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Discurso pronunciado por Omar Cortés
en el 77avo aniversario luctuoso de Ricardo Flores Magón
Señoras, señores, jóvenes:
Estamos aquí reunidos hoy, domingo 21 de noviembre de 1999, para rendir un sentido homenaje a Ricardo Flores Magón, el liberal y el anarquista, en su setenta y siete aniversario luctuoso.
Iniciaré esta intervención relatando, de manera breve, cómo se generó mi encuentro con el homenajeado.
Fue a raíz de los trágicos acontecimientos ocurridos en nuestra ciudad en el año de 1968, cuando yo, uno de los muchísimos jóvenes preparatorianos pertenecientes a la clase media, que fuimos materialmente sacudidos por aquellos acontecimientos, y que de manera desesperada buscamos entender, con las limitaciones propias de nuestra edad, qué ocurría en nuestro país que orillaba a que las autoridades ordenasen que se nos persiguiera como si fuéramos perros rabiosos, me topé con la figura de Ricardo Flores Magón.
Poco a poco fui descubriéndole, y conforme desarrollaba mis estudios en la facultad de derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, más y más me acercaba a él.
Quede sorprendido de que también él hubiese cursado estudios de derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, y de que, al igual que yo y que muchos de mis amigos y compañeros, hubiese también sido traído por sus padres a la ciudad de México, buscando que contara con un clima más favorable para su desarrollo personal.
Porque Ricardo Flores Magón, al igual que un alto porcentaje de la población que residimos en el Distrito Federal, no nació aquí, pero junto a esta ciudad inició su desarrollo y a ella aportó buena parte de su obra, como, por ejemplo, el ahora legendario periódico Regeneración.
Fue también en esta ciudad donde inició su labor periodística y política, y a esta ciudad pensaba volver para instalar, en ella, de nuevo, las oficinas de su queridísimo periódico Regeneración, cuando se encontraba prisionero en los Estados Unidos, pero la muerte no se lo permitió.
Es evidente, pues, que el personaje a quien ahora rendimos homenaje, guarda una relación directa con nuestra ciudad y con muchos de los que como él, con ella nos hemos desarrollado sin olvidar jamás nuestro lugar de origen.
Sin embargo, pareciese una contradicción el hecho de que uno de los más importantes representantes, en el ámbito internacional, de la corriente anarquista comunista en su vertiente expropiadora, sea homenajeado de manera oficial por el gobierno de una ciudad, o sea, por un instituto que él mismo buscaba en vida finiquitar, para en su lugar erigir el dominio pleno de una sociedad laboral autogestionada.
Pudiese decirse que hay que compadecerse de los muertos, porque ya no pueden defenderse, porque ya no tienen fuerza, ni voz, ni aliento para erguirse y exponer su verdad; pero también podría decirse: ¡pobres de los vivos! ¡Pobres de aquellos que sabiendo cuál fue la lucha del difunto, cuáles fueron sus anhelos y esperanzas, callan convirtiendo su silencio en la complicidad de la mentira, del mundo de las apariencias y de la impunidad moral!
Yo no pienso que debamos caer en el lugar común de las medias verdades, de las palabras medidas para no herir susceptibilidades, para no despertar rabias de jefes, subjefes, encargados, subencargados, etc., etc., etc.
Yo pienso, por el contrario, que los tiempos de transición que nuestra República Federal está experimentando, requieren de reflexiones profundas capaces de trascender los lugares comunes a los que por lo general se tiende en eventos de este tipo.
Hablemos pues con verdad; hablemos sin tapujos; pongamos en práctica el derecho de libre expresión consagrado por nuestra Constitución, y cuyo ejercicio condujo a que Ricardo Flores Magón fuese en vida perseguido, vilipendiado y encarcelado.
Digámoslo claro, sin miedo: Ricardo Flores Magón no se enorgullecería porque un gobierno le rindiese un homenaje; porque su lucha no tuvo como objetivo la instauración de esa instancia.
Debemos entonces encarar el asunto y reflexionar seriamente sobre si Ricardo Flores Magón acertó o se equivocó en esa faceta de su lucha.
Hace tan sólo unas semanas se inició una polémica, de por sí representativa de los momentos que vivimos, entre un connotado intelectual mexicano residente en nuestra ciudad y el más famoso guerrillero de la actualidad en el ámbito mundial, sobre el tema del posibilismo y el maximalismo; sobre si es posible y tácticamente recomendable buscar ir, en lo que a transformaciones políticas, sociales y económicas se refiere, más allá de lo que posibilitan o permiten las estructuras existentes.
