de escuchar.

Maquiavelo

Cuidad vuestras palabras, Montesquieu; antes de que el minuto que comienza caiga en la eternidad buscaréis con angustia mis pasos y el recuerdo de este coloquio desolará vuestra alma eternamente.

Montesquieu

¡Hablad!

Maquiavelo

Recomencemos, pues. He hecho todo lo que vos sabéis; por medio de estas concesiones al espíritu liberal de mi época, he desarmado el odio de los partidos.

Montesquieu

¡Ah!, no vais entonces a abandonar esa máscara de hipocresía con la cual habéis encubierto crímenes que ninguna lengua humana ha descrito jamás. ¡Queréis entonces que salga de la noche eterna para condenaros! ¡Ah, Maquiavelo! ¡Ni vos mismo habíais enseñado a degradar hasta este punto a la humanidad! No conspirabais contra la conciencia, no habíais concebido el pensamiento de convertir el alma humana en un lodo en el que un aun el mismísimo divino creador reconocería absolutamente nada.

Maquiavelo

Es verdad me he superado.

Montesquieu

¡Huid!, no prolonguéis ni un instante más este coloquio.

Maquiavelo

Antes de que las sombras que allá avanzan en tumulto hayan llegado a esta negra hondonada que las separa de nosotros, habré terminado; antes de que hayan llegado ya no me veréis más y me llamaréis en vano.

Montesquieu

Terminad, entonces; ¡ésta será mi expiación por la temeridad que cometí al aceptar esta apuesta sacrílega!

Maquiavelo

¡Ah, libertad! Mira con cuántas fuerzas vives en algunas almas cuando el pueblo te desprecia o se consuela de ti con sutilezas. Permitidme que os relate a este respecto un brevísimo apólogo:

Cuenta Dion que el pueblo romano estaba indignado contra Augusto a causa de ciertas leyes demasiado duras que había dictado, pero ni bien hizo regresar al cómico Pilade, a quien los rebeldes habían expulsado de la ciudad, el descontento cesó.

Éste es mi apólogo. He aquí ahora la conclusión del autor, pues estoy citando a un autor: Un pueblo semejante sufría más intensamente la tiranía cuando se expulsaba a un saltimbanqui que cuando se le suprimían todas sus leyes. (El espíritu de las leyes, libro XIX, cap. II).

¿Sabéis quién escribió esto?

Montesquieu

¡Poco importa!

Maquiavelo

Reconoceos, entonces; fuisteis vos mismo. No veo a mi alrededor más que almas mezquinas. ¿Qué queréis que haga? Bajo mi reinado no faltarán los saltimbanquis, y tendrán que comportarse demasiado mal para que me decida a expulsarlos.

Montesquieu

No sé si habéis citado exactamente mis palabras; mas he aquí una cita que puedo garantizaros que vengará eternamente a los pueblos que vos calumniáis.

Las costumbres del príncipe contribuyen a la libertad tanto como las leyes. Él, como ella, puede hacer bestias de los hombres, y de las bestias hombres; si ama a las almas libres, tendrá súbditos; si ama a las almas mezquinas, tendrá esclavos. (El espíritu de las leyes, libro XII, cap. XXVII).

He aquí mi respuesta, y si hoy tuviese que agregar algo a esta cita, diría:

Cuando la honestidad pública es desterrada del seno de las cortes, cuando en ellas la corrupción se exhibe sin pudor, jamás penetra, no obstante, sino en los corazones de aquellos que se acercan a un mal príncipe; en el seno del pueblo el amor por la virtud continúa vivo, y el poder de este principio es tan inmenso que basta con que el mal príncipe desaparezca para que, por fuerza misma de las cosas, la honestidad renazca en la práctica del gobierno al mismo tiempo que la libertad.

