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EN POS DE LA LIBERTAD

Enrique Flores Magón

MARIDAJE IMPOSIBLE



En el seno del carrancismo se observa actualmente un estado de cosas raro, extraño; radicales y políticos van del brazo. Estado equívoco de cosas es éste que se presta a serias reflexiones y a profundas dudas.

Es muy frecuente encontrar en los periódicos gobiernistas artículos de fondo con pujos extremadamente radicales, aunque, por regla general, terminados con impúdicas alabanzas a Carranza, y notas reporteriles acerca de algún asunto obrero, en las que se procura marcar a los trabajadores con lisonjas burdas, se aparenta preocuparse por el bienestar de éstos y aún se les alienta a conquistar sus derechos de clase, aunque por la vía evolutiva y por medio de la acción política, como es de rigor lo aconseje un político.

Pero esa política de mareo, de catequizamiento del obrero, adoptada por el carrancismo, es natural, es la indicada para un gobierno y sus prosélitos, si quieren encontrar partidarios en circunstancias como las actuales, cuando la conciencia de clase y las aspiraciones de emanciparse están bien despiertas y vivas en la clase proletaria mexicana.

Es natural, perfectamente natural, que los políticos aparenten radicalismos no sentidos y que sus periódicos den tintes radicales a sus escritos en la hora actual. La ciencia de la política está en saber seguir la corriente y procurar acomodarse al medio ambiente del momento, para meter jesuíticamente la cizaña en el campo enemigo, desvirtuar la aspiración popular para provecho personal y, finalmente, cuando el tiempo oportuno se llega, para dar el golpe de gracia a esas aspiraciones y quedar ya dueño de la situación.

La misma historia de México me apoya. Sin ir muy lejos, ahí están los casos de Díaz y de Madero.

Porfirio Díaz, para adquirir partidarios que lo elevasen al poder, enarboló la bandera de: No reelección, principio político que burló más tarde, cuando ya se encontró fuerte para hacerlo. Francisco I. Madero, también para adquirir partidarios que lo elevasen al poder, ofreció dar la tierra al proletariado, sólo que, más torpe que Díaz, descubrió su juego antes de tiempo, declarando apenas subió al poder y antes de ser lo bastante fuerte para dominar al pueblo, que no podía cumplir sus ofrecimientos.

No debe extrañarnos que los políticos obren de esa manera, que a sabiendas engañen al pueblo; están en su papel.

No debe extrañarnos tampoco que en sus periódicos introduzcan radicalismos no sentidos; necesitan hacerlo, para embaucar mejor a los trabajadores.

Pero que los periódicos llamados radicales sigan una política paralela, si es de extrañar. Siendo periódicos dizque anarquistas, desde luego repugnan encontrarse entre sus columnas artículos en los que se alaba a Carranza y su gobierno por cualquier bobería; porque expidió la reformita fulana que dizque protege a los trabajadores, porque en la huelga sutana intercedió por los obreros, etc., etc.

Esta conducta en los periódicos radicales es la que se presta a serias reflexiones y a profundas dudas. No puede uno imaginarse cómo es posible atacar anárquicamente al gobierno, es decir, bajo todas sus formas, y al mismo tiempo alabar al gobierno de Carranza y recomendarlo como bueno.

He aquí una contradicción notable. La idea anarquista es la de abolir todo gobierno. ¿Cómo pues, es posible recomendar a un gobierno cualquiera cuando se profesa ser anarquista? ¿Cómo es posible que el radicalismo y la política marchen del brazo, si la existencia de uno es la exclusión del otro?

Zapata, sin ser anarquista, por sus actos de expropiación, de entrega (y no de venta como lo hace Carranza), de la tierra a los campesinos, para que libremente la cultiven y aprovechen; de la destrucción de títulos de propiedad (que Carranza reconoce, como lo demuestro en mi artfculo Carranza el jesuita, publicado en nuestro número anterior), y por otros muchos actos más netamente revolucionarios, que él y los individuos que le siguen han llevado a cabo, merece las simpatías de los verdaderos anarquistas. Sin embargo, en la prensa anarquista a que aludo, se ataca virulentamente a Zapata y se azuza a los trabajadores en contra de este revolucionario suriano y sus comuneros.

¿Cómo explicarse conducta tan extraña?

Supongo que, para evitarse persecuciones, los periódicos obreros mexicanos que han nacido aprovechándose de las circunstancias propicias actuales, en las que Carranza se ve forzado a dar ciertas libertades mientras logra hacerse fuerte, quieran abstenerse de atacar abiertamente al negrero de Cuatro Ciénegas, Venustiano Carranza, pero eso no justifica que lleguen al grado de alabarlo, de aconsejar a los obreros que lo sigan y por él luchen en los campos de combate en las filas carrancistas, y que los azuzen contra Zapata y compañeros que, hasta hoy combaten aún honradamente por la libertad económica del proletariado, base de todas las libertades.

Tal proceder en dichos periódicos es sospechoso. No solamente denota sectarismo político, sino también alta traición a la clase trabajadora, por cuyos intereses dicen laborar.

Basta con el simple hecho de que aparentando ser periódicos obreros de ideas radicales, en cuyas columnas aparecen artículos netamente anarquistas como manifestación del espíritu que les anima, para que se hagan acreedores a sospechas bien fundadas por insertar en sus columnas alabanzas a políticos falsos, falsos como todo político, y recomendaciones de que se siga su bandera.

Quien tal hace es traidor a la clase proletaria. Porque la anarquía y la política, no pueden marchar del brazo; querer unir ambas tendencias es pretender un maridaje imposible. Una a la otra se rechazan. La anarquía detesta del gobierno; la política lo apoya. Son dos tendencias contrarias que no pueden reconciliarse.

Así, pues, obreros mexicanos, a quien os hable de anarquía, a quien os predique guerra contra el capital, el clero y el gobierno, pero que a la vez os recomiende elevar y sostener en el poder a tal o cual gobernante, escupidle el rostro por farsante y el día de las represalias tenedlo presente en vuestra memoria, para ajusticiarlo por embaucador.

Tened siempre presente que la emancipación de los trabajadores tiene que ser obra de los trabajadores mismos, y que por lo tanto, no es Carranza, ni político alguno quien la hará. Tened presente, hermanos, que el interés de todo gobierno es contrario al interés de los trabajadores; porque aquél, para existir, necesita de la existencia de la esclavitud de éstos.

Por esa causa, ni Carranza, ni cualquier otro gobernante, por más liberal que quiera ser, puede admitir que el trabajador se emancipe.

Quien sostenga lo contrario; quien os aconseje que luchéis por Carranza so pretexto de que éste os hará libres, es un embaucador y un enemigo vuestro, a quien debemos ajustar cuentas como tal, el día que se presente la oportunidad.

Hermanos de cadenas; si queréis ser realmente libres, no sigáis bandería política alguna. Luchad por vuestra propia cuenta, sin jefes de ninguna clase, sino abierta, franca y decididamente por Tierra y Libertad, adoptando como bandera de acción el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, expedido por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, donde no se os aconseja que elevéis al poder a individuo alguno, sino en el que se os delínea la única manera que existe de alcanzar vuestra emancipación política, económica y social.

Hacedlo, si queréis llegar a ser realmente libres.

(De Regeneración, del 11 de diciembre de 1915. N° 216).
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