Pues bien, yo pienso que esa polémica, directamente relacionada con el qué hacer político del personaje a quien rendimos homenaje, hoy por hoy permea a la sociedad en su conjunto y se manifiesta de mil maneras.
Como muestra de ello podemos citar, además de la trágica situación que se vive en Chiapas, lo que ocurre en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el movimiento de los barzonistas.
Curiosamente nuestro homenajeado conoció y practicó las dos facetas de esta polémica. Tanto fue posibilista como maximalista. Lo primero cuando buscó ocultar los reales anhelos que en su lucha perseguía, por temor a quedar aislado, y lo segundo cuando, una vez creado un ambiente favorable a sus ideas, no dudo ni un instante en convocar a los por él llamados los desheredados del banquete social a ir por ese todo del que habían sido injustamente despojados.
Sobre estas dos facetas de su accionar existen muchos escritos suyos.
Ahora, setenta y siete años después de su muerte, podemos, y yo pienso que debemos, analizar, discutir y reflexionar sobre esas dos facetas de su labor política en la medida en que los momentos que vivimos no sólo lo permiten, sino incluso lo exigen.
Muy lamentable sería que por infundados temores dejásemos pasar la oportunidad que se nos brinda, para incidir sobre la importancia de nuestro homenajeado bajo el prisma de lo actual, de lo contemporáneo, de lo que todos estamos viviendo.
Porque no podemos tampoco pasar por alto que Ricardo Flores Magón supo aprovechar de manera inteligente las oportunidades que se le presentaron para manifestar su verdad y difundir su ideario.
No debemos olvidar que su fama se inicia cuando en el seno de una reunión a la que asistieron los más progresistas y honestos gestores de los movimientos opositores existentes en el México de principios de siglo, él se alzó emitiendo su opinión y señalando los caminos que debían seguirse.
Ese momento, ese instante en el que Ricardo Flores Magón tomó la palabra para señalar de manera sencilla, sin rebuscamientos ni lirismos, sin trampas ideologizantes, sino expresándose con sinceridad y sencillez sobre lo que él consideraba como el más grande estorbo e impedimento para que la sociedad del México de aquellos tiempos se encaminase por los senderos del progreso y de la felicidad común, cuando Ricardo Flores Magón dijo: ¡El problema de México lo es la dictadura del Sr. Porfirio Díaz! Fue entonces cuando aquél acto de completa honestidad cambio, por completo, el contenido de aquella reunión.
Está ya por terminar el siglo XX; dentro de cuarenta y tantos días dará comienzo un nuevo milenio. La sociedad en que vivimos y la ciudad en que habitamos no pueden ni deben quedar estancadas en el lirismo de un pasado que se supone épico y al cual se le apuntala con un sin fin de anécdotas y de míticos superhéroes.
No pienso que sea ni conveniente ni justo el otorgar a Ricardo Flores Magón el patético papel de un héroe derrotado, asimilándole a la imagen de Cristo crucificado, adolorido, sangrante, indefenso y de semblante suplicante, que nos pueda servir de escudo, que nos permita sentirnos aliviados de nuestra miseria cotidiana.
Yo pienso que en vez de homenajear y recordar a Ricardo Flores Magón como un héroe de la patria, debemos exaltar su figura humana, señalar sus errores y aplaudir sus virtudes, sin olvidar que al igual que nosotros él vivió su vida, tomó sus decisiones, cometió sus errores, saboreó sus triunfos y sufrió sus derrotas.
Y jamás debemos de pasar por alto que si la memoria de Ricardo Flores Magón se mantiene viva, ello se debe a que nosotros existimos; porque nosotros somos ahora lo importante, porque es nuestra vida, nuestros anhelos, nuestras esperanzas, nuestras risas y nuestras lágrimas lo que ahora importa.
¡Dejemos pues los mortales restos de Ricardo Flores Magón aquí en su tumba, en esta Rotonda de Hombres y Mujeres Ilustres!
¡Recordémosle con su nombre grabado en letras de oro en la Asamblea Legislativa de nuestra ciudad!
Pero a la vez unámonos a la voz del poeta y entonemos con él sus versos repitiendo:
Nosotros somos quien somos,
¡Basta de historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren
como Dios manda a sus muertos.
Ni vivimos del pasado,
Ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.
Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.
Muchísimas gracias.
Omar Cortés Gabiño.
México D.F. a 21 de noviembre de 1999.
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