Maquiavelo

Muy bien escrito, en una forma muy simple. No hay más que una desdicha en lo que acabáis de decir, y es que, en el espíritu como en el alma de mis pueblos, y personifico la virtud, y más aún, personifico la libertad, entendedlo, así como personifico la revolución, el progreso, es espíritu moderno, todo, en suma, cuanto constituye lo mejor de la civilización contemporánea. Y no digo que se me respeta, no digo que se me ama; digo que se me venera, digo que el pueblo me adora; que, si yo lo quisiera, me haría levantar altares, porque, explicadme esto, tengo el don fatal de influir en las masas. En vuestro país se guillotinaba a Luis XVI que sólo quería el bien del pueblo, que lo quería con toda la fe, todo el fervor de un alma sinceramente honesta; y, pocos años antes, se habían levantado altares a Luis XIV, que se preocupaba menos por el pueblo que por la última de sus queridas y que, con un mínimo de gesto, hubiese ordenado ametrallar al populacho mientras jugaba a los dados con Lazun. Pero y, con el sufragio popular que me sirve de base, soy mucho más que Luis XIV; soy Washington, soy Enrique IV, soy San Luis, Carlos el Sabio, elijo, para honraros, vuestros mejores reyes. Soy un rey de Egipto y de Asia al mismo tiempo, soy Faraón, soy Ciro, soy Alejandro, soy Sardanápalo; el alma del pueblo se regocija cuando yo paso; corre embriagada en pos de mis pasos; soy un objeto de idolatría; el padre me señala con el dedo como su hijo, la madre invoca mi nombre en sus oraciones, la doncella me contempla suspirando y piensa que si mi mirada se posara en ella al azar, ella podría acaso reposar un instante sobre mi tálamo. Cuando el infeliz es oprimido, dice: Si el rey lo supiera; cuando alguien desea vengarse, y espera una ayuda, dice: El rey lo sabrá. Y nadie se me acerca jamás, sin encomendarme con las manos llenas de oro. Los que me rodean son duros, es cierto, violentos, algunas veces merecen azotes, mas es preciso que así sea, porque su carácter abominable, despreciable, su infame codicia, sus excesos, sus bochornosos despilfarros, su crasa avaricia contrasta con la dulzura de mi carácter, con mis modales sencillos, mi generosidad inagotable. Se me invoca, os digo, como a un dios; cuando el granizo los azota, cuando reina el hambre; cuando hay algún incendio, acudo a socorrerlos, la población se arroja a mis pies, si Dios les diese alas, me transportarían al cielo en sus brazos.

Montesquieu

Lo cual no os impediría triturarla de un golpe de metralla ante el mínimo signo de resistencia.

Maquiavelo

Es verdad, pero el amor no existe sin temor.

Montesquieu

¿Ha terminado este espantoso sueño?

Maquiavelo

¡Sueño! ¿Ah, Montesquieu!, vais a llorar durante mucho tiempo: desgarrad El espíritu de las leyes, suplicad a Dios que en el cielo os conceda el olvido de lo que habéis hecho; pues ahora vais a oír la terrible verdad de la cual tenéis ya el presentimiento; no es ningún sueño lo que acabo de deciros.

Montesquieu

¡Qué vais a revelarme!

Maquiavelo

Lo que acabo de describiros, ese conjunto de cosas monstruosas ante las cuales el espíritu retrocede despavorido, esa obra que sólo el infierno es capaz de realizar, todo eso está hecho, todo eso existe, todo eso prospera de cara al sol, en un punto de este globo que hemos abandonado.

Montesquieu

¿Dónde?

Maquiavelo

No, sería inflingiros una segunda muerte.

Montesquieu

¡En nombre del cielo, hablad!

Maquiavelo

¡Pues bien! ...

Montesquieu

¿Qué? ...

Maquiavelo

¡Ha pasado la hora! ¿No veis que el torbellino me arrastra?

Montesquieu

¡Maquiavelo!

Maquiavelo

¿Veis esas sombras que pasan no lejos de vos, cubriéndose los ojos? ¿Las reconocéis? Son glorias que fueron la envidia del mundo entero. ¡En este momento, reclaman a Dios su patria! ...

Montesquieu

¡Oh! Dios eterno, ¡qué es lo que habéis permitido! ...
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